El derrumbe de los precios del petróleo que hemos vivido hoy lunes 20 de abril, tienen su causa en la confluencia de la guerra del petróleo que se venía fraguando entre Rusia y Arabia Saudí desde fines de 2019 (fractura en la OPEP +) y el hundimiento en la demanda de petróleo por la crisis del coronavirus.
La estrategia rusa y la fractura de la OPEP +
La OPEP + tiene sus orígenes en las negociaciones entre la OPEP y Rusia (así como otros países de menor relevancia) para limitar la producción petrolera e influir en los precios, que culminaron a finales de 2016. En 2017 comenzaron a aplicarse y lograron cierto repunte en los precios de petróleo.
No obstante, en Rusia los acuerdos de OPEP Plus no siempre tuvieron un respaldo unánime. El líder de la facción contraria a los acuerdos fue Igor Sechin, un soliviki (proveniente de la inteligencia soviética) estrechamente vinculado a Putin. Cuando Putin dejó de ser presidente de Rusia de manera transitoria entre los años 2008 y 2012 para ocupar el cargo de primer ministro, Sechin fue su viceprimerministro. Una vez Putin volvió al cargo de presidente, Sechin fue designado como director de Rosneft, la mayor empresa petrolera rusa y una de las claves de la economía política del régimen de Putin.
No obstante, la oposición a los pactos con la OPEP no es una corriente de opinión excéntrica o minoritaria en los círculos de poder decisor en Rusia. La desconfianza a pactar precios con la OPEP se basa en la creencia de que elevar los precios del petróleo es un error estratégico a largo plazo, ya que para lo único que serviría es para dar margen de crecimiento a la industria del shale oil de los EE.UU., por más que a corto plazo sí pudiera ser beneficioso para Rusia.
Como desde fines de 2016 la producción petrolera siguió creciendo hasta convertir a los EE.UU. en el principal productor de petróleo mundial, la corriente de opinión rusa que abogaba por no pactar con la OPEP e ir a la guerra de precios con el shale oil norteamericano, parecía ser vindicada.
No obstante, también hay que señalar que Rusia no cumplía plenamente los acuerdos con la OPEP en la reducción de producción petrolera, y parcialmente se benefició de vender cantidades más elevadas de petróleo que le correspondía y a un precio superior en caso que no hubiera acuerdos de OPEP Plus.
Por otra parte, aunque los saudíes eran conscientes de las trampas rusas y los parciales incumplimientos, le beneficiaba ese estado de cosas, ya que un mal acuerdo era mejor que ninguno. Los incrementos en los precios compensaban las menores ventas.
Esa posición de Arabia Saudí de líder en el mercado petrolero ha sido la tradicional siempre que la oferta de petróleo no superase en demasía la demanda. En esas circunstancias de no un gran exceso de oferta, autorestringir la producción de crudo era compensado por aumentos desproporcionados en los precios.
Por ejemplo, a los saudíes les compensa vender dos millones menos de barriles (un 20% de su producción) de petróleo si el precio del barril pasa de 40 a 60 dólares (un aumento del 50%), ya que ingresarían un 20% por la venta de petróleo crudo.
Sin embargo, a medida que EEUU aumentaba su producción petrolera y la demanda de petróleo mundial crecía un poco menos que las expectativas, esa posición de liderazgo saudita para influir en el precio se fue erosionando. Mientras no hubiera un gran exceso de oferta de manear duradera y conservara cierta cuota en la producción mundial, a Arabia Saudí no le compensaba hacer la vista gorda con los gorrones o free riders, y los incumplimientos parciales eran mucho mejor que nada si se unían a las reducciones de producción sauditas.
En ese contexto, el acuerdo entre Rusia y Arabia Saudí parecía una alianza natural que beneficiaba a ambos países y al conjunto de productores, incluyendo a los de shale oil estadounidenses. En este punto, la hostilidad entre Rusia y los EE.UU. ha jugado un papel importante en el inicio de la guerra del precio de petróleo.
Al rechazo de Igos Sechin del acuerdo con la OPEP, que beneficiaba a los productores norteamericanos, se unió la sanciones que contra Rosneft (que dirige Sechin) impusieron los EE.UU.. Como Rosneft además es una pieza fundamental en la economía política interna y externa del régimen de Putin, es probable que decantara la decisión a favor de lo que no respaldaban el acuerdo con los sauditas e ir a una guerra de precios petroleros contra el shale oil de EE.UU..
El desafío de precios bajos para los productores rusos
La producción de petroleo de Rusia puede hacer pequeños recortes de manera duradera, ya que una gran disminución en su nivel de producción podría causar importantes daños de manera permanente en su industria.
Ese problema no lo tiene Arabia Saudí, que puede cerrar y reabrir pozos petroleros sin demasiada dificultar. Ha de recordarse que Rosneft (el principal productor de petróleo ruso) tiene sus pozos en el norte de Siberia Oriental, en el que son mucho más profundos que en Arabia, debiendo atravesar además el permafrost. Son pozos ya maduros en los que cuesta bombear, abiertos en la época de la URSS, por lo que es necesario bombear gran cantidad de agua. Si se detiene la extracción, los conductos se obstruyen de hielo que luego es muy difícil de eliminar.
Reabrir un pozo que ha sido cerrado, necesita emplear bastante dinero y tiempo para hacer ejes para los ductos de perforación y sustituir el equipo que haya podido ser dañado. Por lo tanto, en algunos pozo no tendría mucho sentido hacer una gran inversión financiera en reabrir un pozo en el que se detuvo el bombeo de petróleo en campos petroleros maduros abiertos hace muchos años.
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