La situación provocada por el coronavirus COVID-19 no tiene precedentes en las últimas décadas. Crisis sanitarias como la de las vacas locas, la gripe aviar o la provocada por el ébola en 2014 no han tenido un impacto ni remotamente parecido en términos humanos, económicos o geopolíticos. Ni siquiera la gripe española de 1918 es comparable, pues el contexto en el que se produjo aquella epidemia fue radicalmente diferente al actual. A lo largo de estas líneas vamos a intentar adelantar algunas de las consecuencias que la actual pandemia va a dejar, o bien alguna de las tendencias que ayudará a consolidar (o frenar).
Dado que apenas tenemos todavía datos, por fuerza lo que se recoja en este artículo deberá ser tomado con todas las precauciones. Es mucho más sencillo errar que acertar. Sin embargo, algunos efectos aparecen ya claros en el horizonte, y merecen ser comentados, aunque sea someramente.
Geopolítica y economía
Como sabemos, a pesar de las tonterías que circulan por la Red y que medios de comunicación de medio pelo difunden alegremente (en algún momento tocará exigir responsabilidades), COVID-19 no es un virus de laboratorio, sino que saltó de animales a humanos, según todas las evidencias disponibles. Sin embargo, aunque no se pueda culpar a nadie por lo sucedido, ha vuelto a ocurrir en China y eso ha dado pie a muchas especulaciones.
Lo más normal, sin embargo, es que ocurra allí, tanto por el volumen de población, como por compaginar un medio rural con cierto atraso, con un medio urbano terriblemente desarrollado y conectado con el resto del mundo. En este sentido, de haber ocurrido por ejemplo en Sudán del Sur, difícilmente la epidemia local habría llegado a ser una pandemia. Esto nos da un primer apunte importante: COVID-19 es lo que es por la hiperglobalización, basada en la facilidad de tránsito de mercancías y profesionales, el turismo, la existencia de zonas económicas sin fronteras interiores como la UE, etc.
En este sentido, la extensión de la pandemia podría ser la puntilla a la globalización, un fenómeno que ya venía siendo atacado desde diversos frentes. Así, a los partidos políticos y corrientes de pensamiento que desde dentro de las sociedades desarrolladas cuestionaban las ventajas de un mundo hiperconectado, se unía la dinámica de competición entre grandes potencias que mediante aranceles y protección sobre las empresas nacionales frente a la compra por parte de grupos extranjeros (algo que ya estamos viendo en España).
Si todo esto estaba ya configurando un sistema de zonas si no completamente estancas (ni siquiera en la Guerra Fría los dos bloques lo fueron), sí más cerradas que en la actualidad, ahora, gracias al coronavirus, los defensores de la necesidad de volver a levantar fronteras y establecer controles (que tendrán abundante munición para defender sus tesis) y la necesidad de controlar la llegada de posibles infectados, así como la crisis económica (que alimentará el proteccionismo), se aliarán para dificultar el tránsito de bienes y personas.
No serán los únicos cambios. El impacto de los estados de alarma, las limitaciones a la movilidad y el encierro se dejará sentir no solo por la probable recesión, sino por que supondrá acelerar la transición hacia nuevos modelos económicos y laborales.
Como en toda crisis, hay ganadores y perdedores. Por poner un ejemplo, el sector del retail que conocemos, aunque puntualmente se vea beneficiado por ser de los pocos abiertos y por las compras compulsivas de una sociedad con miedo a lo que pueda pasar, cambiará dramáticamente y terminará por despedir a decenas de miles de trabajadores. La implantación de más y más «cajas amigas», con una persona para supervisar cada cuatro o seis puntos de cobro, la importancia de la venta a domicilio y la posibilidad de que las restricciones a la movilidad lleguen a extenderse durante meses serán determinantes para transformar el sector.
Ya estamos viendo como mientras muchos pequeños negocios se ven condenados al cierre, empresas como Amazon viven días gloriosos anunciando contrataciones masivas y aumentos salariales. Sin embargo, difícilmente serán suficientes para cubrir el número de nuevos parados. De la misma forma, es previsible que plataformas como Netflix, HBO, etc sigan aumentando su número de suscriptores en detrimento de formas más tradicionales de consumo audiovisual como el cine o el teatro.
El teletrabajo y el e-learning serán mucho más comunes. Las empresas que están realizando inversiones de urgencia en estos ámbitos tratarán de volver a la normalidad a corto plazo, pero para muchas la semilla ya estará plantada y será más atractivo profundizar en esta tendencia una vez puesta la base que volver atrás. Al fin y al cabo, el ahorro en gastos fijos (como bienes inmuebles) es notable.
Por otra parte, la necesidad de responder a la crisis ya está provocando que incluso en los EE. UU. se plantee la posibilidad de entregar cheques a los ciudadanos para inyectar liquidez en la economía norteamericana. Salvando las diferencias, podría considerarse una suerte de renta básica , fórmula ue ya se ha planteado en los últimos años en diversos países, especialmente europeos. Quizá, espoleada por la situación de desamparo en la que podrían quedar muchos trabajadores, termine por imponerse.
En donde el COVID-19 sí está teniendo un impacto brutal desde el primer momento (que trataremos en artículo aparte), es en el mercado del crudo. El efecto de la pandemia, al reducir la producción y la utilización de los medios de transporte a escala global está siendo dramático. Además, se une a la lucha entre la Federación Rusa y Arabia Saudita, desplomando como consecuencia los precios del crudo a niveles que no se veían desde hacía décadas. Todo apunta a que la bajada no será coyuntural, sino que seguramente dure años.
Por último, y respecto a la economía, resulta curioso lo que está ocurriendo en el mercado de las criptodivisas, así como en el del oro. Bienes refugio en otros tiempos, ante el desplome continuado de las bolsas a escala planetaria no están teniendo el papel de antaño, por lo que conviene estar atentos y ver qué activos toman el relevo, si es que alguno lo hace.
Es obligado hacer una pequeña referencia a Europa. Nuestro continente seguirá perdiendo peso relativo. El impacto en China o los EE. UU. será grande, sin duda, pero no igual. Al verse más afectado que ningún otro por la pandemia y depender de la movilidad interior para su actividad económica, los efectos podría ser desastrosos. Además, para el propio proyecto común, la percepción de que Bruselas no pinta nada y todo queda en manos de los estados, supone un importante varapalo. Esto provocará además que terceros actores -como una China que está ganando en atractivo- aumenten su influencia sobre socios como Italia.
Política y Sociedad
Tanto en España como en el extranjero la gravedad de la crisis está siendo interpretada por los ciudadanos no en función de los datos objetivos, sino de las afinidades políticas. Por ejemplo, como se cita en la noticia que hemos enlazado, en los EE. UU. los ciudadanos ven el coronavirus según su ideología. Seis encuestas llevadas a cabo entre finales de febrero y principio de marzo ponían de manifiesto que entre el 62% y el 68% de los demócratas estaban «preocupados» por la pandemia, mientras que entre los republicanos el porcentaje descendía a una banda de entre el 24% y el 48%, de nuevo en línea con los mensajes de Donald Trump. Es, dada la magnitud de la crisis un fenómeno particularmente grave y que también estamos padeciendo en España, con una importante guerra de memes y de mensajes en las redes sociales entre grupos políticos de signo contrario, pero también utilizando la crisis para ahondar en la fractura nacionalista.
Cambiando de tema, estamos en los comienzos de la crisis y todavía ignoramos la magnitud que llegará a alcanzar, aunque las tendencias son alarmantes. No es el momento de buscar culpables, aunque decisiones como la de permitir las marchas del 8M son cuando menos cuestionables. Llegará el momento de exigir responsabilidades políticas y esto recrudecerá notablemente las diferencias entre partidos, polarizando más si cabe la vida política española.
Sin embargo, difícilmente se atacará uno de los problemas de fondo: la politización del funcionariado. Cada vez más son los puestos políticos y esto tiene un impacto, se quiera o no, a la hora de tomar decisiones que puedan afectar a la popularidad del partido en el poder. Hay administraciones en las que el nivel 26 ya no es por concurso de méritos sino por designación. También han proliferado cada vez más los puestos con contratos de alta dirección (no funcionariales) desde 27 hasta 30, rango en el que, al menos en teoría, se establece la línea entre los técnicos y los políticos (altos cargos strictu sensu).
Volviendo sobre los ciudadanos, esta es la primera ocasión en la que generaciones enteras de españoles son conscientes de que nuestra forma de vida, que goza de amplias libertades, de derechos básicos y de un notable bienestar, es frágil. Lo que es más, para muchos, supondrá un despertar, pues nunca hasta ahora se habían visto en la obligación de asumir deberes, como ciudadanos que son. Es cierto que todos pagamos impuestos, acudimos al colegio mientras la educación es obligatoria, etc. Sin embargo, para muchos está siendo un auténtico shock tener que cumplir con la reclusión o ver a militares en las calles. Queda patente que algo hemos hecho muy mal si esto es así y convendría revisar el sistema educativo para que desde la más tierna infancia se inculque que las obligaciones y no los derechos son lo que mantiene el sistema en pie.
Por otra parte, y en tono más cómico, ya hay quienes aventuran un baby boom que vendría a paliar en parte los gravísimos problemas demográficos que sufre España. Habrá que ver, lo mismo que con otros efectos como los que la reducción en el uso de vehículos están teniendo sobre el aire. Con todo, sí es posible que si la crisis se agrava y el número de muertos es muy elevado (como todo apunta a que ocurrirá en España), después de la catástrofe se vivan tiempos de cierto hedonismo. No es un fenómeno nuevo, ya se vio en los «felices 20».
Defensa en España
No podemos terminar sin hacer una pequeña referencia a cómo impactará sobre nuestra Defensa. Por de pronto, el mayor endeudamiento del Estado y la necesidad de sacar recursos hasta de debajo de las piedras para adoptar medidas anticíclicas que ayuden a aminorar la previsible recesión, tendrán un impacto sobre la inversión en Defensa.
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