El retorno de los sistemas de defensa de punto

Sobre el Meroka, los sensores y la integración en los sistemas de combate

Sistema de defensa de punto Phalanx
Sistema de defensa de punto Phalanx. Imagen - Raytheon

La defensa antimisil (Antiship Missile Defence ASMD) depende, cuando todo lo demás falla, de los sistemas de defensa de punto (Close In Weapon System o CIWS). Ejemplos como el del mar Rojo en la actualidad, en donde buques estadounidenses han tenido que recurrir a estos montajes para su defensa frente a los vectores de ataque hutíes, ponen de manifiesto su importancia y su actualidad. Para que cumplan correctamente con su cometido, además de un arma a la altura, deben contar con sensores capaces y estar -siempre que sea posible- integrados en un sistema de mando y control que automatice su empleo. En el caso español, a pesar de que la industria ha propuesto diversas soluciones, todavía no disponemos de un sistema capaz de hacer frente con garantías a las amenazas presentes y futuras, con todo lo que ello implica de cara a la supervivencia de nuestros buques de superficie.

En el mundo naval, la defensa antimisil (Antiship Missile Defence o ASMD), es parte de la guerra antiaérea, (Antiair Warfare o AAW). Dentro de ella, es parte importante la defensa contra misiles, antiaérea y antisuperficie a corta distancia, más conocida como defensa de punto (Close-In Weapon System o CIWS).

La ASMD, en términos genéricos, requiere de sensores capaces para una detección temprana de la amenaza. Equipos cualificados que detecten en todo horizonte y a la mayor distancia posible esos blancos, caracterizados tanto por su pequeña superficie como por sus altas velocidades, peculiaridades ambas que hacen que los tiempos de reacción deban ser mínimos.

La ASMD, por su parte, requiere armas que pueden ser hard kill (HK) como misiles, cañones de calibres medios que puedan ser designadas por los sensores de cualquier tipo a la mayor distancia posible, o bien soft kill (SK): aquellas que usan la energía electromagnética y los señuelos para interrumpir o engañar a los misiles.

Las armas tipo CIWS complementan así al resto de sistemas ASMD a corta distancia. Además, son parte integrante de la no solo de la guerra antiaérea, como decíamos, sino también de la guerra de superficie (Anti-Surface Warfare o ASUW), siempre que se trate de blancos aéreos de media y baja velocidad (helicópteros y UAV) o de blancos de superficie de baja y media velocidad, como son algunos USV como los vistos últimamente en el escenario ucraniano.

Sirva todo este preámbulo para ilustrar de forma genérica a los lectores menos avezados en el mundo naval -o más exactamente en el mundo operativo naval-, y entrar de lleno en el verdadero asunto de este artículo, la importancia que hoy en día tienen los sensores, las armas y los sistemas de mando y control en la AAW y la ASUW y, en realidad, en todo lo referente a la ASMD. Una importancia que crece más si cabe en importancia cuando de lo que hablamos es de la defensa a cortas distancias en escenarios nuevos, algo que de lleno a las unidades de la Armada desplegadas en el extranjero.

Cierto es que la Armada en su día, consciente de la situación en aquellos momentos, y de la amenaza de misiles anti-buque que existían, dotó a sus escoltas con sistemas avanzados específicos para AAW, ASMD y CIWS que incluso eran útiles para ASUW. Equipos que constaban de sistemas de radar de exploración aérea y seguimiento y designación avanzados y probados, con armas HK como misiles y cañones de medio calibre de última generación avanzados y probados y SK basadas en contramedidas electrónicas. Además, disponían de sistemas CIWS artilleros de factura nacional que en ese momento si bien en un estado de madurez alto ya listo para el desarrollo, no estaban lo suficientemente probados (al contrario que su competidor americano). Hablamos del conocido «Meroka», que también se instalaron en el portaeronaves “Príncipe de Asturias”.

En este caso, tal y como explicaban los catálogos publicados en su día por la empresa fabricante del sistema, se trataba de una sofisticada arma defensiva de origen español (FABA Navantia), destinada a ser empleada en navíos de combate modernos para defenderse de misiles antibuque cuando están a menos de dos kilómetros de su blanco o aviones en proximidad, en el momento en el que el contacto es inminente y otros recursos defensivos van fallando. Este sistema “Rapid Gun Fire” (RGF) consiste en una batería de 12 cañones automáticos Oerlikon 20/120 de 20 mm, montados en 2 hileras superpuestas de a 6 cañones cada una. Durante el tiempo en que estuvo en producción fue incorporado como hemos dicho al «Príncipe de Asturias», pero también a las las fragatas de las clases Santa María y Baleares.

Kill chain de la defensa contra misiles antibuque
Kill chain de la defensa contra misiles antibuque. Fuente – Station HYPO.

A diferencia de los cañones automáticos rotativos del sistema Gatling, el Meroka disparaba sus cañones fijos de forma individual en secuencia de salvas simultáneas de fuego de barrera, que amplían el área de impacto. De hecho, los tubos del Meroka se instalaron ligeramente torcidos para ampliar el área de dispersión de los proyectiles. Esta disposición de los cañones permite disparar en salvas logrando un “efecto perdigonada” y creando una área en la que la probabilidad de interceptación del blanco es muy grande. De esta forma, el sistema sólo tiene que ser apuntado a la zona por la que se prevé que pase el blanco en el momento en el que los proyectiles alcanzan esa zona (y no a un punto fijo).

La cadencia máxima teórica era de 9.000 disparos por minuto, pero en la práctica era mucho menor: dos salvas por segundo o 1.440 disparos por minuto. La velocidad inicial del proyectil, por su parte, era de 1.290 m/s y el alcance máximo efectivo de 2.000 metros. En la torreta se dispone de un cargado de munición con capacidad para 720 disparos, 60 disparos para cada cañón. Según los cálculos del fabricante, el Meroka podía derribar 5 o 6 misiles antes de tener que recargar el sistema. Los proyectiles podían ser del tipo API, API-T y APDS-T. En cuanto a la torre, su peso total era de 4,5 toneladas, se beneficiaba de un ángulo de giro de 360º -en función de donde estuviese montada, obviamente- y de una elevación de -15 a +85 grados.

Para la detección y designación de blancos se usaba un radar RAN-12L fabricado por la empresa italiana Selenia. Este radar trabaja en la banda L con un alcance máximo de 26.000 metros y un techo de 17.000. La antena rotaba a 15 o 30 revoluciones por minuto.

Lockheed Electronics proporcionó la dirección de tiro, que era un desarrollo de la Sharpshooter. Esta disponía de un radar de seguimiento AN/VPS-2 de tipo doppler monopulso instalado en la parte superior derecha de la torreta. Radar que operaba en la banda I, con una potencia máxima de 1,5 kW y que disponía de un alcance máximo de 5.000 metros en el caso de blancos con un RCS de 0,1 metros cuadrados.

Además de lo anterior, el Meroka también disponía de un sistema de seguimiento por TV de bajo nivel de luz fabricado por General Electric y en versiones posteriores se instaló una cámara infrarroja de seguimiento de origen israelí fabricada en España por ENOSA. Según los panfletos descriptivos, la dirección de tiro era capaz de calcular la solución de tiro en 2 segundos y el sistema necesitaba 4 segundos desde que es detectado el misil atacante hasta el disparo de la primera andanada.

Desgraciadamente para nuestro país, la historia del Meroka constituyó un auténtico desengaño, aunque abundar en esto no es el objeto de este artículo. Baste decir que quedó definitivamente inoperativo hace algunos años, aunque parte del sistema se ha mantenido montado en sus plataformas. Dicho esto, aunque podría ser posible rehabilitar estos sistemas, ahora que las amenazas los hacen tan o más necesarios que nunca, quien escribe estima que sería más rápido, eficiente y económico optar por un nuevo sistema CIWS artillero. Y decimos artillero porque, si bien los sistemas CIWS misilísticos actuales son sistemas avanzados, probados y fiables, son absolutamente antieconómicos para hacer frente a las nuevas amenazas de drones aéreos y de superficie y a los previsibles enjambres que puedan aparecer en los próximos años; matar moscas a cañonazos, dicen. Y tienen razón.

Sistema Meroka a bordo del portaaviones R-11 «Príncipe de Asturias». Autor – Outisnn.

Sobre los sensores

La ASMD y la CIWS, como ya se ha dicho, necesitan de sensores avanzados capaces de detectar las amenazas actuales lo más lejana posible, tanto sensores radar como sensores electroópticos. En el caso de nuestra Armada, muchos de los buques en servicio disponen de sensores de exploración radar avanzados, 360º, tanto para detecciones aéreas, como de superficie para blancos sobre la superficie del mar, ambos a largas distancias, pero, con ciertas limitaciones a baja cota en blancos aéreos y cuando las amenazas son blancos pequeños con una superficie radar muy pequeña. También tienen directores/designadores radar operativos que, junto a los iluminadores láser, dan una solución de tiro adecuada tanto para misiles como para artillería.

(Continúa…) Estimado lector, este artículo es exclusivo para usuarios de pago. Si desea acceder al texto completo, puede suscribirse a Revista Ejércitos aprovechando nuestra oferta para nuevos suscriptores a través del siguiente enlace.

Be the first to comment

Leave a Reply