En los últimos tiempos se observa un nuevo incremento del nivel de violencia en la República Democrática del Congo. Las masacres, los secuestros y los enfrentamientos de todo tipo se han sucedido desde 2019 hasta finales de 2021. Algunas fuentes lo achacan al “nuevo” vector yihadista de la mayor y más sangrienta de sus milicias: la ADF, de origen ugandés. Sin embargo, las causas de la violencia, sobre todo en el este del país, en donde se acumula la mayor parte, son antiguas, múltiples, variadas, internas, externas y están profundamente enraizadas. En este artículo se pretende hacer un somero repaso por algunas de estas causas, así como por los principales actores que interactúan y cuyas dinámicas desembocan en un nuevo ciclo de violencia.
“No eran colonizadores; su administración era simplemente opresión, y sospecho que nada más. Eran conquistadores, y para ello solo se necesita la fuerza bruta (…) Se apoderaban de todo lo que podían por simple ansia de posesión, era un pillaje con violencia, un alevoso asesinato a gran escala y cometido a ciegas, como corresponde a hombres que se enfrentan a las tinieblas.”[1] Conrad describe en El corazón de las tinieblas su experiencia en el Congo de finales del siglo XIX, siglos después de que los portugueses acabaran con el poderoso reino congoleño y cuando el país era propiedad del rey belga Leopoldo II. Un régimen cruel y sangriento, descrito por diversos historiadores[2], cuyo objetivo eran las extraordinarias riquezas naturales del país centroafricano (nada extraño en aquel momento de expansión colonial).
Desde mediados del siglo pasado, la RDC ha vivido un proceso de descolonización en el que su líder Patrice Lumumba fue asesinado con ayuda de alguna potencia occidental. A este siguieron dos dictaduras (la de Mobutu Sese Seko, cuando se llamaba Zaire, y luego la de Laurent Désiré Kabila, al que sucedió su hijo Joseph) y dos guerras. La segunda, conocida como la “guerra mundial africana”, fue particularmente compleja y sangrienta; se vieron involucrados más de una decena de países y se saldó con una cifra estimada de más de 5 millones de muerto. Se puede decir sin temor a equivocarse que la historia del país africano está marcada por la violencia. Violencia en la República Democrática del Congo que sigue hoy en día.
Con masacres continuas de civiles, calificado el país como la “capital mundial de la violación” y sabido el reclutamiento de niños soldado, a lo largo del tiempo, ha habido en la República Democrática del Congo épocas sangrientas, otras especialmente sangrientas y otras extremadamente sangrientas. Una especie de círculo vicioso que parece no tener fin, al menos, hasta la actualidad.
Esto ocurre porque las causas, múltiples y complejas, de esta violencia permanecen y no solo se trata de la larga sombra de un colonialismo voraz y despiadado que llega hasta hoy. Hay más factores. Con una extensión de 2.344.860 Km2 y más de 200 grupos étnicos conviviendo y compitiendo[3], la realidad y los problemas de las regiones del este del país son radicalmente diferentes de las del oeste, y las del norte de las del sur congoleño. Unas zonas con recursos agrícolas o pesqueros, otras con madera, otras con todo tipo de cotizados minerales, además de oro y diamantes. Todo ello regado de luchas intracomunitarias e intercomunitarias.
A lo anterior hay que añadir los rescoldos de la guerra congoleña sumados a los intereses internos y externos, políticos y económicos, de potencias regionales vecinas como Uganda o Ruanda, a las que también podría añadirse Burundi. Sin olvidar que, con semejante extensión, y con unas instituciones débiles, no exentas de corrupción, el estado congoleño apenas cumple con la necesaria labor de protección de sus ciudadanos.
Sin un monopolio estatal de la violencia legítima (dependiendo de la política del momento, las fuerzas armadas pueden llegar a comportarse más como una facción que como tales), más de 120 grupos armados reinan en sus diferentes territorios. No obstante, la inmensa mayoría se acumulan en las atribuladas provincias orientales (Uganda, Ruanda y Burundi, en donde abundan minerales muy deseados como el coltán o el oro). Unas milicias que tienen distinto origen, motivos para la lucha armada, medios de financiación, etc.
En el presente artículo únicamente buscamos hacer un somero esbozo de las causas principales y los factores esenciales responsables del presente incremento de la violencia en la República Democrática del Congo. En el siguiente epígrafe se hará un repaso por algunos de los grupos que están detrás del aumento en el número de masacres, ataques y enfrentamientos que se ha visto en el país desde 2020.
El aumento de la violencia en la República Democrática del Congo
Como puede verse en el mapa anterior, la RDC ha sufrido desde 2017 (año en que Kivu Security Tracker[4] empezó a recopilar estos datos) más de 3000 muertes violentas, 181 violaciones masivas, 1000 secuestros con el propósito de pedir un rescate y otros tantos raptos. Estas cifras dan una idea clara de la magnitud del problema. Especialmente si, como sabemos, son las relativas a la parte este del país, en las provincias de Kivu Norte, Kivu Sur, Ituri y Tanganika. Independientemente de dónde se concentren los problemas, lo importante es que se observa un incremento de los incidentes violentos en el área desde 2017 hasta finales del pasado 2021[5]:
Es precisamente en estas áreas en las que se han contado más de 120 grupos rebeldes activos. Al menos así es según los datos recopilados hasta finales de 2020 por Kivu Security Tracker[6]. En los siguientes mapas se detallan cuáles son estas milicias y los territorios en los que actúan (en este mismo informe hay un anexo en el que se detallan los orígenes y evolución de estos grupos de forma pormenorizada):
Como mínimo, estos mapas dibujan una realidad bastante compleja, sobre todo, en los «kivus” más orientales. No obstante, se observan varias tendencias en este último aumento de la violencia en la República Democrática del Congo. En primer lugar, un repunte en la implicación de países vecinos como Ruanda y Burundi, que dirimen en territorio congoleño tanto sus disputas internas como las que tienen entre sí, mediante el apoyo a unos grupos locales frente a otros. Por ejemplo, Ruanda entra en tierras congoleñas persiguiendo a los rebeldes ruandeses, mientras que la crisis burundesa de 2015 también ha tenido su repercusión en el este de la vecina RDC. Estas dinámicas regionales, si bien no son tan relevantes como en periodos anteriores (1996-2003 o 2006-2013), se mezclan hoy todavía con las propias de la RDC exacerbando conflictos locales en torno a la tierra, los recursos naturales y las luchas de poder entre grupos étnicos y facciones políticas autóctonas.
Factores externos a tener en cuenta, aunque el grueso de los incidentes violentos en el este congoleño viene dado por la necesidad de los distintos grupos armados de luchar para mantener sus territorios y extraer los suficientes recursos para sobrevivir como tales. Una situación a la que el presidente Tshisekedi ha hecho poco caso, envuelto en su propia lucha de poder con el anterior mandatario, Joseph Kabila. Algo que también ha perjudicado a la necesaria reforma del sector de la seguridad que algunos expertos consideran que debería haber hecho.
A todo lo anterior hay que añadir la paulatina reducción de efectivos de la misión de la MONUSCO de Naciones Unidas, así como el escaso impacto que han tenido en los últimos dos años los programas de desmovilización y la rendición de docenas de grupos armados. Las tropas de MONUSCO se encuentran en los márgenes del conflicto congoleño. Sin capacidad para llevar a cabo grandes operaciones de contrainsurgencia no son un actor clave para la resolución del problema. Así las cosas, prosigue la inercia de la violencia anterior hasta hoy.
Otro aspecto que reflejan los mapas anteriores es la multitud de milicias. Sin embargo, cuatro de ellas, las más grandes, son las que dominan el conflicto en la actualidad. La primera, a la que se considera responsable del 37% de las muertes de civiles (muy por encima de las demás) son las ADF (Fuerzas Democráticas Aliadas), rebeldes de origen ugandés. Después están las FDLR (Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda), las APCLS (Alianza de Patriotas por un Congo Libre y Soberano) y las NDC-R (Defensa Nduma del Congo-Renovada). Esta última es la mayor en términos de influencia territorial, al menos durante el periodo comprendido entre 2015 y 2020. Además, tiene un largo historial de violaciones de los Derechos Humanos. Las cuatro milicias, junto a las Fuerzas Armadas congoleñas, son responsables de más de un tercio de los incidentes violentos y de la mitad de todas las muertes de civiles en el país.
El ejército congoleño es uno de los actores más relevantes en relación con el incremento de la violencia, ya que sus actuaciones tienen una respuesta por parte de los grupos armados rebeldes, que aumentan también sus ataques contra la población civil. Pero no solo por eso, sino porque, además, ha llevado a cabo abusos. Por otra parte, en ocasiones se ha posicionado a favor de algunas milicias rebeldes e, incluso, en casos de falta de seguridad, sus tropas han hecho dejación de funciones y se han limitado a no actuar.
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