El AUKUS, los submarinos nucleares y la Gran Estrategia de Australia

Submarino de ataque de propulsión nuclear de la clase Virginia. Fuente - US Navy.
Submarino de ataque de propulsión nuclear de la clase Virginia. Fuente - US Navy.

El anuncio de Australia de que adquirirá, por lo menos, 8 submarinos de ataque de propulsión nuclear, ha sido una sorpresa notable, especialmente porque vino acompañado de otro anuncio de consecuencias aun más profundas: la formación del AUKUS entre los EE.UU., el Reino Unido y la propia Australia.

Es cierto que desde hacía años en los círculos especializados en defensa se venía barajando que Australia necesitaba submarinos de ataque nucleares. Ya en el año 2009 el gabinete australiano entonces en el poder dictaminó que se excluía la opción nuclear para sustituir a los submarinos diésel-eléctricos clase Collins de diseño nacional (muy problemáticos y de baja operatividad). En diversos estudios sobre el futuro del arma submarina australiana, como éste del ASPI de 2012 titulado “Mind the gap. Getting serious about submarines”, se exploraban tres opciones, siendo una de ellas la de tener submarinos de propulsión nuclear del tipo Virginia, aunque se tenía dudas que incluso los americanos estuvieran dispuestos a transferir esa tecnología.

Según informa el Financial Times, fueron los australianos los que pidieron a los estadounidenses tecnología para tener submarinos de ataque nuclear. Esto llevó a la creación del AUKUS, una asociación para compartir tecnología militar (no es ningún tipo de nuevo pacto defensivo). Según la declaración del gobierno británico, con el AUKUS se mejorarán «el desarrollo de capacidades conjuntas y el intercambio de tecnología, asegurando que nuestra gente se mantenga a salvo de daños y reforzando nuestros objetivos compartidos. AUKUS fomentará una integración más profunda de la ciencia, la tecnología, las bases industriales y las cadenas de suministro relacionadas con la seguridad y la defensa».

El deseo del gobierno australiano de tener submarinos de ataque nucleares nos desvela la gran estrategia que finalmente ha tomado Australia para afrontar el desafío chino, una gran estrategia que rompe en buena medida con las tradicionales concepciones sobre la defensa, el tipo de alianzas y la estructura de fuerza de las fuerzas armadas australianas.

Las ventajas de los submarinos de ataque nucleares

A priori, tener submarinos nucleares de ataque (SSN) de gran tamaño y desplazamiento, siempre es mucho mejor que submarinos diésel-eléctricos (SSK), por lo que podría parecer que el gobierno australiano simplemente quiere tener el mejor tipo de arma submarina posible. Sin embargo, la cuestión tiene una trascendencia estratégica muy superior que revela el tipo de relaciones que va a tener Australia con China y los EE.UU..

Como se observa en el siguiente mapa, los submarinos nucleares de ataque tienen la ventaja de poder operar durante muchos más días que sus contrapartes de propulsión convencional.

Además, los submarinos nucleares pueden navegar sumergidos a mucha más velocidad que los convencionales (20 nudos contra 6,5 nudos según la leyenda del mapa, aunque depende de cada submarino nuclear y convencional). Los de propulsión convencional deben emerger parcialmente de manera periódica con el snorkel para recargar las baterías con los motores diésel, mientras que los nucleares pueden navegar de forma indefinida totalmente sumergidos. La única limitación es la cantidad de comida a bordo. En cualquier caso, como el espacio para el reactor nuclear y su combustible es mucho más reducido que el necesario para alojar los generadores eléctricos, los motores diésel y las baterías de los submarinos convencionales y además su desplazamiento suele ser sensiblemente mayor, salvo contadas excepciones, los submarinos nucleares tienen mucho más espacio para alimentos.

El tema del espacio no es baladí. Los submarinos nucleares respecto a los convencionales, disponen también de una mayor capacidad a la hora de transportar torpedos, misiles y también sensores mucho más grandes y capaces, incluyendo un sonar activo también de mayor tamaños en su proa, la que aumenta el alcance eficaz y la sensibilidad a los sonidos de retorno. Los submarinos con mucha más eslora también permiten desplegar sónares pasivos mucho más grandes a lo largo de la nave. Los sónares pasivos son de importancia vital en la guerra submarina moderna, especialmente para detectar y cazar a otros submarinos.

Volviendo sobre el armamento,, el gran tamaño de los SSN Virginia Bloque V permite disponer de espacio para 12 VLS con misiles Tomahawk de los bloques anteriores añadiendo el VPM para 28 misiles Tomahawk adicionales (o una cantidad inferior de misiles balísticos), además de espacio para 65 torpedos o misiles Harpoon. Los submarinos convencionales de gran tamaño clase Attack que iba a adquirir Australia solo tenían espacio para 28 torpedos; los clase Collins solo desplegaba 22 torpedos; los Scorpene franceses 18 torpedos.

Los submarinos hunter killer son submarinos de ataque diseñados para ser capaces de detectar pasivamente otros submarinos de ataque al mismo tiempo que son capaces de desplazarse a velocidades tan elevadas como los 10 nudos (la velocidad concreta de cada submarino hunter killer varía). En general, un submarino cuando alcanza cierta velocidad en su avance, llega a un punto en el que el ruido interno no permite a sus sónares pasivos detectar a otros submarinos, por lo que debe disminuir mucho su marcha o parar. Esto es una servidumbre táctica respecto a un hunter killer, el cual puede avanzar a 10 nudos al mismo tiempo que es capaz de detectar a submarinos enemigos, pudiendo maniobrar sin quedarse “sordo” como le pasaría a un submarino de ataque no optimizado para cazar otros submarinos.

Desde los últimos años de la Guerra Fría, los submarinos se fueron haciendo tan silenciosos que la detección por medios pasivos se ha ido haciendo progresivamente más difícil, de ahí que un submarino con grandes sónares activos tenga una gran ventaja respecto a aquellos que disponen de sónares con receptores más pequeños. Además, el despliegue de drones con sus propios sónares activos, ofrece la ventaja táctica de poder explorar la presencia de otros submarinos sin que el SSN se delate.

Dicho todo lo anterior, y entendiendo las ventajas que para el país supondrá disponer de submarinos nucleares, el hecho de que Australia pidiera ayuda para construir submarinos nucleares que pueden operar durante muchos días en zonas de operaciones distantes, indica la intención de Australia de abandonar una postura estratégica centrada en defender el país de alguna agresión militar directa. Esta postura militar, que en los círculos australianos a veces se la denomina como “continentalista” no necesita grandes submarinos de ataque nuclear, sino que le basta con submarinos convencionales más pequeños para defender las costas australianas. El debate sobre los submarinos australianos, por lo tanto, señala un giro radical en la postura estratégica y militar australiana, no simplemente la adquisición de un arma superior (submarinos nucleares) respecto a otra inferior (los diésel-eléctricos).

Submarino convencional australiano de la clase Collins. Estos buques, que han dado numerosos problemas desde su entrada en servicio, serán sustituidos por submarinos de propulsión nuclear, lo que adelanta un cambio radical en la Gran Estrategia de Australia, algo que se ha materializado en parte en la iniciativa AUKUS. Fuente – Internet.

El debate de los submarinos en la gran estrategia de Australia

Durante años, el debate estratégico en Australia giraba respecto a la propia magnitud del auge de China (el tamaño de su economía y de sus fuerzas armadas), el grado del declive relativo estadounidense, la amenaza de la magnitud del auge chino (un ascenso benigno versus una China agresiva y amenazante), el tipo de relaciones políticas que subsiguientemente debería tener Australia con China y los EE.UU., y, por último, el tipo de fuerzas armadas que debían desplegar los australianos.

Por ejemplo, si la magnitud del auge chino no fuese suficiente para eclipsar el poderío norteamericano y fuera un auge amenazante para Australia, sería conveniente mantener estrechas relaciones con los Estados Unidos. Por el contrario, si el auge de China fuese superlativo, por interés económico y por no poder esperar ser defendidos por los americanos, las relaciones políticas deberían pasar por distanciarse de los estadounidenses. En tal caso, si China no representase una amenaza grave, no haría falta una fuerza armada dedicada la defensa del bastión australiano.

El cambio estratégico en la política de defensa australiana terminó de cristlizar en 2020 con la publicación de 2020 Defence Strategic Update and 2020 Force Structure Plan, en la que se planteaba un entorno estratégico en el que China representaba una grave amenaza a Australia. En consecuencia, las fuerzas armadas australianas deberían moverse desde la tradicional postura defensiva continentalista y comenzar a adquirir armamentos de ataque de larga distancia, para que de una estrategia disuasiva de negación se pasara a tener capacidades de disuasión por represalia.

Hay abundantes publicaciones que exploran estas cuestiones, de los que he seleccionado fragmentos de los dos siguientes para enmarcar este debate.

En el estudio del año 2016 Australia’s Strategic Culture and Asia’s Changing Regional Order, se exponen las cuatro principales corrientes de opinión que los especialistas en seguridad y defensa australianos mantienen sobre lo el contexto estratégico futuro y el tipo de alianzas y de política de defensa que Australia debería adoptar para encarar el auge de China.

La primera, una posición liberal optimista, considera que la interdependencia económica de la región, y en particular de las relaciones entre China y Estados Unidos, probablemente continuarán proporcionando las bases de un futuro estable. Los intereses económicos mutuos de China y Estados Unidos garantizarán que la competencia entre las dos potencias regionales sea limitada y que Australia no necesite hacer un cambio significativo en su política estratégica.

La segunda posición, todavía liberal pero de perspectiva más pesimista, ve la perspectiva de que China se sienta insatisfecha con el orden internacional imperante como real. Por lo tanto, la estrategia australiana debe centrarse en integrar a China en el orden existente liderado por Estados Unidos. Hay varias formas de hacer esto, incluso a través de incentivos y socialización, así como restricciones. Por lo tanto, la política australiana respaldaría los medios institucionales y normativos de dar forma a las preferencias políticas de China y haría contribuciones significativas a los esfuerzos por aumentar los costos que China tendría que pagar si intentara desviarse del entorno imperante.

El tercer enfoque es más realista en el sentido de que considera plausible, si no probable, la perspectiva de una disputa militar entre Estados Unidos y China, y aboga por lo que ha llegado a conocerse como una estrategia de cobertura. Es decir, Australia debería estar en condiciones de apoyar los esfuerzos regionales para disuadir a China de desestabilizar el status quo mediante el refuerzo de sus propias capacidades militares y al mismo tiempo entablar relaciones diplomáticas con China para compensar las consecuencias dañinas de una estrategia de cobertura.

El cuarto enfoque es el más importante. pesimista y representaría un cambio significativo para la política estratégica australiana. Este punto de vista considera que la escala, la riqueza y la ambición de China son, en última instancia, incompatibles con el orden regional imperante. Como consecuencia, Australia y otros países deberán desarrollar una nueva forma de estructurar el marco estratégico de Asia. El representante más conocido de este enfoque, Hugh White (en su libro “The China Choice: Why America Should Share Power”), sostiene que debía haber concierto entre las potencias, en el que los grandes estados de la región comparten el poder y la influencia para gestionar las relaciones internacionales de Asia, sería el camino óptimo a seguir y que Australia necesitará desarrollar una capacidad militar independiente significativamente mayor para navegar en este nuevo mundo.

Sin embargo, aunque este debate se ha vuelto acalorado y, en ocasiones, sorprendentemente personal, no ha capturado la imaginación del público y sigue siendo el centro de atención de un grupo bastante pequeño de analistas de políticas, periodistas y académicos.

En el estudio del CSBA del 2013 Gateway to the Pacific. Australian Defense Strategy and the Future of the Australia-U.S. Alliance, se proponía una taxonomía de las diferentes posturas estratégicas australianas respecto a la magnitud del ascenso chino, la amenaza que implicaba ese auge, la posición de EE.UU., las capacidades que debería tener la fuerza militar australiana y el tipo de alianza con los americanos.

Minimizar las alianzas: Los minimalistas de la alianza creen que Australia corre un gran riesgo de quedar atrapada en medio de la rivalidad cada vez más tensa entre Estados Unidos y China. También  tienen serias dudas sobre la capacidad de Estados Unidos para preservar su posición favorable como proveedor de seguridad creíble a largo plazo en Asia. Su visión del futuro está respaldada por una firme convicción en el carácter inexorable del ascenso de China y en la ineludibilidad del declive estadounidense. Como resultado, argumentan, Estados Unidos debería aprender a adaptarse a las ambiciones chinas, y Australia debería buscar desarrollar una política de seguridad más autónoma. Hugh White, uno de los principales defensores de esta escuela de pensamiento, ha planteado que Estados Unidos se verá inevitablemente obligado a compartir el poder con China en Asia y, por lo tanto, debería aceptar que grandes extensiones de los alrededores marítimos de China eventualmente caerán bajo la esfera de influencia de Beijing. Haciéndose eco de los mandatos del clásico teórico naval Sir Julian Corbett, Hugh White pinta una visión pesimista del panorama marítimo futuro de Asia  que se convertiría en un «océano de nadie», donde ninguna potencia podría ejercer verdaderamente el control del mar. Por consiguiente, Australia debería concentrarse ante todo en permanecer en la periferia de la competencia chino-estadounidense, evitando cualquier compromiso que pudiera conducir a una trampa mientras implementa una vigorosa estrategia de negación del mar. La percepción declinista de White es compartida en cierta medida por figuras como Peter Leahy, ex-jefe del ejército australiano, quien ha expresado fuertes reservas sobre el futuro de la primacía estadounidense en la región y ha cuestionado la necesidad de profundizar los lazos militares con Estados Unidos por temor a antagonizar innecesariamente a China. Varios grupos empresariales con intereses creados en China, particularmente en el sector minero, también han mostrado una fuerte reticencia a acercarse a los Estados Unidos.

Maximizar las alianzas: En el lado opuesto del espectro están los maximalistas de la alianza, que creen que frente a la creciente asertividad china, el fortalecimiento de la seguridad australiana se basa en profundizar los lazos con Estados Unidos. Al señalar de manera más proactiva la solidaridad estratégica de Australia con Estados Unidos y tomar medidas para fortalecer sus propias contribuciones de defensa a la alianza entre Estados Unidos y Australia, Canberra puede alentar mejor a Estados Unidos a mantener sus compromisos de seguridad regional y mejorar la durabilidad y credibilidad de la alianza como elemento disuasorio. Los maximalistas de la alianza argumentan que esto solo puede ocurrir si Australia adquiere la capacidad para hacer contribuciones significativas en caso de una crisis o conflicto regional. Ross Babbage, de la Fundación Kokoda, por ejemplo, ha argumentado que Australia debería adquirir los medios militares para «arrancar un brazo a cualquier gran potencia asiática que busque atacar Australia», y ha planteado la necesidad de que las Fuerzas de Defensa de Australia (ADF) no solo deberían defender las costas australianas sino también llevar la lucha al enemigo y jugar un papel activo un junto a las fuerzas estadounidenses en el curso de una campaña prolongada (ver su libroAustralia’s Strategic Edge in 2030”). Paul Dibb también ha argumentado que Australia debería fortalecer su relación con los Estados Unidos para que mantenga sus compromisos de seguridad en la región para contrarrestar a China. Los maximalistas de la Alianza tienden a creer, en particular, que las ADF debería adoptar una política de «disuasión por castigo», en lugar de simplemente una política de «disuasión por negación», en parte como un cobertura contra la incertidumbre. Como ha escrito Babbage: “la suposición de que, en caso de una gran crisis de seguridad en el Pacífico, Australia podría contar con un reabastecimiento militar rápido y personalizado de los Estados Unidos es casi con certeza inválida”.

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