La guerra del futuro (I): La guerra de Tercera Ola

La guerra del futuro rara vez termina por parecerse a lo que los autores imaginan unos años antes. Fuente: Ejércitos y Grok.

Durante siglos, el ser humano ha considerado la guerra como una de sus principales actividades, al fin y al cabo le iba la propia vida en ello, cuando no la supervivencia de su familia, tribu, reino o imperio. No es de extrañar, por tanto, que hayan sido decenas y decenas los títulos dedicados a la guerra del futuro, esto es, a tratar de adivinar o más bien de adelantar -con las herramientas disponibles en cada época- cuál sería el carácter y la forma de los futuros conflictos. Es decir, cómo se lucharían y, por lo tanto, qué medios habrían de disponerse para hacer frente con garantías a los nuevos escenarios. Por supuesto, como demuestra Lawrence Freedman, en la mayor parte de los casos se ha tratado de ejercicios fútiles, en los que sus autores han sido incapaces de determinar con un mínimo de exactitud cómo sería la guerra del futuro. En tiempos recientes, y a pesar de las herramientas a nuestra disposición, el resultado continúa siendo cuanto menos pobre. En las siguientes líneas, las primeras de una serie de artículos, hablaremos sobre cómo se veía la guerra del futuro en los últimos años de la Guerra Fría, enumerando las principales teorías y aportaciones de militares y académicos y comenzando por la guerra de Tercera Ola.

Introducción

Revista Ejércitos siempre ha sido una publicación centrada en el futuro de la guerra, en lo que está por venir, en definitiva, sea a nivel táctico, operacional, estratégico o técnico. De esta forma, intentamos esbozar el carácter de la guerra del futuro; la forma en que será luchada. Una obsesión que ha sido en todo momento nuestra razón de ser, por más que muchos artículos traten temáticas más centradas en el análisis de los conflictos presentes o incluso pasados (aunque estos son apenas excepciones). Y es que, de una forma u otra, incluso en estos casos hemos intentado enfocar el objeto de estudio de forma que conduzca a la identificación de lecciones o a la realización de propuestas aplicables en los tiempos venideros.

En esta ocasión, vamos a hablar de la guerra del futuro desde una óptica un tanto diferente, comentando algunas de las obras que se han escrito sobre el tema en los últimos años, de forma que el lector pueda llegado el caso por una parte conocer una serie de títulos de lo más interesantes y, por otra, ver al menos a vuelapluma cómo ha venido cambiando la percepción en los últimos tres decenios. Un periodo, todo hay que decirlo, de lo más movido, pues sin duda nunca se ha producido tal cantidad de títulos. No pretendemos, dicho esto, decir cómo será la próxima guerra, pues para eso están otros artículos, sino más bien ofrecer al lector un breve recorrido por algunos de los escritos más relevantes que se han publicado desde la implosión soviética. Muchos de ellos, claro está, erraron el tiro. Otros, al menos en un principio, parecían profundamente equivocados y propios de un escenario ya desaparecido, aunque con el tiempo han sido mejor valorados. Los menos acertaron casi de lleno a la hora de ofrecer una imagen certera de la guerra del futuro, al menos si entendemos como tal el presente.

Por supuesto, podríamos haber hecho un repaso mucho más extenso, aunque para eso ya hay obras de obligada lectura como «La guerra futura: un estudio sobre el pasado y el presente», de Lawrence Freedman. No obstante, hemos decidido ceñirnos a los últimos tres decenios, tiempo en el que se ha pasado desde el «AirLand Battle» de finales de los 80 y los 90 a, con el colapso soviético y el papel de hegemón de los Estados Unidos y su «Guerra contra el terror», gastar cantidades ingentes de recursos monetarios e intelectuales en hablar sobre la guerra asimétrica. También de verter ríos de tinta hablando sobre las guerras híbridas y las luchas en la Zona Gris, hasta el punto de convertirse algunos conceptos en una mera caricatura o cliché, completamente apartados de su sustancia intelectual. Ahora, absorbidos como estamos en buena medida por los sucesos que tienen lugar en Ucrania, es la guerra convencional a escala industrial la que ocupa la mente de los analistas. Y, por el camino, multitud de opiniones, predicciones o elucubraciones relativas a términos como el de «singularidad», a dibujar los futuros entornos operativos y, en definitiva, a intentar adivinar un futuro que se antoja igual de oscuro -o incluso más, aunque de ello hablaremos en un futuro libro- que de costumbre, al menos cuando intentamos levantar la vista no a dos o cinco años, sino a varias décadas vista.

La guerra del futuro a finales de la Guerra Fría

No habían llegado a su fin los años 70 y los soviéticos ya habían hecho correr ríos de tinta escribiendo sobre una hipotética Revolución Técnico-Militar en la que la combinación de la informática y las armas de precisión de largo alcance cambiaría la forma de hacer la guerra, al poner el acento en la calidad, frente a la cantidad del armamento. Expresaban más un temor que una intención, pues veían impotentes cómo su rival, los EE. UU., al amparo de la Segunda Estrategia de Compensación, amenazaba con convertir en estéril el enorme esfuerzo hecho por Moscú en cuanto a desarrollo y adquisición de nuevos sistemas, desde buques a aviones de combate y desde artillería a, por supuesto, armas nucleares, en un momento en el que la economía soviética hacía aguas.

Precisamente, la necesidad de lanzar esa Segunda Estrategia de Compensación por parte estadounidense había venido dada, además de por la negativa experiencia de Vietnam, por la necesidad de superar una situación de bloqueo derivada de la paridad alcanzada por los soviéticos en el terreno nuclear junto con su incontestable superioridad convencional. Salir de la encrucijada implicaba hacer más con menos, pues era imposible competir de forma simétrica con los soviéticos en cuanto a número de divisiones, millares de carros de combate o cientos (sí, cientos) de submarinos, por poner sólo algunos ejemplos. Además, conviene no olvidar que ya entonces, como demuestran escritos como el prólogo de «Estrategia Militar Soviética» en español, los militares occidentales estaban bastante preocupados por el hecho de que en caso de guerra los soviéticos no tendrían reparo alguno en quemar cuantas vidas fuese necesario, mientras dudaban de la predisposición al sacrificio de las sociedades que debían defender (lección que es ahora tan actual como entonces, por cierto).

Los decisores estadounidenses optaron, como solución a todos estos problemas, por poner el énfasis en el componente tecnológico de los sistemas de armas, aprovechando los desarrollos que se estaban produciendo en campos como la computación y se lanzaron a un inversión multimillonaria. Los resultados no se hicieron esperar y a finales de los 70 era múltiples los programas en desarrollo que darían como resultado armamento de una calidad y capacidades que eclipsaban la mayoría de adelantos soviéticos. Los aviones furtivos (F-117, B-2), los misiles de crucero (BGM-109), los nuevos destructores (Arleigh Burke) o los cazabombarderos de cuarta generación (F-18, F-16) así como los carros de combate (Abrams), son quizá los elementos más reconocibles de este enorme esfuerzo. La consecuencia fundamental, no obstante, estaba por llegar y no se manifestaría con toda su fuerza hasta la operación Tormenta del desierto (1991); las sinergias entre las virtudes de las nuevas plataformas, las armas inteligentes y las capacidades ISR y en cuanto a Mando y Control.

En términos doctrinales, era la época de la «AirLand Battle» y el manual FM 100-5, mientras que en el apartado material tenía su reflejo en la adquisición de los «Big Five»: el carro de combate Abrams, el vehículo de combate de infantería Bradley, el helicóptero de ataque Apache, el helicóptero utilitario Black Hawk y el sistema de defensa aérea Patriot. Todo lo cual, aunque no profundizaremos en ello, era en buena medida consecuencia de las ideas del coronel John Boyd, quien habló del «bucle OODA (Observación-Orientación-Decisión-Acción) y pretendía que fuerzas terrestres muy móviles con apoyo de una Fuerza Aérea capaz de atacar los segundos escalones desconcertasen a su enemigo soviético al tiempo que le negaban la capacidad de abastecer a sus divisiones en vanguardia.

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