La orden de asesinar a Qasem Soleimani dada por Trump, pudo ser un acto muy desesperado y arriesgado, pero no un acto de locura o carente de sentido estratégico. Por ejemplo, el general David Petraeus, profundo conocedor de las luchas de poder iraquíes y que logró someter las insurgencias suníes y chiitas durante la época del «Surge» en Irak, afirmó en una entrevista al Foreign Policy publicada el 3 de enero, que la decisión de Trump puede haber tenido la virtud de haber restablecido la disuasión a Irán, y frenar la estrategia iraní y de Soleimani de expulsar a EEUU de Irak y tomar el poder del gobierno de iraquí, mediante marionetas políticas de Irán.
Hay que entender que hacia diciembre de 2019 y enero de 2020, los EE.UU. no tenían muchas más alternativas que las dos siguientes: 1) marcharse de Irak por el hostigamiento creciente, o 2) intentar contraatacar (bombardeando los campamentos de Kata´ib Hezbollah, matando a Soleimani, etc).
Como expliqué en este artículo, desde noviembre de 2019 («Misteriosos» ataques con morteros contra bases con tropas americanas, 9 de noviembre), Irán y sus milicias habían comenzado una campaña de hostigamiento contra la presencia militar de EEUU en Irak, ejecutando ataques con cohetes contra las bases en las que estaban desplegados. Esta campaña de las milicias proiraníes estaba orquestada por la Fuerza Qods que dirigía su comandante, el general Qasem Soleimani. Irán necesitaba actuar rápido y con violencia a partir de noviembre, porque desde octubre las protestas prodemocráticas y antiraníes que ponían en peligro su influencia en Irak ganaron mucha tracción (de hecho, el 29 de noviembre terminó dimitiendo el primer ministro proiraní, Abdul Mahdi).
Recordemos que esas fuerzas militares de EE.UU. estaban desplegadas en Irak por invitación y petición del gobierno iraquí en 2014 para derrotar al ISIS, siendo la abrumadora y muy precisa potencia de fuego norteamericana, y su apabullante superioridad logística, el factor principal (aunque no único), de la derrota militar del ISIS. Es decir, que los EE.UU. están en Irak no por la invasión de 2003, sino que se marcharon en 2011 y regresaron en 2014 tras la caída de Mosul y la proclamación del Califato.
En noviembre de 2019, ante los continuos ataques de las milicias proiraníes contra las bases americanas, la situación aparecía ya a los observadores del conflicto en Irak como insostenible. Las fuerzas de EEUU estaban desplegadas para combatir al ISIS y no podían ejecutar operaciones contra las milicias proiraníes que les atacaban, por lo que solo podían quedarse en sus bases mientras las milicias les seguían atacando cada vez con más frecuencia e intensidad, hasta hacer inviable la permanencia de esas tropas.
Observadores muy agudos como Michael Knights, ya el 12 noviembre decían que, ante lo insostenible de esa situación, los EE.UU. debían optar esencialmente entre dos opciones: 1) marcharse por su propio pie, o 2) intentar responder militarmente a las acciones de las milicias proiraníes.
No obstante, tomar cualquiera de esas dos opciones era una decisión muy dramática y sin vuelta atrás, de consecuencias tectónicas para la estrategia regional: 1) abandonar Irak y dejarla inerme a las maniobras encubiertas iraníes, 2) iniciar una guerra contra las milicias proiraníes que podría escalar hasta luchar contra Irán mismo. Esta situación de polvorín a punto de estallar, por causa de la lucha por el control de Irak entre diferentes actores y potencias, se contemplaba con preocupación ya desde el verano
La gravedad de cualquiera de las opiciones indujo a que la decisión fuera postergada. Mientras tanto, los ataques de las milicias proiraníes continuaron incrementándose, hasta que el 27 de diciembre, la milicia KiB (dirigidos en la sombra por Soleimani y la Fuerza Qods) ejecutó un ataque con cohetes a gran escala contra una base norteamericana en el Kurdistán, lanzando nada menos que 30 cohetes contra ella, matando a un norteamericano e hiriendo a varios más. Fue en ese momento en que EE.UU. no pudo mirar más hacia otro lado y tener que escoger entre alguna de las dos opciones.
Los norteamericanos escogieron finalmente luchar contra las milicias proiraníes que no dejaban de provocarlos y hostigarlos, por lo que el 29 de diciembre bombardearon varios campamentos del KiB. Esto generó una gran algarabía de los milicianos proiraníes, que asaltaron la Zona Verde en Bagdad. Cabe resaltar que en las imágenes de la tangana solo se veían banderas e insignias proiraníes e Iraníes, no nacional iraquíes; no fue una manifestación popular sino que fue una manifestación unos sectores concretos y minoritarios. No obstante, los bombardeos americanos al mismo tiempo eran vistos con rechazo por los partidos políticos chiíes.
Como los iraníes iban a seguir atacando cada vez más a los norteamericanos (como venían haciendo desde noviembre) y los EE.UU. respondieron a las milicias proiraníes, lo lógico era que Soleimani y las milicias proiraníes realizaran todavía más ataques. Eso fue lo que llevó a EE.UU. a comenzar aumentar el despliegue militar en sus bases en Irak y en Oriente Medio. Por otra parte, dado que el coste político de atacar a las milicias proiraníes iba a ser igualmente muy alto, ya se bombardease a campamentos con personal no clave o se bombardease a una alta personalidad, llegados al punto que estaban, lo lógico era bombardear a los objetivos más importantes posibles (matar a Soleimani) en lugar de desperdiciar el escaso margen político en atacar objetivos secundarios nada decisivos.
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