El coronavirus parece haber llegado para quedarse, al menos por un tiempo indeterminado, pues en ausencia de vacunas y hasta que no se desarrollen y extiendan, los rebrotes serán un riesgo para la salud pública y los confinamientos podrían ser la norma más que la excepción, al menos en zonas concretas. Es por eso que conviene aclarar una serie de preguntas que flotan en el ambiente, algunas de las cuales no paran de alimentar la desinformación, cuando no son directamente fake news motivadas por oscuros intereses.
¿Es el coronavirus un producto creado en China para desestabilizar a Occidente?
No, y el simple hecho de sugerir algo así demuestra un provocador desconocimiento del tema, así como una enorme irresponsabilidad, ya que difundir teorías de conspiración es algo peligroso y ridículo. Las rivalidades geopolíticas entre las potencias del mundo son desde luego intensas, con sus altos y bajos y sus idas y venidas (véase la guerra comercial entre Estados Unidos y China), pero en ningún momento se ha cruzado la raya de iniciar una guerra bacteriológica contra un competidor.
El motivo principal es simple, si un país A “crea” un virus y lo lanza contra un país B para mermar su población y diezmar su economía, tarde o temprano en un mundo altamente interconectado como en el que vivimos, ese virus acabaría por volverse en contra el país “creador” del virus. Controlar y dirigir un virus que además se transmite por el aire y fluidos entre humanos y que no va dirigido a un grupo de personas ni a un país específico (los virus no entienden de fronteras ni etnias) es extremadamente difícil, como demuestra el teniente coronel René Pita en su libro «Armas biológicas: Una historia de grandes engaños y errores».
En el caso del COVID-19, el propio virus comenzó en China y es en este país donde ha golpeado con mayor virulencia hasta su llegada a Europa, con lo cual se desmonta cualquier teoría conspiranoica que sugiere que podría ser un arma bacteriológica para debilitar a Europa o Estados Unidos. En vista de las repercusiones sobre la economía mundial y sobre los propios EE. UU., la opción contraria queda igualmente descartada.
¿Cuál es el origen del COVID-19?
Fue en Nochevieja de 2019 cuando en la ciudad china de Wuhan se desató un brote de neumonía viral. Es entonces cuando los funcionarios de salud del país admitieron que tenían un problema de salud pública descontrolado y activaron su nivel de respuesta más grave.
Cada vez más ciudadanos chinos de Wuhan (provincia de Hubei) empezaban a desarrollar síntomas como tos seca y fiebre, casi siempre como paso previo a los síntomas de neumonía.
Los médicos llamaron a la enfermedad COVID-19 o «enfermedad por coronavirus, 2019». Cuando intentaron rastrear su origen, encontraron una fuente probable: el mercado de animales vivos de Wuhan, un típico “wet market” asiático en el que se venden animales de todo tipo para consumo humano. Su nombre deriva de la costumbre de mojar continuamente el suelo, por lo que se les denomina mercados húmedos. Son también habituales en ciertas zonas de África Central y ecuatorial.
Se estima que el coronavirus saltó a los humanos en este mercado ya que de los primeros 41 pacientes, 27 habían estado recientemente en el mismo. Rápidamente el gobierno chino cerró el mercado para evitar en la medida de lo posible la propagación del virus.
No era la primera vez que ocurría algo similar. En 2002, vivimos, en otro mercado, un caso muy similar también relacionado con un coronavirus. En aquella ocasión fue en el sur de China, en la provincia de Cantón. Se trataba del “coronavirus del síndrome respiratorio agudo grave” (SARS por sus siglas en inglés), una cepa que también encontró la forma de pasar de animales a humanos. En aquella ocasión el brote de SARS, que no sería el primero y desde luego tampoco el último, se extendió rápidamente por el país y saltó a más de una treintena de países del mundo, matando a casi 800 personas.
De paso, el SARS sirvió para sembrar la alarma entre la comunidad científica. Una comunidad que, desde entonces, ha publicado numerosos papers e informes en los que se alertaba del riesgo de que algo similar, pero de mayor magnitud, pudiese pasar. Es más, de la comunidad científica la preocupación pasó a los servicios de inteligencia, que también se hicieron eco del problema, como en este informe de 2008 del Gobierno estadounidense.
Ahora, nuevamente un coronavirus azota al mundo, un coronavirus que comenzó en un “wet market” de China. Y, salvo que este tipo de mercados dejen de existir y se prohíba la venta de animales vivos para consumo humano, sin apenas -o sin ningún- control sanitario, es muy probable que en el futuro sigan apareciendo virus de este tipo, cuya letalidad constituye un enigma.
¿Es el coronavirus la primera pandemia global contemporánea?
Más allá de casos tan conocidos como el de la Peste Negra que asoló a medio mundo en el S. XIV o la Gripe Española, ejemplos que los medios han citado una y otra vez en las últimas semanas, ha habido casos muy recientes que no conviene olvidar. De hecho, desde su creación en 1948 han sido varias las ocasiones en las que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dado la alarma y declarado la propagación de una enfermedad como pandemia. Es más, han sido muchos los casos que, sin llegar a este nivel, han provocado una importante alarma y se han extendido por varios países:
- Virus H3N2 o “gripe asiática o de Hong Kong” en 1957.
- VIH/sida en 1980.
- Gripe A H1N1 o “gripe porcina” en 2009.
- MERS-CoV o Coronavirus del síndrome respiratorio de Oriente Medio entre 2012 y 2015.
- Virus del Zika en 2014.
Como se puede adivinar, pues no es ni mucho menos una lista exhaustiva, son muchos los ejemplos de enfermedades capaces no solo de causar un alto número de víctimas, sino un importante quebranto económico y social.
¿Qué es el coronavirus?
A esta pregunta conviene responder con otra pregunta ¿Sabemos de verdad lo que es un coronavirus? Hablamos mucho del coronavirus en nuestro reciente día a día, incluso nos referimos a él con su nombre científico, pero muchas veces no está del todo claro qué es lo que ha hecho que medio mundo se quede en casa.
El coronavirus o SARS CoV-2 es uno de tantos virus que circulan por el mundo, en este caso tiene su origen en China (igual que el anterior SARS). Su particularidad reside en que se transmite muy fácilmente entre personas y sus síntomas tardan en manifestarse una media de 6 días, con un número de reproducción básico (RB) o contagio de entre 2,2 y 3,5. La mayoría de la población que se ve contagiada por el Coronavirus experimenta síntomas leves o moderados de tos y fiebre, pero si deriva en neumonía (que para más inri suele ser bilateral) puede suponer graves complicaciones, especialmente en personas mayores o grupos de riesgo con enfermedades previas.
¿Ayudarán la llegada de la primavera y el calor a combatir el COVID-19?
Es difícil saberlo puesto que aún no se ha dado ese escenario, pero de la misma manera que la gripe común, el coronavirus como afección respiratoria pervive más tiempo en climas fríos. Pero esto es sólo una regla de tres que no tiene por qué ser así. Sirva de ejemplo que el virus se ha contagiado de la misma manera en Europa que en el África ecuatorial o en el hemisferio sur.
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