Durante más de una década y media, Israel se ha enfrentado a Hamás en Gaza, con ciclos de violencia e intensos combates seguidos de otros de relativa calma. Un tiempo en el que se ha podido observar cómo la guerra urbana en el conflicto palestino-israelí ha mutado y cómo un ejército avanzado, las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), ha evolucionado e innovado a todos los niveles -desde la operativa hasta la cultura organizativa, pasando por la tecnología- para combatir contra una fuerza irregular más débil, pero extremadamente adaptable, descentralizada, con relativo poder de fuego merced a la “democratización de la letalidad” y capaz de camuflarse entre la población civil y “desaparecer” a plena luz del día. En este sentido, las experiencias adquiridas durante los combates urbanos en el marco de la Segunda Intifada, sumadas a las lecciones aprendidas a través de las operaciones estadounidenses en la Guerra Contra el Terror, han permitido a Israel dotarse de las capacidades necesarias, en cuanto a combate urbano se refiere, para acabar con Hamás.
- La guerra de Hamás contra Israel (I): la razzia de Hamás
- La guerra de Hamás contra Israel (II): drones y lecciones para España
- La guerra de Hamás contra Israel (III): la guerra naval
- La guerra de Hamás contra Israel (IV): ruptura de paradigmas y fallo de inteligencia
- La guerra de Hamás contra Israel (V): operación «Espadas de Hierro»
- La guerra de Hamás contra Israel (VI): las derivadas cibernéticas del conflicto palestino-israelí
- La guerra de Hamás contra Israel (VII): la crisis del mar Rojo
- La guerra de Hamás contra Israel (VIII): la guerra de guerrillas urbana de Hamás en la Franja de Gaza
La guerra urbana ya no es para las IDF ese “ente primordial” -en gran medida mitificado por la batalla de Stalingrado- al que muchos temen, y que convertía a todo ejército moderno en presa de emboscadas entre ratoneras de hormigón y escombros. Desde hace un tiempo es, más bien, un obstáculo militar más a superar, para el cual habían desarrollado una “fórmula” que a la postre les debería permitir salir vencedores. Sin embargo, Israel nunca persiguió la victoria decisiva en Gaza, conscientes de que el mayor “debe” de las IDF siempre ha sido, pese a sus éxitos operacionales, la dificultad de alcanzar sus objetivos estratégicos a través del empleo de la fuerza militar.
Si bien las IDF podían derrotar a Hamás, el vacío de poder que ello supondría llevaba aparejado el riesgo de que una organización aún más radical terminara por hacerse con el gobierno de la Franja Gaza. En el caso de que se optase por mantener una invasión sine die, se arriesgaban también no solo al coste económico derivado de controlar una zona tan hostil, sino al desgaste en términos de imagen y apoyos internacionales consecuencia de mantenerse en un escenario tan volátil y del que nada bueno podría salir. Esto explica que durante años en Israel hayan apostado por el viejo “más vale malo conocido…” contentándose con una política de contención; aceptaban su incapacidad para resolver permanentemente el problema por la vía militar sin dejar de atacar repetidamente a los dirigentes de las organizaciones militantes palestinas para mantener la violencia dentro de niveles “manejables”.
Por otra parte, para la inteligencia israelí era imposible concebir que Hamás, a sabiendas de su capacidad para batirlos y de la incapacidad del grupo terrorista para hacerles frente en un conflicto abierto -la disuasión es el pilar sobre el que se basa toda la defensa de Israel-, quisiera alterar un statu quo que era alentado desde la Knesset y el propio Netanyahu. Según el punto de vista israelí, era imposible que Hamás quisiera pisarle la cola al “dragón”.
No obstante, el 7 de octubre de 2023 este precario equilibrio saltó por los aires cuando Hamás lanzó la operación «Inundación de Al-Aqsa” -nombre que le otorgaron a la masacre cometida-. En un deja vú de 1973, la inteligencia israelí falló espectacularmente debido a la absoluta confianza depositada en la capacidad de prevención y disuasión que sus esfuerzos innovativos y adaptativos le habían otorgado. Estos factores acabaron resultando en vulnerabilidades derivadas, entre otras cosas, de la dependencia de Israel en la tecnología del “Muro de Hierro” alrededor de la Franja y por el autoconvencimiento respecto de su propia y supuesta invulnerabilidad, derivada de su innegable capacidad de represalia.
Todo lo anterior explica, una vez la razzia perpetrada por Hamás se ha consumado, que el país hebreo haya terminado con sus fuerzas comprometidas en aquel escenario que desde hace años evitaba: la invasión de Gaza y la guerra abierta contra Hamás.
Operaciones israelís previas a la invasión terrestre de Gaza: 7 al 27 de octubre
Durante la noche del ataque, el Gabinete de Seguridad de Israel votó a favor de actuar para «destruir las capacidades militares y gubernamentales de Hamás y la Jihad Islámica Palestina». Las IDF declararon el «estado de preparación para la guerra» anunciando el comienzo de la Operación Espadas de Hierro contra Gaza, movilizando a decenas de miles de reservistas del ejército, a la par que declaraban el estado de emergencia en áreas dentro de un radio de 80 kilómetros de Gaza (Vallejo Quevedo, 2023).
Inmediatamente después del ataque sorpresa, la Fuerza Aérea de Israel (IAF) comenzó una campaña de ataques contra los complejos, centros de mando, túneles y otros objetivos estratégicos de Hamás conocidos de antemano. El 9 de octubre Israel declaró el estado de guerra por primera vez desde la Guerra de Yom Kippur de 1973. Tras ello, anunció un bloqueo «total» de Gaza, cortando por completo la conexión eléctrica y bloqueando la entrada de alimentos y combustible. A su vez, las IDF desplegaron aviones de transporte C-130 y C-130J para repatriar al personal militar en el extranjero, al igual que a los reservistas y voluntarios procedentes de todos los rincones del mundo.
Mientras Israel comenzaba a concentrar y amasar fuerzas alrededor de Gaza y en sus fronteras septentrionales, la campaña de bombardeos -llevada a cabo tanto por la Fuerza Aérea de Israel (IAF) como por por el Cuerpo de Artillería– contra centros de mando y depósitos de armas de Hamás continuó, golpeando duramente a las fuerzas de Nukhba, unidad de fuerzas especiales del citado grupo terrorista que se cree estaba detrás del ataque contra Israel. Transcurrida casi una semana de la razzia de Hamás, las IDF emitieron una advertencia de evacuación a la población en la Franja habitando al norte de Wadi Gaza. A todos los palestinos de esa región, incluidos los de la ciudad de Gaza, se les concedieron apenas 24 horas para trasladarse al sur, con las consiguientes críticas internacionales debido a la situación de urgencia humanitaria. Hamás, siguiendo con su práctica habitual de parapetarse tras la población civil palestina, respondió pidiendo a los residentes del norte de Gaza que «permanecieran firmes en sus hogares», llegando a bloquear las carreteras en algunos momentos para impedir la huida de civiles hacia el sur.
A partir del 17 de octubre, unido al inicio de incursiones de fuerzas mecanizadas y unidades de operaciones especiales en el norte de Gaza, se produjo una intensificación de la campaña de bombardeos, lo que venía a indicar que el periodo de concentración de fuerzas estaba por culminar y que pronto darían comienzo operaciones terrestres de envergadurao.
Las incursiones israelíes, además de intentar localizar y liberar a los numerosos rehenes tomados por Hamás -aunque muchos de ellos habían sido ya asesinados- y eliminar objetivos clave de la jerarquía de la organización, buscaban ganar mejores posiciones de partida, así como destruir infraestructuras críticas para los terroristas, posiciones de lanzamiento de misiles antitanque, túneles y puestos de observación. Los bombardeos se concentraron en saturar los posibles túneles e instalaciones de Hamás en el norte y oeste de Gaza. Algo que desembocaría en la primera de las ya casi innumerables polémicas que rodean la guerra entre Israel y Hamás: la explosión en el parking del hospital Bautista Al-Ahli Arabi[1].
Orden de Batalla, organización y tácticas israelíes en Gaza
Las IDF están organizadas en tres mandos: Sur, Central y Norte. Cada uno de ellos es responsable de dos a tres divisiones activas comandadas por un general de brigada. Además, cada división activa hace de cuartel general para de una a tres brigadas. Éstas son la formación básica operativa, generalmente asignadas a una división, aunque dependiendo del tipo y entidad de la operación a acometer podría asignarse a cualquier cuartel general de escalones superiores. A su vez, las brigadas pueden ser de tres tipos: acorazadas, de infantería mecanizada y paracaidista. Elementos del cuerpo acorazado, así como fuerzas especiales, ingenieros y helicópteros de ataque de la IAF, son añadidos ad hoc a las brigadas de infantería para reforzarlas o adaptarlas a la misión a cumplir.
Durante la Segunda Intifada, en el marco de la operación «Escudo Defensivo», Israel desarrolló nuevas tácticas para el combate urbano (DiMarco, 2012), que en gran medida serán aquellas puestas en práctica durante la guerra contra Hamás hasta la fecha[2].
El foco principal de «Escudo Defensivo» fueron dos áreas urbanas: Nablus y Jenin. El plan israelí para capturar las ciudades era relativamente sencillo. La infantería mecanizada, adoptó un enfoque centrado en el equipamiento. La táctica general pasaba por operar equipos de ingenieros, infantería y carros de combate, estos últimos ejerciendo la vigilancia táctica y suprimiendo el fuego o las posibles posiciones enemigas, si eran detectadas. El asalto de infantería era encabezado por bulldozers de ingeniería D9 escoltados por al menos un binomio de Merkavas[3], generalmente protegidos por cortinas de humo, despejando el acceso a los enclaves terroristas.
Estos estaban, de hecho, plagados de trampas explosivas y minas. Además, se dado que se operaba en espacios muy escuetros, en muchos casos, los ingenieros tenían el cometido de ensanchar callejones y calles para que fueran lo suficientemente amplios como para que los blindados y carros de combate los siguieran, evitando así posibles ratoneras y emboscadas.
Una vez llegado al punto fuerte de las defensas palestinas, los D9 y las excavadoras blindadas usarían sus palas para derribar las últimas paredes y se retirarían, dando paso a los Achzarit -escoltados por Merkavas III/IV- que transportaban a la infantería directamente contra el punto en que se hallaba la resistencia palestina, donde desmontaba y atacaba el emplazamiento a través de la brecha creada. Los D9 y las excavadoras blindadas también eran empleadas para crear parapetos y posiciones de tiro para carros y vehículos de combate, muy útiles en semejante entorno.
Este método era lento, estaba basado en un intenso empleo dl fuego y causó enormes daños a los edificios, pero mantuvo a las fuerzas de las IDF que avanzaban bajo protección blindada la mayor parte del tiempo a salvo. Una cobertura que se beneficiaba también de la acción de los francotiradores de las fuerzas especiales, quienes trabajaban en tándem con las fuerzas mecanizadas, abatiendo a larga distancia a aquellos terroristas que huían o trataban de flanquear las vanguardias del eje de avance.
Los paracaidistas emplearon un enfoque diferente, pero no menos efectivo. Aunque tenían acceso a equipos mecanizados adjuntos -infantería, carros de combate y bulldozers-, carecían de la potencia de fuego y la protección blindada de la infantería mecanizada, por lo que no podían utilizar las mismas tácticas. Por ello, avanzaron utilizando técnicas de lucha urbana probadas. Como norma, se negaron a reconocer y utilizar ventanas y puertas y, en cambio, avanzaron principalmente a través de los espacios interiores de edificios colindantes.
Para ello creaban agujeros entre edificios, usando explosivos o incluso picos, moviéndose en escuadrones a lo largo de múltiples rutas planificadas, cada una de estas desarrollándose a través de una serie de edificios contiguos. También evitaban las escaleras de los edificios, moviéndose gracias a otras portátiles o tendiendo cuerdas entre pisos y haciendo agujeros en suelos y techos. El objetivo de los paracaidistas era llegar a su objetivo sin aparecer nunca en la calle o callejón. También emplearon equipos de francotiradores con gran efecto, emplazados en posiciones camufladas y a gran distancia, abatiendo blancos mientras la infantería avanzaba. De la conjunción de ambas tácticas tenemos aquella que las IDF han venido poniendo en práctica en el norte de la Franja de Gaza en los últimos días.
Dicho lo anterior y conocidas la forma en que operan las IDF en el combate urbano y a partir de información recopilada mediante fuentes OSINT, así como de la provista por el Ministerio de Defensa de Israel, tenemos el siguiente orden de batalla (ORBAT):
- Fuerzas Especiales
- Shaldag
- Unidades regulares
- 366ºDivision
- 84ºBrigada de Infantería (INBr) “Givati”
- 162ºDivision
- 933ºINBr “Nahal”
- 401ºBrigada Acorazada (ABr)
- 36ºDivision
- 1ºINBr “Golani”
- 7ºABr
- 188ºABr
- 98ºDivisión Paracaidista
- 35ºBrigada Paracaidista
- 252ºDivisión de la Reserva
- 10ºBrigada Acorazada de la Reserva (ABrR)
- 14ºABrR
- 16ºBrigada de Infantería de la Reserva (INBrR)
- Cuerpo de Ingenieros
- 7107ºINGBn (Batallón de Ingenieros)
- 8170ºINGBn
- 366ºDivision
- Unidades independientes subordinadas al Mando Sur
- 460ºBrigada Acorazada de Instrucción (ABrI)
- 679ºABrI
Invasión de Gaza: 27 de octubre-presente
El 27 de octubre, los servicios de Internet y telefonía móvil en Gaza quedaron casi completamente cortados, mientras que Israel intensificó aún más su campaña de bombardeos, alcanzando una media de más de 400 objetivos diarios. Durante esa noche, la invasión de la Franja de Gaza comenzó en firme, cuando miles de soldados de la 162º División, con la 401ºABr y la Nahal en vanguardia, penetraban el norte de la Franja a poniente del cruce de Erez y desde los arrabales meridionales de Zikim hacia el sur.
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