En los últimos días hemos asistido al súbito colapso del régimen sirio encabezado por Basahr Al Assad desde julio del año 2000. La caída del dictador, cuyas fuerzas armadas se demostraron desde el principio de la ofensiva rebelde totalmente incapaces de hacer frente a grupos como HTS (herederos directos de Jabhat al Nusra y, por tanto, de Al-Qaeda) se explica, además de por razones internas, por la defección tanto de Rusia como de Irán, sus principales sostenes. Ambos países, aliados estrechos, atraviesan complicadas situaciones derivadas de su aventura militar en Ucrania en el primer caso y de las derrotas acumuladas por grupos como Hezbolá en el segundo. Así las cosas, lo ocurrido en Oriente Medio no ya los últimos días, sino desde octubre de 2023, implica un retroceso estratégico notable que muchos celebran, pero que también riesgos dada la difícil transición a la que se enfrenta Siria. Un proceso en el que por el momento son dos los principales ganadores: Israel, país que ha ido derribando una a una las piezas del «Eje de la Resistencia» y Turquía, con un Erdogan que desde las sombras ha ido moviendo fichas hasta provocar la caída de Al Assad.
Índice
- Introducción
- Actores implicados en la caída de Al Assad
- Rebeldes
- Al Assad
- Turquía
- Israel
- Irán
- Rusia
- Países Árabes
- Estados Unidos
- Unión Europea
- Conclusiones
Introducción
El pasado 27 de noviembre comenzaba una ofensiva contra el régimen de Al Assad encabezada por el grupo Hay’at Tahrir al-Sham (HTS u “Organización para la Liberación del Levante”), de ideología extremista pero que, de un tiempo a esta parte ha moderado su lenguaje y ha sabido pergeñar una red de alianzas con otros grupos rebeldes de signo muy distinto. En cuestión de horas eran capaces de poner en jaque en distintos puntos del norte de Siria a las fuerzas oficialistas del Ejército Árabe Sirio, el cual en los últimos años había perdido buena parte de su personal y capacidades, entre otras cosas debido a la pésima gestión del Gobierno dictatorial de Al Assad y a la intensa crisis económica que azota el país levantino desde que hace ya 13 años comenzase la guerra civil.
En apenas unos días, los rebeldes se hacían con algunas de las ciudades más importantes de Siria, como Alepo u Homs, pasando a amenazar tanto la capital, Damasco, como la región de Latakia, en la que se sitúan las dos bases rusas, fundamentales para asegurar su papel en el Mediterráneo y el Índico y su influencia como consecuencia en Oriente Medio. De hecho, no tardarían mucho en confirmarse ni la toma incruenta de Damasco ni, tampoco, el abandono por parte de los buques rusos de Tartus. Todo mientras desde Moscú intentaban llegar a un acuerdo con Erdogan para poder devolver soldados y material a su territorio o bien con los rebeldes para conseguir mantenerse en Siria, a sabiendas de que una salida definitiva supondría un retroceso estratégico no visto desde 1991.
Además, al poco de iniciada la operación relámpago de los rebeldes (que supieron poner en práctica algunas tácticas y elementos técnicos novedosos, como ha sucedido con los drones, gracias a la ayuda entre otros de Ucrania), desde Turquía utilizaban sus proxies en Siria, en concreto el Ejército Nacional Sirio, para intervenir en el país, ampliando la «zona de seguridad» al norte del territorio antes controlado por Al Assad. Es más, una vez caída la capital siria y entre rumores de que el dictador podría haber abandonado Siria -e incluso fallecido en su intento de huída, algo que posteriormente se demostraría incierto-, Israel se sumaba rápidamente a Turquía, en este caso tomando el control del monte Hermón y creando una «zona de amortiguación» tras dar por «colapsado» el Acuerdo de Separación firmado con Siria en 1974. De hecho, hay reportes de que las IDF se habrían situado a apenas 25 kilómetros de Damasco (algo que desde Israel niegan), en lo que sería un movimiento sin precedentes.
Como vemos, han sido muchos los actores que han intervenido en este corto pero extremadamente complejo y sorprendente (aunque había rumores de una posible ofensiva desde al menos septiembre) drama. Actores a los que habría que sumar unos Estados Unidos que sin duda estaban enterados de las intenciones de Erdogan y de Israel; una Ucrania que habría suministrado entrenamiento y material a los rebeldes de HTS y; una Unión Europea que no solo ha celebrado públicamente el derrocamiento de Al Assad, sino que se ha mostrado dispuesta a negociar con el nuevo Gobierno sirio, al igual que los Estados Unidos, aun a sabiendas de su pasado extremista y de la posibilidad de que la transición pueda ser violenta y compleja.
A lo largo de las próximas líneas, vamos a intentar resumir de forma comprensible para el lector cuáles han sido los motivos de unos y otros para actuar de la forma en la que lo han hecho y qué es lo que cabe esperar de cara al futuro, pues a pesar de la caída de Al Assad y de la derrota de Rusia e Irán, sin duda todavía tienen un papel que jugar en Siria, por no hablar de que la permanencia rusa en el país podría terminar siendo una cuestión ligada a unas hipotéticas negociaciones de alto el fuego con Ucrania, ahora que Trump está cerca de asumir el cargo.
Actores implicados en la caída de Al Assad
La guerra de Siria fue, en su momento, una guerra regional librada en buena medida a través de agentes por delegación, sin menosprecio de acciones directas como las llevadas a cabo por la Coalición, por Turquía o por la Federación de Rusia. Tras la victoria temporal de Assad, los intereses de algunos de los actores implicados han ido evolucionando, de ahí que las siguientes líneas las dediquemos a tratar, aunque sea brevemente, el punto de vista de cada uno de los Estados que se juega algo en la evolución política de la Siria futura.
Rebeldes
A nadie se le escapa que el objetivo de los «rebeldes», por definición, era el derrocamiento de Al Assad y la toma del poder en Siria. Sin embargo, esta es una visión simplista que toma a los «rebeldes» como una entidad homogénea, prácticamente monolítica, en lugar de como lo que han sido durante la mayor tiempo: una amalgama de grupos con fines e ideologías diferentes en muchas ocasiones enfrentados entre sí; lo que implica, como consecuencia, un importante riesgo de balcanización del país.
Pese a ello, durante los últimos años Al-Jolani, al frente de HTS ha sido capaz de ir limando asperezas con el resto de grupos supervivientes tras la intervención de Rusia e Irán y el afianzamiento en el control de Siria por parte de Assad. Todo de forma que finalmente ha logrado llegar a un entendimiento al menos de mínimos, gracias entre otras cosas a que ha sido capaz de dejar de lado buena parte de la agenda más extremista de grupos como el que él mismo encabeza, heredero como hemos explicado de Al-Qaeda. La labor diplomática además no solo ha afectado a grupos rebeldes, sino también a administraciones locales, a parte de las tropas de Assad (muchas de las cuales llegaron a pasarse a las filas de los rebeldes una vez iniciada la revuelta) y a potencias externas como Turquía, Israel y Ucrania.
Entre los objetivos de esta facción se encuentran, una vez consumada la caída de Al Assad, asegurar la toma del control sobre la mayor parte posible de Siria (la situación, aunque en parte esté pactada, podría generar tensiones con Israel y Turquía o incluso con los Estados Unidos, dado que los tres países están aprovechando para atacar a distintas facciones), obtener el reconocimiento internacional como Gobierno legítimo del país, la persecución de los restos del Gobierno anterior incluyendo procesos judiciales, lograr el levantamiento de las sanciones que pesan sobre Siria y conformar un nuevo sistema político que permita un equilibrio entre las distintas etnias y grupos religiosos.
Para que esto sea posible tendrán que continuar haciendo concesiones en este caso hacia el exterior y más concretamente hacia Turquía, Israel, Estados Unidos, la Unión Europea y los países Árabes, como comprometerse en la lucha contra cualquier grupo terrorista que pueda haber sobrevivido (por ejemplo los restos del ISIS), aceptar algunos cambios en las fronteras y romper todo contacto con Irán, impidiendo que Siria sirva de conector entre dicho país y Hezbolá en Líbano, por ejemplo.
Ahora bien, es posible que llegados a cierto punto, los nuevos gobernantes sirios dejen de estar dispuestos a hacer concesiones y busquen la forma de equilibrar lo que podrían considerar una influencia demasiado evidente o una presencia «agobiante» de Turquía o Israel, entre otros. De ahí que les convenga sin ir más lejos que Rusia siga presente, aunque sea en menor medida que hasta ahora. Al fin y al cabo, aunque para llegar al poder se hayan servido del apoyo exterior, no está del todo claro cuál es la agenda real de Al-Jolani y los suyos y tendrá, en cualquier caso, que contentar también a las facciones más extremistas de su organización, lo cual implica riesgos.
Al Assad
El propio Al Assad ha tenido mucho que ver en su caída final. Tras 2016, cuando con la ayuda de Turquía e Irán logró consolidarse en el poder imponiéndose poco a poco a los rebeldes, lejos de adoptar una actitud conciliadora o de buscar más apoyos internacionales o al menos cierto reconocimiento, optó por responder con matanzas y persecuciones, forzando a millones de sirios a permanecer en el extranjero y a aquellos que eligieron quedarse a vivir en la miseria, encarcelando a muchos de ellos, además.
Generaba así el caldo de cultivo perfecto de cara a nuevos intentos de derrocamiento y a la reavivación de un conflicto cerrado en falso en buena medida por su incapacidad política, que ha terminado con un deshonroso exilio en Rusia. Es más, no contento con ello, fió su supervivencia a la presencia de proxies iraníes en suelo Sirio, así como a la de tropas rusas, cuyo interés principal no era tanto garantizar la supervivencia política de Assad como la capacidad de proyección de sus Fuerzas Armadas, en especial de su Marina de guerra, vital para que el país pueda ser considerado una potencia mundial.
Quizá por ello, lejos de reforzar sus Fuerzas Armadas (se ha centrado en el aparato de seguridad interno y en la capacidad de ejercer represión), en los últimos ocho años ha ido licenciando a buena parte de sus militares y descuidando las capacidades de unas Fuerzas Armadas que al inicio de la ofensiva rebelde carecían de una Fuerza Aérea digna de tal nombre, de unidades suficientes con el adecuado estado de preparación y especialmente de la motivación necesaria para hacer frente a un enemigo resuelto a luchar y capaz de implementar nuevas tácticas.
De cara al futuro, aunque parece que el personaje está totalmente amortizado, todavía podría ser una pieza útil al menos para Rusia e Irán, pues si HTS no triunfa en su empeño de unificar Siria, las distintas facciones, incluyendo las que en su día respaldaron a Assad, podrían volverse contra Al-Jolani. Habrá además quien piense que también podría ser útil a Rusia de cara a su entrega a la justicia internacional, en el marco de otras negociaciones. Sin embargo es más dudoso que el Kremlin pueda dar un paso de este tipo, ya que buena parte de su influencia internacional se basa en la confianza, por parte de gobiernos como los que solicitan la presencia de lo que era la antigua Wagner, en que no serán traicionados de esa forma.
Turquía
El caso de Turquía es particularmente interesante, pues nadie duda de que Erdogan ha estado detrás en buena medida de la ofensiva rebelde y desde el país no se han molestado en negarlo, más bien al contrario. Decimos interesante, además, porque en el caso turco se combinan los imperativos de seguridad interna (cuestión kurda) con las ambiciones de llegar a ser un hegemón regional, objetivo que lee enfrenta a Irán (chií) y también a las petromonarquías del Golfo, también sunitas, como los turcos, pero de herencia semítica en lugar de túrquica.
Todo ello sin olvidar que también tiene sus más y sus menos con la propia Rusia. Una potencia con un considerable ascendiente sobre Oriente Próximo y el Cáucaso con la que si bien han colaborado en muchas ocasiones -y Erdogan casi siempre se ha mostrado dispuesto a negociar-, no han dudado en llegar «a las manos» cuando ha sido necesario, mostrando Turquía sus dientes. Hay que decir, además y a propósito de Rusia, que Turquía está siendo probablemente el país más beneficiado por las aventuras bélicas rusas en Ucrania, ya que desde el inicio de la invasión a gran escala en febrero de 2022, ha sabido capitalizar el desgaste del poder convencional ruso anotándose victorias primero en Nagorno-Karabaj y ahora en Siria; todo al tiempo que ha conseguido limar asperezas con los Estados Unidos, y también presentarse como un mediador imprescindible.
Dicho esto, además de neutralizar la amenaza que suponen los kurdos (el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y su filial siria, las Unidades de Protección Popular (YPG)) para la seguridad turca, Erdogan consigue también tras derrocar a Assad limitar severamente la influencia iraní en la región. Además, dado que Rusia necesita pasar por territorio controlado por Turquía para evacuar a sus unidades navales y aéreas desde sus bases en Latakia, se ha situado en una posición envidiable que sin duda utilizará para arrancar algún beneficio de Rusia.
Por otra parte, no hay que olvidar que Turquía alberga a más de tres millones de refugiados sirios que huyeron tras 2011 y 2015 y que suponen una importante carga para el país, con lo que ahora que se ha producido la caída de Assad desaparecerá parte del problema. Por último, no hay que olvidar otros factores que podrían parecer de segundo orden, pero que hay que tener en cuenta, desde los beneficios que sin duda proporcionará a las empresas turcas la participación en la reconstrucción del país vecino a la legitimidad interna de Erdogan, que se anota un importante tanto viendo reforzado su prestigio en las etapas finales de su gobierno.
Israel
El régimen de Assad era un aliado clave de Irán y un facilitador del apoyo de este país a Hezbolá, el grupo chiita libanés enemigo de Israel. Desde Jerusalén temían, como es lógico, que la alianza entre estos actores continuase fortaleciendo a Hezbolá a través del suministro de armas avanzadas, entrenamiento y recursos financieros, contribuyendo así a su reconstrucción tras el duro castigo sufrido por el proxi iraní en los últimos mese tanto en el campo de batalla por los bombardeos, como por la eliminación de su cúpula gracias entre otros a la Operación Pager. Y es que el país chií llevaba años tratando de consolidar un «puente terrestre» desde Teherán hasta el Mediterráneo, pasando por Irak y Siria, que le permitiese operar contra Israel, su enemigo jurado; un puente que ahora ha visto caer su pilar central.
Rusia, o más bien su influencia en los asuntos de Oriente Medio era también una preocupación para Israel. Al fin y al cabo, si bien el país hebreo ha mantenido en todo momento canales de comunicación abiertos con Moscú para evitar conflictos directos, considera que una Rusia demasiado influyente en la región podría limitar su libertad de acción.
Curiosamente, todo indica que Turquía e Israel, dos países que también han tenido sus encontronazos incluso recientemente, han cooperado para aupar a HTS al poder. O bien que, en el peor de los casos, Israel estaba informada a la perfección de los planes turcos, viéndolos con buenos ojos, lo que ha permitido a este país tomar posiciones en territorio hasta ahora de Siria y castigar a las milicias patrocinadas por Irán.
Todo ello a pesar de que la firma del Acuerdo de Abraham en su momento (al ligar a Israel con los principales gobiernos de la península arábiga) y de los enfrentamientos a propósito de los hidrocarburos mediterráneos constituyen puntos de roce entre Ankara y Jerusalén que podrían estallar en el futuro, así como de la exclusión rusa del proyecto East-Med. No debe olvidarse, al fin y al cabo, la pretensión de Turquía de convertirse en el hub o centro intercambiador gasístico del sur de Europa en el Mediterráneo oriental, al tiempo que pretende explotar los campos de gas offshore (marítimos cerca de la costa, sin llegar a alta mar) que están situados en la Zona Económica Exclusiva o ZEE de Chipre. Una pretensión a la que Israel, la Unión Europea y los Estados Unidos se opone. Tampoco que ahora que Siria va a quedar en buena medida bajo la influencia turca, resulta factible que Erdogan se plantee recuperar la vieja idea de un gasoducto que, vía precisamente Siria, así como Jordania y Arabia Saudita, conecte Qatar con Europa.
En cualquier caso, y mientras todo esto se concreta, Israel ha tomado ya posiciones en territorio de Siria, haciéndose con el monte Hermón (lo que permitiría a su artillería, llegado el caso, alcanzar Damasco) y ocupando una franja de seguridad a lo largo y ancho de la frontera entre ambos países. Todo ello mientras lanza fuertes ataques contra grupos afines a Irán y desmilitariza a la propia Siria, de forma que no vuelva a suponer en mucho tiempo una amenaza a su seguridad.
Irán
Irán ha sido, durante los últimos años, el gran protagonista de la política de Oriente Medio. A través de sus grupos proxies ha librado guerras por delegación desde Israel hasta Yemen, logrando alcanzar una posición de enorme poder dentro tanto de Líbano como de Siria o Irak. Sin embargo, desde octubre de 2023, cuando Hamás lanzase su sangrienta incursión en Israel, una por una sus piezas en la región han ido cayendo, siendo la caída de Al Assad en Siria la última y posiblemente la más vistosa de todas las derrotas iraníes recientes.
Dado el descalabro que está sufriendo, ahora mismo su estrategia consistirá sin duda en minimizar daños; de ahí la decisión de retirar sus milicias a Irak para intentar afianzar posiciones a la espera de tiempos mejores. Hasta que estos lleguen, si es que esto ocurre, Irán intentará influir sobre la política interna de Siria planteando problemas al nuevo gobierno. Todo al tiempo que busca vías mediante las cuales restablecer su «Eje de la resistencia», que le une al grupo chií libanés Hezbollá y que ahora se encuentra físicamente roto, pues mientras mantenían presencia en Siria cabía la posibilidad de la comunicación directa a través de este país y de Irak por tierra.
Para lograrlo, Irán intentará balcanizar Siria, de forma que pueda hacerse con alguna parcela de poder en el país, a ser posible en forma de control sobre algunos territorios. Además, dado que ahora mismo resulta poco creíble Hezbolá como amenaza convencional (buena parte de sus combatientes, pero también de los lanzaderas de misiles han sido destruidos por Israel en los últimos meses), parece factible que Irán aliente la vuelta a un terrorismo más clásico que podría extenderse no solo a Siria, sino a otros países de la zona como el propio Israel.
Por la misma razón, es probable que si el nuevo Gobierno de Siria logra afianzarse en el poder, que busque alternativas a este país para mantener vivo el «Eje de la Resistencia», algo que preocupa sobremanera en Jordania, el otro Estado que podría servir de punto de conexión entre Irán e Israel a través de Irak.
Todo mientras seguramente intenta volver a potenciar su programa nuclear (algo a lo que no sólo Israel, sino también la Unión Europea, los Estados Unidos y los países árabes se opondrán) y su fuerza de misiles, que son las dos herramientas que podrían proporcionarle un grado aceptable de seguridad en un momento en el que su capacidad de disuasión parece hacer aguas por completo.
Rusia
El segundo gran perdedor con la caída de Al Assad es Rusia, país que ha visto esfumarse en buena medida su influencia sobre un país que ocupa una posición clave de cara a su proyección exterior. Y es que Rusia, como sabemos, no se implicó en este escenario exclusivamente por simpatía hacia Assad, sino porque por su situación geográfica servía de base a sus operaciones navales en el Mediterráneo, pero también a las operaciones llevadas a cabo por sus PMCs, con Wagner Group a la cabeza, en Oriente Medio y en África.
Esto implica, por una parte, que los intereses rusos en Siria continúan siendo altos, ya que no tiene una alternativa a corto plazo para sus bases en este país, en tanto llevaría años llegar a acuerdos por ejemplo con Libia o Argelia e implementarlos (es decir construir o adecuar las instalaciones necesarias para suplir a Tartus y Khmeimim). Por otra, y como consecuencia, que hará lo posible por mantenerse en Siria, algo para lo que ya ha comenzado a trabajar apresuradamente.
Así, desde Moscú han iniciado una campaña contrarreloj destinada a blanquear a los nuevos gobernantes sirios, comenzando por Al-Jolani, quien hasta hace poco era tachado de terrorista por los medios rusos. Todo a la par que negocian con el nuevo Gobierno Sirio el mantenimiento de sus bases en el país, sin que estén en absoluto claras por el momento las concesiones que Moscú podría tener que llegar a hacer.
Ahora bien, que Rusia pueda contemporizar con un sujeto como Al-Jolani -e incluso que logre un acuerdo que evite en parte el descalabro estratégico del que hablamos en informes anteriores- no implica en absoluto que el papel ruso en Siria sea en el futuro comparable al que llegó a ostentar desde 2016. Más importante si cabe, la percepción del resto del mundo respecto de la influencia rusa o su papel como potencia global se ha resentido. De hecho, no hay medio ruso que no reconozca el duro golpe sufrido por la caída del dictador. Y es que, al fin y al cabo, quien más quien menos es consciente de que Rusia no dispone ya de los medios para intervenir con garantías mucho más allá de sus fronteras, algo que sí ocurría cinco o diez años atrás.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que Rusia ha mantenido en todo momento una postura bastante clara en contra del terrorismo, que sufre en su propio territorio y ha intentado combatir (recordemos las facilidades prestadas a los EEUU tras el 11-S). Esto hace posible que se encuentren puntos de acuerdo tanto con Turquía como con Israel o incluso con los Estados Unidos y, más allá, que pueda ligarse el tema sirio a hipotéticas conversaciones de paz o un alto el fuego en Ucrania (en donde todo apunta por el momento a un congelamiento más que a una paz firme).
También que más allá de los temas securitarios, están los energéticos, con Rusia formando en el pasado una entente con Turquía en contra de Israel, la Unión Europea y los Estados Unidos y la idea del East-Med. Es decir, que Rusia tiene opciones de negociar no solo con Siria, sino a propósito de distintos temas con varios de los actores que tienen intereses en el país, algo que intentará capitalizar en forma de influencia sobre el futuro de la propia Siria, buscando seguir siendo relevante en la región.
Países árabes
Cuando hablamos de los países árabes, en realidad hacemos referencia en la práctica a apenas dos de estos, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, de lejos los dos Estados más influyentes muy por encima de las demás petromonarquías, incluyendo a Qatar. En ambos casos, aunque con matices (los emiratíes, como buenos comerciantes que son, están más abiertos a mantener canales de comunicación y negocios con Irán), se las han visto con el país chií en diferentes escenarios, como por ejemplo Yemen.
Más allá de los conflictos en los que se han enfrentado a través de terceros, como el de la propia Siria o el citado de Yemen, hay que tener en cuenta que en el particular juego de bloques y alianzas mediooriental, estos dos polos opuestos compiten por la hegemonía regional de forma asimétrica. Así, están desde hace años inmersos en una carrera armamentística que ha culminado con enormes inversiones en material convencional por parte de los árabes y con la puesta en marcha de un programa nuclear, así como por el desarrollo de una importante fuerza de misiles por parte iraní.
Irán es, de hecho, el pegamento que ha hecho posible que se firme en el pasado el Acuerdo de Abraham, logrando que los países árabes e Israel superen buena parte de sus diferencias debido al grado de amenaza planteado por el régimen teocrático y sus proxies (por supuesto, las sinergias y posibles beneficios comerciales han tenido mucho que ver en todo ello).
Dicho esto, los intereses básicos de las petromonarquías árabes en relación con Siria pasan por el asentamiento de un gobierno de mayoría suní, por la pacificación del país, la limitación de la influencia rusa, iraní y por supuesto turca en Siria y, claro está, por la reactivación de su economía.
Por último, dentro de los países árabes aunque se trate de un actor secundario, no hay que olvidarse de cómo lo ocurrido en Siria podría influir sobre el papel y la seguridad de Jordania. Un país que comparte una larga frontera tanto con este país como con Irán y que, además, da cobijo todavía hoy varios cientos de miles de refugiados sirios. Por fortuna para Amán, resultaría extremadamente difícil que sus aliados (empezando por los Estados Unidos) permitiesen una degradación importante de la seguridad jordana.
Estados Unidos
En el caso de los Estados Unidos, lo primero que hay que entender es que desde el giro al Pacífico de 2011 busca «estar pero sin estar» en Oriente Medio, una región en la que se ve obligado a mantenerse, pero en la que intenta jugar al encaje de bolillos desviando de su verdadero centro de interés (Info-Pacífico) el menor número de recursos posible.
De ahí buena parte de lo ocurrido en los últimos años, pues la retirada estadounidense de Oriente Medio -que nunca fue tal, al menos entendida como una salida completa- dejó cierto vacío de poder que estados como Irán o Rusia se apresuraron a intentar rellenar, chocando de lleno con otros actores regionales. Desde entonces, en Washington se han ido apoyando de forma variable tanto en Israel como en los países árabes para mantener la estabilidad regional, no dudando cuando ha hecho falta en movilizar a su Marina de guerra o su Fuerza Aérea, como cuando ha sido necesario disuadir a Irán o combatir a los hutíes de Yemen mientras estos lanzaban misiles o drones poniendo en peligro la libertad de navegación en rutas cruciales para la economía mundial.
En términos más específicos, los objetivos primordiales de Estados Unidos en Siria pasan también por la lucha contra el Estado Islámico (ISIS). Es por ello por lo que, desde 2014, este país ha liderado una coalición internacional que ha lanzado .y continúa lanzando- ataques aéreos contra elementos de Daesh al tiempo que ha prestado apoyo a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), una alianza liderada por kurdos, cuyo futuro podría peligrar aunque desde los Estados Unidos han asegurado que seguirán manteniendo su apoyo a estos últimos aun a pesar de los intereses turcos.
Por supuesto, los Estados Unidos han buscado limitar la expansión del poder iraní, evidente con el establecimiento del «puente terrestre» que conectaba Irán con el Mediterráneo a través de Irak, Siria y Líbano y que ahora ha caído, algo que desde Washington han celebrado. De hecho, se han atribuido el mérito de la caída de Al Assad aunque sin admitir su participación directa, argumentando que es consecuencia del apoyo a Israel y Ucrania. Del mismo modo, como es obvio, celebran el batacazo estratégico ruso, derivado de la pérdida de su principal aliado en Oriente Medio.
Así las cosas, y a la espera de cuál sea la aproximación de la futura Administración Trump a la cuestión siria, no parece que vayan a producirse grandes cambios. Si acaso, aumentarán la presión sobre Irán a propósito de su programa nuclear mientras mantienen sus posiciones en la propia Siria y continúan tratando de ejercer de offshore balancer.
Unión Europea
Desde la Unión Europea, al igual que desde los Estados Unidos, la Alta Representante y vicepresidenta de la Comisión Europea, Kaja Kallas, ha celebrado la caída de Al Assad. Sin embargo, aunque no ha sido el único alto cargo comunitario en pronunciar palabras favorables a los cambios que se están produciendo en Siria, nada hace pensar que en Bruselas tengan una estrategia clara para Oriente Medio en general, ni para Siria en particular, divididos los Estados Miembros a propósito de temas como el apoyo a Israel o a Palestina y necesitados de los Estados Unidos para lidiar con el programa nuclear iraní o con la amenaza terrorista.
En cualquier caso, para la Unión Europea la caída de Assad además de una oportunidad para afianzarse en Siria y limitar la capacidad de influencia de Irán (país con el que las relaciones se han ido reduciendo paulatinamente) y Rusia o combatir el terrorismo, es también una ocasión única para poner en práctica algunas de sus herramientas más capaces, como las destinadas a la reconstrucción. Al fin y al cabo, aunque la Unión Europea es el mayor donante humanitario para Siria, la presencia de Assad ha venido entorpeciendo en buena medida los esfuerzos de los Veintisiete.
Además, en relación con la situación humanitaria, el retorno posiblemente de hasta varios millones de sirios a su país supondrá un notable alivio de la presión migratoria sobre la UE; presión que Erdogan ha capitalizado en el pasado obteniendo a cambio importantes concesiones por parte de Bruselas y que ha sido motivo de diversas polémicas, como las relacionadas con el trato a los inmigrantes.
Y, por supuesto, una posible Siria estable (algo para que lo todavía queda mucho) podría permitir la puesta en marcha de proyectos ahora en suspenso, como los relacionados con los ductos para el tránsito de hidrocarburos, de los que ya hemos hablado.
Conclusiones
La guerra de Siria fue, en cierto modo, una mini guerra mundial en la que tomaron parte algunas de las principales potencias y actores del Orbe. A pesar de que desde 2016 había reinado la estabilidad, imponiéndose temporalmente Rusia e Irán en este tablero, la ofensiva rebelde (apoyada desde Turquía y con el consentimiento israelí y estadounidense) de los últimos días ha dinamitado el equilibrio existente provocando la caída de Al Assad y forzando a todos los actores involucrados a mover ficha.
Por el momento, Irán y Rusia han sufrido un importante descalabro estratégico, viendo cómo su influencia en la región se desvanece de un día para otro. Así, en el caso de Irán, ha volado por los aires el «puente terrestre» que conectaba este país con la costa mediterránea a través de la propia Siria. En el de Rusia, más allá de que no vaya a tener ni de lejos la misma impronta sobre el nuevo Gobierno sirio que anteriormente tenía sobre el de Al Assad, lo que está en juego es su papel como potencia global, para lo que necesita bases desde las cuales proyectar su poder en Oriente Medio y África. Es por ello por lo que lo más probable es que intente llegar a un acuerdo con el nuevo Gobierno para mantener sus bases al precio que sea.
En cualquier caso, precisamente porque son muchos los actores involucrados en el particular drama sirio y porque no todos los intereses de todos ellos son compatibles, es de esperar que el proceso de consolidación en el poder del nuevo gobierno no esté libre de problemas. Es más, el riesgo de balcanización, una vez Rusia y especialmente Irán se rehaga y busque volver a tener presencia a través de sus proxies es notable. Además, los cambios en las fronteras por parte de Israel o la operación turca al norte, si bien por el momento son toleradas por los nuevos gobernantes, serán también motivo de tensiones y podrían forzar a Al-Jolani a buscar una posición más independiente y nuevos equilibrios. Todo ello mientras, a pesar del esfuerzo integrador que está realizando un grupo que no deja de ser heredero de Al-Qaeda, las tensiones y divisiones previas continúan presentes.
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