Si Trump logra convencer a Putin de llegar a un acuerdo sobre Ucrania (en lo que por el momento sigue siendo una hipótesis), la cuestión central probablemente será cómo conseguir que este último decida quedarse con lo que ya tiene, sin caer en la tentación de intentar conseguir más en el futuro. Es decir, cómo generar la disuasión suficiente hacia Rusia. Muchos en Europa han mostrado indignación preventiva ante este escenario, claro está. Ahora bien, seamos honestos: ¿tenemos algo mejor que ofrecer? La respuesta, después de dos años y medio de guerra, es un decepcionante “no”.
Sí, es cierto, en Europa seguimos fingiendo. La línea oficial de la UE continúa siendo la de apoyar a Ucrania hasta que todo su territorio sea liberado. Pero ¿cuántos de nuestros líderes políticos y militares realmente creen todavía que eso es posible? Algunos sin duda así lo piensa, muchos otros sin duda no. En cualquier caso, la UE y sus Estados miembros nunca han actuado en estos casi tres años como si creyeran en una victoria completa por parte de Ucrania: sólo dieron a este país suficientes armas (o más bien, armas insuficientes) para mantener la posición, no para pasar a la ofensiva.
El problema es que, sorprendentemente, no se ha producido ni se espera un debate estratégico sobre Ucrania. De hecho, está prohibido. Cualquier sugerencia de que, si en realidad hemos llegado a la conclusión de que Ucrania no podrá liberar todos los territorios ocupados, se deberían debatir escenarios alternativos -subóptimos pero factibles-, se considera derrotista. A falta de una estrategia, sólo esperamos que un día Putin se rinda. Lo que no hará, porque nuestra falta de entusiasmo es precisamente lo que lo convence de que todavía puede ganar esta guerra.
Ahora es ya demasiado tarde para este debate. Trump ha sido elegido y tomará la iniciativa. Al negarse a diseñar e implementar una estrategia cuando podría haberlo hecho, Europa se ha visto obligada a actuar una vez más de forma reactiva. Si Trump y Putin quieren llegar a un acuerdo, Europa no puede hacer nada para impedirlo. La producción militar europea finalmente está aumentando, sí, pero aún estamos lejos de poder abastecer a Ucrania por nosotros mismos, sosteniendo a nuestro aliado sin el concurso de Washington. Así pues, sin el apoyo de Estados Unidos Ucrania pronto se quedará sin medios para continuar la guerra.
Pero lo que sí podemos y debemos hacer urgentemente es ayudar a Ucrania a no perder más territorio antes de la investidura de Trump. De hecho, si Putin realmente considera que un acuerdo con Trump promete más beneficios de los que ofrece el continuar la guerra -aunque Rusia tenga la ventaja militar en estos momentos-, es muy posible que intente mejorar su posición territorial en las próximas semanas a toda costa. Por tanto, ahora es el momento de que Europa envíe a Ucrania todo lo que esté a su alcance, incluso si eso implica despojar de equipo a algunas de nuestras propias unidades: en este momento, las Fuerzas Armadas ucranianas necesitan esas armas mucho más que nosotros.
Probablemente sea desde esta perspectiva desde la que debe interpretarse la decisión de Biden de permitir que Ucrania emplee armas estadounidenses de largo alcance en la región rusa de Kursk, aunque en este momento parece más una cuestión de desesperación que una estrategia deliberada.
Por su parte, Europa debe decidir de una vez su estrategia futura. Ucrania no puede sobrevivir sin garantías de seguridad del tipo que sean. Un alto el fuego o un tratado de paz al margen de Ucrania implicaría hacerla depender de la buena voluntad futura de Rusia, y ya hemos visto lo que eso vale. Debemos dejar claro por tanto a este país que una tercera invasión significaría entrar automáticamente en guerra con nosotros. La forma más eficaz de hacerlo es incorporando a Ucrania a la OTAN.
Pero ¿qué pasaría si, como parte de su acuerdo con Putin, Trump bloquease el acceso de Ucrania a la Alianza? Al fin y al cabo, los aliados europeos no pueden eludir un veto estadounidense. En ese caso, varios estados europeos deberán ofrecer garantías de seguridad sin el respaldo de Estados Unidos y hacer que se respeten desplegando sus tropas en Ucrania, a lo largo de la línea de control. Esto puede parecer exagerado, pero en realidad está claro que, incluso si Trump permite el ingreso de Ucrania a la OTAN, espera que sean los aliados europeos los proporcionen una presencia avanzada en el país; es muy probable, de hecho, que nunca lleguen a desplegarse tropas estadounidenses en Ucrania.
Así es como Europa puede demostrar su determinación. Si Trump y Putin llegan a un acuerdo, sea cual sea, la UE debe ofrecer una garantía de seguridad a Ucrania y desplegar tropas en su territorio, incluso si Ucrania no se une a la OTAN. Si se reúne el coraje para hacerlo, tal vez Trump y muchos otros estadounidenses puedan convencerse de que los aliados europeos siguen siendo dignos de tal nombre y, también, de ser defendidos.
Nota del editor
Artículo publicado originalmente en inglés por «EGMONT – The Royal Institute for International Relations».
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