Las movilizaciones de combatientes terroristas extranjeros no son un fenómeno nuevo. Yihadistas internacionales se trasladaron a zonas del Cáucaso en los noventa o lucharon con Al-Qaeda a inicios del siglo XXI. Recientemente, la última gran experiencia de oleadas de terroristas movilizados en tierras extranjeras fue protagonizada por el reclutamiento masivo de Daesh para combatir en Iraq y Siria. Ahora, desde Al-Qaeda y Daesh, se hacen nuevos llamamientos para trasladar la hégira con la que hacer la yihad hacia África. Además, nuevos actores intervienen en fomentar la movilización de yihadistas internacionales como el caso de Hurras al-Tawheed, una agrupación que pretende unir a los muyahidines de Occidente para luchar conjuntamente.
Diversas regiones del continente africano, como el Sahel Occiental o el África Orienteal, llevan años convirtiéndose en el principal epicentro de la actividad yihadista mundial. Además, en los últimos meses se han sucedido los llamamientos de las principales organizaciones yihadistas globales para movilizar a sus fieles y simpatizantes hacia África. Un modus operandi que recuerda mucho al emprendido por Daesh entre los años 2014 y 2017 para reclutar combatientes con los que engrosar sus filas y luchar por la implantación de un Califato islámico a nivel internacional.
La entrada de nuevos actores y el aumento de la implantación e impacto de las filiales de Daesh y Al-Qaeda, hace aumentar las preocupaciones sobre la seguridad regional e internacional emanada del continente africano hace presagiar los peores escenarios. ¿Derivaran estos esfuerzos del yihadismo global a una nueva oleada de combatientes terroristas extranjeros hacia África?
Precedentes de movilizaciones yihadistas
La llegada de combatientes extranjeros a conflictos armados no es un fenómeno nuevo, sino uno alargado en el tiempo. El hecho de movilizar a combatientes no nacionales del país/países donde se desarrolla la contienda bélica cuenta con numerosos ejemplos históricos. Ellos los encontramos en casos notorios como las Brigadas Internacionales. desplegadas para participar en la Guerra Civil española, o el caso del Ché Guevara, conocido por participar en las insurgencias de países latinoamericanos y africanos. También encontramos ejemplos más recientes como los miles de voluntarios internacionales, de más de 50 países, alistados en las filas de la Legión Internacional que combaten en Ucrania para hacer frente a la invasión rusa.
En la década de los ochenta y los noventa del siglo pasado se sucedieron los ejemplos de combatientes extranjeros movilizados para introducirse en las hostilidades de la 1ª Guerra de Afganistán, las guerras de Chechenia o la Guerra de Yugoslavia para hacer parte del lado Bosnio. Todos estos casos cuentan con un denominador común: su motivación islamista para incorporarse al apoyo del conflicto armado. Con unos elementos similares, en cuanto a combatientes islamistas movilizados, pero coyunturas diferenciadas, llegamos a los combatientes terroristas extranjeros actuales (Schmid y Tinner, 2015). El mayor ejemplo se da en las miles de personas que viajaron hasta Iraq y Siria para formar parte de la vanguardia yihadista protagonizada entonces por Daesh en el Oriente Próximo y Medio (Ibid., 2015).
Entonces, ¿qué diferencia a estos nuevos insurgentes denominados como combatientes terroristas extranjeros? Fundamentalmente, sus características diferenciales radican en tres factores. En primer lugar, los Foreign Terrorist Fighters –como son conocidos en la academia anglosajona– (1) se unen a un actor de un conflicto armado clasificado internacionalmente como una organización terrorista (Marrero, 2017). Asimismo, (2) los combatientes terroristas extranjeros se diferncian de la categoría clásica del fenómeno por cometer crímenes relacionados con delitos de terrorismo y (3) por la posibilidad de que puedan cometer actos de terrorismo en los países de los que proceden o los que son vecinos de su nación de origen (Ibid., 2017).
A estos factores hemos de sumarle la problemática sobre la definición de terrorismo, la dificultad de verificar la comisión de crímenes relacionados con delitos de terrorismo, así como la de llevar ante la justificia a los criminales a los que se les acusan tales delitos. Pese a los más de 20.000 yihadistas que viajaron hacia Iraq y Siria para luchar en las filas de Daesh, y a los crímenes de genocidio, de guerra, y de lesa humanidad cometidos entre los años 2014 y 2017; los casos de enjuciamiento a oficiales o miembros de la organización yihadista se cuentan con los dedos de una mano.
Todo ello nos conduce hacia un viraje necesario de la política antiterrorista. Esta premisa se traduce en el auge de la investigación –en los estudios sobre terrorismo– no sólo sobre la actividad y operatividad yihadista, sino sobre su origen: la radicalización violenta (Pérez, 2021). Esta transformación de la política antiterrorista va de la respuesta clásica basada en lo reactivo-militar, para primar esfuerzos en el ámbito preventivo desde un análisis más allá de lo estrictamente securitario. Así, toma cada vez más importancia el anticiparse a la comisión de acciones terroristas y al proceso cognitivo-conductual por el que se legitiman y se justifican las mismas (Ibid., 2021). Pese a ello el fracaso de muchas estrategias preventivas hacen del apartado securitario-militar un frente fundamental en la lucha internacional contra el terrorismo, pues son las victorias militares las que más han frenado el auge del yihadismo. Aún así, esto trae problemas derivados como el enquistamiento de la violencia o la transformación de la amenaza, pues se combate contra una ideología radical más que contra una fuerza armada.
Con todo, el presente nos hace preocuparnos porque se repitan fenómenos movilizadores pasados como los recientes éxitos reclutadores de Daesh. No obstante, en esta ocasión el viaje de yihadistas internacionales sería hacia el continente africano, y no hacia las zonas clásicas del Oriente Próximo y Medio. Así, se suceden los llamados de Al-Qaeda y Daesh para combatir en regiones africanas y nuevos actores impulsan esta aspiración como la agrupación Hurras al-Tawheed.
Hurras al-Tawheed, la plataforma que quiere unir a los yihadistas de Occidente
En febrero de 2022, una nueva revista yihadista con contenido propagandístico salió al mercado: Mujahideen in the West –Combatientes en el Occidente–. Los promotores de esta nueva publicación sería el grupo Hurras al-Tawheed, cuyo objetivo es la unificación de los simpatizantes de Daesh y Al-Qaeda, superando las diferencias internas para actuar conjuntamente (Hamming, 2022). Asimismo, con esta unión pretenden fomentar el llamamiento a la movilización de yihadistas de Occidente para cometer martirio contra “los infieles” y emprender una especie de “contracruzada” protagonizada por los fieles musulmanes dispuestos a dar su vida por su visión extremista del islam (Ibid., 2022). La agrupación Hurras al-Tawheed vendría funcionando desde antes del lanzamiento de la revista, pero no sería hasta febrero de este año que decidieron dar el salto a lo público-digital para impulsar el martirio entre simpatizantes a su causa.
La estructura de Hurras al-Tawheed se estructura sobre tres departamentos. En primer lugar Al-Hijra es la rama dedicada a guiar a los radicales movilizados y a que establezcan puntos de encuentros con los simpatizantes asentados en su destino (Hamming, 2022). Asimismo, Al-Jihad es el brazo de la organización en preparar a los potenciales mártires para la comisión de atentados, obtención de recursos y coordinación sobre los posibles objetivos (Ibid., 2022). Por último, en el apartado mediático es donde se encontraría Mujahideen in the West y es el organismo más importante de la organización. A través de él manejan la publicación de la revista y los mensajes con los que movilizar a simpatizantes de su causa y convencerlos en la unión de filiaciones yihadistas bajo una causa común (Ibid., 2022). Todas estas informaciones las conocemos en abierto gracias a la entrevista realizada por el miembro del portal de análisis de jihadica, Tore Hamming, al portavoz del grupo mediático yihadista, en mayo de 2022. Los terroristas ya no se esconden, quieren voz e influencia en el escenario internacional.
Pese al revestimiento épico-mediaval de las causas y obras que pretende difundir la propaganda del yihadismo, el objetivo de los terroristas de ayer y de hoy sigue siendo el mismo: establecer regímenes teocráticos de privilegio de unos pocos en los que campar a sus anchas sin contrapoderes, sin libertades y sin poder popular. Todo ello, bajo una supuesta argumentación de legítima interpretación coránica que es la más burda de traducciones de los preceptos morales y sociales de dictamina la ley islámica.
Lo bueno y lo malo de la evolución de la propaganda yihadista, es que cada vez es más fácil obtener comunicados y publicaciones propagandísticas de las organizaciones terroristas. Por un lado, ello facilita la obtención de información a los analistas relacionados y a la difusión de divulgaciones que interpreten y desgranen los mensajes yihadistas. Por otro, consigue el objetivo informativo, de fines propagandísticos, de las organizaciones terroristas al introducir sus mensajes en la agenda de comunicación y análisis. Asimismo, y lo más preocupante, es que este hecho hace más sencillo que jóvenes accedan a material radical y extremista sin tener que sumergirse en las profundidades de la deep web. Un consumo de propaganda que está demostrado que está detrás de los fenómenos de radicalización que derivan en la acción terrorista (Vergani, et al., 2020).
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