Rusia ¿un oso sin garras?

En las últimas semanas, desde que el 24 de febrero Rusia lanzase su operación militar contra Ucrania, hemos sido testigos de los numerosos problemas que sus tropas han sufrido para alcanzar sus objetivos. Más allá del fracaso de la operación inicial de decapitación, fueron los primeros diez días de combates los que nos dejaron las imágenes más dantescas, desde vehículos ligeros emboscados en Járkov a columnas enteras de carros destruidas o convoyes logísticos sin fin empantanados por fallos mecánicos, ataques ucranianos y un sinfín de contratiempos. Ahora bien, ¿es lo que hemos vistos realmente representativo de cómo sería una guerra a gran escala entre Rusia y la OTAN?

Antes de nada, hemos de dejar claro que no pretendemos escribir nada concienzudo ni definitivo, más bien poner sobre el papel una colección de ideas, anotadas a vuelapluma, que más adelante desarrollaremos poco a poco en sucesivos artículos. Sin embargo, creemos que es necesario tener los pies en el suelo en todo momento. Al fin y cabo, las Fuerzas Armadas rusas no eran imbatibles, como explicamos aquí, aquí o aquí, entre otros artículos, ni ahora son tan malas como muchos pretenden.

Tendemos a hacer siempre proyecciones -y generalmente demasiado favorables- sobre la base de lo visto en el último conflicto. En el caso de la guerra de Ucrania, además, todavía está en curso y Rusia no ha dejado de hacer cambios en su planteamiento ni de reajustar sus fuerzas y sus tácticas, con lo que extraer conclusiones es más difícil si cabe. Además, por extensión, son muchos los que creen que lo visto hasta ahora podría aplicarse a un conflicto entre los EE. UU. o una coalición internacional y China. Sin duda Pekín estará tomando buena nota de lo ocurrido en Ucrania, pues podría ser parcialmente representativo de lo que podría suceder en un hipotético asalto sobre Taiwán -en Taipéi, desde luego, lo están haciendo-, pero difícilmente de lo que se vería en una guerra entre los EE. UU. y China, pues para empezar, el escenario sería totalmente diferente. Del mismo modo, hay buenas razones para pensar que un conflicto a gran escala contra Rusia no seguiría el mismo curso que la guerra de Ucrania, por más que a lo único que Rusia pudiera aspirar fuese a no perder.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que, dentro de la doctrina rusa, la guerra de Ucrania es todavía una guerra local en la que el uso de la fuerza es «demostrativo»:

Esquema de la gestión de la escalada según la visión rusa. Fuente – CNA.

Esto quiere decir no solo que los medios son limitados, sino que también lo es el uso que se hace de ellos. Esto no obsta para que el grado de destrucción esté siendo enorme en términos humanos, estructurales o económicos, pero aun así, es mucho menor que el que Rusia podría lograr de movilizar todos sus recursos. Recordemos que lo visto hasta ahora sigue catalogándose de «Operación Militar Especial» (sin entrar a discutir cuánto hay de consumo interno en esta clasificación) y que Rusia está intentando por todos los medios encontrar soldados y voluntarios sin tener que recurrir a una movilización, siquiera parcial. De hecho, la acumulación de fuerza previa a la guerra se hizo a partir de medios en servicio activo, sin necesidad de recurrir, salvo en casos puntuales, a los enormes depósitos de material de que dispone Rusia o a los reservistas.

En total, dependiendo de la fuente consultada, Rusia dispondría de entre 12.000 y 13.000 carros de combate y más de 20.000 blindados, de los que en activo apenas mantiene una fracción, de la cual no todos han sido empleados en Ucrania. Por supuesto, de recurrir a las reservas, suponiendo que pudiese dotar de tripulaciones a los carros y blindados almacenados en poco tiempo, seguirían siendo plataformas desfasadas, como carros de combate T-72 sin modernizar con ópticas o sensores modernos. Lo mismo para los millares de MT-LB, BTRs, BMDs, etc. Vehículos todos ellos que han demostrado no ser aptos para la guerra moderna ni por protección, ni por capacidad de su optrónica, entre otras cosas. No obstante, el mero número sigue siendo una herramienta que Rusia no dudaría en utilizar y que no está al alcance de los estados europeos de la OTAN, cuyos stocks siguen muy mermados tras décadas de cobrarnos los «dividendos de la paz».

Aquí podría discutirse si la tradición rusa de sacrificar vidas y material sin contemplaciones es acorde con los tiempos que corren, se puede hablar sobre si la rusa es una sociedad «heroica» (en oposición a las occidentales, «postheroicas») y si eso es un valor añadido o todo lo contrario y sobre muchas cosas más. Lo que está claro es que sea por herencia, por incapacidad para implementar ninguna de las reformas militares iniciadas en los últimos años, Rusia sigue en gran medida combatiendo como antaño y lo seguirá haciendo, motivada además por un nacionalismo cada vez más imbricado en la sociedad y basado en buena medida en el rechazo a lo Occidental, a la posmodernidad y al sistema liberal democrático.

Rusia ha cometido errores terribles que hemos podido ver prácticamente en directo, pero también hay que entender que se han producido en un contexto particular.

Es más, de forma coherente tanto con su idiosincrasia, como con lo visto en Ucrania, resulta muy factible que las lecciones que extraigan de esta guerra no pasen, como parecería lógico, por la necesidad de contar con un Ejército más compacto, moderno y dotado de plataformas de nueva generación como proponía la reforma de 2008, sino más bien todo lo contrario: la necesidad de recuperar las grandes unidades en detrimento de los BTGs. Ya estaban en proceso de recuperar el orden divisionario y lo ocurrido en Ucrania seguramente les refuerce en esa idea. Así pues, cuando esto termine, tendremos que prepararnos para disuadir y, si esto falla, luchar, contra un ejército en el que la artillería y los elementos acorazados serán todavía más importantes de lo que ya son, por más que sean carros, IFVs, APCs, morteros y obuses entrados en años. Y sí, sin duda analizarán el papel de los pequeños drones y muchas otras cosas (ni siquiera hemos visto todavía en juego un número apreciable de municiones merodeadoras), pero ante la incapacidad de financiar e implementar a gran escala toda una nueva hornada de loiterings -e igual de importante, de sistemas C-RPAS capaces de abatirlos-, se centrarán en lo que conocen.

Llegados a este punto, conviene no olvidar que pese a la multitud de pérdidas rusas, las ucranianas difícilmente serán menores. De hecho, no tenemos ninguna estimación fiable de las bajas ucranianas, lo que es preocupante. Aquí el asunto es ver hasta qué punto las sociedades de Europa Occidental podrían aceptar una proporción similar de bajas. Puede argüirse que la disparidad tecnológica ayudaría mucho a limitar el número de bajas, haciéndolas asumibles, pero eso no es tan evidente. No por ahora, pues hay aspectos clave del poder militar ruso que en Ucrania no han entrado en juego en toda su magnitud.

Es el caso de la guerra cibernética. En este dominio todo el mundo esperaba que rusia demostrase «más». Es cierto que ha sufrido importantes ataques en lo que va de guerra y que el apoyo recibido por Ucrania desde los EE. UU. y la UE ha limitado el posible impacto de las ofensivas rusas, pero no es menos cierto que Ucrania es un país relativamente atrasado, en el que buena parte de su industria y estructuras gubernamentales siguen funcionando ajenas al mundo digital. En este sentido, el atraso económico ucraniano ha podido ser una ventaja al limitar los efectos de los ataques cibernéticos rusos. Unos ataques que además, y en línea con el hecho de que libran una guerra local, serían también limitados. Sin embargo, en caso de una guerra a gran escala, la cosa sería diferente y los ataques se dirigirían contra sectores críticos, tanto gubernamentales como empresariales, con objeto de paralizar la economía y la capacidad de respuesta de los modernos estados europeos, mucho más dependientes del buen funcionamiento de la red de redes y la nube. Claro está, puede argüirse que también aquí estamos más preparados de lo que lo están Ucrania o la propia Rusia, lo que no quita para seguir tomando la amenaza con cierta prudencia. Por otra parte, la guerra de Ucrania acelerará los planes rusos destinados a crear una Internet soberana.

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