La reciente aprobación, por parte del Reino Unido, del documento «Defence Drone Strategy: The UK’s Approach to Defence Uncrewed Systems» y la inversión anunciada para respaldar su implementación suponen el primer paso decidido, por parte de una potencia europea, de cara a integrar los sistemas no tripulados tanto aéreos, como navales y terrestres en sus fuerzas armadas a todos los niveles, desde el táctico al estratégico. Una iniciativa que necesitará además de un importante esfuerzo doctrinal e industrial y que pretende dotar de coherencia a todos los programas y proyectos actuales y futuros en pos de un objetivo común. La pregunta que la decisión británica suscita, en el caso de nuestro país, es evidente: ¿Necesita España una Estrategia Nacional para drones que siga el ejemplo británico? Y la respuesta es igual de rotunda: sí.
El pasado 22 de febrero, el Reino Unido anunció su nueva estrategia para drones, marcando un hito significativo en el desarrollo y la implementación de sistemas no tripulados en sus Fuerzas Armadas[1]. Esta iniciativa, respaldada por una inversión de 4.500 millones de libras esterlinas (5.225 millones de euros al cambio) a lo largo de la próxima década, busca acelerar el diseño, la fabricación y el proceso de adaptación al uso de drones por tierra, mar y aire.
España, como sabemos, cuenta con empresas líderes en robótica, sistemas no tripulados y tecnologías duales que pueden posicionarse en este mercado emergente. De hecho, en las últimas semanas se han producido interesantes movimientos en el sector tras desprenderse NTT Data de AUNAV y de SCR Drones, empresas que han sido adquiridas por Escribano Mechanical & Engineering y por Sener, dos compañías nacionales que compiten entre sí. A pesar de que se esté produciendo cierto alineamiento en el sector, son muchos todavía los retos por superar, un esfuerzo en el que el impulso a la innovación, la transferencia tecnológica y la colaboración público-privada son claves si se quiere mantener a la industria a la cabeza del mercado.
Es más, no está del todo claro, en vista de la inversión económica o de la dificultad técnica que implican algunos proyectos, que potencias medianas como España (o el Reino Unido, mal que les pese) puedan por sí mismas enfrentar todos los retos. Es por esto por lo que por ejemplo desde la Alianza Atlántica también está trabajando en iniciativas como Maritime Unmanned Systems (MUS), una iniciativa que tiene por objetivo armonizar el empleo de drones marítimos por parte de las armadas aliadas. El MUS busca establecer estándares y protocolos para el uso eficiente y seguro de drones en operaciones marítimas[2].
En cualquier caso, con o sin la participación de entidades supranacionales, el papel de los Estados seguirá siendo clave, por lo que entendemos que iniciativas como la británica se deben replicar en España como una respuesta proactiva destinada a fortalecer nuestras propias capacidades y garantizar que como país somos capaces de seguir el ritmo de la innovación en el mundo de los drones. Este artículo trata de dar respuesta a esa posible estratégica y propone los grandes ejes que deben trabajar.
El contexto
En un entorno geopolítico cada vez más complejo e incierto, los drones o sistemas no tripulados están adquiriendo un papel fundamental en las capacidades defensivas (y ofensivas, obviamente) de las naciones más avanzadas. No sólo de estas, ya que cada vez más forman parte del arsenal de países pequeños y actores no estatales como grupos insurgentes o terroristas. Incluso de cárteles de la droga, que los emplean ya con cierta profusión.
Por otra parte, el conflicto en Ucrania ha demostrado la importancia de los sistemas no tripulados en la guerra moderna. Su uso generalizado y relativamente económico ha democratizado su empleo, permitiendo derrotar capacidades más avanzadas y costosas. Por supuesto, no es del todo evidente que el escenario ucraniano, en el que el poder aeroespacial no ha tenido la misma relevancia que tendría en otros conflictos, pueda extrapolarse a escenarios futuros. Sin embargo, son numerosas las lecciones que pueden extraerse incluso de un entorno tan particular.
No es de extrañar, por tanto, que países como el Reino Unido y Francia hayan presentado recientemente ambiciosas estrategias o bien anunciado que dedicarán grandes partidas presupuestarias con el objeto de liderar el desarrollo e implementación de estas tecnologías disruptivas en todos los dominios: tierra, mar, aire y espacio[3]. En el caso francés, aunque diferente del británico, prevé no obstante dedicar del orden de 5.000 millones de euros como parte de su nueva Ley de Programación Militar 2024-2030, que será la que marque las inversiones y adquisiciones a acometer durante el próximo ciclo de siete años.
Sin embargo, la nueva Estrategia de Seguridad Marítima Nacional de España apenas menciona los drones, lo que pone de manifiesto una potencial brecha estratégica respecto a nuestros socios y aliados[4]. Y, por supuesto, respecto a nuestros competidores, que también están haciendo importantes esfuerzos por integrar este tipo de sistemas, así como las municiones merodeadores. Consideramos imprescindible desarrollar una estrategia integral para los drones a fin de evitar que España se quede rezagada en esta carrera tecnológica fundamental para la defensa y seguridad nacional.
Si nos fijamos en la estrategia británica mencionada anteriormente, Londres está marcando un hito significativo en el desarrollo e implementación de sistemas no tripulados para sus fuerzas armadas. Si bien la inversión de 4.500 millones de libras sin duda palidece ante lo que se prevé puedan destinar al mismo efecto los Estados Unidos o la República Popular de China, no deja de ser una cantidad razonable para la capacidad económica británica. Lo más importante, antes de establecer el total han puesto negro sobre blando en un documento los pasos que consideran necesarios para acelerar la adopción y el desarrollo de drones en los dominios terrestre, marítimo y aéreo, estableciendo así un precedente importante en el ámbito militar y tecnológico.
para lograr lo anterior, la nueva estrategia se basa en cuatro objetivos clave:
- Reforma del proceso de adquisiciones;
- Proporcionar seguridad a la industria;
- Una adecuada integración y;
- Establecer un entorno normativo favorable a la innovación.
En cuanto a la reforma de las adquisiciones, el objetivo de los británicos pasa por acelerar las compras basándose en el desarrollo gradual para responder a las necesidades y amenazas en un momento cambiante y disruptivo. Esto quiere decir que, en lugar de embarcarse en grandes y costosos programas cuyo resultado solo se vea pasados lustros o décadas, pretenden acortar plazos buscando iterar sobre sistemas ya desarrollados, de forma que siempre dispongan de variantes actualizadas de los mismos, se reduzca la inversión entre resultado y resultado y se minimice el riesgo tecnológico.
Para ello, de ahí el segundo punto, consideran crucial crear una base industrial resistente, centrándose en lograr establecer una relación mucho más estrecha con la industria nacional y asegurándose que de esta no esté a merced de proveedores a distancia. Esto puede considerarse como una asociación de seguridad nacional entre industria y Ministerio de Defensa.
Además de lo anterior, los británicos creen que la integración digital sin fisuras también es importante para que los sistemas no tripulados puedan operar desde cualquier plataforma, incluso la de un aliado, algo para lo que es necesario garantizar la interoperatividad, lo que implica tanto compartir lenguajes y protocolos, como determinados estándares en cuanto a medidas y pesos, por ejemplo.
Por otra parte, la estrategia británica busca mejorar el entorno normativo, por ejemplo, estableciendo una autoridad única y simplificando la legislación, de forma que la ventaja estratégica que pretenden alcanzar con su plan industrial e inversor no se vea obstaculizada y que los equipos críticos se entreguen al ritmo necesario.
No se puede negar en este caso la ambición británica. La estrategia y la visión propuesta por Whitehall implica, a futuros, que el Reino Unido se convierta en líder mundial en sistemas de defensa no tripulados, aprovechando sus capacidades de investigación, desarrollo y fabricación para salvaguardar la seguridad nacional y fomentar el crecimiento económico. La perfecta integración de los sistemas autónomos y no tripulados mejorará significativamente las capacidades de defensa, proporcionando un efecto militar más potente. Además, se aprovecharán para ello, entre otras cosas, de la estrecha relación que mantienen con su contraparte ucraniana, con la que han colaborado por ejemplo en el desarrollo de algunos de los USV que estos últimos han empleado con éxito contra la Flota del Mar Negro de la Marina de guerra rusa.
Para hacer realidad esta visión, además de las cuatro líneas de acción citadas anteriormente, se establecerá un mecanismo de gobernanza de defensa para apoyar los planes de entrega de los distintos servicios, enfocándose en seis áreas clave:
- Investigación y desarrollo;
- Pruebas y evaluación;
- Análisis de mercado;
- Políticas regulación y riesgos;
- Estándares digitales, integración y seguridad;
- Coordinación y explotación de pruebas y evaluación.
En resumen, nuestros aliados buscan mejorar la colaboración e innovación en sistemas no tripulados, guiando el desarrollo de capacidades, adquisiciones y obtención de ventaja operativa en todos los dominios, para que el Reino Unido se convierta en un verdadero líder en esta tecnología clave para la guerra moderna, conscientes de que buena parte de su peso internacional (amén de su seguridad) continúa recayendo en el hecho de que tener a su disposición unas Fuerzas Armadas capaces.
Otros ejemplos cercanos
Los británicos, como decíamos, no son ni mucho menos los únicos que están dedicando recursos materiales y humanos a la drónica. Son varios más los aliados de España dentro de la OTAN que están inmersos en esfuerzos cuanto menos, comparables. Es el caso de los Estados Unidos, que en lugar de apostar por una estrategia unificada ha adoptado una aproximación diferente -posible por la disponibilidad de una cantidad cuasi-ilimitada de fondos- en la cual las estrategias y hojas de ruta corresponden más bien a cada uno de los servicios que no al órgano central. Son sin duda conscientes de que los drones están desempeñando un papel cada vez más crucial en todos los ámbitos, razón por la cual la USAF, el US Army, la US Navy o el USMC están dedicando recursos cada vez mayores a I+D, así como a la adquisición o al desarrollo del corpus doctrinal necesario para sacarles todo el partido.
Precisamente en el dominio marítimo los drones han venido desde hace un tiempo ofreciendo capacidades de vigilancia, reconocimiento y respuesta rápida que son fundamentales para la seguridad y la protección de las fronteras marítimas. Su capacidad para operar en áreas remotas y difíciles de alcanzar, así como para realizar misiones de larga duración con mínima intervención humana, los convierte en herramientas indispensables para la detección de amenazas, la monitorización del tráfico marítimo y la respuesta a emergencias en alta mar.
En este sentido, la US Navy ha implementado una serie de estrategias para integrar buques no tripulados junto a los tripulados, llevando a cabo despliegues experimentales y enfrentando desafíos operativos y ambientales. Destaca su más reciente documento, el “Unmanned Campaign Framework”[9], que sirve como una hoja de ruta integral para la integración de sistemas no tripulados.
Este marco aborda aspectos cruciales como tecnología, procesos, políticas y asociaciones, con el objetivo de convertir los sistemas no tripulados en una parte confiable de la fuerza naval, siguiendo el concepto de “Nesting the Dolls” o “Matryoshka”[10], que implica el uso coordinado de vehículos de diferentes tamaños. El plan de construcción naval de Estados Unidos para los años fiscales 2024-2028, publicado en marzo de 2024, contempla el tener a disposición de sus maridos una flota compuesta por entre 355 y 398 buques tripulados, y 143 y 242 buques no tripulados[11].
Estos últimos permitirían, a un coste inferior, acercarse o superar la barrera del medio millar de buques militares en servicio, objetivo que no se alcanzaba desde la Guerra Fría y que se considera indispensable para contrapesar el impresionante crecimiento numérico de la Marina del Ejército Popular de Liberación de la República Popular de China (PLAN por sus siglas en inglés).
A través de una hoja de ruta claramente definida y una inversión sustancial en investigación, desarrollo y adquisición de tecnología, Estados Unidos ha logrado avanzar rápidamente en la integración de drones en sus operaciones militares y de seguridad[13]. Esta planificación estratégica ha permitido a sus Fuerzas Armadas mantenerse a la vanguardia de la innovación en cuanto a drónica, maximizando de paso su eficacia en una variedad de escenarios operativos, incluyendo las aguas Oriente Medio, en donde pretende contar con centenares de embarcaciones no tripuladas con las que monitorizar la superficie de las mismas.
En España, lejos de marcarnos objetivos tan ambiciosos, los esfuerzos por el momento son escasos y dispersos, carentes de una dirección clara y sin hoja de ruta alguna que los vertebre. Por ello serán necesarios cambios organizativos, operativos e infraestructurales significativos para adoptar esta tecnología en los tres ejércitos. Un objetivo para el que podríamos tomar como referencia los casos británico o norteamericano, para lo cual es esencial crear a corto plazo un equipo multidisciplinar, colaborar con la industria y la universidad, e integrar estos sistemas las operaciones en marcha desde el minuto uno.
La necesidad española de una Estrategia Nacional para drones
El conflicto en el mar Negro, particularmente en la región de Crimea, ha puesto de relieve la creciente importancia estratégica de los drones en el ámbito marítimo. Por ejemplo, Ucrania ha desplegado una variedad de USVs en torno a Sebastopol, utilizándolos para realizar operaciones de vigilancia, reconocimiento y ataque. Los drones son difíciles de detectar por su baja altura y pueden ser utilizados para una variedad de misiones, como detonar cerca de buques enemigos, algo que han demostrado en diferentes ataques a larga distancia[5].
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