La cumbre de 2022 de la Organización de Cooperación de Shanghái u OCS (SCO en sus siglas en inglés) acaba de finalizar esta semana en Samarcanda (Uzbekistán). La OCS fue fundada en 2001 por China, Kazajstán, Kirguistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán, para discutir asuntos económicos y de seguridad en Asia Central, con un enfoque hacia la lucha contra el terrorismo y el fortalecimiento de los vínculos comerciales. Tras recorrer un largo camino, ha llegado a convertirse en la organización regional más grande del mundo, concentrando más de la mitad de la población de nuestro planeta.
India y Pakistán obtuvieron la membresía plena en 2017; Afganistán, Bielorrusia y Mongolia tienen estatus de observador, mientras que Turquía ocupa un nivel más bajo como “socio de diálogo”. Irán acaba de acceder a la membresía de pleno derecho en la pasada Cumbre de Samarcanda y se ha iniciado el mismo proceso con Bielorrusia; Egipto y Qatar han pasado a ser “socios” y, Bahréin, Kuwait, Maldivas, Emiratos Árabes y Myanmar han pedido serlo.
La Cumbre de Samarcanda, además, ha sido el primer viaje internacional del presidente chino, Xi Jinping desde que visitó Myanmar en enero de 2020. Un viaje no exento de tensiones y en cualquier caso de gran importancia estratégica, pues aunque históricamente Rusia ha sido el actor dominante en Asia Central, las tensiones entre Putin y la región han aumentado tras la invasión rusa de Ucrania despejando el campo a China.
Recordemos que Vladimir Putin no logró asegurar el apoyo de los países de Asia Central en la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU). Ninguno de ellos ha declarado explícitamente su apoyo a Putin, y Tokayev, el presidente kazajo dijo en junio de 2022 que su país no reconocerá las repúblicas de Donetsk y Luhansk.
Aunque sus miembros han realizado ejercicios militares conjuntos, el grupo no es ni una alianza de defensa formal, como puede serlo la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), ni una unión económica oficial como sí lo es la Unión Europea (UE). La Organización de Cooperación de Shanghái fue concebida como un foro a través del cual China y Rusia podrían gestionar sus relaciones de vecindad[1], siempre difíciles pese a todo.
China y Rusia
Las relaciones de China y Rusia se han visto marcadas por la guerra de Ucrania. La postura de China ha sido, por ahora, de espectador pasivo, beneficiándose de la bajada en los precios de los hidrocarburos rusos y tratando de mantener una postura equidistante con su antiguo socio, Ucrania, sabedora de lo importante que es su neutralidad[2].
Desde el inicio de la guerra en Ucrania, China ha despertado tanto esperanza como miedo, por la influencia que podría tener si decidiera entrar realmente en el conflicto, a favor de un apoyo activo a Rusia o de un alto el fuego. Las contradicciones en el discurso oficial chino sobre Ucrania, entre la neutralidad y el apoyo a Rusia, entre un papel práctico activo y la posterior pasividad, revelan cierto malestar en Pekín sobre cómo posicionarse para salvaguardar, o maximizar, sus intereses en esta guerra.
China afirma mantener una posición neutral y desempeñar un papel constructivo. Xi Jinping, desde el principio ha pedido a rusos y ucranios moderación para que reduzcan las tensiones a través del diálogo. Sin embargo, este discurso de neutralidad esconde un apoyo tácito a Putin. China se niega a utilizar el término invasión o agresión, y prefiere la expresión oficial del Kremlin de “operación militar especial”[3].
China sigue siendo más que nunca la prioridad estratégica de Estados Unidos. Las relaciones chino-rusas son presentadas por ambas partes como excelentes. Sin embargo, el desenlace del conflicto sigue siendo impredecible y uno de los escenarios posibles es la derrota, o incluso la caída, de Vladimir Putin. En ese escenario, la China de Xi Jinping se encontraría peligrosamente aislada en el escenario internacional, algo que podría acabar con buena parte de sus opciones en un escenario de competición estratégica entre grandes potencias.
Tampoco debemos olvidar que la invasión de Ucrania por parte de Rusia sorprendió a muchos especialistas y ha suscitado un profundo cuestionamiento sobre la determinación real de China de invadir Taiwán. Pekín no oculta su plan para “unificar” la isla, si es necesario por la fuerza, y Xi Jinping ha reforzado significativamente su discurso y su acción para presionar a Taiwán, entre otras construyendo una armada adecuada para ello.
Turquía, Rusia y China
Turquía, interesada en expandir su influencia hacia Asia Central, ha planteado su ingreso a la Organización de Cooperación de Shanghái. Erdoğan hizo el anuncio después de asistir a la cumbre en Samarcanda el pasado 16 de septiembre de 2022, donde sostuvo conversaciones con líderes como el presidente de China, Xi Jinping, y el presidente de Rusia, Vladimir Putin[4]. Una oferta que convertiría a Turquía en el primer miembro de la OTAN en unirse a un bloque con presencia de sus dos mayores amenazas según su nueva estrategia[5].
Recordando las discusiones iniciales sobre el nuevo Concepto Estratégico de la OTAN, éstas giraron en torno a la necesidad de preparar a la OTAN para un mundo caracterizado por el regreso de las amenazas interestatales y la competencia entre grandes potencias, materializadas en Rusia y China[6]. Este paso de Erdoğan, lógicamente, no sienta bien al resto de socios de Turquía en la Alianza, especialmente a Estados Unidos con el que tiene actualmente un desacuerdo por la compra de los cazas F-35 por un problema con los sistemas antiaéreos rusos S-400 adquiridos por Ankara.
Turquía está afiliada a la OCS desde 2013, cuando firmó un acuerdo de asociación que no miembro de pleno derecho. La membresía completa le daría a Erdoğan una influencia renovada y una perspectiva de lazos económicos más fuertes con China y el resto de la Organización de Cooperación de Shanghái, mientras trata de estabilizar una economía con problemas ante unas próximas elecciones decisivas, donde Erdoğan se juega su futuro.
Recordemos que además de Rusia y China, la Organización de Cooperación de Shanghái incluye entre sus nueve miembros a India, Irán (acaba de hacerlo), Kazajstán, Kirguistán, Pakistán, Tayikistán y Uzbekistán, y como Estados observadores interesados en adherirse como miembros de pleno derecho a Afganistán, Bielorrusia y Mongolia[7], además de otros seis asociados Armenia, Azerbaiyán, Camboya, Nepal, Sri Lanka y Turquía, tal y como recoge el registro de organizaciones de la Organización de Naciones Unidas (ONU)[8].
Esta organización de diálogo político, económico y militar fundada en Shanghái el 15 de junio de 2001 por China, Rusia y varias repúblicas de Asia Central, ha centrado principalmente su trabajo en cuestiones de seguridad regional. Aunque Turquía se incorporó como observador en 2013, esta es la primera vez que participa en una cumbre de jefes de Estado, gracias la invitación especial del presidente de uzbeco Shavkat Mirziyoyev.
La plena incorporación de Turquía a la Organización de Cooperación de Shanghái podría materializarse en la próxima cumbre a celebrar en la India en 2023 pero dependerá entre otras cosas del resultado de las próximas elecciones presidenciales turcas que están programadas para el 18 de junio del próximo año. Turquía se convertiría así en el primer miembro de la OTAN que ingresa en una organización presentada a veces como contrapeso oriental a la propia OTAN[9].
Erdoğan parece decidido a jugar esa baza, la mismo que Narendra Modi y la India, miembro de pleno derecho de la Organización de Cooperación de Shanghái y a la vez, socios de Estados Unidos, Australia y Japón en el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral, también conocido como Quad; muy cerca de sus mayores rivales regionales: China y Pakistán. Hay quien interpreta estas declaraciones de Erdoğan como una forma de ejercer presión sobre Estados Unidos para conseguir resolver la compra de los F-35 y la adquiscion de más armamento norteamericano, en un claro desafío a sus vecinos griegos[10].
La última cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái en Samarcanda también ha visto la incorporación de Irán como miembro de pleno derecho, en una ciudad históricamente de lengua y cultura persa, Samarcanda, conocida como la perla de la Ruta de la Seda, una ruta fortalecida con la OCS[11]. La próxima cumbre será el año que viene en la India, país que también acogerá la cumbre del G-20 y que le plantea los mismos dilemas que Turquía a Estados Unidos, socia de unos y amiga de otros.
Estados Unidos y la Organización de Cooperación de Shanghái
Estados Unidos sufre hoy de un déficit crítico en el pensamiento estratégico sobre el desafío más importante de la era actual: el ascenso de China y la amenaza que representa para los intereses estadounidenses en el Pacífico occidental y más allá. Abordar ese déficit es un asunto de suma importancia y urgencia.
La mayoría de los países no alineados están cada vez más lejos de Estados Unidos, e incluso en algunos rincones de la vieja Europa, flota la idea que la agresión rusa contra Ucrania constituye una respuesta a la política agresiva de los Estados Unidos que ha insistido erróneamente en la ampliación de la OTAN con una provocadora expansión hacia el este, invadiendo la zona de contención rusa[12].
Si buscamos organizaciones que concentren el mayor número de enemigos de Estados Unidos tras la desaparición del Pacto de Varsovia, las miradas se giran hacia la OCS que aglutina a sus tres mayores enemigos: China, Rusia e Irán. Pronto veremos que incorporará a Afganistán, y solo faltaría Cuba y Venezuela.
La OCS no es un problema para Estados Unidos, pero sí un desafío porque ve como países próximos como Turquía y la India se aproximan a China y Rusia. No podemos hablar de una alianza como la OTAN, son los primeros pasos de una asociación que orbita fuera del control estadounidense, y donde sus mayores enemigos juegan libremente a un nuevo Gran Juego, un término de otra época[13]. La actual composición de la OCS no hace prometedor que puedan evolucionar hacia algo como la OTAN.
La OCS seguirá causando intranquilidad a Estados Unidos, aunque poca si entre sus miembros hay enfrentamientos como el más reciente de Kirguistán y Tayikistán[14], o entre Estados asociados como Armenia y Azerbaiyán; resta credibilidad a una organización que nace con el espíritu de seguridad como si fuese una Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) para Asia Central, una simple organización que busca combatir el terrorismo y limar asperezas entre sus estados miembros.
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