La Unión Europea y la disuasión invertida

Cómo invitar al enemigo a que lance su ataque

Desde la Comisión Europea han lanzado en las últimas semanas señales contradictorias respecto a la capacidad y voluntad de la UE y sus Estados Miembros de cara a defender sus activos espaciales. Si por una parte reconocían una vez más la necesidad de asegurar la defensa de los medios basados en el espacio y relacionados con este, fundamentales por ejemplo para el funcionamiento de la economía, por otra hablaban de medidas en estudio como posible represalia ante un ataque, que consistirían básicamente en sanciones. Un mensaje de debilidad que sólo puede ser considerado como una invitación a probar la reacción europea y que, en lugar de buscar la necesaria disuasión, lo que hace es eliminar cualquier atisbo de esta. Y es que la Unión Europea, a pesar de la multitud de iniciativas en materia de defensa y de los cambios discursivos, parece decidida a seguir apostando por lo que sólo cabe denominar como «disuasión invertida», en tanto logra siempre un resultado completamente opuesto al deseable y -al menos, supuestamente- deseado.

La Unión Europea ve en el Espacio una oportunidad de futuro, tanto por lo que implica el propio sector espacial en cuanto a desarrollo tecnológico y económico, dada la necesidad de inversión o la creación de puestos de trabajo, como por todas sus derivadas, que se dejan sentir en muchos otros sectores, desde el transporte a las telecomunicaciones, sin ir más lejos. Sin embargo, en Bruselas y en buena parte de las capitales de los Estados miembros no parecen igualmente decididos a defender sus activos espaciales, a pesar de ser cada vez más cruciales ya no para la economía, sino para el funcionamiento ordinario de la sociedad, que depende de las telecomunicaciones, la predicción meteorológica y otras tantas cosas imposibles de llevar a cabo sin medios espaciales.

De hecho, en las últimas semanas desde la UE se han lanzado mensajes bastante confusos y en algunos casos incluso contraproducentes, en relación con la defensa espacial. Así, si por una parte la Alta Representante de la UE y Vicepresidenta de la Comisión, Kaja Kallas, dejaba clara la necesidad de asegurar la defensa de los activos espaciales, pues «la seguridad de nuestros satélites es la seguridad de nuestras sociedades», al tiempo que admitía que los europeos «Ya somos el objetivo de una guerra híbrida, incluso en el espacio, con la interferencia sistemática de las señales de navegación por satélite», por otra echaba un jarro de agua fría declarando que «En términos de represalias, estamos estudiando opciones punitivas”, en referencia a la imposición de sanciones.

Es decir, que desde la UE, una vez más, admiten abiertamente que a pesar de los documentos que se han ido publicando en los últimos años, como la Comunicación Conjunta sobre la «Estrategia espacial de la UE para la seguridad y la defensa» de 2023 y de que en ellos se delimitan las amenazas que podrían llegar a comprometer la seguridad de los activos espaciales, en la práctica no se está haciendo nada para revertir una situación que no hace sino contribuir a un desequilibrio estratégico que, recordemos, explica en buena medida la decisión rusa de invadir Ucrania.

Una aproximación muy diferente a la que llevan décadas haciendo otros actores principales, como unos Estados Unidos que parecen decididos a volver a los tiempos de la «Guerra de las Galaxias» de Reagan o la República Popular de China, que además de haber multiplicado su apuesta civil, también ha estado trabajando en ingenios como un sistema FOBS. Eso por no hablar de Rusia, país que cuenta con armas ASAT, que sin duda desarrolla medios para atacar los activos espaciales contrarios, tanto en órbita como en tierra y no sólo mediante herramientas cinéticas, sino también cibernéticas y que es plenamente consciente de la superioridad que ostenta en este ámbito frente a unos Estados miembros de la UE que una vez más dependen en lo básico de los EEUU, de su disuasión extendida y del hecho de que la OTAN sí haya dado pasos más firmes, de forma que:

«En la Cumbre de Bruselas de 2021, los Aliados acordaron que los ataques al espacio, desde él o hacia él representan un claro desafío a la seguridad de la Alianza, cuyo impacto podría amenazar la prosperidad, la seguridad y la estabilidad nacionales y euroatlánticas, y podría ser tan dañino para las sociedades modernas como un ataque convencional. Tales ataques podrían dar lugar a la invocación del Artículo 5. El Consejo del Atlántico Norte tomaría una decisión sobre cuándo tales ataques darían lugar a la invocación del Artículo 5 caso por caso».

Un mensaje sencillo, fácilmente comprensible, con un margen muy calculado de ambigüedad y que está respaldado por las capacidades espaciales de los Estados Unidos. Todo muy medido, a diferencia de las declaraciones de los altos cargos de la UE, que parecen desconocer el hecho de que la disuasión de verdad (no la disuasión invertida), y sin ánimo de dar una explicación demasiado académica, funciona sobre la base de tres pilares bien conocidos, que resumimos a continuación.

Medios

No es posible ejercer un grado adecuado de disuasión sin disponer de los medios necesarios para ello, tanto en número (cuantitativos) como en cuanto a calidad de los mismos (cualitativos); en suma, capacidades (en sentido amplio, además, en referencia a conceptos como MIRADO-I). De hecho, los analistas pasan largas horas intentando escudriñar la información disponible acerca de los medios del adversario para actuar en consecuencia, haciendo posible el desarrollo de otros propios que los compensen adecuadamente, lo que liga la disuasión con otro concepto relevante y muy mal entendido: el de carrera de armamentos.

Así las cosas, cuando un actor implementa una mejora por ejemplo en su capacidad de ataque estratégico, al introducir en servicio una nueva familia de misiles dotados de múltiples vehículos de reentrada, capacidad de maniobra independiente, sistemas de perturbación o cualquier otra cosa, estas mejoras técnicas tienen un efecto preciso sobre la capacidad de disuasión propia, afectando al equilibrio estratégico. Todo lo cual obliga al contrario a tomar medidas que permitan contrapesar el paso dado por su rival, de forma que se restablezca el equilibrio. Lo contrario provocará inestabilidad y, por ello, que uno de los dos (o más, recordemos en qué momento histórico estamos, con el paso a la Segunda Era Nuclear) actores tengan incentivos para atacar.

Hay que tener en cuenta -y esto es un resumen que para nada capta todos los matices posibles para cada caso- que si el que ha introducido las mejoras identifica una ventana de oportunidad, puede juzgar más adecuado emplear su armamento antes de que el contrario la cierre. Pero también que quien sufre una desventaja puede entender que es mejor lanzar un ataque antes de que esta se amplíe… un juego complicado.

Voluntad

Independientemente de los medios, los actores que tratan de disuadir deber ser capaces, llegado el caso, de utilizarlos. Esto afecta tanto a los medios convencionales como a los estratégicos y a la disuasión por negación lo mismo que a la disuasión por represalia, aunque en este caso el papel de la voluntad es más importante si cabe. Y más que el de la voluntad, el de la percepción de la propia voluntad por parte del contrario.

(Continúa…) Estimado lector, este artículo es exclusivo para usuarios de pago. Si desea acceder al texto completo, puede suscribirse a Revista Ejércitos aprovechando nuestra oferta para nuevos suscriptores a través del siguiente enlace.

IMPORTANTE: Las opiniones recogidas en los artículos pertenecen única y exclusivamente al autor y no son en modo alguna representativas de la posición de Ejércitos – Revista digital sobre Defensa, Armamento y Fuerzas Armadas, un medio que está abierto a todo tipo de sensibilidades y criterios, que nace para fomentar el debate sobre Defensa y que siempre está dispuesto a dar cabida a nuevos puntos de vista siempre que estén bien argumentados y cumplan con nuestros requisitos editoriales.

Be the first to comment