La nueva Estrategia Nacional de los Estados Unidos para el Ártico

Washington vuelve a mirar al Norte

La Administración Biden ha publicado recientemente –y con algo de retraso—la última Estrategia de Seguridad Nacional, acompañada también de la nueva Estrategia Nacional de los Estados Unidos para el Ártico. Aunque su publicación pueda parecer insignificante a primera vista, dado que el foco se encuentra actualmente en el conflicto de Ucrania, lo cierto es que el Ártico está destinado a seguir ganando protagonismo en las estrategias de seguridad nacional de no pocos países durante las próximas décadas. La evolución del clima, los abundantes recursos y la presencia y actividades de los países con costa (o no) en él, apuntan hacia un crecimiento claro de su importancia.

La nueva Estrategia Nacional de los Estados Unidos para el Ártico se publica, además, en un momento delicado y muy particular para la región. Rusia, deshabilitada del Consejo Ártico a comienzos de 2022 como consecuencia de la invasión de Ucrania, continúa construyendo buques rompehielos mucho más capaces que los del resto y aumentando su presencia militar en la región mediante la modernización de viejas infraestructuras de la época soviética. China, por su parte, da visos de querer fortalecer su postura como “estado cercano al Ártico”, y se sigue asomando cada vez más a una región que promete grandes beneficios comerciales derivados del derretimiento del hielo. Por último, los países nórdicos, incluidos Finlandia y Noruega (que pasarán dentro de poco a ser miembros de la OTAN), continúan invirtiendo en la defensa de sus territorios frente a la expansión rusa ya mencionada.

Por ello, conviene analizar, en primer lugar, el contexto y el contenido de la nueva estrategia americana, que ha llevado a muchos a afirmar que el “excepcionalismo” característico de esta región ha llegado a su fin; o lo hará dentro de poco. También, las consecuencias más significativas que el aumento de actividad de numerosos actores pueda traer para la estabilidad de la región. En definitiva, se pondrá de manifiesto que las características de la actividad actual que presentan los países árticos y las consecuencias del cambio climático hacen que, efectivamente, el dicho excepcionalismo esté destinado a desaparecer.

Imagen digital del futuro rompehielos de la clase Líder. Fuente – Naval News.

Cambio Climático, Rusia y China

Las razones detrás de esta evolución progresiva que ha experimentado la región, si bien algo más complicadas de lo que pueda resultar a primera vista, derivan de dos características particulares; ambas relacionadas con el cambio climático. En primer término, durante las próximas dos décadas, tal y como ya viene dándose desde hace unos años, el calentamiento global seguirá aumentando el deshielo masivo del Ártico. Este deshielo abre dos vías de explotación en la región: la de los recursos naturales que muchos estudios han indicado abundan bajo el lecho marino, y la de las rutas comerciales que se abrirán en un futuro no muy lejano.

Los primeros requieren del deshielo y el desarrollo de la tecnología necesaria para poder ser extraídos, y aunque pueden tardar más tiempo en volverse accesibles, las distintas reclamaciones de territorio para para explotar por parte de los distintos estados se hallan en disputa desde hace muchos años. Las rutas comerciales, por otro lado, se convertirán en una realidad antes, dado que la Ruta del Mar del Norte (que cruza desde el Pacífico hasta el Atlántico a lo largo de la costa rusa y Noruega) ya cuenta con zonas libres de hielo. Junto a esta, la Ruta del Noroeste (que discurre por la costa canadiense y groenlandesa), y la hipotética Ruta Trans Polar que podría existir una vez desaparezca el hielo del Polo casi al completo, dan un potencial comercial al Ártico muy significativo de cara al futuro.

En segundo lugar, a este contexto se une el creciente aumento de actividad y presencia militar por parte de Rusia, que considera el Ártico como una región casi propia, y se muestra determinada a explotar los dos aspectos que acabamos de mencionar. Durante las últimas dos décadas, e incluso antes, Moscú ha extendido su actividad en la región sin interferencia alguna por parte de los demás estados, además de haber colaborado con otras naciones árticas en materia de cambio climático y mantenimiento de la estabilidad regional. Han renovado los aeródromos, habilitado estaciones de radar e incrementado su conciencia operacional en la región, con la ayuda de dos sistemas de radar en la Isla de Wrangel y el Cabo Schmidt que actúan como una cúpula protectora.[1]

En la región central de la costa rusa, han dotado las islas de Kotelny y Nueva Zembla con los sistemas de defensa antibuque Bastion-P y antiaérea Pantsir-S1, que constituyen un sistema defensivo en varios niveles para proteger sus costas y denegar el acceso a su entorno más inmediato. En definitiva, una postura que prioriza los sistemas de detección temprana y con la que se han abierto unas 50 bases de la época soviética.[2] Todas estas inversiones y modernizaciones se reflejan muy bien en la nueva doctrina marítima recientemente publicada por Moscú, en la que queda patente la importancia que el Ártico tiene para sus intereses, y que busca también renovar los activos de su Flota del Norte.[3]

En 2018, el comandante de la US Coast Guard, Karl Schultz, apuntaba que “presencia es sinónimo de influencia. Si no estamos presentes, nuestros competidores lo harán”.[4] Esto es precisamente lo que ocurre en esta región, y otro de los aspectos claves para garantizar una alta capacidad operativa en una región tan peculiar son los rompehielos. Cualquier nación que aspire a estar presente regularmente debe contar con una flota de rompehielos que se lo permita. Rusia es a día de hoy el claro dominante en la región en estos términos. Con 46 unidades –siete de las cuales son además nucleares– de mayor capacidad tecnológica y varias unidades adicionales en construcción, ningún otro país se asoma a esas cifras. Su clase más importante, la Arktika, ya cuenta con tres unidades operativas. 

La tercera y más reciente unidad en entrar en servicio ha sido el Ural, a finales de noviembre de 2022; y a la vez que su unidad gemela, el Yakutia, era botada al mar.[5] Ésta última está previsto entre en servicio dentro de dos años, y algo más tarde, a clase Líder está previsto que incorpore buques aún mayores.[6] De esta forma, en un momento tan delicado en cuanto a seguridad energética como el actual, una flota de rompehielos de estas características permite a Moscú aspirar a controlar la actividad comercial y abrirse camino en la pugna por extraer los recursos naturales que la región esconde.

En tercer lugar, China sigue aumentando su presencia y peso estratégico en la región a grandes pasos. Cada año, más buques son desplegados en la región, demostrando la resolución de Pekín por convertirse en un actor clave en la región. El Xue Long, su rompehielos más grande, navegó la Ruta del Mar del Norte por primera vez en 2012. Además, con dos rompehielos desplegados en la región, y dos rompehielos pesados actualmente en construcción, la posibilidad de que construyan buques nucleares para operar en la región durante los próximos años es más que plausible. No obstante, sus intereses en la región son de naturaleza predominantemente económica y comercial, al menos por el momento. El profesor Marc Lanteigne subrayaba en una entrevista hace un año, los esfuerzos del gigante asiático “indican que China todavía ve el Ártico como prioritario para su política, y desea continuar desarrollando su Ruta de la Seda Polar pese a los numerosos inconvenientes en la región.”[7] Por lo tanto, el desarrollo de capacidades árticas de China ha de ser cuidadosamente observado por Estados Unidos, al igual que los lazos entre este país y la propia Rusia. No en vano, son muchos los aspectos en los que están colaborando, siendo todas ellas elementos que forman parte intrínseca de la era de competición entre grandes potencias en la que estamos entrando. Se podría citar, por ejemplo, la construcción de una estación de investigación lunar denominada International Lunar Research Station[8]  o los recientes acuerdos para estrechar la colaboración energética entre ambas potencias. Así pues, los Estados Unidos deberán estar al tanto no solo de cada uno de estos países por separado, sino también de las posibles sinergias que se produzcan.

Pese a ello, durante mucho tiempo los Estados Unidos y la OTAN, ocupados con sus tareas en otras regiones, minimizaron su presencia en la región, cuyo mayor abanderado ha sido siempre Noruega. Esta situación, no obstante, ha llegado a su fin. El conflicto de Ucrania, el retorno a la competición entre grandes potencias (marcado por la fuerte polarización entre ellas), y los fenómenos climáticos ya mencionados van a cambiar este paradigma.

Ruta del Mar del Norte. Fuente – CSIS.

La Estrategia Nacional de los Estados Unidos para el Ártico

La nueva Estrategia Nacional de los Estados Unidos para el Ártico[9], que como decimos llevaba casi diez años sin actualizarse, pone de manifiesto el cambio de mentalidad del gobierno estadounidense. Mientras que la de 2013 apenas hacía referencia a las tensiones geopolíticas y se centraba en la cooperación y la prevención frente al cambio climático, la nueva edición subraya claramente el cambio drástico que se ha dado en el entorno estratégico, y la necesidad de intervención para preservar la estabilidad. De esta manera, se pretende establecer “una agenda afirmativa de USA para el Ártico durante los próximos diez años”, así como “una imagen de cómo el gobierno responderá a los desafíos emergentes y las oportunidades en la región.”[10]

El documento pone de manifiesto el ya mencionado desafío que supone el cambio climático y el deshielo de los polos. Si bien destacan que un Ártico más accesible creará nuevas oportunidades económicas, se enfatiza cómo “su creciente importancia estratégica ha intensificado la disputa por moldear su futuro a medida que los países persiguen nuevos intereses económicos y se preparan para un aumento de su actividad.”[11] De entre esos países en persecución de fortalecer sus intereses económicos, la estrategia señala de forma inconfundible a Rusia y a China –y a todas sus iniciativas en la región— como principales amenazas al statu quo actual. China, con sus deseos de “aumentar su influencia en el Ártico a través de un abanico ampliado de actividades económicas, diplomáticas, científicas y militares” y sus primeras navegaciones en la región, supone un nuevo reto para Estados Unidos cuya magnitud irá en aumento.

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