Afganistán, el IS-K y el futuro del terrorismo internacional

¿Santuario del yihadismo o campo de batalla?

En los días finales de la evacuación de Afganistán se coló un actor inesperado para el gran público: IS-K. Para los servicios de inteligencia occidentales no era tan desconocido y alertaron de la amenaza real que suponía un ataque terrorista suicida en el aeropuerto de Kabul, como acabaría pasando. La rama afgana de Daesh está enfrentada con los talibán, mientras estos mantienen una larga y estrecha relación con Al-Qaeda. Los grandes bloques del yihadismo global se enfrentan en el país asiático, pero con dinámicas distintas a las del Oriente Próximo. Con todo, ¿Qué podemos esperar del futuro del terrorismo internacional en Afganistán? ¿Santuario del yihadismo o campo de batalla de las principales organizaciones terroristas?

¿Qué es el IS-K?

Los atentados suicidas en la recta final de la evacuación internacional en el aeropuerto de Kabul, por la rama afgana de Daesh, sorprendieron a muchos al estar centrados en las acciones de los talibán. Pese a ello, los servicios de inteligencia de países como Alemania, Estados Unidos o Reino Unido llevaban días alertando sobre la creciente potencialidad de un ataque de IS-K que desataría el caos. Ciento ochenta personas murieron en aquellos ataques, la mayoría población civil afgana, de los que trece de ellas resultaron ser jóvenes marines estadounidenses. El escenario era el idóneo para actuar dentro de la mortífera lógica terrorista: en medio de la atención de todos los medios internacionales por el ultimátum talibán para acabar con la salida de las tropas y colaboradores occidentales, atacar tanto a los militares como a la población civil para sobredimensionar su poder real en Afganistán y centrar la atención mediática sobre ellos.

Los informes de los servicios secretos no erraron y la rama afgana de Daesh acabó entrando en la ecuación informativa del momento gracias a sus ataques suicidas. El rápido comunicado, a las pocas horas del atentado, reivindicando la autoría de la operación terrorista por parte de IS-K, hace denotar la premeditación y preparación del mismo. Daesh acostumbra a atribuirse acciones de este tipo pasado los días, pero en esta ocasión aparecería muy rápidamente un vídeo de uno de los terroristas suicidas y la nota explicativa de la organización a través de una de sus principales plataformas propagandísticas: AMAQ News Agency.

Pero, ¿quiénes son IS-K? Aunque parezca un actor nuevo en el contexto afgano, lleva años operando en el país asiático. El Estado Islámico del Jorasán, (IS-K, por sus siglas en inglés) es la wilayat -provincia- de Daesh en Asia central y opera allí desde 2015. A diferencia de otros apoderados, el IS-K es de los pocos ejemplos en los que desde la central de Daesh en Irak y Siria se envían miembros de la organización para asentar células en el terreno. Otro ejemplo sería el proxy del grupo en Libia, que sigue también la una lógica inversa al procedimiento habitual de la organización de unir a grupos locales ya existentes a la matriz del ya extinto califato (Green, 2021).

Los orígenes del apoderado de Daesh en la región asiática no residen en Afganistán, sino en Pakistán. Concretamente, los miembros fundadores de este grupo pertenecían a la alta dirección de Tehrik-e Taliban Pakistan (TTP), la formación de los talibán pakistaníes. Estos miembros que se alinearían con Al-Baghdadi, formarían parte del primer Consejo Consultivo, Majlis al-Shura, del Estado Islámico del Jorasán. A partir de entonces, recibirían financiación y efectivos directamente de la central de Daesh en Siria e Irak, dándole una especial importancia a la expansión de posiciones en los territorios del Asia Central (CSIS, 2018).

La ideología de este grupo terrorista es especialmente relevante, pues además de integrar las tesis generales fundamentalistas promovidas por el califato, también incluirían la persecución hacia los takfiris -apóstatas-. Esto significa que incluso los musulmanes pueden ser un objetivo de manera justificada. Ejemplo de ello es el hostigamiento y violencia ejercidos contra la minoría Hazara en Afganistán, seguidora de la visión chií del islam (CSIS, 2018). Contra esta parte de la población afgana también se han perpetrado ataques desde Al-Qaeda o los talibán, que han sido también uno de sus principales azotes en los últimos años (BBC, 2021).

Bajo este razonamiento también se justifican sus enfrentamientos contra los talibán, contra Al-Qaeda y contra las fuerzas pakistaníes o afganas. La única visión posible dentro de su versión degradada del islam es aquella que ellos mismos promueven, haciendo de países como Afganistán más un campo de batalla del yihadismo que de colaboración entre agrupaciones terroristas.

Imagen del vídeo reivindicativo de los atentados en Kabul por parte de IS-K.

Los talibán y Al-Qaeda

En el tablero del yihadismo afgano tiene otro gran bloque conformado por los talibán y Al-Qaeda, pero pese a su buena colaboración no aspiran a una relación simbiótica pues existen diferencias en cuanto a operatividad e ideología. La unión entre ambas organizaciones yihadistas tiene grandes momentos de divergencia, como en el caso de la no entrega de Bin Laden a Estados Unidos. Afganistán se había convertido a finales de los noventa en el principal refugio de Al-Qaeda, que a cambio de esto le prestaría efectivos y financiación para su causa. Sin embargo, siempre existieron fuertes discrepancias en las altas esferas del grupo afgano en cuanto a la estrategia internacional de Al-Qaeda.

No todos los miembros de la organización talibán compartían la apuesta por la yihad global de Al-Qaeda, conscientes del calado de la respuesta norteamericana si un gran atentado llegara a consumarse. Estas preocupaciones se materializaron cuando tras los atentados del 11 de Septiembre, el entonces presidente estadounidense -George W. Bush- exigió a los talibán entregar a Osama Bin Laden y el entonces Emir talibán se negó a ello. La principal fuente de disenso provenía de integrantes del seno de la dirección talibán, que eran conscientes de que la alternativa sería una dura respuesta de Estados Unidos en su territorio, y que ya habían expresado su desacuerdo con los mandos talibán anteriormente (Igualada y Yagüe, 2021). Pese a este duro golpe en la relación de ambas organizaciones yihadistas, tanto los talibán como Al-Qaeda siguieron operando conjuntamente en el país, expandiendo su presencia por multitud de provincias afganas. Cierto es, que operativamente Al-Qaeda ha estado muy debilitada durante años y que tuvieron que mover sus posiciones hacia la linde pakistaní para desarrollarse con mayor soltura. Es decir, que la situación actual no es la misma con la que nos encontramos en 2001 y que el potencial e infraestructuras tampoco son los mismos.

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