Nuestro amigo y colaborador, Federico Supervielle Bergés, oficial de la Armada Española además de escritor, ha publicado recientemente la cuarta entrega de las aventuras del «Albatros», bajo el título «El submarino del narco». Siguiendo la tónica de las tres obras anteriores, se trata de un libro fácil de leer, que engancha de principio a fin, sorprendente por su planteamiento y muy ameno. Es más, podríamos decir que es, con diferencia, el mejor de los cuatro. Veamos por qué…
En primer lugar, por más que sea subjetivo, esta vez no habla de piratas o nacionalistas, ni de drones, lanchas y AKs. Habla de submarinos. De guerra submarina, sin duda la faceta más compleja y apasionante de la guerra naval. Solo por eso ya merece comprarse. Además, el supuesto que plantea no podría ser más actual, con narcosubmarinos (no solo semisumergibles) haciendo la ruta entre Sudamérica y Europa, en este caso a través de Cabo Verde. Es más, submarinos con todas las de la ley, armados con torpedos caseros sí, pero torpedos al fin y al cabo.
Ante ellos, solo se interpone el «Albatros», un buque tipo BAM (Buque de Acción Marítima) construido por Navantia, que opera a modo de corsario al servicio de los gobiernos francés y español bajo el mando de la corporación Kormoran. Gobernado por una tripulación de lo más particular, compuesta de antiguos marinos mercantes, ex-miembros de las FAS y la Policía Nacional, así como de otros ejércitos extranjeros y varias procedencias más, a cada cual más extraña, deberá hacer frente a desafíos cada vez más complejos. Eso es, precisamente, lo más interesante del libro: la capacidad de compaginar un escenario ficticio y con pequeñas concesiones a la imaginación, con los conocimientos tanto del autor como de alguno de sus compañeros, especializado en este caso en guerra submarina. Precisamente la consulta a estos últimos es lo que garantiza que todo lo que en el libro aparece en el aspecto técnico o táctico sea verosímil y en muchos casos, perfectamente cierto, pues no difiere de lo que día a día encuentran muchos servicios de guardacostas.
Por lo demás, el libro ahonda un punto más si cabe en algunos personajes respecto a las aventuras anteriores, juega con el lector y con el apego a algunos de ellos y mantiene la tensión de forma constante. En este sentido, va in crescendo desde la primera página hasta la última, sucediéndose los desafíos, cada vez más complejos y peligrosos, que el «Albatros» y su tripulación han de afrontar. Esto último es importante, pues da pie al autor a lucirse y a plantear escenarios tácticos apasionantes en sí mismos, aunque quizá aquellos menos versados tengan problemas para seguir el hilo en algunos momentos, lo que no es problema en cualquier caso para dejar de leer la novela.
En resumen, un libro trepidante y divertido que hará las delicias de quienes hayan leído los anteriores y que a buen seguro añadirá un buen número de seguidores a la cada vez más numerosa legión de fans de Federico Supervielle. Lo único que hemos echado de menos en «El submarino del narco» , por decir algo -aunque seguro que el autor lo tiene en cuenta para futuras entregas-, es un poquito más de mala suerte. No queremos decir con esto que esperemos que el buque se hunda tras chocar con un iceberg, sino que sería interesante ver al equipo lidiar con problemas comunes en cualquier embarcación, desde una contusión a tener media tripulación fuera de combate por una gastritis.
Ahora lo que nos queda es esperar a la quinta entrega. Sin duda llegará, aunque ignoramos por el momento sobre qué puede tratar. Posibilidades se nos ocurren muchas, desde drones suicidas operador por terroristas con pequeñas bombetas capaces de dejar fuera de servicio los sistemas electrónicos del «Albatros» a buceadores de combate pertenecientes a PMCs intentando proteger un negocio de trata de blancas mientras colocan cargas explosivas en el timón del buque, dejándolo a la deriva. Lo bueno de la premisa básica de «El submarino del narco» y demás libros de la saga -la existencia de un buque como el «Albatros» actuando para una empresa privada-, es que con un poco de imaginación se puede amoldar a casi cualquier situación que nos imaginemos. Será una espera dura.
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