A día de hoy, Chad se mantiene aún estable en medio de la creciente inestabilidad de su conflictiva vecindad (Sudán, Libia, República Centroafricana, Camerún, Nigeria y Níger). Y no se trata únicamente de la región, el Sahel (que incluye los problemas en Malí y Burkina Faso), sino también del incremento de los choques de intereses entre potencias, grandes y medianas. Su interés en iniciar, afianzar o agrandar su influencia en el continente africano, Chad incluido, es, precisamente, una de las pocas cosas que tienen en común todas ellas. Y con todo, el presidente del país, Mahamat Idriss Déby, ha tenido además que lidiar con una transición en el poder, tras la repentina muerte de su padre en 2021, protestas sociales, problemas económicos, y diferentes tipos de violencias en su territorio.
Índice
- Introducción
- Política interior: el poder, un asunto familiar
- Crisis de refugiados
- Los distintos orígenes y causas de la violencia en Chad
- Chad en medio de la disputa geopolítica
- Para terminar…
Introducción
Ahora “soy el presidente electo de todos los chadianos, tanto de quienes votaron por mí como el de quienes tomaron otras decisiones”, afirma Mahamat Idriss Déby tras haber sido declarado vencedor por un amplio margen en las elecciones presidenciales del 6 de mayo de este año 2024[1]. Un proceso electoral que cierra el periodo de transición en Chad tras la muerte del anterior mandatario en abril de 2021 y que abre una etapa de cinco años más al frente del país para Mahamat Idriss Déby, hasta el momento al frente del Consejo Militar de Transición. Pero, en esta ocasión con un mandato “civil” con la intención de darle, hasta cierto punto, algo de legitimidad, como puede desprenderse de sus palabras.
Idriss Déby se mantiene al timón de la nación en un momento en el que se solapan varias crisis, unas causadas por el hombre y otras que escapan a su control, y en una situación con cada vez más turbulencias, internas y externas, entrelazadas, que amenazan la frágil estabilidad chadiana. De su desempeño depende, al menos en parte, el futuro del país en principio a corto y medio plazo, en lo que parece una labor nada fácil a tenor de los problemas que se acumulan, aumentan y se vislumbran en el horizonte.
Chad es uno de los países más pobres del mundo, con el 42,3 % de la población bajo el umbral de la pobreza y un índice de pobreza extrema que ha ido subiendo en los últimos años, hasta el 35,4 % en 2023[2]. Su economía es muy dependiente del petróleo, a la que afecta la fluctuación de sus precios, y últimamente se ha visto sacudida también por la inflación de los alimentos y por los problemas en algunas cosechas por sequías e inundaciones. Así, el país dispone de escasos recursos para hacer frente, entre otros asuntos, a una creciente crisis de refugiados, sobre todo, procedentes de Sudán (aunque el conflicto civil en el país vecino no es el único que sacude los cimientos de Chad). En 2024, en torno a 6 millones de personas necesitan asistencia humanitaria[3].
Y a esto se une la actividad de grupos rebeldes en el país, sobre todo, en el norte, el incremento de la actividad yihadista en el Lago Chad, al sur, y los conflictos entre comunidades, pastores y campesinos, en su mayor parte, por el acceso a unos recursos menguantes, como consecuencia de la sequía y las lluvias torrenciales por los cambios en el clima.
Todo sin olvidar que los hombres en la cúpula de poder de Chad deben navegar entre los cambios en la región en países como Malí, Burkina Faso o Níger, por ejemplo, y lidiar con la cada vez mayor competencia entre potencias globales y regionales, y la entrada en escena de algunas de ellas con renovados intereses en África, como Rusia o Emiratos Árabes Unidos, por citar sólo dos.
Política interior: el poder, un asunto familiar
Y, en este contexto, en lo más alto de la pirámide del poder en Chad está hoy Mahamat Idriss Déby. General del Ejército chadiano, de 40 años de edad, e hijo del anterior presidente Idriss Déby Itno. Ha sido declarado vencedor en las elecciones presidenciales del pasado 6 de mayo de 2024 con el 61 % de los votos logrado por su Coalición por un Chad Unido (al obtener más del 50 % de los sufragios evita una segunda vuelta) frente al 18,5 % de su principal rival en estos comicios (aunque no el único), y primer ministro, el opositor Succès Masra de Los Transformadores.
En un primer momento, el propio Masra se declara vencedor de la primera vuelta de los comicios y llama a los suyos a una “protesta pacífica”. Algo que se desinfla tras la publicación de los resultados oficiales[4]. La presencia militar en las calles y el recuerdo de la brutal represión de anteriores manifestaciones disuade, sin duda, de participar a un buen número de ciudadanos. Del mismo modo, entre otras consideraciones, una presencia militar que podría considerarse en cierta manera como “intimidante” en diversos colegios electorales ha podido animar a los indecisos a inclinarse finalmente a votar por el candidato oficial, Idriss Déby. Esto, junto al desempeño con mano de hierro de Idriss Déby estos años, el acoso y derribo a la oposición (y la captación de una de sus figuras, Succès Masra) y el control estatal del Ejército y las instituciones, no sólo recuerda poderosamente a la forma de ejercer el poder de su padre, sino que, también, incrementa las dudas en torno a la justicia y transparencia del proceso electoral y a la veracidad de sus resultados, tanto dentro como fuera del país.
Hasta llegar a estos comicios, han transcurrido tres años de transición política, tras la muerte del anterior mandatario. Después de tres décadas de regir Chad con mano autoritaria, Idriss Déby Itno fallece de forma insólita el 20 de abril de 2021 como consecuencia de las heridas sufridas durante una visita a las tropas en el frente norte del país en un ataque de los rebeldes. Un sobresalto político que desata un proceso en el que se suspende la Constitución y se forma el Consejo Militar de Transición, que nombra al frente del país al hijo del mandatario, Mahamat Idriss Déby.
Ésta es la cronología de los principales eventos de índole político nacional en el país entre esta fecha y las elecciones presidenciales:
Una sucesión de acontecimientos que refleja el afianzamiento en el poder del hijo del presidente muerto en medio de una relativa tensión política y social. Si bien es cierto que Idriss Déby es el primer líder de un Consejo Militar de Transición en la región en dar el paso de convocar elecciones con la intención de dar una cierta pátina de legitimidad a su mandato, también es verdad que: “Unas elecciones justas y libres nunca fueron probables”, como sostiene Troels Burchall Henningsen, del Real Colegio Danés de Defensa[5].
Además de lo expuesto, porque las convocó apenas unos meses después de la muerte de su primo, y hasta entonces principal rival, Yaya Dillo del Partido Socialista Sin Fronteras (en un tiroteo con las fuerzas de seguridad tras un incidente poco claro) y la captación de Masra, sin dar tiempo a la aparición de nuevas posibles figuras opositoras de calado. Y, así, siendo hijo del anterior presidente, poco ha cambiado en el país.
De hecho, las esperanzas que podía tener al principio la oposición en que la desaparición de Idriss Déby Itno supusiera una cierta apertura hacia un sistema algo más democrático, a día de hoy, tras los fallidos diálogos nacionales con una oposición que se considera engañada por las autoridades, las maniobras de Idriss Déby y la dura represión de las protestas, se han desvanecido en gran parte. Así, podría afirmarse que la cumbre del poder en Chad permanece como un asunto de familia.
No obstante, es necesario hacer varias matizaciones a lo ya expuesto. La primera es que, aunque la oposición tiene su feudo y apoyo en las grandes ciudades, carece en gran parte de él en las zonas rurales, donde vive el 76 % de los chadianos[6]. En segundo lugar, sí ha habido un acuerdo con la oposición, que ha permitido a Succès Masra regresar del exilio, ser designado primer ministro (lo que ha decepcionado a sus partidarios, algo que es probable que haya tenido su reflejo en su resultado electoral) y una amnistía general para los detenidos por las protestas del Jueves Negro de octubre de 2022.
Y, en tercer lugar, la violenta muerte del opositor y primo del actual presidente, Yaya Dillo, en febrero de este año 2024 deja entrever una creciente disensión en el seno del clan en el poder, el Zaghawa, al que pertenece la familia presidencial, y que, con apenas un 5 % de representación en la población, controla el país en las últimas tres décadas, con el apoyo de otras élites del norte como los Gorane y grupos de etnia árabe. Movimientos recientes del presidente, como la creación de la Fuerza de Intervención Rápida (una especie de guardia pretoriana), y los puestos en el Ejército alcanzados por partidarios Gorane y árabes del mandatario y han generado malestar entre los Zaghawa, que se ven en cierta medida desplazados[7].
Otra de las grandes fuentes de tensión en el seno del régimen de Yamena es la posición de Chad con respecto al conflicto en el vecino Sudán. Ha habido intensas disputas entre las familias Zaghawa por la autorización dada por Idriss Déby a Emiratos Árabes Unidos (EAU) para suministrar armas y equipos a las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) sudanesas del general Mohamed “Hemedti” Hamdan Dagalo desde territorio chadiano. A la vez, Chad ha obtenido un préstamo de 1.500 millones de dólares, lo que representa más del 80 % del presupuesto estatal, así como equipo militar propio.
Con fuertes lazos familiares tanto en Chad como en Sudán, este grupo étnico está profundamente dividido. Mientras algunos en Yamena aprueban el apoyo a las RSF, la rama sudanesa de este grupo, con base en Darfur del Norte, y atacada y masacrada por las RSF por razones étnicas, ha elegido apoyar al bando de su enemigo, el ejército regular sudanés del general Abdel Fattah al-Burhan.
Con el incremento de los choques violentos entre las milicias RSF y Zaghawa en Darfur, estas últimas podrían buscar venganza dando su respaldo a un posible golpe de estado contra el gobierno de Yamena, como ya ha ocurrido en el pasado. Un riesgo que aumenta al intensificarse los combates en el norte de Darfur, particularmente alrededor de la ciudad de El-Fasher, que alberga a gran parte de la comunidad Zaghawa de Darfur, hostigada de nuevo por las RSF[8].
Crisis de refugiados
Pero el conflicto civil en el vecino Sudán afecta en más de una forma a Chad. La más urgente es la crisis de refugiados en el este del país, por su potencial desestabilizador, entre otras circunstancias, debido a los escasos medios con los que cuenta Yamena y las dificultades de Naciones Unidas por la falta de financiación para atender a cientos de miles de personas en situación extrema.
Desde el inicio de las hostilidades, el flujo de refugiados y retornados a Chad ha sido constante, según constata la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR. Para este mes de junio de 2024, se calcula que más de 600.000 personas han cruzado por los 32 puestos fronterizos hacia Chad, cuyo gobierno calcula que, para final de año, superarán los 900.000[9].
Un número en aumento en los últimos meses, porque a los enfrentamientos hay que unir la hambruna que empieza a causar estragos en la vecina provincia sudanesa de Darfur. Esta situación, junto a la falta de alimentos en la zona de Chad preocupa, sobre todo, cuando se acerca la temporada de malaria, ya que la malnutrición (unida a la falta de agua e higiene y al hacinamiento en campos de refugiados) hace a las personas especialmente vulnerables a este tipo de enfermedades.
Pero, además, el hambre también fuerza a otros grupos de población de Darfur, no castigados por los ataques de las RSF, como los árabes, a huir también hacia Chad, como han hecho ya los Zaghawa y los Masalit. Esto puede suponer la reproducción de los conflictos sudaneses, pero, ahora, en territorio chadiano.
De este modo, la situación en el este de Chad se dibuja cada vez más alarmante, ya que, a los enfrentamientos entre etnias, hay que unir el constante aumento de los refugiados por el dramático deterioro de la situación en el vecino Sudán, por el conflicto civil y la hambruna, y la escasez de infraestructuras y alimentos para todos ellos[10].
Los distintos orígenes y causas de la violencia en Chad
Si bien la situación descrita en el apartado anterior sea, quizá, la principal y más acuciante, no es el único problema en curso en Chad. Divisiones étnico-políticas (entre ellas las existentes entre campesinos y pastores), la acción de grupos rebeldes (la mayoría con base en Libia, Sudán o República Centroafricana) y la casi una década de operaciones yihadistas en la zona del Lago Chad son poderosos factores de desestabilización del país[11].
Una mirada al mapa humanitario del país ayuda a situar la mayor parte de estos conflictos:
En el mapa destaca en verde la elevada cifra de desplazados internos (cerca de 216.000 personas) en la zona del Lago Chad, y que es fruto en gran medida de los conflictos esbozados en el párrafo anterior en una región que representa un compendio de ellos.
Desde el pasado 2023 se ha detectado un aumento de la violencia entre pastores nómadas y campesinos-granjeros sedentarios en esta área, aunque también en otras zonas, como el sur, el centro y el este del país.
Unos choques en los que influye asimismo el eje inter étnico/comunitario[12]. Sólo en unos pocos días del pasado mes de marzo de este 2024 ha habido decenas de muertos. Entre las razones de la intensificación de este tipo de violencia se encuentra la inflación y la competición por el acceso a los recursos naturales, sobre todo la tierra[13].
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