En este artículo trataremos la evolución de los submarinos de ataque repasando no solo los principales programas en curso, sino también las tecnologías que marcarán el futuro de estos fascinantes buques de guerra. Hablar a futuro siempre es difícil, desde luego, y se corre un gran riesgo dada la alta posibilidad de equivocarse. Sin embargo, es un ejercicio que se debe realizar cada cierto tiempo con la idea de tratar de extraer conclusiones y generar debate.
No se puede, no obstante, hablar de las nuevas tecnologías sin tomar en consideración las dificultades que muchas veces encuentran para ponerse en práctica -algo que en España sabemos bien gracias al Programa S-80-. Por muy revolucionaria o visionaria que pueda ser una nueva tecnología aplicada a los submarinos debe, en cualquier caso, cumplir dos requisitos antes de convertirse en realidad: Ser viable económicamente y contar con un decidido apoyo institucional/industrial.
Los submarinos de ataque, tanto nucleares (SSN) como convencionales (SSK), son diseñados apenas por un escaso número de países o empresas, construidos por una lista un poco más larga y operados por una lista extensa que, no obstante, depende de los anteriores para su mantenimiento en la mayor parte de los casos. Así, la evolución de los submarinos puede entenderse bien atendiendo a las ideas que imperan en los países diseñadores y que nos dejan con unas pocas familias de productos con unas filosofías muy diferentes entre sí.
Los países constructores, por su parte, se pliegan a lo proporcionado por el diseñador aunque aplican cambios ad hoc para sus plataformas a la par que aspiran a poseer la futura capacidad de diseño. Por último, las naciones meramente operadoras se contentan con pagar su producto, mantenerlo y operarlo, mientras reciben transferencias tecnológicas que en un futuro les puedan permitir construir o participar en el diseño de sus futuras plataformas. Nos centraremos aquí en las naciones diseñadoras, ya que sus proyectos a futuro son los que están marcando la tendencia, en función de las necesidades de sus armadas nacionales o de sus clientes prioritarios.
Estados Unidos de América
En los EE.UU. hace décadas la US Navy decidió basar su poderío submarino en apenas dos clases de ingenios de propulsión nuclear, abandonando el diseño y construcción de submarinos convencionales. Con esto persigue una racionalización en los costes de diseño y construcción, a la par que mantener sus capacidades de construcción naval dentro de un programa de construcción a décadas vista.
En la década de 1980 la columna vertebra del “servicio silencioso” la constituían los SSN Los Angeles, un submarino de capacidades oceánicas y que iba ser sucedido por los SSN Seawolf, submarinos diseñados exclusivamente para la guerra naval con unas capacidades sobresalientes. Sin embargo, como ya hemos comentado en números anteriores, la caída de la URSS y el alto precio de los Seawolf hicieron que la US Navy buscara una salida más económica que le permitiera seguir contando con una numerosa flota de submarinos de ataque nucleares.
De la clase Seawolf tan solo se construirían tres unidades, a las cuales se les aplicarían importantes reformas de todo tipo buscando un submarino más centrado en las operaciones especiales, que en la guerra naval pura como consecuencia del cambio de escenario tras el final de la Guerra Fría, una historia harto conocida. Sin embargo, el desarrollo de estos submarinos dejaría un poso de conocimientos y tecnologías en la industria naval de cara al desarrollo de futuras tecnologías. La US Navy, con un Congreso y unos presupuestos restringidos, escoraría hacia una plataforma submarina polivalente. En definitiva, una plataforma capaz de contentar todos los requerimientos, aunque muchos de forma parcial, efectuados por cada una de las partes que debían financiar el programa y que en ocasiones eran opuestos entre sí.
El resultado sería la actual clase Virginia. Un diseño de compromiso que, aunque aporta nuevas tecnologías tanto en la construcción como en la operación, tan solo perseguía una reducción de costes respecto a los 4.400 millones de dólares que costaba cada unidad de Seawolf. Esto se consiguió de forma holgada, dejando la factura en torno a los 1.500 millones de dólares en el caso de los Virginia. Son, sin duda, hijos de su tiempo, capaces de ofrecer el despliegue y apoyo a unidades de Operaciones Especiales, de efectuar operaciones en aguas litorales y con una gran capacidad de carga de misiles SLCM de ataque a tierra. Alcanzar esa polivalencia no ha sido sencillo y ha obligado a relegar a segundo plano otras capacidades como la Guerra Naval o las operaciones en el Ártico, aspectos muy criticados tras haber sido básicos en las operaciones submarinas de los EE. UU. Durante décadas. Con todo, la plataforma no puede sino catalogarse de éxito superlativo y gracias a los programas de extensión de vida y las nuevas tecnologías aplicadas en diseño y operación de los reactores nucleares hacen que algunas unidades -el programa de construcción está en plena forma- vayan a mantenerse operativas hasta la década de los 70 del presente siglo, sin duda un hito.
La longevidad, la polivalencia y la reducción de costes no son los únicos logros del programa Virginia. También han incorporado tecnologías como la propulsión basada en pump-jet, la introducción de sistemas digitales basados en arquitectura abierta -reduciendo costos y plazos en su modernización- y han logrado estandarizar una plataforma muy versátil. Un punto muy trabajado, y que supone un gran avance en la construcción de submarinos, es el abandono del sistema de periscopios clásicos, pasando a un sistema de mástiles universales que evita las penetraciones del casco resistente y aporta más seguridad y capacidades digitales.
Y sin embargo, como suele hacer la historia, el mundo cambió. Si durante dos décadas la principal función de los submarinos en el plano militar fue el lanzamiento de SLCM contra Afganistán, Siria o Irak, sorpresivamente -o no tanto la verdad- China apareció con fuerza en el Teatro del Pacifico con despliegues en el Indico y hasta en el Atlántico, Báltico y Mediterráneo. Los programas navales chinos, y rusos en menor medida, comenzaron a presionar a la US Navy con la necesidad de incrementar el número de unidades disponibles y le han forzado a plantearse cuál será la principal misión de sus futuros submarinos, algo que se plasmará en el nuevo programa de submarinos.
Éste, conocido popularmente como SSN(X), está siendo estudiado tanto por la US Navy como por el Congreso, planificando la construcción de las siguientes unidades para la década del 2030 y su entrada en servicio en 2040. En la actualidad se está en la fase de definición de conceptos operacionales a cubrir, lo que dará lugar a la fase de diseño preliminar y posteriormente a su construcción.
Lo curioso de este nuevo programa es que la US Navy ha desempolvado algunos de los conceptos trabajados en la clase Seawolf y en la actualidad se habla de potenciar las operaciones bajo el hielo, así como de incrementar las capacidades de Guerra Naval. Se retorna a un submarino de gran desplazamiento, más de 9.000 toneladas en inmersión, y se abandona la idea de exponer los SSN en la guerra litoral. Aún queda mucho por hacer, por no decir que todo, pero se comienza a virar el timón del diseño hacia el concepto de submarino de ataque puro. Hablar ahora de previsiones de coste parece algo prematuro, pero el Congreso y la US Navy ya están enfrascadas en discusiones acerca del precio por plataforma, que van desde los 3.100 hasta los 5.500 millones de dólares por unidad.
Lo que si es cierto, y todas las partes lo dan por asumido, es que el futuro SSN(X) será una plataforma integrada con sistemas externos y que podrá trabajar en conjunción con distintos UUV y los torpedos de forma que estos reciban información en tiempo real de otras plataformas para su guía. Tal vez los UUV aún no vayan a ser ese sistema milagroso e inteligente que localice, clasifique y destruya un blanco a 500 millas, pero seguramente si serán equipos que multipliquen el alcancen de los sensores de los submarinos y les permitan, por tanto, incrementar el área de control de forma efectiva. En este campo aún esta todo por escribir.
Federación Rusa
Rusia es un mundo un tanto caótico en comparación con la US Navy y su análisis se antoja bastante más complejo. Aunque a un lector ajeno al sector naval le pueda parecer que la caída de la URSS es algo que queda algo lejano en el tiempo, lo cierto es que en el campo naval ocurrió prácticamente anteayer. La tasa de diseño y producción soviética de submarinos fue algo sin parangón histórico, especialmente por el número de clases y modelos introducidos. Es la ventaja de contar con unos presupuestos prácticamente ilimitados y que daban a los diseñadores y constructores navales alas para hacer realidad sus sueños, literalmente.
Como sabemos, a partir de 1991 todo eso cambió rápida y drásticamente. El dinero comenzó a escasear y los submarinos a amontonarse y oxidarse en las bases navales rusas. Afortunadamente esa época ya pasó y la Armada Rusa ha comenzado a remontar el vuelo. No obstante lo anterior, y aunque existe una reminiscencia colectiva de la grandeza de la flota submarina soviética, la realidad es bastante más pragmática.
Los submarinos convencionales siempre fueron, y son, una de las principales bazas de la industria naval rusa. Tanto las Oficinas de Diseño rusas como los astilleros poseen todavía un know how envidiable que da lugar a un producto final altamente competitivo y valorado en el mercado internacional. Antes de la caída de la URSS la clase Kilo representaba el mejor exponente soviético en su segmento, mientras se trabajaba en su futuro reemplazo, la futurista clase Lada y en su versión de exportación, la clase Amur.
La clase Kilo original comenzó a entrar en servicio en 1980 siendo su denominación soviética Proyecto 877. Como submarino convencional de ataque, en las versiones ASW y ASuW, posteriormente mejorado con capacidades SLCM, se encontraba en la vanguardia de las capacidades. Producido en grandes cantidades para la Flota Soviética, lograría importantes éxitos al ser exportado a la India, Argelia, Irán y China. Eran momentos en que la necesidad de divisas fuertes azuzaba este tipo de contratos.
Una versión mejorada, la 636, también seria exportada ya en tiempos de la Federación Rusa a China, Argelia y Vietnam, totalizando 20 unidades. Todo mientras una versión local para la Armada Rusa -636.3- se convertía en esta última década en el futuro de la Armada Rusa con 6 unidades en servicio y 2 más actualmente en construcción. El programa se espera alcance las 18 unidades repartidas entre las Flotas del Pacifico, el Mar Negro y el Báltico, permitiendo la regeneración de las capacidades submarinas en dichas flotas y con la excepción de la Flota del Norte que seguiría un camino diferente, en base a SSN/SSGN.
Sin embargo, la clase Kilo y sus variantes, con casi 40 años de diseño a sus espaldas, debe llegar a su fin algún día. Se suponía que su sustituto debía ser la clase Lada, un revolucionario submarino convencional nacido en la década de 1990 con AIP incorporado y casco simple. La primera unidad, el San Petersburgo, tras 13 años de construcción y pruebas, sería el primer gran fracaso de la industria naval rusa postsoviética. Después de años de pruebas por parte de la VMF con la continua supervisión de la Industria, se determinó que las prestaciones finales de la plataforma no alcanzaban el mínimo exigible por parte de la Flota, aunque recientemente se ha retomado la construcción de dos unidades más autorizadas hace años. Incluso se habla de otras dos más de diseño corregido.
El fracaso del Lada fue el motivo por el cual se continuo apostando y trabajando en el Kilo, no porque este fuera una plataforma sobresaliente, sino por la necesidad de mantener las gradas de los astilleros operativas y el flujo de divisas fluyendo, así como continuar mejorando las tecnologías submarinas, aunque fuera sobre una plataforma conocida. Aunque las capacidades de producción de los Kilo en los astilleros rusos son muy buenas -menos de 2 años por unidad-, es patente la incapacidad de estos para trabajar de forma viable, desde el punto de vista económico, en las nuevas plataformas. Este detalle no debe pasar desapercibido en ningún momento a la hora de analizar el futuro de los submarinos de ataque rusos.
Actualmente se baraja una nueva clase sucesora de los Kilo/Lada, el Kalina. Poco se sabe de este submarino convencional de 5ª Generación, salvo que se baraja muy seriamente la posibilidad de equiparlo con un AIP de nuevas prestaciones, aunque la capacidad de Rusia de desarrollar un nuevo SSK y una nueva planta AIP es un debate que queda abierto. Sin embargo es un punto clave si en algún momento la industria naval rusa pretende dejar atrás la herencia soviética y comenzar a explorar nuevos conceptos.
En el caso de los submarinos nucleares la situación es, si cabe, más compleja. Mientras la que la URSS fue capaz de diseñar y construir algunos de los SSN mas revolucionarios de la historia, además de mantener una cantidad elevada de unidades operativas, la reducción de los fondos asignados y las prioridades dadas al programa SSBN 955 Borei han llevado a que los SSN en la Flota Rusa estén condenados a desaparecer en la próxima década. Como sucediera antaño, la amenaza más real contra la Federación Rusa por parte de Occidente se basa en los Grupos de Tareas en torno a portaaviones, por lo cual Moscú prefirió priorizar la inversión en el diseño de una nueva clase de SSGN -Proyecto 885 Yasen-, con mayor polivalencia que clases anteriores como los Oscar y Oscar II, pero todavía con una clara misión antiportaviones y de ataque terrestre.
La Oficina de Diseño Malachite trabaja -o al menos eso anunciaron sus responsables-, desde 2017 en un futuro SSN, conocido como clase Husky. Éste bebe del diseño de los Yasen y pretende sustituir a los SSN Akula cuando estos ronden los 50 años de servicio. Los avances en este programa, al menos los públicos, son escasos, por no decir nulos.
Lo cierto es que la escasez de fondos y el estrés sobre el número cada vez menor de oficinas de diseño y astilleros rusos, han llevado a la desaparición de un programa real SSN. Si bien aun mantienen unidades soviéticas en servicio e incluso conservan cascos sin terminar de construir que cada cierto tiempo salen a la palestra como una opción de continuidad del programa SSN, la realidad es otra. La realidad es que el costo de mantener una flota similar a la soviética basada en SSBN, SSGN, SSN y SSK cada vez se antoja más difícil para la economía rusa.
El camino escogido parece ser la eliminación, hemos de suponer temporal, de la rama SSN, para plantear una estrategia naval nacional basada en una punta de lanza centrada en SSGN Yasen, mientras una nutrida flota de SSK de las clases Kilo y Lada, de cualidades contrastadas a la par que baratos, defienden las costas nacionales y acceden a las posible SLOC enemigas en cada Teatro de Operaciones. Probablemente esta sea una solución de compromiso hasta que Moscú sea capaz -si es que eso llega a suceder-, en las próximas décadas, se invertir en su Flota lo necesario para volver a ocupar una posición de privilegio como la que llegó a tener la URSS o sí, por el contrario, toma otros derroteros como explicamos en nuestro Número 2 a propósito de las Flotas Mosquito.
Reino Unido
La antigua gran potencia naval mantiene aún unas capacidades envidiables. Incluso a pesar de la convulsa situación política que está viviendo Londres en los últimos años, es digno de admiración que hayan logrado aprobar la construcción del séptimo y último SSN de la clase Astute. La industria naval británica, aunque potente aún, ha quedado muy restringida con el cierre de astilleros y la pérdida masiva de mano de obra especializada y técnicos cualificados, algo que lucha por cambiar a base de reorganizaciones industriales y de influencia política y que está apuntalando gracias a contratos multimillonarios como los logrados en Australia o Canadá para construir las futuras fragatas Type 26.
En la actualidad la prioridad de la Royal Navy en el campo de los submarinos pasa por finalizar el programa Astute, al fin encarrilado después de múltiples retrasos, un gran sobrecoste y de necesitar ayuda técnica de General Dynamics, mientras comienzan la construcción de los nuevos SSBN Dreadnought. Por lo tanto, con las gradas ocupadas por los nuevos SSBN, a los futuros SSN no se les espera, como muy pronto, hasta mediados de 2030. Sin embargo, ya en 2.018 se han asignado 20 millones de libras para el estudio del programa SSN(R) que constituirá el relevo de los Astute.
Al igual está haciendo la US Navy, el SSN(R) retornará hacia un concepto de submarino de ataque oceánico, dejando las funciones complementarias y la guerra litoral en un segundo plano. Está por ver si la convulsa situación política que vive el Reino Unido debido al Brexit, afecta de manera significativa a su capacidad industrial. La relación especial que mantiene con Washington seguramente saldrá reforzada en muchos aspectos, y este programa será uno de ellos, amén de los importantes vínculos que los submarinos británicos ya mantienen con los estadounidenses, tanto en tecnologías como en procesos compartidos. En cualquier caso, la amenaza, real o no, de los submarinos rusos en las costas británicas vuelve a priorizar la operación de estos en las zonas más septentrionales y una función ASW primaria, retornando a conceptos ya trabajados durante la Guerra Fría.
Existe una fuerte presión por parte de diversos grupos de interés en el Reino Unido por retomar la construcción de submarinos convencionales, con la idea de reactivar la industria, incrementar las exportaciones a la Commonwealth y aumentar el número de unidades operativas con la Royal Navy. Solo después del Brexit, y con un importante apoyo político, podría reactivarse dicha línea de producción, de la cual Reino Unido fue un gran exponente unas décadas atrás. Solo es por el momento un deseo, en tanto la pérdida de capacidades, sobre todo de personal, hace de esta una tarea extremadamente difícil. Eso sin hablar de la financiación, pues nadie aclara de dónde podrían sacarse los fondos necesarios para ejecutarla.
Francia
Gracias a la política del General De Gaulle, Francia es independiente desde el punto de vista tecnológico para la mayor parte de su material militar, algo especialmente reseñable en el caso de los submarinos. Esto provoca que Francia sea una potencia exportadora y que en los últimos años sus éxitos de ventas estén comenzando a preocupar a Alemania, el país fabricante de submarinos por antonomasia. En este sentido, DCNS produce el Scorpene, un submarino convencional con capacidad AIP exportado a Chile, Indonesia y la India cuyo desarrollo continúa con nuevos modelos. Además, Francia aporta uno de los pocos sistemas AIP operativos y probado, el MESMA.
Sin embargo, la Marine Nationale no posee submarinos convencionales. Por el contrario se encuentra en la fase de construcción de su primer buque de nueva generación, que se espera se bote este año, el SSN Suffren, de la clase Barracuda. Naval Group ha logrado maniobrar de una manera muy exitosa con este proyecto. Financiado por el Gobierno Francés, y con el conocimiento aportado por los Scorpene, han logrado crear un híbrido del cual han vendido 12 unidades a la Armada australiana.
Este proyecto proporciona a la RAN las capacidades de una nueva plataforma con un diseño de casco propio de un SSN y equipado con sistemas de SSK lo que permitiría en el futuro a la RAN equiparse con SSN a través de una costosa reforma, pero factible técnicamente. Por su parte, Francia logra la venta de una plataforma que aún no está operativa ni en su propia flota, sin duda un éxito.
Volviendo a tierras galas, el SSN Suffren posee los timones en forma de X y unas líneas hidrodinámicas mejoradas buscando la eficiencia, a la vez que cuenta con un reactor probado ya en los SSBN de la clase Triomphant y que les permitirá operar 10 años sin recargar. A las capacidades de la plataforma hay que añadir los avances que Naval Group, en conjunción con la multinacional francesa de electrónica Thales está logrando en cuanto a la incorporación de UUV y los apoyos que estos puedan proporcionar a los submarinos en operación. Sin embargo, también sufren problemas. En el caso del SSN Suffren, el retraso en el programa es significativo y se debe a los desafíos de adaptar el reactor de los SSBN, el K15, al nuevo modelo.
Japón
La potencia asiática está en plena evolución. Afectados por una constitución de marcado corte pacifista y que prohibía la venta de material militar a naciones extranjeras, se han visto obligados a modificarla en los últimos años para poder ofertar sus productos en dos programas de submarinos; el P75 hindú y el australiano. Aunque sin éxito por el momento, la decisión de convertirse en exportador y las indudables bondades de sus productos deben ponernos sobre alerta del papel que su industria naval puede comenzar a representar en el futuro inmediato a nivel internacional.
Japón, no en vano, posee una importante flota de submarinos que están pensando en ampliar más si cabe por la creciente amenaza que la flota de China representa para sus intereses. Su producción se concentra en los astilleros Mitsubishi y Kawasaki, ambos en la ciudad portuaria de Kobe.
El diseño de los submarinos japoneses ha sido lineal y planificado, pero incorporando mejoras de forma continua en cada una de las clases en servicio en cada momento y, por supuesto, en sus sucesoras. En la actualidad la clase Soryu es la más moderna, con 14 unidades solicitadas por el Gobierno y cuya 11ª unidad ha sido entregada en octubre del 2.018, siendo la primera equipada con baterías de litio. Este detalle nos indica el camino que probablemente seguirán en el medio plazo el resto de naciones, quedando el AIP un poco de lado, en favor de baterías de mayor capacidad y vida.
Japón, además, ha equipado a sus últimas clases con motores Stirling de diseño sueco, en planta anaerobia, siendo una tecnología puntera y la única flota de submarinos del mundo con dicha tecnología de serie, desde la década de 1990, pasando de una planta con 2 motores y 88 kW a 4 motores y 2.870 kW. Sus unidades son valoradas por todas las armadas que han podido participar con ellos en ejercicios dada su discreción y las capacidades de sus sensores y sistemas electrónicos. Aunque hasta el momento no han sido capaces de exportar ninguna unidad, no pasará mucho más tiempo hasta que el Gobierno Japonés apoye de forma decidida la exportación de submarinos al área del Sudeste Asiático con la idea de contener la expansión de la Flota China.
República Popular China
Precisamente, si hay un país que se ha volcado en los últimos años con su flota, tanto de superficie como submarina, es la República Popular China. Al igual que ocurrió con la Unión Soviética, la expansión naval china se ha ejecutado a través del vector submarino, habiendo diseñado una mezcolanza de diferentes unidades y tipos de submarinos que cubren prácticamente todo el espectro de operaciones. Asimismo, Beijing ha logrado sus primeros éxitos exportadores, tendencia que se acentuará en las próximas décadas.
La capacidad de sus astilleros queda fuera de toda duda, aunque es difícil valorar sus capacidades operacionales así como las calidades finales de algunos de sus productos. Mal que les pese, gran parte de sus diseños hunden sus raíces en los diseños soviéticos de finales del siglo pasado, especialmente en cuanto a submarinos convencionales. La maquinaria y equipos de muchos de sus submarinos son de diseño extranjero y han sido construidos bajo licencia en el país.
Respecto a los submarinos de ataque nucleares, China persiguió con ahínco dotarse de estos, iniciando para ello uno de los programas nacionales más problemáticos de la historia. Sus primeros pasos se consideraron fracasos operacionales, mientras que los avances actuales se mantienen bajo sospecha por parte de las naciones occidentales. Por otra parte, China no puede basar su flota de submarinos en SSN debido a que los estrechos y aguas litorales son las predominantes en su costa y zonas de máximo interés. Los SSN serían utilizados como buques de ataque en teatros de operaciones más alejados como el Índico o el Pacifico, mientras que la protección del litoral y los estrechos se confiaría a los submarinos convencionales.
En la actualidad poseen los Type 091 Han, siendo las primeras unidades muy ruidosas, así como los Type 093 Shang, que se han construido en diferentes subvariantes y de resultado aún no calificado, aunque lo cierto es que el país es capaz de construirlos y operarlos, lo que ya supone un logro a tener en cuenta. Hay fuertes discrepancias acerca de si en la actualidad están construyendo una nueva subclase del 093 o si se puede considerar una nueva clase, denominada como Type 095, o si está todavía en fase de diseño. Las informaciones precisas de los submarinos chinos escasean y es habitual tener que esperar años para confirmar o desmentir algún dato.
En el aspecto convencional los astilleros Chinos han dado unos resultados más prometedores, pero como hemos dicho, en base a los conocimientos adquiridos inicialmente de las plataformas soviéticas, para posteriormente modificarlas a su antojo. China aún compra y opera submarinos rusos, lo que debe entenderse como una carencia en su industria, ya que o bien no es capaz de proporcionar las calidades deseadas, o no son capaces de construir las cantidades adecuadas para satisfacer a los planificadores navales de Beijing. Lo que es evidente es que no compran en Rusia por hacerles un favor.
En la actualidad operan 16 submarinos de la clase Ming, que son derivados del Romeo soviético, 14 Song cuyo sonar se basa en el DUUX-5 francés, 12 clase Kilo rusos de las variantes 877 y 636 y 14 Yuang (Type 039 A/B) que derivan también de los Kilo y de los Song y que son el producto autóctono más moderno con el que cuentan. La variante B puede operar misiles SSM C801, con informes que hablan de VLS a popa de la vela en cantidad de hasta diez. Se espera una subvariante C que poseería una planta de propulsión anaerobia.
Es gracias a este diseño que China ha comenzado a penetrar en el mercado internacional de submarinos, un mercado muy particular y al que hasta el momento no habían podido acceder. A pesar de los problemas técnicos que sus submarinos puedan tener, sus precios son muy competitivos y seguramente estén subvencionados, al formar parte de la política internacional de Beijing centrada en incrementar su influencia sobre determinadas naciones de su interés. En 2015 la CSIC (China Shipbuilding Industry Corporation) consiguió vender 8 submarinos de la clase S-20 a Pakistán. Dicho modelo, de 2.200 toneladas y con planta AIP, es la versión de exportación del Type 039A/041, clase Yuan. Son versátiles y aportan la capacidad de operar torpedos pesados, misiles SSM y minas. El programa firmado hablaba inicialmente de 4 unidades ensambladas en China hasta 2023 y de otras 4 construidas en Pakistán con asistencia de la CSIC para entregar en 2028. El coste del programa no ha transcendido aunque se estima en torno a los 4.000 millones de dólares.
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