Occidente apoya a Ucrania como parte no beligerante. China pretende ser neutral, pero Occidente la considera cada vez más como Estado no beligerante del lado de Rusia. En cierto modo, Occidente y China no son diferentes: hacen lo suficiente únicamente para evitar que «su» bando pierda la guerra de Ucrania, pero, por lo demás, se limitan a esperar que el otro bando se rinda de alguna manera; una actitud a la que no se puede denominar estrategia. Es más, tanto Occidente como China tendrán que revisar sus estrategias si quieren preservar sus intereses… ¿Aumentará esto inevitablemente las tensiones entre ellos?
Un Occidente vacilante
Resulta vergonzoso que, más de dos años después del inicio de la guerra de Ucrania, Occidente todavía no haya ido más allá de la toma de decisiones poco sistemáticas sobre su apoyo a Ucrania. El patrón, de hecho, sigue repitiéndose: cada pocos meses se decide la entrega de un nuevo sistema de armas a Ucrania; los gobiernos vacilan durante semanas o más, hasta que al final se abstienen de entregar las armas; o, si deciden hacerlo, lo hacen en cantidades tan pequeñas que no tienen un impacto decisivo sobre el curso de la guerra. El debate actual sobre los misiles de largo alcance no es más que la última iteración de este ciclo. Mientras tanto, Occidente continúa con el suministro de municiones para los sistemas de armas previamente asignados, si bien Ucrania aún no puede contar con un suministro regular de material bélico.
No es que Occidente se haya sentido intimidado por la amenaza rusa de represalias, ni siquiera por el reciente anuncio de un cambio en la doctrina nuclear (que permitiría el primer uso contra un Estado no nuclear que cuente con el apoyo de una potencia nuclear). Si lo hubiera hecho, Occidente no habría apoyado a Ucrania en absoluto, y el país ya no existiría como Estado independiente. Ahora bien, es necesario gestionar el riesgo de escalada en cualquier guerra que implique directamente a una
gran potencia. Por eso, en la guerra de Corea (1950-1953), el territorio chino estaba fuera de los límites, aunque, a diferencia de lo que ocurre hoy en Ucrania, estadounidenses, europeos y otras tropas de la ONU luchaban directamente contra las fuerzas chinas en Corea del Norte.
Sin embargo, si la propia estrategia no está clara, ese cálculo es imposible de hacer. Por ejemplo, a propósito de los misiles de largo alcance: ¿esperan los líderes políticos y militares occidentales que tengan un efecto decisivo en la guerra? ¿Pueden suministrar un número suficiente de misiles con ese fin? Si no es así, no parece que merezca la pena correr ningún riesgo. Pero si es así, eso cambia el cálculo. Occidente necesita reevaluar su estrategia global antes de que pueda decidir razonablemente sobre tal despliegue. Es más, ahora es el momento, ya que Zelensky está proponiendo su «Plan para la Victoria de Ucrania».
En términos fundamentales, la cuestión que deben plantearse los líderes occidentales es: ¿todavía creen lo que dicen? ¿Realmente consideran que Ucrania puede ganar la guerra en los términos que públicamente siguen sosteniendo (es decir, liberar todo su territorio)? Si lo hacen, deben proporcionar a su aliado las armas para hacerlo. En caso contrario, deben decidir nuevos objetivos que realmente sean alcanzables -la alternativa menos mala-. Esto último no significaría necesariamente presionar a Ucrania para que pida negociaciones de inmediato. De hecho, también podría significar ayudar a este país a preparar una gran ofensiva destinada a liberar parte de su territorio, con el fin de situar a Kiev en una mejor posición de cara a futuras negociaciones. En cualquier caso, Occidente no puede seguir como hasta ahora: fingiendo creer en la victoria mientras entrega a Ucrania únicamente lo suficiente (o ni siquiera eso) para mantener la línea de frente tal y cómo está.
Una Europa fuerte
No obstante lo anterior, la tenacidad de Occidente – y desde luego de la UE- a la hora de seguir prestando apoyo a Ucrania -a pesar de hacerlo de forma insuficiente- ha sorprendido a muchos, especialmente a China. En cierto modo, la posición de China en el contexto de la guerra de Ucrania es más débil, frente a la de una Europa cuya posición es más fuerte de lo que cabría suponer. China pretende dudar de que la UE pueda mantener su apoyo militar y financiero a Ucrania, pero eso no es más una ilusión. Así, en China se preguntan si no serían las cosas mucho menos menos complicadas si la UE convenciera a Ucrania de cara a aceptar pérdidas territoriales y pusiera fin a la guerra. Sin embargo, la realidad es que la UE no abandonará a su nuevo candidato a la adhesión a pesar del coste (nótese, por cierto, que nadie en China parece esperar que la guerra termine con una victoria militar rusa). En realidad, a Pekín le preocupa que los europeos lleguen a desplegar tropas terrestres, como ha insinuado el presidente Macron, y también el aumento del riesgo de escalada que esto, o la entrega de determinados sistemas de armamento, podrían implicar. De ahí la constante advertencia de que las entregas de armas occidentales están prolongando la guerra.
Lo que esto ignora, por supuesto, es que Rusia, al permanecer en la ofensiva, obliga a Ucrania a seguir luchando con el fin de no perder aún más territorio. Así, la primera condición previa para unas hipotéticas negociaciones pasa por que Rusia deje de atacar y pase a la defensiva. Además, China también evita la cuestión de si Putin estaría dispuesto a aceptar algo menos que los cuatro oblasts ucranianos que reclama pero que en realidad no ha conquistado del todo. Todo al tiempo que sigue siendo inimaginable
que Ucrania renuncie voluntariamente a un territorio aún no ocupado. De nuevo, ilusiones.
Es dolorosamente cierto, sin embargo, que la UE no está preparada (aunque debería haberlo estado) para compensar cualquier reducción del apoyo militar estadounidense a Ucrania. Incluso si Harris gana las elecciones estadounidenses, su gobierno probablemente espere que los europeos asuman gradualmente la mayor parte de las cargas del apoyo a Kiev; Trump, por su parte, podría recortar el apoyo de de un día para otro, e incluso ir más allá e intentar obligar a Ucrania a ceder.
¿Ha tocado techo Pekín?
Esta última hipótesis es motivo de preocupación en China. Si, hipotéticamente, Trump y Putin llegan a un acuerdo, y sientan las bases para una mayor cooperación, eso dejaría a China aislada. De hecho, mientras los líderes occidentales critican a China por apoyar a Rusia mucho más de lo que su supuesta postura neutral debería permitir, los académicos rusos critican a China por no hacer lo suficiente. Por una parte, lo más probable es que Rusia esté resentida por la forma en que su vecino se aprovecha de su debilidad, ahora que está en gran medida aislada de las economías occidentales, exigiendo Pekín importantes concesiones económicas. Por otra parte, si India lograra posicionarse como un mediador exitoso en la guerra, China también quedaría al margen.
Mientras tanto, es probable que las ganancias de China en esta guerra hayan tocado techo. Puede que no sea capaz de extraer muchas más concesiones de Rusia sin crear una reacción violenta. Su supuesta
postura neutral (que es real sólo por el hecho de que China no proporciona apoyo militar directo) le ha granjeado apoyos en el Sur Global, pero recientemente el foco se ha desplazado hacia la guerra de Gaza. Mientras tanto, el apoyo militar de Corea del Norte a Rusia ha permitido a este país obtener cierta
libertad de acción frente a Pekín y, probablemente, ha implicado apoyo tecnológico por parte de Moscú a Pyongyang, lo que podría amenazar la frágil la frágil estabilidad de la península coreana. Irán es otro país en el que la creciente influencia rusa probablemente reste protagonismo a China. Por otra parte, la guerra no ha distraído a EE.UU. de su rivalidad con China. Todo lo contrario: ha dado a los halcones aún más terreno para enfrentarse a ella. Sólo Europa paga realmente un alto precio, pues al percibir cada vez más a China como parte del problema, no se ha llegado a ningún tipo de acuerdo que permita rebajar la tensión con Pekín y buscar allí beneficios económicos.
China, dicho esto, ha llegado a una encrucijada: puede consolidar sus logros y evitar (más) pérdidas, trabajando activamente por poner fin rápidamente a la guerra de Ucrania, o bien; puede seguir acercándose a Rusia y proporcionar a este país más apoyo y de forma más abierta.
Conclusión: ¿de la guerra caliente a la guerra fría?
Muchos occidentales creen que China ya ha tomado este último rumbo. La organización de un ejercicio militar chino cerca de la frontera polaca durante la cumbre de la OTAN, supuestamente como reacción a los despliegues militares europeos en el Mar del Sur de China, ha sido vista como una expresión directa de apoyo a la guerra de Rusia. ¿Cómo podrían los europeos verlo de otro modo? El anuncio del lanzamiento de un nuevo misil balístico intercontinental que podría llegar a Nueva York en veinte minutos mientras los líderes se reúnen en la Asamblea Asamblea General de la ONU tampoco transmite un mensaje pacífico. Además, informes recientes sobre la producción rusa de drones en China obligan a poner en duda la afirmación de China de que no entrega armas a Rusia. En comparación con la retórica oficial del régimen, la imagen que emerge desde este país es cada vez más o bien de incoherencia, o bien de engaño deliberado.
Los académicos chinos, al menos, son plenamente conscientes del daño que se está haciendo a la reputación de China en Occidente, y de cómo la postura de China en la guerra eclipsa todos los
demás debates. Al mismo tiempo, muchos en Occidente sobreestiman el margen de maniobra de China para con Rusia. Es probable que China no esté del todo descontenta con el hecho de que Rusia se haya llevado una buena tunda en Ucrania: Pekín aprecia la amistad rusa, pero no su aventurerismo. Y, dado que China pretende mantener su libertad de acción, nunca dejará que sea Rusia quien determine su estrategia. Eso sí, el interés vital chino (en particular, contrarrestar a EE.UU. a nivel mundial, así como mantener un equilibrio de poder regional con Rusia) significa que China no sólo no hará lo anterior, sino que de de hecho, tampoco puede abandonar a Rusia. Sin embargo, si China apoya más estrechamente a Rusia, corre el riesgo de provocar a la UE y a EE.UU para que cada vez más el «de-risking» se transforme en «de-coupling». Y cuanto más se desvincule China de Occidente, más tendrá que tener en cuenta la posición rusa.
Hay voces importantes en China y en Occidente que quieren evitar esta espiral negativa. La condición previa pasa por lograr suficiente entendimiento mutuo como para no esperar lo imposible. La UE no permitirá que Rusia obtenga una victoria total en Ucrania. No tiene más remedio que detener expansionismo ruso allí, porque si no lo hace, Rusia seguramente termine atacando más países, como Moldavia y Georgia, también candidatos a la adhesión a la UE. Una Rusia tan prepotente no serviría tampoco a los intereses de China, pero este país no se volverá contra Rusia ni adoptará sanciones. Ahora bien, como primer paso, ¿no podría Pekín actuar según su propia retórica y pedir a Moscú moderación en el ámbito nuclear?
Los estadounidenses ya sienten que están inmersos en una guerra fría con China; la mayoría de los europeos se ven por su parte dentro una guerra fría con Rusia. Todavía no es inevitable, en cualquier caso, que la guerra caliente en Ucrania se convierta en una nueva guerra fría mundial que enfrente a la UE y a EE.UU. con Rusia y China, si bien el riesgo va en aumento. La única manera de que esto no ocurra pasa porque China desempeñe un papel constructivo junto a la UE y los EE.UU. en la eventual solución a la guerra de Ucrania. Algo que también depende, por supuesto, de cómo evolucionen las cosas en el campo de batalla… Y de que Trump no llegue primero.
Nota del editor
Artículo publicado originalmente en inglés por «EGMONT – The Royal Institute for International Relations».
Be the first to comment