Hasta ahora la empresa de mercenarios rusa Wagner ha estado rodeada de cierto aura de invencibilidad, a pesar de algunos batacazos, como los sufridos en Siria contra militares estadounidenses. En los últimos meses, sin embargo, la misión que están llevando a cabo en Mozambique, en apoyo del Gobierno, está suponiendo un duro varapalo para esta herramienta de la política exterior del Kremlin, hasta el punto de que se sospecha que han sido reemplazados por una compañía sudafricana debido a sus problemas.
Mozambique lleva sufriendo en la región norteña, costera y de mayoría musulmana de Cabo Delgado, una insurgencia yihadista con ciertos vínculos con el ISIS desde octubre de 2017, que se ha llevado la vida de al menos 700 personas y más de 100.000 desplazados. Aunque es una región de gran pobreza y contrabando, es muy rica en gas, con numerosos proyectos de compañías como Exxon Mobil y Total, valorados en 60.000 millones de dólares. Sin embargo, la espiral de violencia impide que estos proyectos se puedan llevar a cabo, con una insurgencia cada vez más tecnificada, capaz de realizar operaciones anfibias, y de atacar objetivos antes inalcanzables.
Una insurgencia, un presidente de cara a unas elecciones, y recursos minerales y energéticos formaban una combinación perfecta para que Rusia pudiera vender un pack que incluyera mercenarios de Wagner, servicios de asesoramiento y manipulación electoral, y negocios con recursos.
Primeros acercamientos
Ya el 20 de diciembre de 2018 se sospechaba de manera pública, tal y como publicó The Moscow Times, que Mozambique podía ser un destino apetecible para Wagner. El hecho es que posteriormente salió a la luz que en octubre de 2018 una delegación de Wagner que iba en el destructor de la armada rusa Severomorsk, compuesta por seis representantes, desembarcó en el puerto de Pemba, para reunirse luego en la ciudad de Palma y hacer una propuesta de seguridad al gobierno del país, ante los enormes problemas que estaban teniendo en la lucha contra la insurgencia terrorista.
Para poner en contexto todo esto, hemos de recordar que esto forma parte de la ofensiva de «diplomacia mercenaria» que estaba llevando a cabo Rusia en esos momentos, consiguiendo penetrar en la República Centroafricana, donde desplegó un contingente de unos 170 contratistas en marzo de 2018, tras conseguir levantar parcialmente el embargo que se cernía sobre el país.
En abril del mismo año, Wagner aparece también en Madagascar protegiendo la comitiva que estaba en el país para conseguir contratos mineros a cambio de servicios de manipulación electoral y asesoramiento político de cara a las elecciones. En el dispositivo de protección también habían miembros del FSB y del GRU. Meses después, el buque Severomorsk, también hizo escala en Madagascar, haciendo efectivo el acuerdo de cooperación militar firmado semanas antes, en el cual se incluía la visita de buques.
Como vemos, Wagner no deja de ser una unidad militar muy flexible y en la sombra, con estructura de PMC. A efectos prácticos, sin embargo, no lo es, de ahí que lo prefiera denominar pseudo-PMC. Wagner podríamos considerarla como una de las herramientas gubernamentales exportables desde el Kremlin, o con capacidad de actuar también con cierta independencia, como se vio en los Campos de Conoco. En dicha ocasión actuó en base a contratos firmados con agentes gubernamentales sirios, pero sin la cobertura del Kremlin. Debido a este carácter de doble dependencia, estatal/privado, y aprovechando el término de moda “guerra híbrida”, muchos lo consideran una herramienta híbrida.
Tras conocer el contexto, sigamos con Mozambique. El gobierno del país, a la hora de adquirir asistencia en seguridad no solo recurrió a Rusia, aprovechando los canales diplomáticos oficiales, sino también a otras, como OAM, de John Gartner, un ex militar de la antigua Rhodesia, o a Black Hawk, del ex coronel del ejército de Sudáfrica Dolf Dorfling. Ambos, conocen a la perfección estos escenarios; como dijo Dorfling, conocía Mozambique como la palma de su mano, pero ante los precios que ofrecían los rusos, y las conexiones políticas, no podían competir. Hubo una tercera empresa, aunque menos conocida, Umbra Aviation. Esta propuso un despliegue de mucha mayor importancia, con helicópteros y aviones de ataque, además del uso de vehículos blindados. Tampoco podía faltar Erik Prince y STTEP de Eeben Barlow, fundador también de la mítica Executive Outcomes.
Respecto al precio, OAM ofrecía un equipo de 50 personas por entre 15.000 y 25.000 dólares. Este no es único caso en el que ha ocurrido algo así respecto a los precios ofrecidos por las PMSCs rusas. En Libia, otra PSC rusa, RSB Group, consiguió el contrato con la cementera Libyan Cement Company para desminar unas instalaciones en Bengazi, tirando el precio por los suelos. Mientras que una compañía británica ofrecía 50 euros por m2 de desminado, RSB lo hacía por entre 10 y 15.
El negocio de las PMSCs (Compañías Militares y de Seguridad Privadas por sus siglas en inglés) está muy vinculado con el apoyo gubernamental, al igual que el de las armas; no es solo una cuestión técnica, o al menos cuando se requiere algo más que técnica. Es por ello que países como Ucrania, a pesar de tener numerosos veteranos, y de tener asociada una industria de defensa capaz de aportarles armas ligeras, no puede competir con la rusa.
Este tipo de empresas, además, tienen un impacto internacional bastante grande, por lo que necesita una diplomacia a la altura. Recordemos cómo STEEP que operó con éxito en Nigeria contra Boko Haram, fue boicoteada para otros clientes por EEUU, ejerciendo gran presión para que rechazaran los contratos.
Este es otro fenómeno a tener en cuenta; unos neófitos como las compañías rusas están rompiendo el mercado, al menos en el África subsahariana, gracias a sus bajos precios y conexiones políticas, que permiten involucrarles dentro de packs de servicios más amplios. Por ejemplo, en el caso de la República Centroafricana, Wagner ofrece protección gubernamental, entrenamiento, etc. Al mismo tiempo se realizan importantes esfuerzos diplomáticos por parte del estado ruso que les ha permitido convertirse en dealmakers, controlando en parte el proceso de paz, tal y como hicieron en Siria. Pero hay que tener en cuenta que no todos los escenarios son iguales, y las recetas que funcionan (por el momento) en unos países, pueden ser contraproducentes en otros.
Llegada de los contratistas de Wagner y revés
Tenemos que esperar a agosto de 2019, más en concreto a la visita del presidente mozambiqueño Filipe Nyusi a Moscú, para reunirse con Putin y tratar sobre asuntos de cooperación en materias de defensa, seguridad, energía y recursos mineros, cuando a la vuelta trae consigo el pack de servicios electorales y de seguridad, de cara a las elecciones de octubre.
Un mes después, el 13 de septiembre de 2019, llegan entre 200 y 300 miembros de Wagner (160 según CNN) a la capital del país, Maputo, abordo de un An-124 además de algo de material militar, y 12 días después, más material, como helicópteros Mi-17.
Los reveses para los hombres de Wagner empezaron al poco de llegar. El 10 de octubre, por ejemplo, dos operativos cayeron en una emboscada en el distrito de Macomia, Cabo Delgado. El 27 del mismo mes, otros cinco hombres caen muertos en otra emboscada, tras parar el convoy ante unos obstáculos puestos por los insurgentes y ser acribillados a disparos. Cuatro de ellos son decapitados y el quinto murió en el hospital a causa de las heridas. Junto a ellos, una veintena de soldados de las FADM (Fuerzas Armadas de Defensa de Mozambique) perecieron en dichos ataques.
El 18 de noviembre de 2019, Jasmine Opperman, analista de África, y una de las mejores conocedoras de los asuntos de seguridad en Mozambique, informa que las tensiones entre Wagner y las fuerzas de seguridad de Mozambique habían aumentado. Uno de los motivos principales era la falta de confianza en las FADM. Incluso una semana antes el vuelo frecuente de helicópteros por parte del personal ruso había parado. También se había notificado que los miembros de las FADM se habían negado a participar en algunas operaciones con Wagner, o incluso la propia venta de información al enemigo, además de las numerosas deserciones, fugas de inteligencia muy peligrosas.
El hecho es que los propios rusos reconocían la enorme complejidad de Cabo Delgado, así como que se sentían aislados y expuestos. A causa de ello, a finales de noviembre parece que se confirma una retirada estratégica de la mayoría del personal contratista ruso para replantearse el enfoque de las operaciones. También los negocios turbios de las FADM pueden haber puesto en peligro la misión rusa, ya que la posibilidad de perder el control al ceder parte de este a los rusos los podrían poner en peligro. Tal vez así se entienda mejor lo de que se sentían aislados.
A mediados de enero de este año, Wagner seguía sin estar envuelta en operación militar alguna, y de sus operativos estaban recluídos en sus “cuarteles de invierno” (verano en aquella parte del globo) en Nacala, y una pequeña parte en Mbau.
(Continúa…) Estimado lector, este artículo es exclusivo para usuarios de pago. Si desea acceder al texto completo, puede suscribirse a Revista Ejércitos aprovechando nuestra oferta para nuevos suscriptores a través del siguiente enlace.
Be the first to comment