La historia de los RPA (Remotely Piloted Aircraft) puede resumirse en una serie de hitos imprevistos. Esos hitos podrían narrarse comenzando con una variación de la fórmula “Quién podría haberse imaginado que…”. En este año hemos asistido al menos a uno de ellos, y sin duda uno de los más significativos y dramáticos: cómo un pequeño enjambre de drones modestos han causado graves daños en instalaciones petrolíferas saudíes, sin que los medios AA hayan podido detenerles.
En la transición narrativa hacia ese new normal concreto, una reacción mayoritaria ha sido hacer chanza de los medios AA saudíes, cuando resulta obvio que ese mismo ataque podría haber alcanzado multitud de instalaciones críticas europeas sin que nadie lo hubiera podido detener. (Si el lector quiere profundizar en el tema, puede transformarse en oyente por unas horas y escuchar el programa-coloquio de PorTierraMaryAire Podcast al respecto).
Precisamente el ataque a Abqaiq ilustra muy bien el problema conceptual que los RPAs de todas las categorías suponen para entender lo que es y lo que ofrece un recurso aéreo. Históricamente, el recurso aéreo de combate ha evolucionado hacia modelos con capacidades cada vez mayores en varias métricas principales… y, por consiguiente, cada vez más caros de adquirir y operar. El final lógico ya lo apuntó Norman Ralph Augustine, COO de Martin Marietta, en la decimosexta de sus leyes de Augustine:
«In the year 2054, the entire defense budget will purchase just one tactical aircraft. This aircraft will have to be shared by the Air Force and Navy 3½ days each per week except for leap year, when it will be made available to the Marines for the extra day».
Sin haber llegado a esos extremos, lo cierto es que si comparamos las capacidades de un RPA de categoría 4 o 5 (carga, velocidad de crucero, capacidades AA y AS, etc.) con un cazabombardero multirol tripulado actualmente en servicio, el contraste resulta sencillamente excesivo. Por más que los RPA MALE (Medium Altitude, Long Endurance) hayan ofrecido capacidades completamente inéditas, no han resultado fáciles de encajar ni en asignaciones presupuestarias ni en doctrina. El mencionado ataque a Abqaiq es un escenario con numerosos antecedentes cuyos resultados han ido in crescendo y, de hecho, algunos analistas lo pronosticaban años atrás. Sin embargo, los vectores de ese ataque son tan humildes y alejados de la punta de lanza de la aviación de combate que, al final, ha sido una sorpresa. Un eye-opener. Un Pearl Harbor o, mejor dicho, otro Pearl Harbor más en el haber de los RPAs.
Este problema conceptual se extiende a muchas otras facetas de los RPA. Los RPA de categoría 4 y 5 son pilotados remotamente por medio de una conexión satelital. Su fiabilidad en condiciones razonables es tal que ha permitido a las flotas operar millones de horas durante este siglo. Esto no implica un funcionamiento 100% seguro; de hecho, según la base de datos de Drone Wars, de 11 pérdidas de drones de cat. 4 y 5 al servicio de las FF. AA. estadounidenses, 9 tuvieron lugar en mid-flight, y de ellas 5 no se debieron ni a derribos ni a fallos de motor. La proporción entre pérdidas fatales de data link y horas de vuelo es astronómicamente positiva, pero no absoluta. Estos aparatos han volado hasta donde se sabe en entornos altamente permisivos o de baja amenaza, hasta el punto de que, en dos años, sólo se han perdido dos aparatos por derribos.
Los modelos actualmente en servicio de UAV son tripulados remotamente. Por más que incorporen automatismos incluso superiores a los de la aviación tripulada, necesitan el control tanto de la estación remota en vuelo, como de la estación local para las fases de despegue y aterrizaje. En la mayor parte del vuelo van a emplear un enlace satelital que, debido a la posición de la antena en el fuselaje, resulta extremadamente difícil de interferir.
Así las cosas, el 20 de noviembre de 2019 se pierde un MQ-9 Predator B del 32° Stormo de la Aeronautica Militare, basado en Amendola. La escasa información disponible en fuentes abiertas apunta a una pérdida de señal o, al menos, a que no fue derribado por medios físicos. Un día después, un MQ-9 Reaper, posiblemente basado en Sigonella (como parte del 324th Expeditionary Air Reconnaissance Squadron), se estrella en los alrededores de Tripoli. El aparato italiano se había estrellado a unos 80 km, cerca de la localidad de Tarhouna.
No es imposible que sea una coincidencia. Sin embargo, partiendo del bajísimo ratio de pérdidas del modelo por horas de vuelo, dos sucesos altísimamente improbables en 24 horas y en menos de 100 km invitan a pensar en otras posibilidades. Concretamente, y sabiendo que hay operativos rusos semiprivados por la zona, a que se ha empleado algún recurso EW para lograr un resultado aparentemente inédito: interferir con éxito, al menos una vez, la conexión SATCOM de un Reaper, y lograrlo de tal manera que el aparato se pierda. Si bien interferir una señal de radio convencional y line-of-sight es una capacidad madura y sobradamente conocida, no se puede decir lo mismo de una señal que está protegida de las interferencias desde el suelo por el propio fuselaje y la posición de la antena.
Aún es pronto para sacar conclusiones. Lo anteriormente expuesto es sólo una elaboración plausible a partir de una serie de rumores que han circulado en las últimas horas. Sin embargo, si eso es posible (y recordemos que hay antecedentes posibles, como la pérdida del RQ-170 sobre espacio aéreo iraní tras una presunta actuación de medios de interferencia rusos), y si incluso es más factible que antes, las flotas occidentales de RQ-9 pueden estar ante un nuevo hito ¿imprevisto?
A lo largo de esta década se han adquirido cantidades (abrumadoras en el caso norteamericano, de modestas a anecdóticas en los casos europeos) de RQ-9 que, de confirmarse los rumores sobre la interferencia de la conexión SATCOM, verían severamente restringidas sus operaciones hasta que se implementen soluciones o al menos mitigaciones al problema. Si es que es posible. Me vienen a la cabeza redes MESH y enlaces lumínicos, soluciones que presentarían sus propios costes y limitaciones.
Sea como fuere, y parafraseando a Pablo, el experto que intervino en el episodio reseñado al principio, es perfectamente factible que un tercero con capacidades – ya sea Rusia, China o quien sea- haya entrado en nuestro ciclo de decisiones y haya introducido cambios en nuestro business as usual que puede que estemos a tiempo de enmendar. Lo que está claro es que la evolución en el panorama conjunto de los drones de todas las categorías, civiles y militares, nos sitúa ante un panorama con unos ciclos de cambio de muy pocos años, o incluso menos.
Si no se acepta ese hecho, si no se asume y se decide desde la asunción de que los ciclos de 10 y más años son cosa del pasado, nuestro sistema de alianzas presentará una debilidad creciente ante quienes sí que han asumido el nuevo ritmo de cambio.
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