Hace apenas unas semanas, escribíamos en estas mismas páginas un pequeño artículo titulado «Guerra entre Azerbaiyán y Armenia. Un conflicto sin demasiado futuro», en el que analizábamos tanto los orígenes de las disputas entre ambos estados, como la relación de poder y las posibles consecuencias de la guerra entonces en marcha. Tras el anuncio hecho ayer por el primer ministro armenio, Nikol Pashinián, que no es sino una rendición encubierta, se alcanza una nueva situación que en la práctica apenas cambia nada.
Como decíamos en la entradilla, al inicio del conflicto hacíamos una previsión sobre el resultado del mismo, a saber:
El gran riesgo para Armenia no pasa tanto por un ataque relámpago azerí capaz de traspasar todas sus defensas (seguramente buena parte de la ayuda rusa sean misiles ATGM para impedir este escenario) tanto como que el conflicto degenere hasta convertirse en una guerra de desgaste, algo que sólo puede beneficiar a su vecino, mucho más fuerte desde los punto de vista económico y demográfico.
Dicho esto, resulta evidente que a medio plazo las partes tendrán que llegar a algún tipo de acuerdo vinculante, como la implementación de algo parecido a lo que en su día se intentó con los Acuerdos de Madrid. Por el momento el enorme desequilibrio de fuerzas apunta en otra dirección y hace más factible futuros conflictos como el actual que si bien se ha iniciado ayer día 27, podría haber comenzado con cualquier otro de los variados incidentes fronterizos que se han vivido en estos últimos cuatro años.
Mientras esto se hace posible (si es que llega a serlo), lo más factible a día de hoy es que el conflicto se enfríe en los próximos días y semanas, alcanzándose una situación muy similar a la posterior a 1996, con pequeños cambios territoriales y en espera del siguiente conflicto.
Esto es, ni más ni menos, lo que ha ocurrido. La velocidad inicial del ataque azerí permitió avances en otro tiempo impensables, gracias a una acertada combinación de nuevos medios y tácticas, pero también a un alto precio, pagado en sangre. Ahora bien, a pesar de la pérdida de la ciudad de Susha, que finalmente ha decidido el resultado del conflicto y obligado a Pashinyan a aceptar un acuerdo forzado por Rusia, resulta menos evidente que los azeríes hubiesen llegado a tomar Stepanakert, la capital de Artsaj sin que el conflicto hubiese escalado de forma peligrosa.
Decimos esto, porque como explicáramos en el anterior artículo, no son únicamente Armenia, Azerbaiyán y los habitantes de Artsaj los implicados, sino que también entran en juego los intereses de las potencias vecinas, en especial Turquía y Rusia. Esta última, aunque ha evitado intervenir de la misma forma en que sí lo ha hecho Turquía, en tanto sus responsabilidades respecto a Armenia no incluyen Artsaj, finalmente ha llamado a capítulo a Pashinián antes de que el conflicto pasara de guerra limitada a guerra total, al menos desde el punto de vista armenio, con la previsible escalada de la que ya habláramos en su día.
Así las cosas, escudándose en el análisis experto, Pashinián ha tomado esa «dolorosa decisión» y aceptado unos términos que, en realidad, son más razonables de lo que cabría suponer a la vista de lo acontecido en el campo de batalla. Deben ceder, cosa lógica, las regiones azeríes ocupadas por Armenia desde el conflicto de 1988-1994 y permitir un corredor terrestre entre Nachiveján y el resto de Azerbaiyán.
Sin embargo, no todo es tan terrible. Artsaj, aunque rodeada y disminuida sobrevive, y de hecho se construirá un nuevo corredor de 5 km de anchura con una carretera que permitirá conectar lo que queda del Karabaj armenio con Armenia, aunque no por Lachín, como hasta ahora. Además, por fortuna para Armenia, serán los propios rusos (y parece que también los turcos) los garantes del acuerdo, desplazando 2.000 efectivos cuya misión será asegurar tanto este corredor como el cumplimiento de los términos del acuerdo.
La implementación del mismo, por cierto, no se ha hecho esperar. Tropas rusas de la 15ª Brigada de Infantería Motorizada, montados en blindados Tigr-M y BTR-82A se desplazaban en las últimas horas a la zona, como se puede ver en el siguiente vídeo.
En resumen, podría decirse que la guerra se ha mantenido dentro de los cauces previstos y que la situación, una vez más ha quedado estancada, alcanzándose un nuevo equilibrio entre las partes. Los problemas, no obstante, son muchos.
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