El ataque del grupo terrorista Hamás contra Israel comenzó sin previo aviso, aproximadamente a las 6:30 de la mañana del sábado -Sabbat, día festivo para la comunidad judía que, además, marcaba el fin de la festividad de la Simchat Torah- 7 de octubre de 2023; justo casi 50 años después del ataque sorpresa protagonizado por las fuerzas egipcias y sirias que diera inicio a la Guerra del Yom Kippur 1973. Al igual que por aquél entonces, la acción ha tomado totalmente por sorpresa a los servicios de inteligencia y seguridad israelíes –26 de sus 31 batallones activos estaban desplegados en el Norte del país-, causando importantísimas bajas -especialmente civiles- y llevando al país de nuevo a la guerra en el sur, mientras se mantiene en alerta por si desde el norte sufre un ataque por parte de Hezbolá.
- La guerra de Hamás contra Israel (I): la razzia de Hamás
- La guerra de Hamás contra Israel (II): drones y lecciones para España
- La guerra de Hamás contra Israel (III): la guerra naval
- La guerra de Hamás contra Israel (IV): ruptura de paradigmas y fallo de inteligencia
- La guerra de Hamás contra Israel (V): operación «Espadas de Hierro»
- La guerra de Hamás contra Israel (VI): las derivadas cibernéticas del conflicto palestino-israelí
- La guerra de Hamás contra Israel (VII): la crisis del mar Rojo
- La guerra de Hamás contra Israel (VIII): la guerra de guerrillas urbana de Hamás en la Franja de Gaza
Una vez se asiente el polvo y acaben los combates y como es habitual en Israel, se abrirán duros y profundos procesos de investigación que conducirán, seguramente, al cese de algunos de los mandos que no supieron adelantar lo que estaba por ocurrir, incluso a pesar de las señales claras dadas por Hamás. Quizá, también, la población castigue políticamente a Netanyahu, pues lo ocurrido no tiene parangón, salvo que nos remontemos al Yom Kippur, medio siglo atrás. De ahí que muchos periodistas hayan hablado del 11-S israelí, o incluso de un Pearl Harbor hebreo.
Sea como fuere, lo que sí está claro es que las unidades desplegadas sobre la, en teoría, infranqueable alta muralla que separa la Franja de Gaza con Israel, eran en su mayoría de soporte -administración, logística y comunicaciones- cuya función era asistir a las fuerzas de combate –con mínima presencia en la zona– cuando estas fueran empeñadas. Hecho que no hace sino reforzar los paralelismos históricos entre lo visto el sábado y lo visto hace 50 años.
Pero ahí acaban las similitudes. La diferencia trascendental radica en la naturaleza de ambas acciones. Mientras que la Guerra del Yom Kippur se trató de una guerra convencional de alta intensidad con objetivos eminentemente militares, la acción del grupo terrorista Hamás, que podría calificarse de razzia, tenía por objetivo único causar terror entre la población civil israelí. Además, si la guerra de 1973 fue el preludio al triunfo de la diplomacia en el conflicto árabe-israelí, esta guerra viene antecedida por los fracasos o más bien éxitos a medias de la misma, pues el Acuerdo de Abraham y la normalización de las relaciones entre Israel y las monarquías árabes no ha logrado extenderse todavía a Arabia Saudita.
Esto último es fundamental, pues Irán busca por todos los medios evitar que ambos estados den ese paso definitivo y, con una altísima probabilidad está detrás de la acción de Hamás, uno de los proxies en la zona y de la amenaza que ha planteado Hezbolá –otro proxy iraní– desde el sur de Líbano. De hecho, si este y otros grupos llegan a unirse a Hamás en sus ataques, estaríamos hablando de una situación muy diferente e incluso de una «amenaza existencial» para Israel, en palabras de la asesora de Seguridad Nacional, Giora Eiland.
Ocurra lo que ocurra, a nivel interno este ataque, aunque para algunos puede suponer un evento aglutinador y cohesionador de la sociedad israelí -y que, sin duda, hasta cierto punto lo será-, no ha impedido que aumenten las tensiones contra el primer ministro, Benjamín Netanyahu. Un político a quién una parte de la población ve como el principal responsable de lo sucedido ayer en tanto ha tensado la vida israelí hasta límites insospechados y, además, se ha venido aliando con el extremo más radical del arco político. Como consecuencia, además, ha ampliado la brecha entre la mayoría de la población judía y los grupos ultra ortodoxos –no han sido llamados a filas y han mostrado poca solidaridad con lo sucedido en el sur– de los cuales depende su permanencia en el poder.
Para Hamás, así como para un elevado porcentaje del mundo islámico -aquel establecido en MENA especialmente-, aunque la represalia israelí al ataque conlleve la reducción a escombros de Gaza y la evacuación de toda su población árabe, lo logrado hasta el momento (que ha implicado una barbarie sin precedentes) supone una victoria moral. Pues desde su punto de vista han «asestado un golpe a los sionistas» y dado un paso decisivo para “liberarse de la opresión israelí”.
Para las potencias regionales que rodean Israel, lo sucedido es una muestra de debilidad tanto de uno de los mejores ejércitos como de uno de los mejores servicios de seguridad del planeta. No olvidemos que Israel basa casi por entero su disuasión en la creencia de la inviolabilidad de las fronteras por ellos establecidas durante el siglo XX. La disuasión de Israel es algo que no es el resultado de una acción. La disuasión provoca alteraciones en el comportamiento; no es la alteración en sí. Por tanto, el ataque de Hamás implica un enorme golpe para la moral nacional y reputacional de Israel, así como para su capacidad de disuasión. Pues la acción terrorista de Hamás ha sido un comportamiento resultante de la propia capacidad disuasoria israelí, no una alteración en la misma.
La inteligencia israelí cuenta con tecnología sofisticada, además de cobertura HUMINT y SIGINT, que cubre Cisjordania y Gaza. Es su razón de ser. Cómo ocurrió esto -un colosal fallo de inteligencia- es por el momento difícil de decir, aunque puede tener cierta explicación. Las discrepancias y enfrentamientos entre el ejecutivo de Benjamín Netanyahu y el ejército a raíz de las reformas en el poder judicial, aunadoas con las tensiones y disputas políticas y culturales existentes en el seno de la Knesset que permean al resto de la sociedad, sin duda han colaborado para la sorpresa del ataque perpetrado por Hamás.
Los líderes de seguridad israelíes habían minimizado la amenaza de Hamás en los últimos meses, ya que el grupo se abstuvo de participar en los conflictos iniciados por su aliado más pequeño en Gaza, la Jihad Islámica Palestina. Existía la sensación de que Israel, con sus sistemas de defensa aérea de vanguardia, había vuelto ineficaz la principal amenaza de Gaza: los cohetes de corto alcance. Sin ir más lejos, el mes pasado, las IDF caracterizaron a Gaza como en un estado de “inestabilidad estable”, sugiriendo que los peligros planteados por los militantes de Hamás estaban en gran medida contenidos.
Es imposible no tener la sensación que tanto Netanyahu, como los servicios de seguridad y las IDF estaban tan concentrados en librar su enfrentamiento interno, que no fueron capaces de detectar una guerra en el horizonte. Guerra que, además, se saldará con un número elevado de víctimas civiles -que mayoritariamente tendrán familia en 3 de los 5 continentes, globalizando el impacto en cierta forma- y una más que posible erosión de su imagen entre sus aliados y entre sus detractores por las represalias que, no es difícil adivinar, tomará Israel.
Las motivaciones que han propiciado el ataque terrorista en esta fecha aún se desconocen con seguridad, pero se barajan varias posibilidades. La principal -y aquella que hasta líderes de Hamás e Hizbollah han hecho pública-, es que sería una estrategia para tratar de cancelar, o cuando menos, retrasar, la normalización de relaciones israelí-saudí, que al igual que los acuerdos de Abraham en 2022, habían dejado de lado a los palestinos y restado poder regional a Irán -enemigo sempiterno tanto de Israel como de Arabia Saudí-. Ahora bien, tampoco es descartable que se haya elegido la fecha a raíz del simbólico cincuenta aniversario de la Guerra del Yom Kippur, que sea un compendio de ambos factores o que entren en juego otros, como el temor de Hamás a un próximo ataque israelí, optando por anticiparse.
El ataque de Hamás
La “Operación Tormenta Al-Aqsa” -denominación que Hamás ha otorgado a sus acciones terroristas del sábado-, ha sido en términos genéricos un ataque de baja tecnología, basado más en el elemento sorpresa y la planificación, que en el empleo de armamento avanzado. Aun así, ha dejado sorpresas, como la capacidad de mando y control (C2) de Hamás y otras acciones no por esperadas menos importantes, como el uso de drones contra los puestos de vigilancia israelíes e incluso vehículos blindados y carros de combate, importando la experiencia de Ucrania.
Más allá de esto, el grueso de los ataques ha sido llevado a cabo por formaciones dispersas del tamaño de un escuadrón, compuestos principalmente por varones casi todo rango de edad, totalizando alrededor de 1.000-1.500 hombres. Armados con fusiles automáticos, ametralladoras, RPGs y granadas, obtuvieron la sorpresa estratégica, operativa y táctica en un área geográfica bastante pequeña en el Sur de Israel. Fue un ataque masivo y coordinado contra diversos objetivos en el centro y sur del país, que sin duda ha contado con el beneplácito y la ayuda en las fases de planificación por parte de Irán.
Tomaron el paso fronterizo de Erez y, a través de la frontera, moviéndose en vehículos off road civiles, parapentes y embarcaciones semirrígidas-aunque estas fueron rápidamente abatidos por la marina israelí– lograron desbaratar completamente las defensas israelíes, infiltrándose en distintos puntos del sur del país. Simultáneamente lanzaron miles de cohetes Rajum y Quds -unos 2.000 según las IDF-. La mayoría no alcanzaron sus objetivos, pero decenas impactaron en edificios de ciudades como Jerusalén o Tel Aviv. Como apoyo, además, se ha documentado el uso de drones suicidas y los miembros de Hamás no dudaron en emplear drones comerciales para soltar granadas sobre las instalaciones militares israelís en la muralla fronteriza. Los propios miembros de Hamás hicieron públicas imágenes atacando y derribando la “cerca inteligente” que las fuerzas israelíes instalaron en 2021 para contrarrestar los túneles. Otras fotografías mostraban a palestinos subiéndose a vehículos militares israelíes averiados o abandonados, mientras posaban tomándose selfies. Incluso no han dudado en emplear drones comerciales para lanzar proyectiles contra uno de los archiconocidos Merkava IV o emboscar columnas mecanizadas con sistemas contracarro portátiles.
El ataque, depende el prisma con que se vea, puede considerarse que ha tomado buena nota de algunos de los conceptos clave de la batalla multidominio. Ha logrado una cierta convergencia de medios y efectos en un espacio concreto para saturar a Israel, mediante la conducción de movimientos por tierra, mar y aire simultáneamente y, muy posiblemente, incluso acciones cibernéticas -aunque en su mayoría dirigidas a lo cognitivo-. Con ello, han logrado sembrar el caos entre la guarnición fronteriza, alcanzando su objetivo de causar terror en base a penetrar, secuestrar y aniquilar civiles en suelo israelí. Un acto de guerra híbrida sorprendentemente sofisticado y brutal.
Uno de los primeros objetivos de Hamás fueron unos terrenos cercanos a la frontera, en las inmediaciones del Kibbutz Re’im. Lugar donde los terroristas perpetraron una auténtica masacre de civiles. A las 07:00, empleando parapentes, jeeps y pick-ups con marcas militares de Hamás, los terroristas irrumpieron el festival musical Supernova, en el que se habían congregado alrededor de 5.000 personas, tiroteando, asesinando y secuestrando a sus asistentes. Los supervivientes afirman que numerosas mujeres fueron sido violadas en la zona del festival junto a los cuerpos aún calientes de sus amigos, para luego ser ejecutadas in situ. Otras fueron secuestradas y llevadas a Gaza, donde varias de ellas fueron obligadas a desfilar por las calles de la ciudad, con la sangre brotando de entre sus piernas. Hasta el momento se han contabilizado 260 víctimas entre los asistentes, presentando en su mayoría disparos a quemarropa, con cuerpos mutilados y sin ropa. La acción contra el festival marcó el tono de lo que ocurriría en las horas siguientes, al menos durante el tiempo en el que los terroristas pudieron actuar impunemente contra personas indefensas. Durante toda la mañana y hasta bien entrada la tarde, hubo situaciones similares, pero a menor escala.
(Continúa…) Estimado lector, este artículo es exclusivo para usuarios de pago. Si desea acceder al texto completo, puede suscribirse a Revista Ejércitos aprovechando nuestra oferta para nuevos suscriptores a través del siguiente enlace.
Be the first to comment