La editorial Península ha reeditado el libro del conocido reportero británico Tim Marshall «Prisioneros de la geografía», con un subtítulo de lo más sugerente que reza «todo lo que hay que saber de política mundial a partir de diez mapas». Se trata de un libro relativamente breve que, en una decena de capítulos, intenta desgranar las claves de la geopolítica mundial al estilo de lo que Robert Kaplan hace en «La venganza de la geografía», pero con un tono más desenfadado y de forma mucho más superficial. Hay pocas ocasiones en las que podamos decir un libro es malo. Este lo es. Dicho esto, intentaremos explicarnos de forma que se entienda el porqué de nuestra afirmación.
En primer lugar, el libro, por ambicioso, es demasiado generalista y reduce conflictos de una enorme complejidad a meras oposiciones binarias. El tono, excesivamente distendido, resulta artificioso, pues no es mordaz al estilo de Kaplan, sino simplemente vacuo. Además, el libro está lleno de pequeños e irritantes errores, que quizá sean consecuencia de una mala traducción, pero que pueblan todo el texto y que afectan a las superficies de algunos países, las preferencias de otros, la eslora de los buques, las ciudades en las que se han firmado los tratados, etc. Cualquiera que lo lea los irá descubriendo. En cualquier caso, el problema fundamental es que el libro de Marshall no es sino la muestra de un fenómeno en auge, el de la «geopolítica pop» que pretende hacer asequibles a cualquiera cosas que en realidad no lo son, lo que termina degenerando en otro fenómeno en alza: el «cuñadismo». Es la consecuencia de escribir sin basarse en un sustrato teórico sólido, sino únicamente en una idea-fuerza por lo demás obvia; que la geografía moldea las relaciones entre grupos humanos.
Por supuesto, somos conscientes de lo duros que estamos siendo con «Prisioneros de la geografía» y también de que es una buena forma, para aquellos que no tengan ninguna noción básica, de quizá adentrarse en un tema de forma asequible, tras lo cual el interés despertado les podría llevar a buscar obras con mayor sustancia. Sin embargo, este proceder es siempre un arma de doble filo, pues en muchos casos el lector no va más allá, lo que provoca que se quede con una idea equivocada -por simple- de la realidad internacional o de la influencia de la geografía en esta.
Dicho todo esto, «Prisioneros de la geografía» es un libro divertido, la explicación de fondo acerca de la importancia de la geografía como factor condicionante -que no determinante- de las relaciones internacionales se entiende bien y no hay fallos garrafales. Así, si se le perdonan los fallos y como introducción al papel de la geografía en las Relaciones Internacionales, puede ser una compra aceptable. Con todo, de tener que elegir, mucho mejor decantarse por Kaplan, que a las explicaciones añade una prosa mucho más refinada y cierto sustrato teórico, amén de una experiencia personal insustituible y que no entendemos que Marshall, con una trayectoria comparable, no haya explotado.
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