La guerra de Ucrania y los peligros de la difusión tecnológica

La guerra de Ucrania y los peligros de la difusión tecnológica
Una vez la guerra de Ucrania termine, organizaciones criminales y grupos terroristas podrán acceder al conocimiento de miles de exmilitares con experiencia como makers u operadores de drones, entre otros. Imagen: Mykhailo Fedorov / Facebook.

La emboscada tuareg a los operativos de Wagner Group, derivada en primer lugar de los errores de los propios integrantes de la organización, podría sin embargo haberse beneficiado de algunos de los avances tecnológicos surgidos al albur de la guerra de Ucrania. La llegada de drones FPV no solo a Malí, sino también a otros países africanos o de Hispanoamérica es solo el comienzo de un proceso de difusión tecnológica implacable e imparable que, solo una vez el conflicto entre Ucrania y Rusia llegue a su fin, se dejará sentir en toda su intensidad, también en forma de acciones terroristas.

Antes de comenzar, cabe advertir que lo último que pretende esta columna de opinión es sembrar un terror injustificado en los lectores. No se trata de presentar a quienes nos siguen un futuro desolador, en el que la seguridad ciudadana se haya tornado en inexistente y en el que terroristas, insurgentes o ejércitos rivales tengan acceso a armamento revolucionario capaz de acabar con nuestras sociedades. Lo cierto es que la difusión tecnológica se ha dado siempre y que, por la misma razón, al poco tiempo de llegar las nuevas armas, lo hacen también las contramedidas.

Ahora bien, en relación con algunas de las tecnologías que más predicamento han conocido desde que en febrero de 2022 Rusia diera inicio la invasión a gran escala de Ucrania, cabe decir que el ritmo de iteración -endiablado- y el de difusión, se han acelerado. Algo lógico si tenemos en cuenta que vivimos en una sociedad hiperconectada en la que mucha de la información necesaria para replicar determinados avances está únicamente a un click de distancia.

Lo anterior, en cualquier caso no implica, insistimos, que enjambres de drones vayan a descencer sobre Occidente a corto plazo, provocando una destrucción inusitada y haciendo caer nuestras sociedades. Sí implican, por el contrario, un peligro a tener en cuenta y frente al cual no se está haciendo lo suficiente, no solo tomando medidas «pasivas», sino tampoco «activas», pues queda mucho margen de maniobra en relación con estas últimas.

https://twitter.com/s_hnizdovskyi/status/1704414510293880877

Sobre el concepto de difusión tecnológica

«El proceso de mejora cualitativa de la tecnología militar va unido a la difusión de la tecnología y los conocimientos de la misma por todo el sistema internacional». Así comienza Barry Buzan su capítulo destino a la difusión de la tecnología militar, incluido en su obra «Introducción a los Estudios Estratégicos».

En el mismo, abunda sobre diversos aspectos de la difusión tecnológica, explicando que a lo largo de la historia esta siempre se ha dado, pero que también han existido diferencias fundamentales entre actores, debido entre otras cosas a las diferentes velocidades en que la difusión se llevaba a cabo. Además, de su escrito se deduce la idea de que la difusión tecnológica en materia militar se ha ido acelerando con el paso del tiempo, siendo cada vez menor el plazo entre que un avance tiene lugar y el momento en el que es adoptado por otros actores más allá del punto de origen.

Las explicaciones no tienen demasiado misterio. A medida que los medios de transporte y de comunicación fueron perfeccionándose, las barreras tradicionales a la difusión tecnológica, que tenían que ver con la geografía, las diferencias lingüísticas y demás, terminaron por desaparecer en su mayor. Hoy en día, en un mundo hiperconectado, estas mismas barreras son prácticamente inexistentes, con lo que el mantenimiento del secretismo respecto a tal o cual avance depende más de las medidas tomadas por Estados y empresas para proteger su propiedad intelectual que de cualquier otro elemento.

El asunto, para lo que nos concierne, es que lo que estamos viendo desde febrero de 2022 no tiene paralelismos históricos por la velocidad a la que se está desarrollando el proceso de difusión tecnológica. Así, por poner algunos ejemplos históricos, desde la invención de la pólvora entre los siglos VIII y IX hasta que esta llega a Europa, pasaron siglos. Es más, fueron necesarios también cientos de años desde que las primeras armas de fuego para la infantería, como los arcabuces, comenzaron a generalizarse, hasta que guerrillas y ejércitos de todo el mundo tuvieron acceso a cantidades sustanciales de armas de fuego. Por el contrario, desde que la primera bomba atómica hizo explosión hasta que la Unión Soviética y, posteriormente, países como la República Popular de China o incluso Pakistán, India o Israel lograron desarrollar estos ingenios, el tiempo transcurrido fue sustancialmente menor. Claro está, los incentivos de estos estados para hacerse con estas armas, para lo que debieron destinar cantidades ingentes de dinero, eran muy altos, todo lo cual aceleró el proceso de difusión.

En el caso de los drones, especialmente los drones letalizados de bajo costo, el problema es que las barreras de entrada son muchísimo más bajas, por no decir casi inexistentes, en relación con las que afectaban a otras tecnologías previas como la nuclear. Tanto el conocimiento de cara a su fabricación -disponible ampliamente en Internet, al menos para modelos sencillos- como los componentes, que en muchos casos se pueden adquirir fácilmente también en la Red, o el armamento a integrar, son sencillos de encontrar y están demasiado extendidos como para ponerle «puertas al campo». Sin embargo, esto no explica por sí solo un proceso de difusión tan rápido como el que estamos viendo, pues los aparatos físicos o el software que los gestiona son solo una parte de la ecuación.

La otra, que tiene que ver con la disponibilidad de unos conocimientos doctrinales mínimos, el número de operadores adecuado para implementarlos o los medios complementarios imprescindibles, desde inteligencia sobre posibles objetivos a comunicaciones y mando y control. Es aquí en donde cabe temer lo que ya ha comenzado a ocurrir, a raíz de la guerra de Ucrania y, especialmente, lo que pueda ocurrir una vez esta termine, cuando literalmente decenas de miles de personas con experiencia en todos y cada uno de los procesos relacionados con la drónica, desde el diseño a su uso en combate, pasen a estar disponibles para el mejor postor.

La llegada de la pólvora desde China hacia Oriente Medio y Europa siguió las mismas rutas utilizadas por los mongoles en sus invasiones. Fuente: AP World History

Las posibles consecuencias de la guerra de Ucrania en términos de difusión tecnológica

La guerra de Ucrania es una guerra de artilleros. La artillería, como hemos explicado en más de una ocasión en nuestros informes diarios sobre este conflicto, ha venido siendo la reina del campo de batalla desde prácticamente los primeros momentos y lo más probable es que esta tendencia no se mantenga solo en el marco ucraniano, sino en futuros conflictos. Ahora bien, si la artillería es la reina, los drones son los reyes, en tanto han tomado un protagonismo que podía sospecharse tras experiencias como las de Nagorno Karabaj, Libia o Siria, pero que se ha multiplicado a niveles hasta ahora desconocidos.

Hasta el punto de que a día de hoy, se dan cifras de producción del orden de 4.000 drones FPV diarios únicamente del lado ruso (por supuesto, son cifras a tomar con precaución, ya que no hay forma de corroborarlas), lo que totalizaría, de ser cierto el dato, 1.460.000 drones fabricados en el plazo de un año. Y eso únicamente si nos fijamos en los de tipo FPV, a los que habría que sumar otros tipos de drones aéreos, pero también navales y, cada vez más, terrestres.

Claro está, si se producen tamaña cantidad de drones, esto significa que ha de haber un número acorde tanto de diseñadores y makers, como de operadores. De hecho, en relación con la guerra de Ucrania, se habla de hasta dos operadores por kilómetro de frente. Una cifra también difícil de demostrar pero que, en cualquier caso, ha de ser por fuerza enorme en términos absolutos. Todo lo cual significa, por más demandante que la guerra de Ucrania sea en términos de personal, especialmente del especializado, que siempre habrá un remanente disponible para «otras misiones». En este caso, por ejemplo, para formar como estaría haciendo el GUR ucraniano, a los tuareg que se oponen al Gobierno de Mali (recordemos que el actual Ejecutivo es fruto de un golpe de Estado) y, junto a ellos, a los operativos de Wagner Group que colaboran con las Fuerzas Armadas de Mali.

Por el momento, lo que hemos visto es cómo en Sudán se utilizaban drones tipo FPV ya en septiembre de 2023, es decir, apenas un año después de que comenzaran a verse en la propia Ucrania. No era algo casual, pues poco después se evidenció que Ucrania estaba detrás de estos ataques, que afectaron a las fuerzas a las que apoyaba la PMC rusa Wagner Group en el país africano. Lo más preocupante del caso es que no se trataba de una acción puntual, llevada a cabo con un único aparato (al fin y al cabo, muchos makers «caseros» podrían, a día de hoy, lanzar un ataque aunque fuese empleando la energía cinética del dron para causar daño). Por el contrario, hablamos de acciones perfectamente diseñadas que necesitaban del concurso de varios operadores, tanto de drones de observación, como de ataque; se importaban así tácticas utilizadas en Ucrania. Además de esto, también Irán y Emiratos Árabes Unidos han tomado parte en este conflicto mediante el suministro de drones, en este caso a través de la PMC rusa Africa Corps, que Moscú cada vez potencia más.

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