Una nueva fuerza militar internacional de estabilización empieza su despliegue en el atribulado este de la República Democrática del Congo. Liderada por la potencia regional, Kenia, y auspiciada por las conversaciones de paz de Nairobi y de Luanda, bajo el amparo de la Unión Africana, tropas de diversos países persiguen sobre el terreno a varios grupos rebeldes causantes de un auge de la violencia en ese área en los últimos meses. Pero son muchos los vectores de conflicto que interactúan en territorio congoleño, algunos ya históricos. Y todo ello dificulta las posibilidades de éxito de la misión de estabilización. Por el momento, la población local recibe a los soldados extranjeros oscilando entre el escepticismo y la hostilidad.
“Había muchos y estaba asustada. Ordenaron a gritos que abriéramos la puerta. La abrí y dijeron que todos los hombres debían salir fuera. Lo hicieron. Mataron a tiros a tres allí mismo y se marcharon con los otros tres, a los que mataron también un poco más allá”. Kishishe (Kivu Norte), 29 de noviembre de 2022, testimonio de una testigo presencial de 30 años recogido por Human Rights Watch[1]. Según Naciones Unidas, 171 civiles fueron asesinados por el grupo rebelde tutsi pro-ruandés M23 en ese pueblo entre el 21 y el 30 de noviembre del año pasado[2].
Esto de un lado, pero del lado contrario Human Rights Watch también ha documentado casos de abusos y ataques. Un ejemplo: el 25 de noviembre pasado en Kitchanga (Kivu Norte) una turba apedreó hasta la muerte a un hombre tutsi “acusado” de espiar para el M23[3].
Son únicamente dos ejemplos que añaden el factor étnico a la miríada de vectores de violencia y muerte que se conjugan en los mil y un conflictos que se libran a un tiempo en la República Democrática del Congo. Desde Naciones Unidas, su secretario general, Antonio Guterres, ha expresado especial preocupación por la velocidad con la que se expande el discurso de odio, exacerbado por la violencia del M23[4], como muestran los ejemplos expuestos al inicio de este texto.
Un discurso de odio que encuentra un caldo de cultivo en el que proliferar en un contexto de pobreza extrema, falta de alternativas y formas de subsistencia, rivalidades crónicas, injusticia, desigualdad, luchas de poder, ausencia de legalidad, falta de autoridad estatal y multitud de intereses internos y externos relacionados con la gran cantidad de recursos naturales del país, incluida su zona este.
Precisamente en esta región es donde se aprecia un significativo aumento de la violencia desde 2021 hasta hoy y donde se han desplegado las fuerzas de estabilización de la Comunidad de África del Este. Por ello, el presente artículo se centra en estas cuestiones dejando aparte también otros asuntos de relevancia como las futuras elecciones de final de año con sus posibles influencias y consecuencias en diversos acontecimientos en el país, los choques entre grupos en otras áreas del extenso territorio congoleño o la creciente presencia de potencias internacionales como China y Rusia.
Naciones Unidas atribuye a las diferentes milicias (más de 120) que operan actualmente en la República Democrática del Congo más de 700 muertes de civiles desde el pasado mes de diciembre. Son, sobre todo, las tres provincias del este: Kivu Norte, Kivu Sur e Ituri, las que han sufrido un drástico deterioro de la situación de seguridad[5].
Todo ello ha llevado al desplazamiento de cerca de 300.000 personas que han huido de la violencia sólo en el mes de febrero pasado en Kivu Norte. Si unimos Kivu Sur e Ituri, el total de desplazados internos en la región supone más de 6 millones de personas (200.000 más desde el mes de enero de este año)[6]. Cifras que han desbordado las capacidades de ayuda humanitaria de agencias y ong’s.
Según los datos de ACLED (Armed Conflict Location and Event Data Project), los incidentes relacionados con la violencia política superan los 3.000, y eso únicamente en 2022, la inmensa mayoría de ellos han tenido lugar en las provincias del este congoleño, como se aprecia en el siguiente mapa:
Como puede observarse en la gráfica a la derecha del mapa, han sido tres las milicias más activas durante los años 2021-2022: ADF (Fuerzas Democráticas Aliadas), CODECO (Cooperativa para el Desarrollo del Congo) y M23 (Movimiento 23 de Marzo), con un espectacular incremento en su actividad el año pasado.
Por áreas de operación de estos tres grupos armados, el mapa queda como sigue:
Las ADF son el grupo rebelde más activo en los últimos dos años. Se les atribuyen vínculos con el Daesh. Son de origen ugandés, pero ahora tienen sus bases en Kivu Norte e Ituri. Según el Barómetro de la Seguridad de Kivu son responsables de 3.375 muertes en 640 ataques desde 2017. Además, Uganda acusa al grupo de organizar ataques dentro de su territorio. Para acabar con ellos, los ejércitos congoleño y ugandés iniciaron en noviembre de 2021 una operación militar conjunta en suelo de la República Democrática del Congo que sigue en curso, si bien los ataques rebeldes continúan[7].
El segundo grupo en actividad es CODECO. Comenzó como una cooperativa agraria en la provincia de Ituri, para convertirse más tarde en una coalición armada compuesta en su mayoría por miembros de la comunidad Lendu y, después, fragmentarse en grupos armados más pequeños. Tras participar en conversaciones de paz el año pasado, la ofensiva de un grupo rival de Ituri desembocó en una violenta escalada en diciembre. A CODECO se le atribuyen 700, muertes de civiles en la provincia[8].
El tercero, pero el más espectacular sin duda, es el retorno a la lucha del M23. Formado en 2012 sobre todo con rebeldes tutsis de origen ruandés, en 2022 se convierte en un actor prominente en el conflicto congoleño. Fuentes desde Naciones Unidas hasta diversos gobiernos occidentales relacionan de forma directa el aumento y la potencia de artillería del grupo rebelde a un apoyo militar por parte de la vecina Ruanda. Hecho que ha supuesto el incremento de las tensiones en la zona de los Grandes Lagos, entre el Congo y Ruanda[9].
A todo ello hay que añadir el hecho de que la falta de organización, medios y profesionalidad de las Fuerzas Armadas de la República Democrática del Congo los ha llevado a apoyar y cooperar con algunas milicias locales en la lucha contra los tres grandes grupos anteriores, siendo un actor más en liza. Una especie de Coalición Patriótica que ha contribuido a elevar el nivel de violencia (ataques-represalias) y abusos sin solucionar el problema[10].
Así las cosas, es precisamente para combatir el violento ascenso del M23 por lo que el Gobierno de la República Democrática del Congo se dirige hacia la Comunidad de África del Este para formar una Fuerza Regional Conjunta.
La fuerza de estabilización: quiénes la forman y dónde se han desplegado
Ante la falta crónica de soluciones y el progresivo deterioro de la seguridad en la zona, se decide actuar. La Comunidad de África del Este acude en ayuda de uno de sus siete socios (que había entrado en marzo de 2022) y organiza una fuerza de estabilización para el este de la República Democrática del Congo con los objetivos de contener, derrotar y erradicar a los grupos armados. Es la primera vez que este bloque con un marcado carácter económico entra en el terreno de la seguridad y el despliegue militar, en lo que supone una prueba a su capacidad de respuesta a la violencia en la región[11].
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