Escocia y su valor estratégico para la OTAN

SSBN HMS "Vanguard" a su entrada a la Base Naval de Clyde, en Faslane, Escocia. Fuente - Royal Navy.
SSBN HMS "Vanguard" a su entrada a la Base Naval de Clyde, en Faslane, Escocia. Fuente - Royal Navy.

Escocia, gracias a su privilegiada posición geográfica, que permite controlar la actividad naval en el Mar de Noruega, el Mar del Norte y el conocido GIUK, está ganando en los últimos años una importancia capital para la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Un papel central que crece a la par que la Flota del Norte rusa recupera parte de su pasado poderío y el deshielo del Ártico abre nuevas posibilidades. No obstante, la posibilidad de una hipotética independencia sigue planeando sobre la región, un escenario que afectaría tanto a la capacidad de disuasión convencional como nuclear del conjunto de la OTAN.

La creciente actividad militar de Rusia, que en 2022 ha publicado su nueva Doctrina Marítima subrayando la confrontación con la OTAN,[1] pone de manifiesto la necesidad de prestar una adecuada atención al Atlántico Norte. Una región esta última que desde el final de la Guerra Fría había quedado en segundo plano en favor de otras como Oriente Medio o el Sudeste asiático. En este contexto, Escocia se presenta como un territorio clave gracias a su privilegiada posición en lo que respecta al control de la actividad naval en Mar de Noruega, el Mar del Norte y la línea GIUK (nombre formado por las siglas de Groenlandia-Islandia y United Kingdom). Ésta última, que ya fue fundamental durante el enfrentamiento entre bloques, vuelve a ser ahora una pieza fundamental para la estrategia de la Alianza. 

La importancia de Escocia ha estado vigente desde tiempos de la Primera Guerra Mundial, cuando los amenazantes submarinos alemanes –como el que hundió el RMS «Lusitania» en 1915 frente a costas británicas– merodeaban por el Atlántico en busca de blancos fáciles. La localización de Escocia, tal y como indica el historiador Trevor Royle, propicia su percepción “como un portaaviones muy bien equipado” (aunque cerrado por tierra), cuyas dos funciones fundamentales fueron las de guardar el Atlántico Norte en tiempos de guerra y proporcionar una base avanzada de operaciones en caso de que una guerra naval se desatara en el Mar de Noruega […]”.[2]

Su importancia, lejos de decaer, incluso aumentó a lo largo de cuatro décadas de la Guerra Fría, como pilar fundamental de la disuasión de la OTAN, pasando tras la caída del Muro de Berlín a un segundo plano del que ahora poco a poco vuelve a salir. Así, con la vuelta de la guerra a Europa [3] y las cada vez mayores tensiones con Rusia, se ha vuelto a poner de manifiesto la importancia de contar con unas robustas defensas navales en el Atlántico. A lo anterior hemos de unir las previsiones que auguran un Ártico navegable dentro de unos años,[4] lo que conllevará un notable aumento del tráfico marítimo en la región. Dicho incremento requiere de las ventajas que Escocia otorga en cuanto a vigilancia y protección del Atlántico Norte y del acceso a este océano. Conscientes de esto, tanto en el seno de la OTAN, como especialmente en el de la Royal Navy británica, permanecen muy atentos no solo a las amenazas externas, sino también a la situación política interna en Escocia.

En este artículo repasamos, en primer lugar, los antecedentes históricos relativos al papel de Escocia como base desde la que proyectar el poder naval durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. En segundo lugar, la situación a día de hoy con la militarización de Rusia y el avance del deshielo en el Ártico, así como las consecuencias de esto para Escocia y la seguridad de la OTAN. Por último, la amenaza que supone para el Reino Unido una posible independencia de Escocia, y las consecuencias que esto tendría para la seguridad británica y de la Alianza en su conjunto.

https://www.revistaejercitos.com/2021/06/01/la-estrategia-de-defensa-britanica-1945-2021

Antecedentes: Siglo XX

La importancia geoestratégica de Escocia viene siendo ampliamente conocida desde tiempos de la Primera Guerra Mundial, cuando el Almirantazgo británico decidió establecer la base para su flota en Scapa Flow, de forma que pudieran defenderse mejor de los ataques alemanes.[5] Para poder seguir mejor a éstos últimos, se instaló también una estación de radar en Saxa Vord (que sigue activa a día de hoy), otorgando a los militares británicos la capacidad de detectar aquellos buques y aeronaves alemanes cuya derrota les llevase hacia el norte. Desde este punto, que fue luego fortalecido a lo largo de la Segunda Guerra Mundial, la OTAN (establecida en 1949) pudo contar con capacidades avanzadas destinadas a controlar el conocido GIUK, esa línea imaginaria en la que se instalaron medios susceptibles de detectar el paso de los submarinos soviéticos. La importancia de esta línea ha estado siempre íntimamente ligada al papel defensivo de Escocia, siendo ésta el brazo derecho para controlarla y poder desplegar las capacidades militares de la Alianza en caso necesario.

Durante la Segunda Guerra Mundial, con muchos de los activos de la Kriegsmarine de Hitler desplegados en las bases de Noruega, Escocia volvió a convertirse en un punto fundamental de las defensas aliadas frente a los alemanes. Pese a que en los compases iniciales de la contienda éstos consiguieron infiltrar el «U-47» a los mandos del teniente Günther Crien en el fondeadero de Scapa Flow hundiendo el acorazado HMS «Royal Oak» (en una operación de la que muchos se acordaron el pasado mes de octubre con el ataque a la base de Sebastopol), los británicos pronto se recuperaron y supieron equilibrar la balanza en el Atlántico, gracias entre otras cosas a la inestimable ayuda estadounidense. En este sentido, es posible que sin Escocia la batalla del Atlántico pudiese haber terminado también en una victoria aliada. No obstante, el coste habría sido mucho más alto si cabe.

Lejos de quedar condenada a la irrelevancia tras el final del conflicto, el protagonismo de Escocia no hizo sino crecer durante la Guerra Fría. Ante cualquier intento de incursión por parte de la Flota del Norte de la Armada Roja en el Atlántico, los buques y aeronaves desplegados desde Escocia serían la primera barrera que los marinos soviéticos deberían superar una vez atravesada la constituida por Noruega. De acuerdo con el historiador naval Trevor Royle, Escocia albergaba a principios de los años 90 alrededor del diez por ciento de las fuerzas navales y aéreas británicas; a la vez que las fuerzas estadounidenses también tenían presencia aquí en la base de Holy Loch.[6]

La mayor parte de esta presencia militar fue, no obstante, reduciéndose gradualmente durante las siguientes dos décadas, al igual que ocurrió con otras bases aliadas que se fueron abandonando. Rusia, que había sido la razón de ser del despliegue aliado, había ido retirándose progresivamente del Ártico y del Atlántico Norte desde el final de la Guerra Fría, mientras su Armada adolecía de falta de fondos y de un parque naval envejecido y afectado por numerosos problemas, de ahí que en la Alianza no se percibiese la necesidad de mantener tan costoso despliegue.

Este fue el caso, por ejemplo, de la base americana en Keflavik (abandonada en 2006) o el cierre de la estación de radar de la Royal Air Force en Saxa Vord el mismo año. Fue hasta cierto punto un sueño pasajero, en tanto una vez Rusia comenzó a recuperarse económicamente, no tardaría en dar pasos para volver al Ártico y al Atlántico Norte, haciendo que los aliados volviesen a fijar su atención sobre el GIUK Gap y Escocia.

Mapa del GIUK Gap y el Mar de Noruega, ilustrando la posición de Escocia y las incursiones realizadas por aviones rusos en la zona. Fuente - T-Intelligence.
Mapa del GIUK Gap y el Mar de Noruega, ilustrando la posición de Escocia y las incursiones realizadas por aviones rusos en la zona. Fuente – T-Intelligence.

El Reino Unido, Escocia y la defensa del Atlántico

A día de hoy, Escocia continúa siendo la pieza fundamental en la estrategia defensiva del Reino Unido, siendo también un elemento clave para la defensa del GIUK Gap por parte de la OTAN. Tal y como apuntan Depledge y Osthagen, Escocia tiene una importancia geoestratégica que incluye también el Alto Norte por cuatro razones: “su posición geográfica contigua a la región, la exposición de las islas británicas a las amenazas que emanan del Norte, el hecho de que el Reino Unido suele proyectar de manera habitual sus capacidades militares hacia el Ártico, y que los estados árticos pertenecientes a la OTAN son aliados cercanos suyos.”[7]

No es de extrañar por tanto que en un periodo de escasos años, hayamos visto cómo el Reino Unido destinaba a Escocia o anunciaba el futuro despliegue de algunos de sus medios más punteros. Así las cosas, y entre otros, es en esta región en la que el Reino Unido despliega sus nuevos aviones de Patrulla Marítima (MPA) P-8A Poseidon, en la que concentra su flota de submarinos nucleares y en la que estarán basados los nuevos aviones de alerta temprana Boeing E-7 Wedgetail.[8] Tal y como se hizo evidente con el documento publicado por el Ministerio de Defensa británico, “Defence in a Compatitive Age”, las inversiones realizadas en Escocia no sólo responden a la necesidad de defender sus aguas nacionales, sino que también busca dotar de capacidad para poder proyectar sus fuerzas hacia el Atlántico y el Ártico.[9]

Como decimos, poco más de una década después de que se abandonaran algunos de los enclaves militares en la región, la situación ha vuelto a cambiar con el resurgimiento del interés británico en torno al Atlántico Norte y el Ártico. El notable aumento de inversiones y actividad militar por parte de Moscú, ha generado una nueva preocupación por la seguridad no solo en Londres, sino también en Oslo. De hecho, Noruega ha sido una de las voces principales avisando del resurgimiento de las capacidades submarinas de la Armada rusa, abogando por el fortalecimiento de las defensas colectivas de la Alianza atlántica entre las que se encuentra Escocia.[10] Una alerta de la que el Reino Unido ha sabido tomar nota reforzando sus activos militares en torno a la región.

Mapa del Atlántico Norte y el Mar de Noruega, mostrando el área que abarca la estrategia de bastión rusa. Fuente - RUSI.
Mapa del Atlántico Norte y el Mar de Noruega, mostrando el área que abarca la estrategia de bastión rusa. Fuente – RUSI.

De acuerdo con Knack, Black y Harris, durante las próximas tres décadas, “la creciente convergencia de intereses en conflicto en el Ártico y el Atlántico Norte creará seguramente un cambio de percepción de la región como un área benigna de baja tensión a una de competencia estratégica.”[11] Competición que requiere, en primer lugar, de una alta capacidad militar para poder intervenir y dar una respuesta efectiva a cualquier amenaza, de ahí que por ejemplo Lossiemouth, en Moray, haya sido la base elegida para los P-8A Poseidón[12]. Aparatos sin par a la hora de escudriñar un GIUK que actúa al mismo tiempo como línea de defensa y, en el caso de Escocia, como base avanzada en caso de conflicto con Rusia pero que, en realidad, obligar a ser capaces de patrullar cientos de miles de kilómetros cuadrados de océano[13].

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