Desde hace siglos el Sudeste asiático ha sido una de las regiones favoritas para la práctica de la piratería. La región alberga el mayor archipiélago de nuestro planeta: Indonesia con sus más de 17.000 islas. El estrecho de Malaca separa una de esas islas, Sumatra, de la península de Malasia. Lo atraviesan 50.000 mercantes cada año y un tercio del crudo que navega por los mares. Un auténtico botín para los delincuentes.
Indonesia ostenta desde hace años el récord de ser el país más afectado por la piratería. Para ser más concretos desde 2012, año en que Somalia perdió el puesto de honor en tan triste ranking. De hecho, el Sudeste asiático es, en estos momentos, la región que más incidentes de seguridad marítima registra, por encima de todos los que se reportan en África (tanto en aguas del Índico occidental como en el golfo de Guinea). En este artículo tomaremos prestados los datos del Centro de Información sobre Piratería, establecido por la Oficina Marítima Internacional en 1992 en Kuala Lumpur (Malasia). Por lo tanto, consideraremos el Sudeste asiático la región que abarca Indonesia, Malasia, Filipinas, Tailandia y los estrechos de Malaca y Singapur. Dejaremos, pues, fuera de nuestro análisis China y Vietnam.
En casi todos los incidentes conocidos el objetivo de los piratas suele ser abordar el barco por la noche, mientras este se encuentra atracado en un muelle o fondeado en las proximidades de un puerto con el fin de robar las provisiones o los bienes personales de la tripulación. La mayor parte de los ataques ocurren en determinados puertos indonesios (Cilacap, Dumai, Galang, Muara Berau, Pulau) y filipinos (Manilas y Batangas). Los delincuentes no suelen utilizar armas de fuego sino cuchillos y machetes y, en ocasiones, van enmascarados.
En el año 2017 se reportaron 76 casos en toda la región. Es importante insistir en el verbo utilizado. Decimos que se reportaron porque se cree que muchos de esos incidentes no son comunicados a las autoridades. Los motivos para no informar de un asalto de este tipo varían, pero suelen estar relacionados con el hecho de que el capitán desee evitar publicidad negativa así como que la apertura de una investigación policial derive en retrasos a la hora de seguir la ruta prevista. Como dice el refrán, barco en varadero no gana dinero. Destaca el hecho de que la tasa de éxito de los piratas sea muy alta: en el 85% de los intentos lograron su propósito.
También en los últimos años se han producido varios secuestros que nos recuerdan el modus operandi de los piratas africanos.
El 23 de junio de 2017 el petrolero CP 41 de bandera tailandesa fue secuestrado mientras navegaba a unas 33 millas de Kuantan (Malasia). Seis piratas a bordo de una lancha rápida lograron abordar el mercante. Secuestraron a la tripulación y dañaron el sistema de comunicaciones y de navegación del barco. Llevaron el buque a un lugar desconocido donde descargaron parte de la carga de diésel, que transfirieron a otro barco. Tras robar los bienes de la tripulación, la liberaron y escaparon.
El 6 de septiembre del mismo año el petrolero, también tailandés, MGT 1 fue secuestrado a unas tres millas de la isla malaya de Pulau Yu. Varias personas lograron abordar el buque mientras navegaba y desconectaron el Sistema de Identificación Automática para evitar su localización. Las autoridades malayas despacharon dos embarcaciones y un helicóptero logró localizar el buque, el cual navegaba con otro abarloado al mismo. Los piratas ya habían logrado trasferir un millón de litros (de los 2,2 millones que portaba el barco). Ante la presencia del helicóptero, tres personas huyeron en una lancha, a la que el helicóptero no pudo perseguir debido al escaso combustible del que disponía. Un equipo militar abordó el mercante y logró detener a diez piratas, escoltando, a continuación, al buque a un puerto seguro. La investigación derivó en el arresto del cerebro de la operación, Heinrick Piterson Parera, quien fue detenido en un hotel de Johor (Malasia) en el que había reservado una habitación antes del secuestro y desde la cual estaba rastreando online el Sistema de Identificación Automática del MGT 1. Los diez piratas indonesios detenidos fueron condenados a 16 años de prisión.
Tanto el secuestro del CP41 como el del MGT 1 tienen características similares. Los dos ocurrieron por la noche y a apenas unas 70 millas de distancia. Los dos buques eran pequeños petroleros de menos de 100 metros de eslora que transportaban combustible. Y los asaltantes hablaban indonesio en ambos casos.
Este tipo de secuestros nos recuerda a las acciones de los piratas nigerianos por dos razones: los delincuentes son capaces de manejar el barco (a diferencia de sus homólogos somalíes) y el objetivo es similar: robar la carga (crudo, combustible) y traspasarla a otro buque para posteriormente venderla, por ejemplo, en el mercado negro.
En el año 2006 se puso en marcha el Acuerdo regional de cooperación para combatir la piratería y el robo armado contra barcos en Asia, conocido por sus siglas en inglés ReCAAP. Su fin era coordinar las respuestas de Malasia, Indonesia y Singapur ante el auge experimentado por la piratería en esta región. Para ello, se han venido llevando a cabo patrullas conjuntas. De hecho, en el estrecho de Malaca el número de incidentes cayó drásticamente hasta el punto de que no se registraron ataques ni en 2016 ni en 2017.
En el Sudeste asiático prácticamente tres de cada cuatro incidentes ocurren en Indonesia. Sin embargo, esta tendencia se rompió, en parte, en el año 2017, debido a un notable incremento de ataques en aguas filipinas.
Tanto piratas como militantes del grupo terrorista filipino Abu Sayaf han llevado a cabo en 2017 varios ataques cuyo objetivo es secuestrar a personas con el fin de pedir un rescate con el que financiar sus actividades. En este caso nos encontramos con un patrón de actuación más similar al de los piratas somalíes. Los incidentes se registraron en el primer trimestre del año. La respuesta de las autoridades filipinas fue rápida y desde junio de 2017 se pusieron en marcha, de nuevo, patrullas conjuntas, así como un corredor de seguridad para proteger a los mercantes y embarcaciones que atraviesan el golfo del Moro y el estrecho de Basilán, que separa la isla del mismo nombre (donde tiene su base Abu Sayyaf) y la península de Zamboanga. El resultado fue inmediato y los ataques y secuestros se redujeron drásticamente. Sí que persisten robos e incidentes de menor consideración en los puertos filipinos de Batangas y Manila.
Uno de los casos afectó a un pesquero malayo que fue atacado el 19 de enero de 2017 cerca de la isla filipina de Taganak (en las islas Tortuga). Las autoridades se personaron en el lugar y encontraron el pesquero a la deriva. Su tripulación había sido secuestrada. Justo un mes más tarde, el 19 de febrero, un carguero vietnamita de nombre Giang Hai fue atacado también en aguas filipinas por piratas que se aproximaron al mismo desde una lancha rápida.
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