Cortesan@s

Mariposa cortesana oriental (Sephisa chandra). No confundir con el cortesan@ madrileñ@ o cortesan@ común (Fumigant venditor), tan habitual en nuestra geografía
Mariposa cortesana oriental (Sephisa chandra). No confundir con el cortesan@ madrileñ@ o cortesan@ común (Fumigant venditor), tan habitual en nuestra geografía. (Fuente: Sandipoutsider).

En esta ocasión, nos vamos a apartar ligeramente de nuestra línea habitual, aunque no de nuestra temática. Lejos de intentar ofrecer un estudio sesudo sobre tal o cual necesidad de cambio doctrinal, tendencia tecnológica o sobre la adecuación de un sistema de armas a su cometido, vamos a hablar de biología, aunque haya en esto cierto grado de intrusismo que sin duda los especialistas en la materia nos perdonarán. El caso es que, entre tantas y tan variadas especies que participan en este mundillo que damos en llamar de la Defensa, incluyendo lobistas/comerciales, asesores políticos, jetas y demás especies, hay una que es única y que ha logrado hacerse fuerte en nuestra villa y corte, convirtiéndose a pesar de ser una especie parásita, en la más común del ecosistema capitalino: los cortesan@s.

Como quiera que en esta publicación sentimos cierta querencia por la ciencia, comenzaremos este pequeño trabajo intentando como es menester acotar el objeto de estudio; intentando discriminar al cortesan@ madrileñ@ o cortesan@ común (Fumigant venditor) de otras especies que pueblan el ecosistema de Defensa como son los 1) verdaderos expertos; 2) los lobistas/comerciales; 3) los asesores políticos y; 4) los simples jetas, que los hay y en abundancia. Especies, estas últimas, que podríamos calificar de «oportunistas», atendiendo a su desempeño habitual.

Desgraciadamente, establecer una clasificación unívoca no es tarea sencilla, pues es rara la ocasión en la que uno se encuentra con un ejemplar de cualquiera de ellos «de pura cepa», por adoptar esta castiza expresión. Lo más común, de hecho, es que las tres últimas especies convivan y terminen mezclándose entre sí, hibridando (uno de sus términos cliché, por cierto) junto al cortesan@ común, en forma de ejemplares mestizos en los que los fenotipos se manifiestan de forma variable teniendo en cuenta, eso sí, que el dominante es este último; tan exuberante y resiliente (segúndo término cliché) es nuestra fauna.

El primer caso -por eso de diferenciar-, el de los verdaderos expertos, es el menos común, quizá porque para manifestarse, sus alelos necesitan estar solos. Son, en este sentido, individuos puros, escasos, raras avis con tendencia a la introspección -en algunos casos con claros rasgos del espectro autista- y que muy pocas veces se juntan incluso entre ellos mismos. Prefieren, de hecho, comunicarse a distancia, en una jerga que muy pocos pueden desentrañar, de ahí su denominación científica: Acronym sem.

A pesar de lo anterior es muy fácil localizarlos y seguirles la pista gracias a que disponen de glándulas entre cuyas secreciones se cuentan artículos, capítulos de libros, libros y otros subproductos. Además, se trata de una especie con una nula capacidad de autoprotección e incluso con una cierta pulsión de muerte, lo que les lleva a atender cualquier llamada, generalmente sin contraprestación alguna, para asistir a reuniones a puerta cerrada, asesorar, y colaborar en la búsqueda de soluciones a los complejos problemas que afectan a nuestra defensa. Por supuesto, las más de las veces sus propuestas no llegan a aplicarse, generalmente por injerencia de los cortesan@s, lobistas/comerciales y demás fauna local.

Cuando esto sucede, mascan la frustración en privado, intentando reponerse como pueden del esfuerzo baldío realizado, aunque en ningún son capaces de hacer ninguna identificación de lecciones que les permita aplicar los principios básicos de la lucha por la vida, como el de la conservación de la energía. Por otra parte, al ser individuos que viven alejados unos de otros, aparecidos por generación espontánea (apenas hay constatados casos de emparejamiento y reproducción al uso tradicional), generalmente están impedidos para el trabajo en equipo, con lo que en ningún caso logran, a pesar de ser de todos sabido que es la solución, reunir «masa crítica» suficiente para competir con aquellas especies oportunistas que les disputan el medio.

El segundo caso, el de los lobistas/comerciales (Matres vendit), es mucho más común que el de los expertos. La denominación en español puede ser confusa, por eso de mezclar aparentemente dos especies diferenciadas, pero la genética no engañan, compartiendo prácticamente el cien por cien del genoma. El nombre científico, tampoco. Eso sí, los individuos de esta especie muestran pautas de comportamiento ciertamente diferentes en función de las latitudes, actuando en grupo y ejerciendo una considerable capacidad de presión por ejemplo en Bruselas o Washington, en donde también se ven con cierta frecuencia, pero mostrándose más bien en solitario en Madrid, en donde todo es más cutre de lo que parece, lo que explica esta particularidad.

Tienen una amplia habilidad para el camuflaje, de forma que pueden hacerse pasar por estos. Además, en muchos casos, por imitación llegan a adquirir incluso algunos comportamientos propios de los anteriores. Sin embargo, únicamente buscan su interés, lo que facilita el distinguirlos en tanto únicamente piden, incluso cuando aseguran estar aportando soluciones. Su alimento más habitual es el consabido «negociado sin publicidad», de ahí que intenten pasar el mayor tiempo posible en las inmediaciones de Castellana 109, a la caza del oficial desprevenido. Aunque hay muchas razas dentro de esta especie, lo que necesitaría de un artículo específico para aclarar la taxonomía concreta de cara una de ellas, lo más llamativo aquí son los «purasangre»: individuos jóvenes -machos o hembras, lo mismo da- capaces de vender a su madre (de ahí el nombre científico) o a sus amigos con tal de lograr un contrato o de conseguir un gesto aprobatorio por parte de sus jefes (management lo llaman algunos).

Entre las curiosidades de esta especie, está la metamorfosis que parecen sufrir con el paso del tiempo, pues si de entrada se muestran como individuos dinámicos y comprometidos, a los pocos meses del destete y una vez pueden pasar solos por los alrededores de la DGAM se vuelven más cínicos y descreídos, dejando de lado cualquier tipo de sentimiento o principio rector, transformándose de paso en individuos adultos, únicamente tras haber dado alguna puñalada trapera a algún amigo cercano. Otra interesante es la capacidad para defender A, B o C en función del ambiente sin ningún tipo de escrúpulo, lo mismo que la de contar auténticas barbaridades sobre sus jefes siempre que estos no estén cerca (suelen denominarlos, cuando son más de uno «papá y mamá»).

El tercer caso, presenta particularidades de lo más curiosas. Los asesores políticos de defensa (Maximun ignorant), en términos generales, se caracterizan por saber del tema lo mismo que la especie de la que son elementos simbióticos, esto es los políticos (Summum ignorant). Conocimientos que se resumen en nulos y que son la base de la relación complementaria que mantienen ambas especies, pues si uno no está capacitado para dar una idea a derechas, el otro tampoco podría entenderla. De hecho no tiene elementos de juicio para hacerlo, precisamente porque la especie que debería proporcionárselos, está igual de incapacitada para ello. Sin embargo, en una suerte de equilibrio homeostático de lo más sorprendente, el sistema funciona y, de hecho, da sus frutos, recogidos por el saber popular en forma de tan hermosas y reconocibles manifestaciones poéticas en relación con la defensa como «entre todos la mataron y ella sola se murió».

En cuanto a los jetas (Multum facies), son de una singular aunque siniestra belleza, en términos biológicos. Son una especie capaz de multiplicar por cinco o diez el precio de un suministro después de haber cambiado una única pegatina y solicitado que se le asigne un nuevo código, de forma que el Ministerio de Defensa, del que son depredadores, quede con la yugular completamente entregada y, finalmente, exangüe. Como curiosidad, son una especie en muchos casos mutante, hasta el punto de que muchos no lo consideran exactamente como tal. Decimos esto, porque en términos generales sus individuos son lobistas que, por razones difíciles de determinar -hay quien cita como factor explicativo la hipótesis de la reina roja-, terminan dejando de lado la caza del «negociado sin publicidad» para ir a por presas más jugosas. Otra explicación reside en que, al no obtener las miradas aprobadoras por parte de sus jefes y no estar tampoco en disposición de disputarles la posición, prefieren optar por otro tipo de capturas, lo que les lleva a desarrollar como decíamos mutaciones que desembocan en profundos cambios en su práctica cinegética.

Una vez explicado todo esto, que consideramos indispensable para que el lector aprenda a diferenciar la especie que hoy nos ocupa, pasamos ya a hablar de los cortesan@s. Los hay de diversas razas -y pelajes, añadiría alguno-, aunque por lo general se distinguen por un currículum nulo, no haber producido nada -a diferencia de los expertos-, no tener nada tangible (sea bueno o malo) que vender, lo que permite discriminarlos frente a lobistas y jetas, así como por la disponibilidad de ingentes cantidades de tiempo libre.

Este último punto es fundamental: los cortesan@s (Fumigant venditor, recordemos), mantienen una amplísima presencia en todo tipo de eventos y saraos, a los que acuden a diario, lo que genera auténtico estupor entre los expertos, pues no parecen entender cómo logran, si deben alimentarse con lecturas y producir escritos, dedicar tanto tiempo a hacer acto de presencia o, preferentemente, a intentar arrimarse a oficiales y autoridades de todo tipo. Sin embargo, es aquí en donde parece residir el secreto de su éxito como especie, hasta el punto de que quien especula con algún tipo de mecanismo por ahora no del todo bien comprendido de alimentación cutánea, equiparable al respirar de los anélidos pero en términos nutricios. En este sentido, el cortesan@, que en lugar de cazar, «huevea», se alimenta del poder, logrando parasitar sin que nadie lo note otros organismos, generalmente oficiales o funcionarios ministeriales que no toman las medidas de profilaxis necesarias para combatir esta plaga.

Conviene, llegados a este punto, no perder de vista que los cortesan@s constituyen una especie letal, pues más allá de procurar la ruina del organismo huésped, el parásito corrompe toda la organización, destruyéndola en base a expulsar de la misma el mérito y la capacidad, reemplazándolos, con mucha perseverancia, por la palabrería y la nada más absoluta (de ahí que también se conozca a los cortesan@s como «vendehumos»). Finalmente, cuando el organismo muere, incapaz de alimentar a las alimañas que lo desangran, saltan a otro nuevo, habiéndose registrado en las últimas décadas varios de estos procesos. De hecho, aunque se cree que el cortesan@ existe desde el albor de los tiempos, lo cierto es que únicamente ha sido identificado claramente en España a raíz de la primera gran migración o salto.

Esta tuvo lugar apenas unos años, cuando después de dejar exánimes tanto el Ministerio de Interior como varios cuerpos policiales y facultades, aprovechando su habilidad para camuflarse como expertos en terrorismo/criminología, pasaron a cambiar su procedimiento, haciéndose pasar por expertos en seguridad y defensa, con cierta inclinación por la geopolítica, la desinformación y las «cosas híbridas»; momento en el que atacaron sin piedad el núcleo del Ministerio de Defensa, utilizando además como vector uno de sus productos más exitosos: las universidades y centros privados y la multitud de másteres/cursos de medio pelo empleados tanto para nutrirse gracias a los incautos alumnos antes de alcanzar su verdadero objetivo, como para lograr jugosos contratos/convenios con la actual víctima.

En cuando a sus tácticas, es habitual que utilicen cual canto de sirena su particular habilidad vocal para abrirse paso, embaucando uno por uno a oficiales (a ser posible de OF-4 en adelante) y funcionarios ministeriales -los eslabones más débiles del sistema- mediante términos como «desinformación», «híbrido», «disruptivo» o «geopolítica», logrando un índice de efectividad tanto más alto cuanto más tiempo pasan, como decíamos, dedicados a la actividad de «huevear».

La experiencia acumulada hasta ahora nos dice que hay muy poco que hacer. Por supuesto, son recomendables las medidas de profilaxis, que deberían comenzar con cursillos ad hoc destinados a capacitar de cara a la identificación de estas sabandijas. De hecho, cualquier tratamiento complementarse siempre con disposiciones higiénicas que minimicen las posibilidades tanto de infección futura como, en el caso de haber estado en contacto con los cortesan@s, de contención. Se trata, además, de una actuación que es relativamente fácil de llevar a cabo incluso con medios limitados, pues los miembros de esta especie, pese a su habilidad para enmascararse o simular pertenecer a otras especie son fáciles de reconocer.

Ante la duda, hay una serie de pautas que permiten la identificación, siempre que se apliquen con un mínimo de diligencia. Entre los indicadores claros de que nos encontramos ante un cortesan@ tenemos que: 1) este siempre será incapaz de ofrecer respuestas claras y concisas a preguntas relativamente sencillas, optando por los rodeos y el lenguaje grandilocuente; 2) aunque imitan el hablar de los expertos, son incapaces de citar con acierto autores y obras; 3) forman parte de todo tipo de asociaciones, sean de jóvenes, de mujeres, temáticas… pero cuando desde estas se les solicita aportar algo que vaya más allá de un par de folios repitiendo lugares comunes, rehúyen con las excusas más peregrinas; 4) Por supuesto, si uno atiende a su plumaje, verá que apenas hay marcas que indiquen que hayan podido publicar nada con un mínimo impacto a lo largo de su miserable existencia, limitándose a publicar en redes sociales, algunos blogs, supuestos think tanks o, si acaso, en periódicos digitales de baja estofa; nunca en obras relevantes, ni propias ni colectivas.

Además de lo anterior, es posible distinguirlos por su distribución, ya que aunque se encuentran repartidos por toda la península -e incluso es posible que en los archipiélagos y las ciudades autónomas-, la mayor concentración se da en la capital, a la que acuden todos ellos, generalmente agrupándose en torno a universidades privadas de escaso prestigio. Se manifiestan, en cualquier caso, cada vez que se convoca un evento cuyo cartel incluya algún tipo de logo oficial. Se dan, incluso, saraos en los que llegan a ser mayoría, ejerciendo importantes grados de violencia (de todos y cada uno de los tipos señalados por Galtung excepto la física) contra toda aquella especie que ose acercarse. Ahora bien, en casos muy puntuales, son capaces de manifestar comportamientos colaborativos, aunque esto apenas ocurre cuando se encuentran en minoría. En esas situaciones generalmente utilizan contra el resto de especies los mismos métodos que les permiten terminar por vampirizar a su huésped, buscando en ocasiones captar a los expertos y demás fauna con tal de lograr cierto halo de respetabilidad; una forma extrema de camuflaje que suele rendir frutos.

En cuanto a los posibles formas de combatir esta plaga, todas comienzan por las medidas de profilaxis que, en cualquier caso, deben ir siempre acompañadas de otras más severas, destinadas a erradicar o, cuando esto no es posible, a mitigar los efectos del parásito sobre el huésped. Medidas que debieran comenzar con el veto inmediato a cualquier evento público organizado por el Ministerio de Defensa o sus instituciones dependientes y por la ruptura de los convenios ya firmados, a la vez que revisando y elevando los criterios de cara a la firma de otros nuevos. A partir de ahí, lo más aconsejable para el actual huésped pasa por purgar parte de sus células afectadas, pasándolas a la reserva (generalmente son los elementos más inútiles del sistema, con lo que en realidad este gana en salud al poder dedicar sus disminuidas fuerzas en lo relevante), o bien cauterizarlas mediante el fuego purificador, aunque esto rara vez es posible, lo que deja la puerta a la enfermedad causada por los cortesan@s vuelva a manifestarse en el futuro en diversas formas.

A modo de conclusión, una vez ha quedado claro que el cortesan@ es una especie parásita, con amplias habilidades para el camuflaje, que actúa en grupo, es endémica en nuestra capital y debe ser considerada como una plaga a erradicar, diremos que es difícil evaluar el grado de destrucción que causan, aunque en todos los casos es elevadísimo, no siendo capaces los huéspedes de recuperarse mínimamente hasta años después de que los cortesan@s hayan abandonado el organismo, ya casi inerte, para abordar otro nuevo. También, para finalizar, que ahora que el Ministerio de Defensa está afectado en un grado importante, se han detectado cortesan@s de avanzadilla en el de Exteriores, posiblemente su próximo objetivo.

Autor

  • Christian D. Villanueva López

    Christian D. Villanueva López es fundador y director de Ejércitos – Revista Digital sobre Defensa, Armamento y Fuerzas Armadas. Tras servir como MPTM en las Tropas de Montaña y regresar de Afganistán, fundó la revista Ejércitos del Mundo (2009-2011) y posteriormente, ya en 2016, Ejércitos. En los últimos veinte años ha publicado más de un centenar de artículos, tanto académicos como de difusión sobre temas relacionados con la Defensa y con particular énfasis en la vertiente industrial y en la guerra futura. Además de prestar servicios de asesoría, aparecer en numerosos medios de comunicación y de ofrecer conferencias ante empresas e instituciones, ha escrito capítulos para media docena de obras colectivas relacionadas con los Estudios Estratégicos, así como un libro dedicado al Programa S-80.

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