Jund Al Khilafa

La facción de Dáesh en Túnez

El 18 de mayo de 2015 se produjo el atentado en el Museo del Bardo en la capital de Túnez que concluyó con la muerte de veintiún turistas y un policía tunecino. Foto - Agencias.

Parafraseando a Fray Luís de León, “Decíamos ayer…” o para ser más concretos, se decía en el número anterior, que Al Qaeda estaba presente Túnez mediante un grupo leal, la Brigada Okba Ibn Nafaa. Esta organización tomó su nombre de un general musulmán que contribuyó a extender los dominios del Islam por el Magreb. Fue precisamente la Brigada Okba Ibn Nafaa, el germen de la que sería una nueva formación yihadista alineada con su rival: Jund al-Khilafah (“Soldados del Califato”).

En 2014, año que fue testigo de la eclosión de Daesh y su proyección a nivel mundial con la proclamación del “califato”, se produjeron numerosos juramentos de lealtad al “califa” Abu Baker Al Baghdadi por parte de varios grupos yihadistas asentados en distintos países. Tal fue el caso de Jund al-Khilafah que se adhirió formalmente a Daesh el día 08 de diciembre de ese año. Antes de finalizar ese mes, la propaganda del “califato” difundió la imagen de dos yihadistas tunecinos portando el estandarte empleado por Daesh que llamaban a sus compatriotas a mostrar su lealtad a Al Baghdadi y a emprender la yihad en Túnez.

Poco después, a mediados de diciembre de 2014, Daesh difundió un video protagonizado por el yihadista tunecino Abubaker el-Hakim conocido como Abu Muqatil al-Tunisi en el que afirmaba: ““Sí, tiranos, nosotros somos los que matamos a Chokri Belaid y Mohamed Brahmi”.

Chokri Belaid era una de las figuras más importantes de Nidaa Tounes, un partido político nacionalista y de orientación secular legalizado en 2012 aunque surgió después de los comicios del año anterior tras la caída de Ben Alí . Chokri Belaid fue tiroteado a la salida de su domicilio el 6 de febrero de 2013.

Mohamed Brahmi, diputado y antiguo líder de la formación política de izquierdas Movimiento del Pueblo, corrió la misma suerte que Belaid y el 25 de julio de 2013. Murió a consecuencia de los numerosos impactos de bala disparados por un individuo a bordo de una motocicleta conducida por un segundo atacante.

Abu al-Muqatil instaba a los ciudadanos del país a no olvidar a sus “hermanos y hermanas” recluidos en prisiones de Túnez y hacia proclamas a favor del empleo de la violencia. El yihadista también instaba al pueblo de Túnez a pronunciar el bayat, juramento de lealtad, a Abu Baker al-Baghdadi y a izar el estandarte del tawhid, la unicidad de Alá, frente a las “banderas de Charles de Gaulle y Napoleón”, en referencia a las relaciones mantenidas entre Túnez y Francia.

Un individuo natural de Túnez, Abu Aisha al-Tunisi, también tuvo una destacada relación con Daesh. Abu Aisha al-Tunisi, según la inteligencia argelina, mantenía un canal de comunicación directo con Taha Subhi Falaha, más conocido por su kunya (seudónimo) Abu Mohammad al-Adnani, portavoz y cuadro de alto nivel de Daesh hasta su eliminación en agosto de 2016. La relación de ambos individuos se basaba fundamentalmente en tratar temas referentes a la salida de tunecinos de su país de origen para integrarse en las filas de los yihadistas de Al- Baghdadi.

El 07 de abril de 2015, otro yihadista tunecino, Abu Yahya al-Tunisi, hizo un llamamiento a sus conciudadanos para que “emigrasen” a Libia con la finalidad de recibir adiestramiento para posteriormente regresar a Túnez y extender las fronteras del “califato”. Abu Yahya al-Tunisi se encontraba encuadrado en la wilayah (provincia) de Tarabulus (Trípoli), uno de los tres territorios de Libia que Daesh llegó a tener, en mayor o menor medida, bajo su control, en unión de Barqah (Cirenaica) y Al Fizan (al sudoeste del país).

Dos días después de la publicación de este mensaje, vio la luz la productora mediática Ajnad al-Khilafah bi-Ifriqiya (Soldados del Califato en África). Pese a no tener el reconocimiento “oficial” de Daesh, sí que reclamó el primer atentado en nombre del “califato”: un ataque producido el 08 de abril de 2015 en en Jebel al-Meghila, en las cercanías la ciudad de Sbeitla que le costó la vida a cuatro militares, causando además heridas a otra docena de soldados.

Esta misma productora reivindicó otro atentado más, que tuvo lugar el 22 de abril en Jebel Salloum, al sureste de la ciudad de Kasserine que también tenía como objetivo a las fuerzas armadas de Túnez. En aquella ocasión, en la refriega fue abatido un yihadista de nacionalidad argelina, muestra de la movilidad geográfica de los individuos que integran este tipo de organizaciones.

La propagada de Jund al-Khilafah difundió el 15 de mayo de 2015 un audio dirigido a sus seguidores y simpatizantes en el que de forma un tanto críptica afirmaban que pronto tendrían lugar acontecimientos que “te alegrarán y alegrarán a los musulmanes en general”.

Pocos días después, el 18 de mayo, se produjo el atentado en el Museo del Bardo en la capital de Túnez. Esa jornada yihadistas fuertemente armados asesinaron a veintiún turistas de varias nacionalidades y a un policía tunecino antes de ser eliminados. La autoría del mortífero ataque fue atribuida a la filial de Al Qaeda en el país, la Brigada Okba Ibn Nafaa aunque la propaganda del “califato” se apresuró en reclamar el atentado como propio.

Tras la emisión de varios mensajes, en una grabación de audio de cinco minutos de duración difundida el 30 de mayo de 2015, un individuo no identificado expresándose en árabe se dirigía al conjunto de los ciudadanos de Túnez. A estos últimos, les advertía que la acción terrorista del Museo del Bardo era solo el inicio y prometía nuevos ataques: “Te damos la buena noticia de somos soldados del Estado Islámico en tu tierra, Jund al-Khilafah, soldados del Califa Abu Baker, que Alá le proteja”

Al mes siguiente, en abril de 2015, el número 8 de Dabiq, el magazine de Daesh, dedicaba varias de sus páginas al atentado en cuestión. La portada de la publicación contenía el lema “Solo la sharia gobernará África” y reproducía el alminar de la mezquita de la ciudad santa de Qairuán, el mayor centro de peregrinación del norte de África. Curiosamente, tal y como se apuntaba en el número anterior, la facción tunecina de Al Qaeda, la Brigada Okba Ibn Nafaa, también emplea como emblema el minarete del templo que también es conocido como la mezquita de Okba. Según se recoge en Dabiq, los autores del atentado, Abū Zakariyyā at-Tūnusī y Abū Anas at-Tūnusī, fueron enviados a “su misión” tras haber recibido entrenamiento en Libia con “sus hermanos” y haber jurado lealtad a Al Baghdadi.

La publicación también recogía una extensa entrevista a Abu Muqatil al-Tunisi (Abubaker el-Hakim) en la que, entre otras cosas, se congratulaba del atentado del Museo del Bardo y decía a aquellos que son considerados “islamistas” (sic), en alusión a militantes y seguidores de formaciones políticas de inspiración islamista de las que Ennahda (Partido del Renacimiento) es el mayor exponente: “despierta, teme a Alá y regresa a tu religión”.

El mes de junio de 2015 fue especialmente sangriento en Túnez debido a una acción de gran envergadura efectuada por la facción de Daesh en el país: el atentado cometido el día 26 en Port El-Kantaoui cerca de la ciudad de Souse. A lo largo de esa jornada, un solo individuo armado con un fusil de asalto Kalashnikov abrió fuego contra los turistas que se encontraban en la playa. Posteriormente entró en el hotel Imperial Marhaba donde continuó disparando indiscriminadamente hasta que fue abatido. El balance final fue de 39 personas asesinadas, todas ellas turistas.

Menos de un año después tuvo lugar la acción más importante hasta la fecha que los seguidores de Daesh perpetraron en Túnez. Entre los días 7 y 9 de marzo de 2016 la localidad de Ben Guerdane fue testigo de un violento asalto protagonizado por un importante contingente de yihadistas provenientes del cercano territorio libio a bordo de vehículos todo- terreno. Portando fusiles de asalto y lanzagranadas desplegaron su fuerza letal contra instalaciones militares y de cuerpos de seguridad. Aunque los terroristas no consiguieron su objetivo, el control efectivo de una porción territorial, los enfrentamientos causaron varias decenas de víctimas mortales y de heridos.

Tras esa fecha la actividad de Daesh en el país experimentó un descenso. Esta tendencia parece ser una muestra de que las operaciones contra terroristas desplegadas por las fuerzas armadas y las de seguridad están dando buenos resultados. Tal vez estos no tengan la entidad suficiente para la eliminación de la amenaza del terrorismo yihadista, del que como se recogía en el número anterior la filial del “califato” no es el único exponente, pero sí para su contención efectiva.

Pese a ello, sería aventurado dar por desactivo a Jund al-Khilafah ya que según recoge Aaron Y. Zelin, investigador del Washington Institute for Near East Policy y uno de los grandes conocedores de la compleja fenomenología del yihadismo, tras la acción frustrada de Ben Guerdane y hasta noviembre de 2018, la filial de Daesh en Túnez ha reivindicado un total de once atentados de distinta intensidad.

A pesar de sufrir los embates del yihadismo a través de las “franquicias” locales de organizaciones terroristas de ámbito internacional, hasta la fecha, lo más destacado de Túnez es que ha sido un país netamente “exportador” de yihadistas. Pese a la poca concreción de las cifras, que se mueven en una horquilla de entre 3.000 y 6.000 ciudadanos de ese país que abandonaron sus hogares para vivir el delirio del “califato”, si se tiene en cuenta que el total de la población se sitúa en torno a once millones y medio de habitantes, el ratio es cuanto menos considerable.

Es más que probable que muchos de estos ciudadanos no regresen jamás a sus lugares de origen y que otros lo harán en precarias condiciones tanto físicas como mentales. Pese a ello, no es menos cierto que tras la pérdida territorial de Daesh estos individuos pueden retornar a Túnez constituyendo un potencial foco de desestabilización. Grupos yihadistas como Jund al-Khilafah son susceptibles de convertirse en un posible foco de atracción para estos “retornados” que busquen continuar con su actividad. A todo ello hay que sumarle que la cercana Libia está lejos de ser estabilizada y que el pasado ya ha habido ejemplos de flujo de “ida y vuelta” de yihadistas tunecinos en dirección a ese país.

Esta circunstancia plantea un panorama preocupante ya que, aunque sea bordear el terreno de los obvio, el problema securitario de Túnez, sin restarle un ápice de importancia, no reside en exclusiva en la filial de Daesh. El riesgo mayor, y por tanto el objetivo a alcanzar, reside en el yihadismo en sí. Esta ideología ya gozaba de implantación en el país mucho antes de que el “califato” emergiese e intentase aumentar su expansión instalándose en el interior de las fronteras del país norteafricano y no parece probable que desaparezca a la par del ya inexistente control territorial de Daesh, pese a que la acción gubernamental está dando buenos resultados.

Por ello, no conviene olvidar los que le dijo uno de sus lugartenientes a Aníbal de Cartago, territorio de la actual Túnez. Tras la victoria sobre los romanos en las llanuras de Cannas durante la Segunda Guerra Púnica, Maharbal se dirigió a su líder en estos términos: “Sabes vencer, Aníbal, pero no sabes aprovechar la victoria”.

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