En las últimas horas se ha reactiva el conflicto del Alto Karabaj o Nagorno Karabaj, entre azeríes y armenios. Las imágenes de intensos combates, incluyendo el uso de drones, blindados y carros de combate y artillería de diversos tipos, han abierto los informativos, contabilizándose hasta el momento un número indeterminado de víctimas, que podría ascender a varias decenas, provocando una situación que no se vivía desde abril de 2016, cuando se produjo la llamada «Guerra de los Cuatro Días». A lo largo de este artículo explicaremos las causas históricas del conflicto, cuáles son los actores y sus intereses, los medios en servicio, los apoyos exteriores y la previsible evolución del conflicto.
Amanda Salcedo
La República de Artsaj, en la que se incluye la región de Nagorno Karabaj o Alto Karabaj es una pequeña región, de apenas 11.400 kilómetros cuadrados (Nagorno Karabaj ocupa 4.400 kilómetros cuadrados, pero a estos han de sumarse varios territorios más antiguamente pertenecientes a Azerbaiyán) y habitada por alrededor de 145.000 habitantes, situada entre Armenia y Azerbaiyán. Motivo de discordia desde hace siglos, debido a sus particularidades étnicas, continúa padeciendo un conflicto que se ha mantenido latente pese a periódicos rebrotes de la violencia y que es difícil de solucionar tanto por el profundo odio que se profesan las distintas etnias implicadas, como por la injerencia de Rusia y Turquía, países que apoyan respectivamente a Armenia (y por tanto a la República de Artsaj) y a Azerbaiyán.
A pesar de que la región estuvo poblada por cristianos desde los primeros siglos de nuestra era, cuando todavía existía el Reino de Armenia (S. II a IV), en el S. IX pasó a formar parte del Emirato de Armenia y a regirse por las leyes árabes, aunque en la práctica era gestionada por la nobleza local. Esta situación se extendió hasta la creación del Reino Bagrátida de Armenia a finales del S. IX, aunque su vida sería efímera también, pues sería caería posteriormente bajo dominio selyúcida, tártaro y safávida, aunque en todos estos periodos mantendrían sus habitantes una notable autonomía, al menos hasta que la región pasó a formar parte del Imperio Ruso en 1813.
Una nueva etapa de incertidumbre se abrió a partir de 1918, cuando la situación interna rusa, en guerra civil desde el año anterior y el colapso de lo que había sido un enorme imperio permitieron la aparición de nuevas entidades políticas en el Cáucaso, tales como Armenia, Azerbaiyán y Georgia, recrudeciéndose unos enfrentamientos que en 1905 ya habían estallado y que volverían a hacerlo con fuerza entre 1918 en que se forma la República de Armenia y mediados de 1920 cuando el Ejército Rojo se impone en la región, uniendo el destino del Alto Karabaj a las decisiones de Moscú.
Precisamente en Moscú, Iósif Stalin, quien todavía no había alcanzado el control total de las instituciones soviéticas, pero acumulaba ya un notable poder como Comisario de Asuntos Nacionales, además de ocupar otros varios cargos, decidió la transferencia del Alto Karabaj a Azerbaiyán en parte como forma de aplacar a Turquía. Sin embargo, el factor fundamental no era este; el Alto Karabaj estaba plenamente integrado en la economía azerí, además de compartir con esta región profundos vínculos étnicos e históricos, pues lo cierto es que la mayor parte de su población era todavía de mayoría musulmana. Esta situación se había mantenido hasta la entrada en escena del Imperio Ruso, desde cuya llegada el número de armenios en el Karabaj comenzó a crecer, especialmente en los núcleos urbanos.
Bajo el dominio soviético era impensable cualquier conflicto interno, lo que no evitó que se fuese gestando una situación de inestabilidad y que se sentaran las bases de la guerra que asoló la región entre 1988 y 1994. Con todo, el alto grado de control propio de un régimen totalitario impedía cualquier movimiento o, al menos, logró impedirlo hasta que las reformas de Gorbachov en los años 80 dinamitaron el sistema, dando alas a los nacionalismos, lo que a la postre culminó con la disolución de la Unión Soviética y la aparición de diversos conflictos, entre ellos el que hoy nos ocupa.
Efectivamente, aprovechando los últimos estertores soviéticos, el conflicto se hizo inevitable, extendiéndose entre febrero de 1988 y mayo de 1994. Una guerra compleja con diversas fases y en mitad de la cual, en 1991, Nagorno Karabaj declaró su independencia respecto a Azerbaiyán, para proclamar posteriormente su reunificación con Armenia, también de forma unilateral. Lo que es peor, la necesidad de unir Armenia y Nagorno Karabaj, pues esta última región está completamente rodeada de territorios azeríes, condujo a una serie de operaciones dirigidas a la conquista de territorios que permitieran enlazar ambas zonas, así como a una limpieza étnica que culminó con la huida de centenares de miles de azeríes hacia el centro y este de Azerbaiyán. Como consecuencia de lo anterior y una vez más, el equilibrio entre las poblaciones volvió a alterarse, esta vez en favor de los armenios, que trataron de ocupar el vacío dejado por el éxodo azerí.
Es así como Nagorno Karabaj termina por convertirse en la actual República de Artsaj, cuyo estatus como estado únicamente ha sido reconocido por Osetia del Sur, Transnitria y Abjasia, zonas todas ellas con problemas comunes. Ni siquiera Armenia reconoce públicamente su existencia, lo que de por sí es indicativo del nivel de la complicada situación regional. Es cierto, no obstante, que en los últimos años han logrado instalar oficinas de representación en países como Alemania, Estados Unidos Australia, Francia o Rusia, pero esto no supone ningún tipo de reconocimiento, sino que se hace con el objetivo de hacer labores de lobby y defender la posición de la república ante un proceso de paz que no termina de consolidarse.
Así las cosas, en los últimos años se han producido numerosos incidentes, el más grave de los cuales tuvo lugar en 2016 y ha pasado a la historia como la «Guerra de los Cuatro Días», culminando con una clara victoria azerí. No ha sido el único, pues de forma regular ambos bandos se tientan -la situación armenia es muy precaria como explicaremos- y sólo la implicación de terceros evita nuevos estallidos de violencia, esencialmente gracias al interés ruso por mantener el conflicto latente como medio para influir en ambas ex-repúblicas soviéticas.
Un desequilibrio notable
Tomando prestado el título del conocido libro de Robert D. Kaplan, toca considerar aunque sea brevemente las bases del poder de cada contendiente. La tumultuosa historia regional es consecuencia de varios factores que atañen a la geografía, tanto física como humana y que deben ser considerados fundamentales:
- Nagorno Karabaj como el resto del Cáucaso es una zona de paso entre Norte y Sur y entre Oriente y Occidente y, por lo tanto, objeto de deseo de múltiples poderes a lo largo de la Historia, de ahí el trasiego de imperios que han marcado su devenir histórico;
- Debido a lo anterior, es una región de choque entre culturas, etnias y religiones, lo que siempre es motivo de inestabilidad y conflictos;
- La orografía es, en última instancia, lo que ha permitido que periódicamente aparezcan entidades independientes en una región caracterizada por sus montañas y sus bosques, que dificultan las operaciones militares.
Ahora bien, lo que es válido en el largo plazo, no debe servir para olvidar la situación en este momento en concreto y es que tanto Armenia como la República de Artsaj están en franca inferioridad. La misma orografía que ha permitido mantener a los armenios y a los habitantes de Nagorno Karabaj cierta independencia a lo largo de los siglos juega en su contra al limitar el desarrollo económico, el crecimiento de la población o la asistencia por parte de sus aliados.
En el caso de la economía, la diferencia tanto en términos nominales como en paridad del poder adquisitivo o PPA es abismal. Estamos hablando de un PIB nominal en el caso de Armenia de poco más de 12.000 millones de dólares frente a los casi 40.000 de Azerbaiyán. Si tomamos este mismo indicador en términos PPA nos encontramos con un PIB de poco más de 29.000 millones de dólares por parte de Armenia frente a los 172.000 millones de un Azerbaiyán que se beneficia de sus reservas de petróleo y gas natural, del turismo y de una economía en general más diversificada y desarrollada.
En el caso de la población la diferencia tampoco es baladí. Armenia destaca por ser uno de los estados con mayor emigración del planeta y buena parte de sus habitantes han ido a países como Rusia en busca de oportunidades laborales, dejando de paso un saldo de crecimiento negativo en los últimos años. Por el contrario, en el caso de Azerbaiyán tanto por motivos culturales (95% de población musulmana) como por las mejores condiciones económicas, el crecimiento es sólido, lo que arroja un balance de 3.000.000 de armenios frente a los 10.000.000 de azeríes.
Por supuesto, como consecuencia de todo lo anterior, uno de los bandos tiene la posibilidad no sólo de invertir más en defensa (2.000 millones en el caso de Azerbaiyán frente a unos míseros 600 millones armenios) o de reclutar más tropas sino también más facilidades a la hora de desplegar sus fuerzas sobre el terreno y en su caso, de sostenerlas una vez el conflicto está en marcha. Además, Azerbaiyán ha hecho, dentro de sus posibilidades, un notable esfuerzo en los últimos años para incrementar la ventaja técnica que ya pudimos apreciar en el conflicto de 2016.
De esta forma, ha invertido en seguir dotándose se drones con capacidad no sólo de observación, sino cada vez más de guiado e incluso de ataque, nuevos helicópteros, blindados y por supuesto, tomando buena cuenta de las lecciones de conflictos recientes como el del Donbáss o el de Siria, de artillería tanto de cohete como obuses de distintos tipos. De hecho, se ha reportado el uso de sistemas MLRS TOS-1A con munición termobárica en los primeros compases del actual conflicto, así como una utilización intensiva de drones de distintas categorías por parte azerí.
En cualquier caso, más allá del conflicto que estamos viviendo, que seguramente sea limitado tanto en su duración como en los objetivos a alcanzar, como explicaremos, lo importante aquí son las tendencias; todas y cada una de las principales variables favorecen a Azerbaiyán, país que busca recuperar no sólo Nagorno Karabaj, sino también el resto de territorios perdidos en el conflicto de 1988-1994.
Aliados
Un conflicto con un desequilibrio tan evidente entre los contendientes, más allá de las dificultades del terreno y los limitados medios de que dispone cada bando pese a todo, únicamente puede prolongarse como lo ha hecho debido a la influencia de terceros.
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