
La nueva ofensiva liderada por el M23 ha ganado terreno de forma casi imparable en el este de la República Democrática del Congo y ha puesto en jaque al Gobierno de Kinshasa. Lo que diferencia este ataque de otros es que desde el liderazgo del grupo rebelde M23 aseguran que su objetivo no es ni local ni regional, sino nacional y que buscan hacerse con el poder en Kinshasa. Aún está por ver si esto se traduce en hechos sobre el terreno. Hasta el momento, la alianza de grupos rebeldes liderada por el M23 cuenta con el apoyo de países vecinos, sobre todo, Ruanda y también Uganda, con grandes intereses en la riqueza del este congoleño. Aunque ambos lo niegan oficialmente. El Gobierno congoleño también cuenta con apoyos regionales, sobre todo, del vecino Burundi, aunque su desempeño en el campo de batalla no está siendo, hasta el día de hoy (mediados de marzo), tan eficaz como el de sus adversarios. Así las cosas, con la posibilidad de alcanzar un alto el fuego, aunque pueda resultar difícil de mantener, parece reducirse la posibilidad de escalada hacia un conflicto regional, a pesar de la implicación de varios países. Un escenario de enfrentamiento que no es descartable, aunque no parece ser la tendencia principal a día de hoy.
Una nueva ofensiva del Movimiento M23
Cuarta semana de enero de este 2025. La confluencia en los últimos meses de una suma de factores determina la apertura de una ventana de oportunidad para una nueva, y fulminante, ofensiva de la alianza rebelde liderada por el grupo congoleño M23 (Alianza Río Congo (AFC)-Movimiento del 23 de Marzo (M23)). Entre ellos están: la firma de un acuerdo de cooperación entre la Unión Europea y la vecina Ruanda (gran apoyo de esta milicia) en 2024, la reciente vulnerabilidad geopolítica mostrada por la UE, el fracaso de los procesos negociadores de Luanda (Angola) entre el Gobierno congoleño y Ruanda, y de Nairobi (Kenia) con las milicias del país africano el pasado diciembre y, por último, la llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos.
Para el 27 de enero, Goma, capital de Kivu Norte y la ciudad más grande del este congoleño, había caído en manos rebeldes. Después lo haría la estratégica Bukavu, capital de Kivu Sur y la segunda mayor urbe de la zona, para el 16 de febrero. Un rápido avance, sin precedentes en los últimos tiempos, que, en marzo, prosigue[1], tanto hacia el norte como hacia el sur, hacia Uvira.

Hasta el momento, marzo, en Kivu Norte, los rebeldes no han conseguido tomar la localidad de Lubero, aunque se acercan al estratégicamente situado centro urbano de Pinga y a Butembo, cerca de la frontera con Uganda. Lo que sí han capturado es Masisi, ampliando el riesgo de extender el conflicto hacia el oeste, al interior del país[2].
Mientras, en Kivu Sur, el 21 de febrero, la milicia Twirwaneho (dentro del grupo liderado por el M23) ha capturado el pueblo de Minembwe, aunque aún persisten fuertes combates con las fuerzas armadas congoleñas en el área. Entre tanto, a pesar de que las fuerzas y aliados del M23 aún están a cierta distancia de Uvira, en la ciudad se ha desatado el caos y ha habido escaramuzas por parte de las fuerzas armadas congoleñas y su milicia aliada, los Wazalendo[3].
Pero, ¿quién es el M23, que lidera la presente ofensiva? La actual conquista de territorio y la escalada del conflicto suponen un salto cualitativo para una milicia prácticamente muerta hace 10 años, que revivió en 2021/2022 y cuyo ascenso ha sido constante desde ese instante a lo largo de 2022, 2023, 2024 y, ahora, 2025.

El M23 es la más importante, mejor armada y entrenada milicia entre el más de un centenar de grupos armados que compiten por el control del rico este congoleño[4].
Y ¿qué busca el M23 con esta reciente ofensiva? Se dibujan una serie de objetivos entre los que destaca el control de los vastos recursos minerales del este de la República Democrática del Congo, pero también se trata de una lucha de poder, de problemas internos con la autoridad y la posesión de las tierras entre comunidades y de un conflicto étnico que se remonta al genocidio en Ruanda en aquellos terribles 100 días de 1994. Cuestiones a analizar someramente en los próximos dos apartados de este documento.

El este de la República Democrática del Congo
Con la toma de Goma y luego de Bukavu, la alianza comandada por el M23 se hace con el control efectivo de la mitad occidental del lago Kivu.
Esto implica también la expansión de unas líneas de suministro, además ininterrumpidas, entre Kivu Norte, Kivu Sur, con sus grandes riquezas minerales (como oro, coltán, casiterita y tungsteno, minerales críticos para dispositivos electrónicos como móviles y ordenadores), y la vecina Ruanda. Con el enorme beneficio económico que ello conlleva.

Antes de la reciente ofensiva, según datos de Naciones Unidas de diciembre de 2024, el M23 había generado cerca de 800.000 dólares al mes en impuestos por la explotación y comercio del coltán procedente únicamente de la mina de Rubaya, uno de los grandes depósitos de este preciado mineral en la región, entre los meses de abril (cuando se hicieron con su control) y diciembre pasado. Ahora, con dos importantes centros logísticos y comerciales de la zona, como Goma y Bukavu, los rebeldes podrán gravar las actividades mineras y las exportaciones (como han hecho ya en Kivu Norte). Ambas urbes son puntos esenciales de procesamiento y tránsito, tanto legal como ilícito, de minerales de oro, estaño en bruto y tantalio y de exportaciones de tungsteno procedentes de zonas cercanas[5].
Y, más allá, las últimas conquistas del M23 permiten al grupo dominar los recursos hídricos de la cuenca del lago Kivu y del río Rusizi y los puertos en sus orillas, con lo que podrá gravar la economía pesquera local y controlar el paso de mercancías y personas. Pero es que, además, Ruanda ya extrae metano del lago Kivu, que genera casi un tercio de su producción nacional de electricidad, y realiza operaciones de exploración de petróleo y gas cerca de este lago. Burundi, República Democrática del Congo y Ruanda comparten varias presas hidroeléctricas en el río Rusizi, que se encuentran a lo largo del territorio controlado por el M23[6].
De este modo, entramos en los intereses interconectados de los países limítrofes en esta conflictiva región congoleña. Los recursos naturales, su explotación y su comercio juegan un importante papel en las dinámicas de conflicto en el corazón del continente africano y en la implicación de los países vecinos en el territorio de la República Democrática del Congo, cada uno con su propia agenda. Aparte de lo mencionado unas líneas más arriba, por ejemplo, Ruanda tiene grandes intereses. Entre ellos destaca la correlación existente entre el retorno a la acción del M23 y el drástico incremento de las exportaciones minerales ruandesas, según las estadísticas oficiales.
Algo similar ocurre con las exportaciones ruandesas de oro, que se han multiplicado en los últimos años (hasta ser el producto de mayor importancia en su cartera de exportación, con un valor de 1.000 millones de dólares) y cuya procedencia mayoritaria es su vecino congoleño. Ruanda no es un gran productor de oro, aunque el vínculo con el M23 no está tan claro como en el caso de otros recursos[7], ya que aún no han alcanzado las grandes zonas de minería de oro.
No obstante, conviene resaltar que, en los últimos 30 años, el interés de Ruanda en ejercer influencia sobre la RDC ha sido constante y se debe no sólo a una cuestión de beneficio económico sino también a una mezcla de motivos políticos, de mayor influencia en la región y de seguridad, frecuentemente adornados con narrativas identitarias[8].
A pesar de que numerosas fuentes, incluida la ONU, sostienen que el M23 es lo que es hoy en día gracias al entrenamiento y al equipamiento militar avanzado de Ruanda y que en torno a 7.000 y 12.000 soldados ruandeses[9] avanzan en territorio congoleño con en torno a 6.000 rebeldes del M23 en la ofensiva actual[10], Kigali no lo reconoce oficialmente y también hay que resaltar que el grupo rebelde prosigue sus propios intereses y objetivos. Lo que sí hace Ruanda es acusar a su vecino congoleño de colaboración entre sus fuerzas de seguridad y la milicia hutu, formada en el año 2000 con elementos involucrados en la masacre de tutsis en Ruanda en 1994 y que huyeron a través de la frontera. De ahí la justificación de la necesidad del M23, milicia que defiende los intereses y reivindicaciones de la población local tutsi de origen ruandés en la RDC y que brinda seguridad a esta comunidad y, por extensión, a Ruanda.
Se da la coincidencia de que antes del retorno a la acción del M23, en 2021, se había producido un acercamiento entre RDC y Uganda con un proyecto de seguridad e infraestructuras, al mismo tiempo que Kinshasa dejaba en suspenso sus promesas de aumento del comercio de oro con Ruanda y su colaboración militar.
A este respecto, conviene hacer referencia a que, hasta el auge del comercio de oro en Ruanda, era su vecina del norte, Uganda, sin ser una gran productora, la mayor exportadora (ilegal) del oro congoleño, su mayor activo hasta el día de hoy. Ahora, junto a Kigali[11].
Esta conjunción de intereses acerca a ambos países que, al parecer, colaboran en la presente ofensiva del M23, que, por el norte, está cerca de la frontera ugandesa. Además, Kampala ha enviado 1.000 tropas adicionales (a las entre 5.000 y 6.000 que tiene en RDC) a la provincia de Ituri en su lucha contra el grupo ADF (Fuerzas Aliadas Democráticas), que ataca también territorio ugandés y que tiene vínculos con el yihadismo local (Estado islámico de la Provincia de África Central)[12]. Según la ONU, este grupo ha llegado a un pacto de no agresión con el M23 en virtud del cual este último puede operar en su territorio. Alianzas como ésta entre grupos armados fortalecen un frente de oposición al Gobierno congoleño (algunos con países vecinos detrás, como Ruanda y Uganda).
Burundi también está involucrado en el comercio del oro procedente de RDC y, como Uganda, con presencia militar en territorio congoleño. Al menos, hasta la ofensiva del M23 que ha llevado a los rebeldes muy cerca de su frontera y a tomar la decisión de retirar a sus soldados de territorio congoleño, donde luchaban junto a sus fuerzas armadas contra la milicia, de 10.000 tropas en marzo quedan entre 2.000 y 3.000. La competición entre Ruanda y Burundi es existencial, ya que Bujumbura (cuyo gobierno es mayoritariamente hutu) ha colaborado con la milicia hutu congoleña FDLR, acusada de participar en el genocidio de tutsis en Ruanda en el 94, y sospecha que Kigali maniobra apoyando a la oposición para hacer caer al ejecutivo burundés[13].
Como se apuntaba más arriba en este texto, reducir los enfrentamientos congoleños únicamente a los beneficios económicos es quedarse muy corto. En realidad, estos vienen después, ya que el origen de los mismos se encuentra en los agravios entre etnias y comunidades, en problemas por la propiedad de las tierras comunitarias y en la corrupción e ineficacia de un Gobierno congoleño incapaz de imponer su autoridad y controlar la violencia en su atribulado, y rico, territorio del Este.
A partir de esta realidad, parte de los grupos poblacionales de la zona se organizan en milicias para su defensa y la de sus intereses como etnia o comunidad y es entonces cuando se vuelven hacia los recursos naturales en los territorios que controlan como medio de financiación de sus actividades. A mayor territorio controlado, más mano de obra disponible y mayores recursos a explotar, en una espiral de violencia que lleva décadas desarrollándose, que parece no tener fin y que la presencia de tropas de países aliados de la Comunidad para el Desarrollo de África del Sur (SADC) como Sudáfrica, Malawi o Tanzania, aparte de los cascos azules de la MONUSCO (en torno a 11.000) no han podido atajar.
A título ilustrativo, en estos mapas de “los Kivus” se reflejan los diferentes grupos armados en la zona a octubre de 2020:
Pero también esto lleva a que colaboren con los países vecinos en el comercio ilegal de minerales y otros bienes y a que se saquen grandes beneficios de unos recursos congoleños fuera de su territorio. Así pues, se observa una corrupción, falta de autoridad y de gobierno que ha propiciado el resto de dinámicas descritas en estas líneas.

Política interna
Conquistas de territorio sin precedentes, avances militares y control de facto de grandes recursos naturales por parte de los rebeldes que asestan un duro y nuevo golpe a la autoridad de Kinshasa en el este del país. Aunque, precisamente, como se apuntaba en el apartado anterior, el pobre desempeño de la autoridad gubernamental en la región es una de las grandes claves que está en la base de lo que acontece. Por poner sólo un ejemplo, informes procedentes de las ciudades conquistadas estas semanas, como Bukavu, apuntan a que el rápido avance rebelde se debe también a que los soldados congoleños han ofrecido una resistencia mínima, han abandonado sus puestos y han huido a través del lago hacia Burundi, como lo han hecho, asimismo, cientos de policías[14].
Esta situación de su Ejército sobre el terreno y la ineficiencia del compromiso internacional a su favor, han obligado al presidente congoleño, Félix Tshisekedi, a renunciar a su primera opción durante las primeras semanas de conflicto, la dureza. Una solución militar a la crisis para la que ha contado con el apoyo de milicias como los Wazalendo, que han colaborado a ralentizar (un poco únicamente) el avance rebelde.
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