La utilización, cada vez más común, de sistemas autónomos armados, sean terrestres, aéreos o navales lleva aparejada una serie de cuestiones relativas a la legislación y los sesgos cognitivos de los seres humanos encargados de controlar o supervisar su acción, que no han sido resueltos. A la falta de un marco legal específico para el uso del Dron, en el que el ser humano sea el eje central, queda mucho trabajo por hacer desde el punto de vista jurídico, siempre con una pregunta en mente: ¿Cuánto estamos dispuestos a resignar en nombre de la seguridad del Estado y en definitiva de la propia seguridad?
“Los hombres, aunque han de morir, no nacieron para morir, sino para innovar”
Hannah Arendt
Cuando nos referimos al Dron, VANT (Vehículo Aéreo No Tripulado), RPAS (Remotely Piloted Aircraft System) o al UAV (Unmanned Aerial Vehicle), hablamos sencillamente de un vehículo autónomo o manejado a distancia. Hoy se lo conoce como vehículo aéreo no tripulado, pero lo cierto es que no podemos reservar esa definición solo para los objetos que se desplacen por el aire, ya que cualquier forma de transporte remota puede ser incluida en aquella definición. De hecho, en el mundo existen drones que se trasladan por mar y por tierra, denominados genéricamente robots y reservando el nombre de dron solo para aquellos que se movilizaban por aire. Al igual que el origen de internet, este tipo de tecnología tuvo sus primeros pasos en el campo militar.
Fue Nikola Tesla, reconocido como el padre de los drones, quien en noviembre de 1898 patentó un barco controlable mediante ondas, asegurando que podía ser usado para enviar provisiones o armamento en la guerra. Unos años antes, tanto en el bombardeo de Venecia (1849) como en la Guerra de Secesión estadounidense (1861-1865) se usaron globos cargados de explosivos o con dispositivos incendiarios en contra del enemigo, hechos que pudieron haber inspirado el invento de Tesla.
Ya durante la Primera Guerra Mundial (1918), se utilizó un torpedo aéreo llamado «bicho de Kettering» en honor a su creador, Charles Kettering. Se trataba de un biplano que podía volar 80 km y cargar 82 kilos de explosivos[1].
Posteriormente, se emplearon técnicas de radiocontrol que alcanzaron el éxito de la investigación en 1924. En particular, con el lanzamiento de un avión de ala fija desde el navío de guerra Stronghold que planeó durante 12 minutos en el aire. Otro ejemplo puede encontrarse en el caso de la bomba zumbadora Fieseler 103 o V1 que, en poder del ejército Nazi, impactó en el pueblo de Mile End (Londres) el 13 de junio de 1944 provocando la muerte de 8 personas.
También durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos fabricó el torpedo guiado por control remoto, el Interstate BQ-4/TDR(TDN), que llevaba una cámara de televisión impactando varias de aquellas unidades en barcos japoneses situados en el Pacífico. El uso de vehículos similares durante la Guerra Fría para grabar y tomar fotografías del territorio soviético fue implementado tras el accidente aéreo de Francias Gary en 1960, pues incentivó la implementación de programas secretos con aquella finalidad. Ya por aquel entonces puede afirmarse que el hombre ya usaba la tecnología como una herramienta de espionaje y también como un arma en sí misma.
En la Guerra de Vietnam, los drones desempeñaron tareas de reconocimiento del terreno enemigo enganchados a las alas de los Hércules. Los Firefly y los Lighting Bug eran lanzados en pleno vuelo y, una vez que culminaban con su misión, regresaban y aterrizaban mediante el uso de paracaídas. Desde la Guerra de Yom Kippur, Israel destaca por el nivel de inversión en este tipo de tecnologías. Por ejemplo, en la batalla de Bekaa, las fuerzas israelíes hicieron uso combinado de los drones para despistar las baterías antiaéreas sirias y para localizarlas y generar interferencias electrónicas[2].
La metamorfosis del dron, es decir, el paso de herramienta espía a su uso como arma, aunque es anterior, puede considerar que se completa entre la guerra de Kosovo y la de Afganistán. Desde entonces se vienen utilizando como armas remotas con operadores distanciados de sus objetivos y como principal herramienta para la lucha contra el terrorismo Yihadista, utilizándose en la muerte, sin juicio previo, de líderes de Al Qaeda en Pakistán, Yemen, Libia, y Afganistán, evitando así el despliegue de militares en terreno bélico.
A este respecto puede añadirse que, con anterioridad a los atentados del 11 de septiembre de 2001, la empresa estadounidense General Atomics había creado un nuevo tipo de aeronave telecomandada que fue probada junto a la Fuerza Aérea norteamericana. Se trata del Predator, cuya función original no era otra que iluminar los blancos para los cazabombarderos.
De las aproximadas 570 operaciones con drones de los dos mandatos de Obama y de las 50 del mandato de Bush, este país ha reconocido tan sólo 116 muertes civiles, una cifra cuestionada y criticada por organismos internacionales en lo referente a materia de derechos humanos[3].
Por otro lado, es incipiente el uso civil y profesional de drones, o sea, en áreas no militares, encontrándose reglamentada dicha utilidad. Esta herramienta ha pasado de ser un elemento auxiliar a cumplir un papel central en los escenarios bélicos y su uso encuentra justificación en la lucha contra el terrorismo como ya se ha mencionado.
Con su implementación, se ha modificado el concepto de guerra, desde el de guerra-combate al de guerra-cacería; un tipo de guerra cinegética en la que existe una distancia espacial y temporal entre víctima y victimario, ya que el operador no se encuentra en el campo de batalla.
Desde el año 2008, Estados Unidos ha incrementado el número de operaciones con drones, en Pakistán se han incrementado de 38 ataques en 2008, a 375 en 2014 y pretende incrementar su flota hasta más de 40 mil unidades de drones de distinto tipo [4].
La guerra, en cierto sentido, siempre fue asimétrica[5]. Sin embargo, gracias al uso del dron esa desigualdad se ve incrementada en función de la disímil capacidad económica de los distintos gobiernos y la inversión que cada uno destine a las carteras de seguridad y defensa[6].
Del uso del Dron en los conflictos bélicos y sus dilemas éticos
“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el arte de vivir juntos, como hermanos.”
Martin Luther King
El uso de la tecnología apunta a conferirle bienestar al hombre, motivo por el cual debe ser antropocéntrica, es decir, debe tener al hombre como paradigma de su aplicación. El hombre es quien produce la tecnología y el que decide sobre sus usos; la tecnología no decide por sí misma. La guerra también es una decisión humana, y un error en esta área significaría la pérdida de vidas humanas, razón primaria por la que los países suscriben convenciones internacionales tendentes a su protección.
El dron, por su parte, es una herramienta tecnológica que se vale del uso de múltiples tecnologías para complementarse, tales como software con Inteligencia Artificial (IA), dispositivos internos o externos de geolocalización, video-filmación, fotografías de medición, entre otros. Por supuesto, puede tener utilidades tan nobles como combatir incendios, realizar salvatajes, mediciones de terrenos, control de fronteras o fines tan devastadores como la guerra.
No existen regulaciones nacionales o internacionales respecto de su utilización como herramienta militar o como armamento automatizado, sino que, como ya explicamos, su uso se justifica en la premisa de la lucha contra el terrorismo. Tengamos en cuenta que el fin no justifica los medios, por lo que los medios siempre deben ser proporcionales, adecuados y necesarios en comparación con los fines[8].
En materia de conflictos armados existen dos horizontes por los que velar: 1) por un lado, el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, el sistema de normas internacionales destinadas a proteger los derechos inherentes a los seres humanos; 2) por el otro, el Derecho Internacional Humanitario, el conjunto de normas que aspiran a limitar los efectos de los conflictos armados protegiendo, no sólo a las personas que no participan, sino también a las que han dejado de participar en las actividades hostiles.
Ambas son fuentes complementarias de obligaciones en situaciones de conflictos[9] y, además, se refuerzan mutuamente. Las situaciones contempladas son: primero, los conflictos armados, aunque una de las potencias enfrentadas no reconozca la situación bélica y, segundo, cuando existe una ocupación, aun cuando no haya oposición militar. Ambos derechos, con raíces históricas y doctrinales diferentes, comparten el objetivo de proteger a todas las personas y se basan en el respeto irrestricto hacia la vida, la libertad, el bienestar y la dignidad humana[10].
Mientras que el Derecho Internacional de los Derechos Humanos está conformado por los tratados internacionales de diversas materias, el Derecho Internacional Humanitario está integrado por una serie de tratados tales como:
- El Reglamento de la Haya relativo a la Guerra Terrestre.
- Los cuatro Convenios de Ginebra.
- Los dos protocolos de Ginebra de agosto de 1949.
- La Convención sobre prohibición del empleo, almacenamiento, transferencia y destrucción de minas antipersonal y la del empleo de municiones en Racimo.
- La Convención sobre Prohibición de Armas Biológicas y la de Prohibición de Armas Químicas.
- La Convención sobre la no proliferación de Armas Nucleares y la que impone restricciones al empleo de armas convencionales excesivamente nocivas.
En los conflictos armados, los drones pueden usarse o bien como un elemento espía, para recolectar información del enemigo o como un arma para eliminar al enemigo. A su vez, pueden tener un uso humanitario como el de transportar medicamentos, víveres, brindar asistencia a enfermos o heridos o ser nexo entre los familiares promoviendo la comunicación entre ellos en tanto pueden servir como relé[11].
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