Francia declaró hace unos días su decisión de poner fin a la Operación Barkhane en el Sahel. Se abre ahora la cuestión relativa a las consecuencias que esa decisión podría implicar para la seguridad en Malí, los países vecinos y un hipotético incremento de la amenaza yihadista contra Europa. Un tema tratado hace escasos meses por la Corporación RAND, institución que reunió a varios expertos en la seguridad regional del Sahel para debatir las implicaciones de una por entonces hipotética retirada francesa de Malí y del final de la Operación Barkhane. Los argumentos que se esgrimieron en el debate se publicaron siguiendo reglas del estilo Chatham House (guardando el anonimato de los participantes para fomentar la especulación y el debate libre).
En este artículo, se hará una introducción de la problemática de la seguridad en Malí para dar contexto al documento de la RAND del que se transcribirán las partes más destacables. Cabe resaltar que no hay unanimidad entre los expertos, ni sobre la eficacia de la Operación Barkhane, ni respecto las implicaciones que tendrá la retirada francesa.
Contextualización del actual conflicto en Malí
Lo primero que hay que tener en cuenta es que la actual problemática en Malí tiene poco que ver con la que desencadenó la intervención francesa, en enero de 2013, a través de la Operación Serval. Aquella operación, y su sucesora (la Operación Barkhane), se originaron como respuesta al desmoronamiento de las fuerzas armadas malienses en 2012 y la declaración de independencia que hicieron los tuareg del MLNA (Movimiento de Liberación Nacional de Azawad) del norte de Malí, en la región de Azawad. El MLNA se había aliado con el grupo yihadista Ansar Dine. El MLNA y Ansar Dine entraron en conflicto unos meses más tarde, uniendo fuerzas con el grupo yihadista del MUYAO. En la lucha prevalecieron los yihadistas y controlaron buena parte del norte de Malí, iniciando luego un avance contra la capital de Malí, Bamako.
La perspectiva de que se formara un emirato salafista y yihadista al sur de Europa, provocó la intervención francesa, la formación de una amplia fuerza de paz de la ONU (MINUSMA) y de misiones de entrenamiento de la UE. El conflicto del norte de Malí y Azawad pudo estabilizarse y controlarse, lo que cristalizó en los Acuerdos de Argel de 2015, con algunos grupos tuareg apoyando los acuerdos y otros no.
En la región de Mopti (en el centro del país y al margen del conflicto de Azawad), tradicionalmente la presencia de funcionarios del gobierno ha sido percibida como un elemento perturbador en la vida de las comunidades locales, e incluso depredadores usando su posición de autoridad. Las fuerzas armadas y las operaciones de mantenimiento de la paz, en ese tipo de contextos, no son agentes del orden y la estabilidad, sino que sirven a sus propios intereses, imponen corruptelas a la población local y tratan de establecer una agenda de modernización económica que interfiere o dificulta la economía tradicional del área (en mi artículo sobre las Operaciones de Paz expuse con detalle ese tipo de problemáticas).
Aunque Mopti y el centro de Malí no estuvieron en el epicentro de la guerra que indujo a la intervención francesa con la Operación Serval (enero de 2013), la situación de seguridad es producto de las ondas de choque del estallido de aquel conflicto. La región de Mopti, de una gran diversidad étnica, sufrió la irrupción del grupo yihadista MUYAO en el año 2012 tras la muerte de un árabe, que sirvió de excusa. Esto inició un proceso en el que las poblaciones locales tuvieron que empezar a tomar parte por alguna de las milicias y grupos yihadistas, o conformar sus propias milicias y grupos de autodefensa.
Ha de tenerse en cuenta que, tal y como exponen en el informe «Context and Protection Analysis of Central and Northern Mali«, las áreas central y norte de Malí son el hogar de nómadas y poblaciones sedentarias que durante mucho tiempo han estado en conflicto por uso del suelo. En el norte, el grupo nómada está formado por tuareg, Pastores árabes y fulanis. Las poblaciones sedentarias son en su mayoría Songhai y Tamasheq, generalmente llamados Bella. En el centro, el La mayoría de las poblaciones asentadas son Dogon (agricultores, agricultores-pastores y artesanos), Fulani (ganaderos y agricultores-pastores), Bambara (agricultores, agricultores-pastores y artesanos), Markas (agricultores, agricultores y artesanos), Bozo-Somono (pescadores y agricultores), Songhai (agricultores-pastores y pequeñas empresas) y Bwa (principalmente agricultores). Estas regiones se han visto afectadas por una disminución de las áreas de pastoreo debido a la tierra que se utiliza para los cultivos, así como el agotamiento de los recursos hídricos y de alimentación. La economía informal es muy importante en estas regiones que implica una entrelazamiento de bienes legales e ilegales. Esa economía ilegal permite el contrabando de drogas y armas que son el soporte logístico para la conformación de los grupos armados.
En el informe «The impact of armed groups on the populations of central and northern Mali», la forma en que, como reacción al aumento de la presión de los grupos yihadistas, las poblaciones locales han sentido la necesidad de armarse para defender sus intereses. Los denominados «grupos de autodefensa» o katibas en el centro del país están organizados sobre una base comunitaria, incluidos los Donsos (compuestos principalmente por Bambaras), el grupo Dan na Ambassagou (de Dogons) y el grupo Sékou Bolly (de Fulani). Los dos primeros grupos representan sociedades de caza tradicionales, como lo demuestran los nombres Donsos y Dan na, que significan «cazadores» en los idiomas bamanankan y dogoso, respectivamente. Sin embargo, a diferencia de los grupos de caza tradicionales, que suelen estar armados principalmente con armas de fuego hechas a mano (Lassassi, Baikal, etc.), estos dos grupos de autodefensa cuentan con armas de guerra. El grupo Sékou Bolly (que lleva el nombre de un empresario fulani) ha formado una alianza relativamente flexible se compone principalmente de ex miembros de MUYAO. Es decir, el conflicto alcanzó un punto de inflexión con la creación de grupos de autodefensa y milicias locales, que se formaron para compensar la incapacidad de las fuerzas armadas de Malí para proteger a las comunidades. Estos grupos no se formaron necesariamente en un vacío de seguridad total, sino que fueron apoyados o tolerados por las autoridades. Estos grupos de autodefensa están organizados sobre una base comunitaria.
Por otra parte, además de grupos yihadistas (no solo grupos de autodefensa) que forman parte de la dinámica local es el de la katiba Frente de liberación de Macina, fulanis liderados por Amadou Kouffa, que promueve el establecimiento del salafismo. La referencia al Imperio Macina que fundaron los fulani en el siglo XIX, indica los agravios que sufre la población fulani respecto a otras poblaciones de economía sedentaria, consiguiendo que muchos jóvenes pasen a formar parte del grupo. El Frente Macina a su vez forma parte del JNIM, una coalición de grupos yihadistas que está alineado con Al Qaeda.
El MUYAO dejó de operar en 2013, y se escindió en varios grupos, como Al Marabitoun, que lideraba Mr. Marlboro (Mokhtar Belmokhtar). Grupos como Al Marabitoun, Katiba Macina, etc, formaron en 2017 el grupo JNIM (Jama’at Nasr al-Islam wal Muslimin). Los grupos yihadistas vinculados con el JNIM, como se ha explicado, tienen fuertes vínculos con la dinámica local y, en principio, aunque están alineados con Al Qaeda, no tienen una agenda de promover el yihadismo internacional y cometer atentados en Occidente. En 2020, su líder (Kouffa) expresó abiertamente su disposición de negociar con el gobierno de Malí y con Francia la retirada de la tropas francesas que denominan de cruzados y, posteriormente, negociar con con el gobierno de Bamako el final de la violencia. El JNIM, además, ha efectuado denodados esfuerzos por estabilizar la situación de seguridad en Mopti, organizando conferencias y acuerdos de paz entre los fulani y los dogones para poner fin al conflicto entre ambas etnias, lo que evidencia el escaso poder de influencia que tienen el gobierno maliense y la operación contraterrorista que lidera Francia.
No obstante, hay analistas que sostienen que tales declaraciones son meramente oportunistas y apaciguadoras, existiendo intenciones ocultas mucho más ofensivas para extender el yihadismo. Los gobernantes de Bamako, a su vez, están bajo una fuerte presión por parte de su propia población, harta de hacer concesiones a provincias rebeldes que consiguen sus objetivos empleando la violencia. A esta ya compleja ecuación, habría que añadir la existencia del Estado Islámico del Gran Sáhara (ISGS), con menos enraizamiento local y una agenda claramente alineada con el yihadismo internacional que promueve el Daesh.
En este contexto, la Operación Barkhane, aunque se ideó inicialmente como un operativo para evitar el derrumbamiento del Estado maliense y contener a grupos como Ansar Dine, podría haber perdido su eficacia inicial al haberse transformado el conflicto maliense. Al atacar indistintamente a los grupos terroristas y yihadistas, siguiendo una simple estrategia de contraterrorismo, se está provocando un severo agravamiento de lo que tendría que ser, en realidad, una campaña de contrainsurgencia. Muchos de los grupos yihadistas objetivos, como se ha explicado, en realidad no son más que un epifenómeno de luchas y equilibrios de poder locales.
Sin embargo, el fin de la Operación Barkhane, no implicaría necesariamente que la situación de seguridad mejorase. Aunque la operación francesa y la misiones internacionales bien pueden estar contribuyendo a hacer más complejo el conflicto, los desequilibrios y vacíos de poder subsiguientes podrían generar un mayor grado de violencia al hacer factible que unos grupos pudieran imponerse sobre otros.
Es en ese punto y fase del conflicto de Malí, en el que debe encuadrarse la discusión transcrita e el documento de la RAND.
El documento RAND sobre el final de la Operación Barkhane
<<En general estuvieron de acuerdo en que la salida de las tropas francesas no precipitaría un colapso dramático de los tres países en el corazón de la crisis del Sahel (Burkina Faso, Malí y Níger), ni afectaría directamente a la seguridad en Senegal y los llamados estados litorales al sur de Burkina Faso como Costa de Marfil, Ghana, Togo y Benin. Hubo acuerdo general, por ejemplo, en que Francia forjaría nuevos acuerdos de seguridad que le permitirían seguir apoyando a las fuerzas gubernamentales del Sahel y que otros actores externos podrían intervenir para apoyar a los gobiernos locales de diversas formas. Los participantes también asumieron que el conflicto entre Jama’at Nasr alIslam wal Muslimin (JNIM) y el Estado Islámico en el Gran Sahara (ISGS) continuaría y quizás empeoraría. En ausencia de la Operación Barkhane, cada vez más comunidades se verán obligadas a tomar partido.
Los participantes también enfatizaron la naturaleza local del conflicto y el hecho de que gran parte de la inseguridad sería impulsada por actores locales atrapados en conflictos locales. Esto implica que se produciría un colapso estatal como consecuencia del final de la Operación Barkhane, sino un conflicto más enconado y localizado con los actores locales pujando por nuevos acuerdos de poder mientras se reequilibra la situación. Por ese mismo motivo, argumentaron que el final de la Operación Barkhane no afectaría a los países adyacentes, ya que la situación de seguridad allí depende también de los actores locales y del contexto local.
Los participantes expresaron su escepticismo sobre un hipotético aumento de la amenaza terrorista en Francia. Sin embargo, se señaló que una retirada francesa sería un duro golpe para el prestigio y el poder blando del país pues «sería percibido como una derrota». Los participantes acordaron que una retirada francesa haría la vida más difícil para los participantes en la Misión de Estabilización Integrada Multidimensional de las Naciones Unidas en Malí (MINUSMA), y probablemente supondría el final de la Misión de Formación de la UE en Malí (EUTM), así como de la Misión de Fortalecimiento de Capacidades de la Unión Europea en Malí (EUCAP). Un participante mencionó que los Acuerdos de Argel (que estabilizó el conflicto en el norte de Malí que dio lugar a la intervención francesa de la Operación Serval en 2012) serían más difíciles de aplicar.
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