A estas alturas, poco hay que decir sobre la barbarie desatada por la organización terrorista Hamás en suelo israelí en los últimos días. Las apabullantes cifras de muertos y las imágenes aparecidas en redes sociales y medios de comunicación dan sobrado testimonio de lo ocurrido. Hay, sin embargo, aspectos que quedan lejos de lo que los medios generalistas pueden tratar y que son particularmente preocupantes para países como España, como el empleo dado por Hamás a determinados drones, modificados para burlar sistemas C-UAS israelíes que, para más inri, acaban de ser recientemente adquiridos por nuestro Ejército del Aire…
- La guerra de Hamás contra Israel (I): la razzia de Hamás
- La guerra de Hamás contra Israel (II): drones y lecciones para España
- La guerra de Hamás contra Israel (III): la guerra naval
- La guerra de Hamás contra Israel (IV): ruptura de paradigmas y fallo de inteligencia
- La guerra de Hamás contra Israel (V): operación «Espadas de Hierro»
- La guerra de Hamás contra Israel (VI): las derivadas cibernéticas del conflicto palestino-israelí
- La guerra de Hamás contra Israel (VII): la crisis del mar Rojo
- La guerra de Hamás contra Israel (VIII): la guerra de guerrillas urbana de Hamás en la Franja de Gaza
El ataque del grupo terrorista Hamás contra Israel comenzó sin previo aviso, aproximadamente a las 6:30 de la mañana del sábado -Sabbat, día festivo para la comunidad judía que, además, marcaba el fin de la festividad de la Simchat Torah- 7 de octubre de 2023; justo casi 50 años después del ataque sorpresa protagonizado por las fuerzas egipcias y sirias que diera inicio a la guerra del Yom Kippur de 1973. Desde entonces, hemos asistido a la creciente respuesta israelí, que ha pasado a asediar la Franja de Gaza, mientras con el apoyo de los Estados Unidos trata de mantener la disuasión frente a Hezbolá, otro grupo proxy iraní cuya entrada en liza amenaza con extender el conflicto.
Más allá de la triste espectacularidad de los ataques llevados a cabo por los comandos de Hamás, tanto por tierra, como por mar y por aire, o de los evidentes fallos cometidos por una inteligencia israelí que tenía datos sobrados como para saber que algo se estaba cocinando en la Franja, quizá uno de los aspectos más sorprendentes de la operación es el que más desapercibido ha pasado: la forma en la que los terroristas de Hamás han logrado evadir los sistemas C-UAS israelíes, a priori de los más capaces del mundo y que protegían algunas de las instalaciones defensivas fijas instaladas alrededor de la zona palestina.
Lo más preocupante, para lo que a España se refiere, es que estos sistemas son ni más ni menos que los mismos que el Ejército del Aire acaba de adquirir a través de un intermediario, pagando una importante cantidad y con la promesa de su casi total efectividad frente a drones. Un punto que merece ser explicado en detalle. Por de pronto, comenzando con uno de los vídeos que más predicamento han tenido estos días en las redes y sobre el que girará nuestra exposición.
El vídeo, a priori, no parece mostrar nada demasiado anormal, en vista de la experiencia ucraniana y del ritmo de difusión que están teniendo ciertas tecnologías, como las relacionadas con los drones comerciales letalizados. De hecho, en el último año y medio hemos sido testigos en multitud de ocasionesAhora bien, hay aspectos que merecen ser destacados y que son sumamente preocupantes.
En primer lugar, es obligado poner al lector en contexto: alrededor de la Franja de Gaza, además del criticado muro levantado por Israel y que se extiende a lo largo de 65 kilómetros, hay multitud de instalaciones de vigilancia y defensa fijas, dotadas de equipos optrónicos e incluso de estaciones de armas tripuladas remotamente, como la que se observa en el vídeo ( coordenadas 31.498632058626004, 34.51403715928727), en este caso dotada con una ametralladora de 12,70mm M2 Browning.
Como se puede apreciar, además de una cúpula para su cobertura en caso de necesidad, que está abierta a ambos lados de la estación de armas, hay varias placas solares y también antenas. Además, a la derecha de la imagen, al inicio del vídeo, y tras una reja metálica situada a unas decenas de metros junto al depósito de agua, se puede ver cómo hay más antenas sobre una estructura metálica. Es solo una más de las muchas instalaciones de este tipo que jalonan la frontera entre Gaza y el resto del territorio israelí, a la sazón una de las zonas más vigiladas del mundo.
Además de lo que es evidente, como los muros de hormigón, las vallas o las torres armadas, lo cierto es que lo importante de este entramado está constituido por los sistemas de observación electroópticos, los sensores electrónicos y los sistemas antidron. Incluso los sensores subterráneos destinados a detectar con cierto margen la construcción de túneles por parte de los palestinos, uno de los medios empleados para sortear el muro.
Todo ello se dirige a controlar cualquier posible acción por parte de Hamás o cualquier otro grupo hostil que pudiese surgir en la zona, constituyendo una «formidable barrera para impedir la infiltración palestina a Israel», aunque también una muestra de la incapacidad israelí para solucionar militar o diplomáticamente un conflicto que se ha prolongado durante largas décadas.
En este caso concreto, la instalación atacada está cerca a Nahal Hoz y Kfar Aza, dos kibutz que han sufrido la barbarie de Hamás hasta el punto de que el segundo pasará a la posteridad por ser el lugar en el que fueron asesinados decenas de niños junto a sus progenitores durante lo que ya se conoce como el «sábado negro». También de la zona en la que cientos de jóvenes se congregaban en el festival Tribe of Nova, celebrado a pocos kilómetros del muro fronterizo y en el que se registraron casi 300 muertos y decenas de secuestrados tras las incursiones de los comandos de Hamás.
Es decir, que terminar con este puesto de vigilancia, «cegando» a las autoridades israelíes, para poder posteriormente derribar el muro fronterizo y atacar por tierra los kibutz cercanos era una parte fundamental del plan de Hamás.
El problema es que el ataque no se ha llevado a cabo con ningún aparato especial, desarrollado ad hoc ni que incluya tecnologías punteras de ningún tipo. Por el contrario, es un simple cuadricóptero DJI comercial como los que podemos adquirir en la Red o en muchos centros comerciales. Como ocurre con estos ingenios, opera en las frecuencias ordinarias, que son aquellas permitidas por la ley para el vuelo de aficionados, esto es, 2.4 y 5.8 GhZ. Esto se sabe por el OSD (Over the Screen Display o visualización en pantalla), característico de los aparatos de esta empresa, al que en post-edición se le ha añadido el lema «lâ ilâha il-la-Allâh«.
Como cabe suponerse, la inmensa mayoría de los sistemas que nos venden como C-UAS, antidrón, C-RPAS o como queramos denominarlos (no vamos a entrar aquí en las diferencias sutiles entre conceptos), simple y llanamente están pensados para detectar y en su caso interferir (tomando el control) o neutralizar los aparatos que se mueven en estas bandas de frecuencia. Salirse de ellas, ampliando el espectro hacia otras más «esotéricas» no solo es difícil, sino también caro. Aun así, los hay, claro está. Además, están también los sistemas hardkill cinéticos, que siguen otros derroteros y que tienen sus propias limitaciones, obviamente (hablaremos de ello en las próximas semanas).
En el caso de los drones DJI, sucede que muchos de los sistemas que se comercializan anunciando características superlativas contra «los drones más peligrosos» -como los ENFORCEAIR de D-Fend Solutions, que complementan al sistema Crow de Indra y que son importados desde Israel por Target Tecnología-, no se basan exclusivamente en su capacidad a la hora de localizar determinadas frecuencias y de interferirlas o inhibirlas, sino que recurren a otras prácticas. La más común, pasa por hacer uso de productos comercializados por la propia DJI, caso de AeroScope y por el empleo de puertas traseras que permiten tomar el control sobre el cuadricóptero, obligándolo a aterrizar o lo que se estime oportuno.
Lo malo de estas cosas, además del sobreprecio que se paga por una tecnología aparentemente capaz, pero que no tiene demasiada utilidad más allá de los drones comerciales más conocidos, es que cuando alguien es lo suficientemente hábil como para poder «tocar» el firmware de estos aparatos, cerrando esa puerta trasera, nos encontramos con un sistema inservible y una brecha de seguridad que lleva a cosas como las vistas estos días en Israel. Lo más posible, en este caso, es que los terroristas de Hamás se hayan beneficiado de ayuda iraní o rusa, toda vez que ambos estados tienen una amplia experiencia en este campo. Sea como fuere, el resultado es claro y nos afecta de lleno, toda vez que España está adquiriendo sistemas C-UAS de este corte, además a través de intermediarios que se llevan una importante comisión por vender productos de los que se conocen sus limitaciones.
Obviamente (y rápidamente nos han llamado de la agencia de comunicación Prisma, que lleva las relaciones con los medios para Target Tecnología), esta empresa (y en realidad muchas otras) se ampara en que sus productos no están concebidos contra drones militares y que los clientes lo saben. No dejan de tener razón. Ahora bien, el problema aquí no es lo que tal o cual empresa venda o deje de vender, sino lo que nuestras Fuerzas Armadas compran, sabiendo como saben que la amenaza ha cambiado por completo en los últimos meses.
Corriendo el temporal
Por supuesto, no hay sistema hoy en día capaz de garantizar una defensa adecuada contra los drones comerciales letalizados. En el mejor de los casos, podemos hablar de mitigación, que es a lo que se puede aspirar en base a los sistemas que se comercializan en la actualidad o que están en desarrollo. Con la combinación de varios de ellos, se puede ofrecer una protección determinada en muchos contextos, pero que dista mucho de ser suficiente y que va muy a remolque de la evolución de los medios empleados por los actores hostiles, una realidad que incluso los EEUU reconocen y de la que también en España empieza a hablarse, aunque es mucho el camino por recorrer, desgraciadamente.
Como cada vez que nos enfrentamos a amenazas disruptivas de esta índole -y la guerra de Ucrania ha demostrado que hacer frente a los drones de pequeño tamaño es un desafío mayúsculo a pesar de la ceguera de muchos-, tenemos siempre la opción de capear el temporal como podemos, pero también la de correrlo, poniendo la popa o la aleta al mar.
En este caso, además de adoptar medidas de mitigación, que no son suficientes, debemos hacer las dos únicas cosas que pueden aportar ciertas garantías a la hora de enfrentar esta amenaza: 2) tomar el toro por los cuernos, adoptando la expresión castiza, y; 2) aprovechar el cambio a nuestro favor, utilizándolo tanto para situarnos en vanguardia como para generar disuasión.
En el primer caso, tenemos que dejar de realizar ejercicios C-UAS utilizando para ello exclusivamente drones como los DJI que ya han quedado en buena parte fuera del campo de batalla, para programar pruebas realistas, conducidas frente a «equipos rojos» que empleen medios similares a los que podemos ver en Ucrania, sin ir mas lejos. En este sentido, frente a lo que es habitual, es decir, las empresas asegurando que sus soluciones funcionan porque han sido probadas por ellos mismos contra sus propios drones -muchas se niegan a emplear aparatos de terceros- o frente a los drones arcaicos del INTA, lo que se necesita es recurrir a agentes externos especializados en esta tarea, capaces de certificar de forma independiente la capacidad de los sistemas probados o de ayudar a corregir sus defectos, si se encuentran. Hacerlo en condiciones implica, desgraciadamente, vencer muchas inercias, tanto institucionales como empresariales. Algunas de ellas comprensibles, pues es muy duro para empresas que ponen todo su saber hacer y sus recursos en intentar aportar una solución, ver que esta no cumple con lo esperado o que deben acometer cambios y adaptaciones para que así sea. También para las Fuerzas Armadas o las FCSE es difícil asumir que están en algunos casos indefensos e impotentes, ciertamente.
En el segundo, pasa por aprovechar las ventajas -sí, ventajas- que tiene España en algunos ámbitos, como la disponibilidad de amplios terrenos en zonas deshabitadas en los que llevar a cabo estas maniobras realistas de las que hablamos, convirtiéndose en un referente internacional y atrayendo compañías y ejércitos de otros países. También el potencial en cuanto a empresas, ya que tenemos el potencial humano y tecnológico como para crear un ecosistema nacional C-UAS y, de hecho, no solo somos fabricantes de sistemas de este tipo, sino que también contamos con start-ups capaces de prestar esos servicios de entrenamiento realista de los que hablábamos en el párrafo anterior y, sin los cuales, todo lo que hagamos será en vano.
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