Ucrania necesita garantías de seguridad por parte de Europa, no una operación de paz

Vladímir Putin y Donald Trump en la reunión del G20 en Hamburgo, en 2017
Vladímir Putin y Donald Trump en la reunión del G20 en Hamburgo, en 2017. Fuente: Wikimedia Commons.

En la reunión del Grupo de Contacto sobre Ucrania celebrada el 12 de febrero de 2025, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, dejó muy clara la posición negociadora de Estados Unidos a propósito de la guerra entre Rusia y Ucrania. Ahora Europa intenta reaccionar de forma apresurada. Para dar una respuesta satisfactoria a los retos que plantea la postura de la Administración Trump, desde los europeos deberán ser capaces de ofrecer a Ucrania verdaderas garantías de seguridad o, de lo contrario, romper amarras con Ucrania asumiendo las consecuencias.

Los anuncios de EE.UU. sobre Ucrania

En primer lugar, Estados Unidos afirmó que una solución negociada implicaría la cesión de territorios por parte de Ucrania. No es de extrañar. Al fin y al cabo, la realidad militar es que la liberación completa de los territorios ocupados es imposible, a menos que Rusia implosione; algo de lo que no hay señales. A finales de 2022, Ucrania hizo retroceder a los invasores rusos, pero desde entonces, tanto Estados Unidos como Europa le han suministrado apenas armas suficientes para mantener sus posiciones. Por tanto, los líderes europeos no están en posición de criticar a Estados Unidos, ya que nunca han acompañado con hechos su retórica de apoyar a Ucrania hasta la victoria total. Algo para lo que ya es demasiado tarde.

Tampoco es en absoluto sorprendente, aunque sí fuente de críticas más justificadas, el hecho de que Estados Unidos no vea a Ucrania como miembro de la OTAN. En 2008, fue precisamente otra administración republicana, la de George W. Bush, la que impuso a los europeos la decisión de que algún día Ucrania (y Georgia) se convertirían en aliados. Estos últimos se opusieron, porque veían por entonces a Ucrania como un estado tapón entre la OTAN/UE y Rusia y no como miembro de ninguna de las dos organizaciones. Sin embargo, finalmente los europeos cedieron a la presión estadounidense, cometiendo de paso un error estratégico que ofreció a Putin material suficiente para fabricar su narrativa de cerco (aunque en realidad Putin tampoco aceptó la visión de la UE de Ucrania como tapón, pues para él siempre fue parte de una supuesta esfera de influencia rusa).

Ahora bien, la invasión de 2022 cambió radicalmente la geopolítica. Ucrania ya no es viable como Estado tapón. Así, a menos que se incorpore plenamente a la arquitectura de seguridad occidental, Rusia no descansará hasta dominar por completo el país. Por eso la UE le otorgó a Ucrania el estatus de país candidato. Y, también por eso, la UE se enfrenta ahora a una elección muy difícil.

La opción europea para Ucrania

Hegseth dijo que una paz duradera requiere “sólidas garantías de seguridad”, pero que “tropas europeas y no europeas capaces” deben proporcionarlas, descartando de paso a las fuerzas estadounidenses como parte de la ecuación. Además, agregó que “si esas tropas se envían como fuerzas de paz a Ucrania en algún momento, deberían hacerlo como parte de una misión no perteneciente a la OTAN y no deberían estar cubiertas por el Artículo 5”.

La conclusión es obvia: si se llega a un acuerdo, una coalición de países europeos deberá intervenir y ofrecer garantías de seguridad a lo que queda de Ucrania. Esta coalición debería, como es lógico, incluir a Francia y al Reino Unido, las dos potencias nucleares europeas. Debe quedar claro, además, lo que esto significa: si Rusia invade una tercera vez, la coalición declarará la guerra a Rusia. Cualquier cosa que no sea eso no debería considerarse como una garantía de seguridad válida. Y la única manera de hacerla creíble es desplegando fuerzas suficientes en Ucrania: un cuerpo de ejército con armas pesadas y dotado además de pleno apoyo aéreo.

Los que afirman que esto es imposible porque la frontera es demasiado larga se equivocan. Las fuerzas armadas ucranianas no se irán a casa si llegan al país fuerzas europeas. Los ucranianos seguirán ocupando la primera línea. Los europeos, por su parte, se desplegarán tras ellos y no entre ellos y los rusos. Si Ucrania, con el apoyo material europeo y estadounidense, puede detener un ataque ruso, Ucrania y una coalición europea juntas, con un apoyo material europeo drásticamente mayor, sin duda pueden hacerlo también. Por lo tanto, todo el mundo debería dejar de hablar de una operación de paz o de fuerzas de paz. Las fuerzas de paz son fuerzas neutrales desplegadas entre las partes que antes estaban en guerra. Europa no es neutral: está del lado de Ucrania.

¿Qué pasaría si Putin nos descubriera y una coalición europea se encontrara en guerra con Rusia? Lo cierto es que la OTAN no puede quedarse al margen, digan lo que digan hoy los Estados Unidos, porque esos estados europeos son aliados de la OTAN. Aunque en ese escenario, desde una perspectiva estrictamente legal, el Artículo 5 no se aplica, la realidad estratégica es que sí se aplica. Y es que, o bien los Estados Unidos intervienen del lado de sus aliados, o bien la Alianza está muerta.

Una alternativa: la reducción de personal

Sin embargo, muchos europeos pueden considerar esto demasiado arriesgado. En ese caso, deberán asumir las consecuencias y detener también la solicitud de Ucrania de adherirse a la UE. Continuar el proceso sin ofrecer garantías de seguridad significaría que Europa le dijese a Ucrania: si Rusia vuelve a invadir el país, buena suerte; pero no se preocupe, si sobrevive, retomaremos el expediente de solicitud.

Es una opción, y ciertamente la elección no es fácil. Pero si los europeos no apoyan a Ucrania, su influencia en otros países candidatos se verá inmediatamente afectada. Por ejemplo en Moldavia, donde en octubre de 2024 el referéndum sobre la adhesión a la UE se ganó por un estrecho margen gracias al voto de la diáspora. Es más, si sólo hubieran votado los moldavos que viven en su país, la candidatura a la UE habría sido rechazada. También en Georgia, donde el Gobierno en el poder se está acercando de nuevo a Rusia. De hecho, todo el flanco oriental de Europa, incluido el Cáucaso, corre el riesgo de convertirse en una esfera de influencia exclusivamente rusa cortando la conectividad europea con Asia Central. Y todo ello por no hablar del impacto sobre la credibilidad de la UE y sus Estados miembros en otras partes del mundo.

Ocurra lo que ocurra, los europeos deben defender Europa

Sea cual sea la opción elegida, una cosa es cierta: los europeos tienen que ser capaces de generar por sí mismos las capacidades necesarias para defender Europa. Hegseth confirmó que “Estados Unidos sigue comprometido con la alianza de la OTAN y con la asociación de defensa con Europa. Punto final”. Pero también afirmó que Estados Unidos quiere que “nuestros aliados europeos entren en escena y se apropien de la seguridad convencional en el continente”, porque “Estados Unidos está dando prioridad a la disuasión de la guerra con China en el Pacífico”. Esto no es nuevo: fue la administración Obama la que dio prioridad a China. Además, eso es, de hecho, lo que en última instancia significa el Nuevo Modelo de Fuerzas de la OTAN que ya se está implementando.

Por tanto, ahora es muy urgente construir un «pilar» europeo completo dentro de la OTAN. Esto significa que los aliados europeos deben unirse y decidir qué capacidades adquirirán, además de sus objetivos actuales en la OTAN, en aquellas áreas en las que hasta ahora Estados Unidos aporta la mayor parte o incluso la totalidad de la capacidad en áreas como la defensa antiaérea, los ataques de precisión en profundidad, el uso militar del espacio o la ciberseguridad, el transporte aéreo, el mando y control y las comunicaciones. El objetivo debe ser que las fuerzas de todos los aliados europeos combinadas constituyan un paquete de fuerzas convencionales completo y coherente, capaz de disuadir o, si la disuasión falla, de defenderse de cualquier ataque convencional contra Europa.

Eso no requerirá gastar el 5% del PIB en defensa (esa cifra es una invención que parte de la nada más absoluta), pero sí requiere gastar más de lo que gastan los europeos actualmente.

Conclusión: las grandes potencias toman grandes decisiones

Europa lleva demasiado tiempo manteniendo una postura meramente reactiva, pero esto no tiene que ser necesariamente así en el futuro. Vivimos un momento en el que se deben tomar decisiones importantes que tendrán consecuencias a largo plazo. Si los europeos siguen con determinación su propia estrategia, partiendo de sus intereses vitales, y ofrecen una garantía de seguridad a Ucrania y mantienen las sanciones contra Rusia, independientemente de lo que haga Estados Unidos, se afirmarán como un polo de poder dentro de un mundo multipolar. De hecho, con esto le indicaría a China, en particular, que Europa es seria y está dispuesta a asumir el riesgo de una guerra en defensa de sus socios, y que Pekín haría bien en reducir ese riesgo presionando a Rusia.

Si Europa abandona a Ucrania o no toma una decisión (lo que es lo mismo), se confirmará la opinión de los escépticos de que Europa sólo funciona bajo el liderazgo de Estados Unidos, aunque el líder sea Donald Trump. ¿Podrán los líderes europeos reunirse, tomar una decisión y actuar?

Nota del editor

Artículo publicado originalmente en inglés por «EGMONT – The Royal Institute for International Relations».

Autor

  • El Dr. Sven Biscop es profesor de Política Exterior y de Defensa belga y europea y de gran estrategia de la Unión Europea en la Universidad de Gante, así como director del programa "Europa en el Mundo" del Instituto Egmont. También es miembro asociado de la Royal Academy for Overseas Sciences de Bélgica, miembro honorario del European Security and Defence College y ponente habitual en la Real Academia Militar de Bruselas y en la Universidad Popular de China en Pekín, donde es investigador principal. Además de lo anterior, es miembro del International Institute for Strategic Studies británico y de la Clausewitz Society alemana y ha sido condecorado con la Orden de la Corona en Bélgica y con la Orden al Mérito de la República de Austria.

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