Rusia y la OTAN llevan años embarcados en una lucha por el control del Báltico. Lo que antaño fuese prácticamente un lago soviético ha pasado a ser, en el plazo de unos pocos años, un lago OTAN. En caso de conflicto, la disparidad de fuerzas hacen pensar obligatoriamente en un resultado relativamente rápido en términos navales a favor de la Alianza Atlántica, si bien lo que ocurra en el Báltico no puede desligarse de los teatros de Europa Central y del Norte, en donde Rusia posee otros argumentos, por más que la guerra de Ucrania los haya dejado en entredicho. Lo peor para el Kremlin, sin embargo, vendrá en el futuro, pues el envejecimiento de su Flota, el hecho de no disponer de submarinos en este mar y la necesidad de destinar la mayor parte de recursos a compensar las pérdidas sufridas en el marco de la guerra de Ucrania permitirán que la posición de la OTAN mejore ostensiblemente en este mar durante los próximos años.
Índice
- Evolución de la Estrategia Naval Rusa en el Báltico
- Evolución de la Estrategia Naval Aliada en el Báltico
- Operaciones aéreas
- Operaciones navales
- Posibilidades Operativas
- El futuro de la seguridad en el Báltico
Evolución de la Estrategia Naval Rusa en el Báltico
La Federación Rusa ha padecido una gran pérdida de capacidades desde la caída de la Unión Soviética, mientras que su escenario estratégico en el Teatro de Operaciones báltico ha sufrido un vuelco completo. Esto ha obligado a diseñar tanto nuevos objetivos, como una estrategia para lograr alcanzarlos, acompañados siempre de una disminución constante de capacidades, como decíamos, que se ha hecho notar especialmente -en términos del conjunto de la Armada rusa- en el número y características de las unidades de superficie, en los buques de apoyo y en la aviación naval, muy inferior a la de tiempos soviéticos.
Como hemos comentado, la Flota del Báltico contaba con unas capacidades oceánicas, para una región costera, ya que consideraba la posibilidad de ejecutar la toma de determinadas áreas, así como de romper un choke point y proyectar su poder naval hacia otras regiones marítimas y terrestres. La pérdida de costas, puertos y del presupuesto que mantenía todas esas capacidades, obligó a replantear todas y cada una de las tareas y medios asignados a dicha Flota.
Un punto clave en este aspecto es el componente submarino asignado a la Flota del Báltico, la que peor parada ha salido en este aspecto. De esta forma, las fuerzas de submarinos han desaparecido por el lado ruso, manteniéndose en la lista de la Flota un solo submarino convencional, con dudas de su capacidad operativa (si bien la OTAN no ha cuidado mucho mejor su arma submarina desde la caída del Muro de Berlín). Curiosamente dicha región es la principal productora de los diseños y construcción de submarinos convencionales de la Federación. En cualquier caso, la pérdida de la capacidad submarina en el Báltico deja a Moscú carente de la posibilidad de acometer una serie de misiones muy apreciadas en dicho entorno, ya sean relacionadas con el despliegue de unidades de fuerzas especiales, operaciones de reconocimiento o minado ofensivo de forma subrepticia.
Llamativo sigue siendo que mientras las nuevas series de submarinos clase Kilo 636.3 se han entregado a las Flotas del Mar Negro (de aciago destino dichas unidades, todo sea dicho); Flota del Pacifico, en proceso de construcción y entrega en marcha y; se ha aprobado la construcción de las nuevas seis unidades para la Flota del Norte, la Flota del Báltico sea la última en ser modernizada en este aspecto, si es que lo llega a ser en algún momento. De momento se ha quedado fuera del programa y no se empezarían a construir hasta 2030, al menos. Eso siempre que dichos recursos no se destinen a sustituir las unidades perdidas y dañadas en la Guerra de Ucrania.
La primera conclusión que podemos obtener de este hecho de la dirección política-militar de la Federación es que no se considera negativo que la Flota del Báltico haya dejado de estar en posesión de submarinos de ningún tipo y, por lo tanto, que sus misiones y capacidades no son requeridas. Por supuesto, también se puede leer en estas decisiones que dichas capacidades son necesarias, pero que se carecen de los recursos requeridos para ellos y las otras tres flotas tienen prioridad sobre el Báltico, que para el caso viene a ser lo mismo, pues el hecho es que este mar ya no ve cómo los submarinos rusos navegan en sus (escasas) profundidades, mientras países como Alemania toman decisiones de signo totalmente contrario.
En lo que respecta a las unidades de superficie, la Flota del Báltico sufre una importante dicotomía. Posee, en forma de corbetas, algunas de las unidades de superficie más modernas de la Flota Rusa mientras que a la par mantiene operativas muchas unidades de la era soviética con armamento realmente obsoleto. Y aunque hablamos de que ha recibido unidades de moderna manufactura, siempre teniendo en cuenta que el número de unidades recibidas no reemplaza las dadas de baja, mientras que el porte de estas se ve reducido contra el de las retiradas. La Kaliberización de la Flota, en un escenario donde es factible ejecutar dicha reducción, si las nuevas unidades al menos mantienen las capacidades de las retiradas.
Dicho esto, cuenta con 1 DDG y 2 FFG operativos de la época soviética. El destructor de la clase Sovremennyy, «Nastoychivyy» que fue comisionado por la Flota en 1993 cuenta con un potente arsenal de SSM antibuques así como una relativa capacidad SAM basada en el sistema Buk (M-22 Uragan con capacidad para 40 misiles) aunque carece casi por completo de capacidades ASW, si bien dispone de un un Ka-27 embarcado.
Por la parte de las fragatas, la actual Flota del Báltico alista las dos únicas unidades construidas de la clase Neustrashimyy, la del mismo nombre y la «Yaroslav Mudry», comisionadas en 1990 y 2009, esta última tras un periodo de construcción de 21 años. Ambas están optimizadas para la lucha antisubmarina y han sido desplegadas en escenarios lejanos a sus bases dado su porte oceánico, contando con helicóptero ASW embarcados. Su capacidad ASuW es asimismo importante, basándose en dos lanzadores cuádruples para misiles SS-N-25 Switchblade, aunque suelen embarcar la mitad de estos. Sus sistemas de defensa SAM, los más potentes desplegados en el Báltico en buques, se basan en el SA-N-9 Gauntlet, versión naval del Tor, con 32 misiles de capacidad máxima y un rango de interceptación de 6.000 metros de altitud y 12 kilómetros de alcance.
Estos tres buques, de herencia soviética y con bastantes años de navegación en sus cuadernas, forman el núcleo sobre el que la Flota del Báltico podría crear una Agrupación Naval con capacidad de proyectarse a lo largo y ancho de su Teatro de Operaciones, con relativa capacidad de defensa ante amenazas, complementándose entre ellos de forma muy eficiente; al menos sobre el papel. El principal problema de este punto de partida es que son buques de un gran porte para un escenario como este, desplazando 7.940 toneladas el «Sovremennyy» y 4.350 las fragatas, lo cual, en un escenario tan reducido como el Báltico, y con unos sistemas SAM de alcance medio, los pone en una situación muy arriesgada frente a la ostensible amenaza aérea de la OTAN.
En el segmento de buques de menor porte, corbetas, la Federación Rusa ha continuado construyendo nuevos y modernos buques, aunque con graves problemas en los plazos de entrega de estas unidades, algo endémico en Rusia. Estas son las plataformas más adecuadas para operar en el Báltico, y a dicha Flota se han entregado en los últimos años; 4 de la clase Steregushchiy (2007 al 2014), 4 Buyan-M (2015 al 2023) y 3 Karakurt (2018 al 2020). 11 nuevas corbetas con armamento moderno que, aunque reducen el tamaño promedio de los buques de la Flota, lo adecuan a la realidad de la zona, pero se pierden capacidades con respecto a las unidades anteriormente desplegadas.
La clase Steregushchiy o proyecto 20380, consiste en corbetas de 104 metros de eslora y 2.200 toneladas de desplazamiento para una tripulación de 100 personas y 10 días de autonomía en la mar. Están equipadas con 8 lanzadores para misiles SS-N-25 más conocidos como Kh-35, misiles antibuques de diseño soviético con un alcance de hasta 80 millas náuticas. También cuentan con la posibilidad de usar toda la panoplia de armamento desde estos lanzadores como Kalibr, Onyx y Zyrcon, proporcionándoles capacidad de actuación de ataque a tierra a nivel de Teatro. La principal baza de estos buques ha sido la integración del sistema de defensa aérea Redut, una variante naval del S-400 de la Oficina de Diseños Almaz-Antey, basada en un VLS que le permite operar una combinación de misiles SAM de corto (15 km), medio (40 km) o largo alcance 120 km), estibando hasta 32 misiles del primer tipo u 8 de los últimos, siendo el número de misiles su mayor hándicap en este aspecto. También cuentan con unas buenas capacidades ASW.
Las Buyan-M o 21631, son corbetas de pequeño tamaño, concretamente con una eslora de 74 metros y 950 toneladas de desplazamiento para 52 tripulantes. Además, están escasamente armadas, si bien destacan por el alcance de sus misiles. Cuentan, en este sentido, con una batería de 8 misiles Kalibr para ataque a objetivos terrestres, pero carecen por completo de capacidad ASW así como una mínima capacidad SAM basada en los SAM de corto alcance Igla y artillería de 30 mm. Buques muy expuestos ante cualquier amenaza y diseñados en una premisa de primera salva contra objetivos críticos. Entran más en la categoría de buque de ataque rápido que en la de corbeta, en puridad.
Las Karakurt (Proyecto 22800) son si cabe más pequeñas, con 67 metros de eslora y 870 toneladas de desplazamiento. Equipadas con VLS para 8 misiles Kalibr y sistema de defensa área Pantsir-M navalizado, lo que le provee de una limitada capacidad SAM de corto alcance.
Aparte de lo arriba expuesto, la Flota del Báltico mantiene también en servicio pequeñas corbetas de la época soviética en misión AS. Es el caso de las 6 unidades de la clase Parchim, 4 de la clase Nanuchka III -equipadas con 6 misiles SSM SS-N-9 Siren cada una- y otras tanta de las Tarantul III con cuatro misiles P-270 Moskit. Éstas, aunque anticuadas y de dudosa operatividad ponen en juego capacidades ASW y ASuW con tecnologías soviéticas que podrían considerarse obsoletas, y lo son, pero que aportan la virtud del número en un Teatro de tan corto espacio para la maniobra y que las pequeñas unidades se ven apoyadas por la furtividad que el escenario puede proporcionarles en su favor.
En resumen, la estructura naval de la Flota del Báltico gira en torno a buques de pequeño porte con capacidades antibuques y ataque terrestre, pero adolecen de una capacidad AAW capaz de representar un problema para una amenaza aérea considerable o seria. Obviamente cuentan con una salva de misiles ASuW y de crucero de intensidad suficiente para ser tenida en cuenta, mientras está muy limitada en ASW. Todas las unidades cuentan además con capacidad de minado ofensivo, que es una de las principales tareas asignadas a los pequeños buques capaces de maniobrar en aguas someras.
Vemos pues que el esfuerzo de modernización de la Flota del Báltico en concreto ha estado especialmente dirigido a equipar a dicha Flota con la capacidad de ataque a tierra a través de los Kalibr. Cierto que dicha capacidad entra en un alto grado de valoración y aporta a la Federación de un nuevo recurso, proveyendo a la Flota del Báltico de una capacidad regional, pero debemos pensar que buques poco más que patrulleros de altura equipados con solo unos pocos Kalibr tienen pocas posibilidades de sobrevivir ante cualquier amenaza, con lo que su esperanza de vida en un conflicto regional (en el que por fuerza entraría la OTAN), es más bien escasa, por no decir nula; No parece el mejor camino a seguir.
La misión principal de la Flota del Báltico con los recursos disponibles es parte de una más amplia estrategia defensiva, que es la mantenida en términos generales por Rusia a pesar de lo visto en Ucrania, algo que ya explicamos en su día. Sus capacidades, importantes en la cuenca del báltico, pueden crear una fuerte disuasión a cualquier operación ofensiva dirigida hacia sus intereses. Sin embargo, dicha capacidad defensiva se mantiene sobre unos números muy limitados. Ciertamente los vectores de ataque navales se basan en una mezcolanza de unidades modernas y antiguas, que, aglutinadas en diferentes grupos de tareas, podrían ejercer su capacidad de disuasión ofensiva ante el tráfico marítimo y formaciones hostiles.
Pero el número de estas unidades, y el de sus vectores embarcados, no es suficiente como para mantener dicha capacidad con probabilidades de supervivencia ante un adversario hostil y con mayores capacidades aéreas como es el caso de la OTAN. Además, hemos de tener en cuenta que las unidades de la Flota del Báltico dependerían de las capacidades logísticas de sus bases y que estas están separadas entre si y con Kaliningrado en muy mala posición para proporcionar dicho apoyo como se explicó en la primera parte de este artículo.
La guerra de minas sería por tanto una de las opciones más viables para la Federación Rusa, a la que se le supone un arsenal superior al cuarto de millón de estas para todas sus flotas, pero que seguramente en el Báltico estarían disponibles en buen número y preposicionadas a bordo de sus buques. Su objetivo principal sería la disrupción del tráfico marítimo Aliado y el cierre de determinadas bases en servicio por parte de los Estados miembros de la Alianza presentes en este mar. Eso de ser capaces de desplegar unidades en sus cercanías, algo más sencillo en el caso de los submarinos, aunque el uso de la flota mercante con este objetivo también sería factible.
Las operaciones anfibias, teniendo en cuenta los buques disponibles para estas y que de la Infantería Naval rusa quede algo con capacidades tras pasar por Ucrania, se centrarían en golpes de manos dirigidos a puntos muy concretos de la costa Aliada, con especial énfasis en el Golfo de Finlandia contra la costa finlandesa y en las tres repúblicas bálticas, a fin de tratar de incrementar las posibilidades de abastecimiento de Kaliningrado y mejorar la navegación de salida de San Petersburgo.
En todo ello podemos deducir que la Flota del Báltico está obligada a -y trabajando en- una estrategia de denegación del mar contra la OTAN, pasando a una posición defensiva en el resto del escenario, con escasas capacidades ofensivas más allá de la isla de Bornholm. Así, una de las principales funciones a desempeñar pasaría por tratar de mantener el enclave de Kaliningrado operativo a través de buques mercantes, para lo cual deberían asignar escoltas con sus mejores prestaciones en los campos ASW y AAW. Sin embargo, en vista de cómo se está dando, la modernización de la Flota parece que no tiende hacia dicho objetivo…
Evolución de la Estrategia Naval Aliada en el Báltico
La OTAN se ha visto superada por la situación vivida en el Báltico. Desde un punto de vista político este escenario es su mayor éxito, logrando una integración total de todas las naciones ribereñas en su estructura militar, lo cual le permite gozar de una ventaja en todos los aspectos frente al único país no miembro y amenaza en la zona: la Federación Rusa.
Desde la incorporación de las naciones bálticas (Estonia, Letonia y Lituania) la OTAN ha visto comprometida su capacidad de mantener la integridad territorial de dichos estados en caso de una acción por parte de Rusia. Las naciones bálticas son pequeñas y carecen de grandes fuerzas armadas, por lo cual plantear que pudieran resistir ante una embestida de las fuerzas rusas parece, a priori, inverosímil al menos por tierra (aunque la experiencia ucraniana hace pensar lo contrario, obviamente).
Desde un punto de vista naval, la única acción realista para esto pasa por desplegar permanentemente unidades en dichos países con la capacidad de frenar un avance ruso, como se hace en el aire con las misiones de policía aérea. Sin embargo, dicho despliegue requeriría de un compromiso político por parte de todas las naciones y la retirada de dichas unidades de otras zonas en las que también son necesarias. Al fin y al cabo, la cantidad de fuerzas disponibles nunca es suficiente para cumplir con todos los compromisos de la Alianza y menos en el caso de los aliados europeos.
Por todo ello, se ha optado por el despliegue avanzado de pequeñas unidades de combate de los Aliados, amén de las propias nacionales, en los territorios de las Repúblicas Bálticas, para que aparte de ejercer de fuerza disuasoria, se puedan considerar como un elemento disparador de una reacción mayor por parte de lo OTAN llegado el caso. Dichas fuerzas deberían retrasar el avance de las fuerzas rusas a la par que esperar refuerzos pesados y más numerosos desde el resto del continente y del otro lado del Atlántico, teniendo en mente que probablemente el corredor de Suwalki quedaría fuera de servicio, o al menos, con capacidades reducidas.
Al igual que en el caso de Kaliningrado, la OTAN tan solo podría reforzar a las Repúblicas Bálticas a través de las líneas de comunicación marítimas y eso implicaría la necesidad de eliminar las capacidades antibuques desplegadas en esta región rusa. La inclusión de Suecia y Finlandia en este esquema, mejora en gran medida las posibilidades de dicho refuerzo, que se convertiría en la misión principal de combate de las fuerzas Aliadas en el Báltico.
Una ventaja inherente en este caso sería la tipología del tráfico marítimo en el área. Aunque las marinas mercantes de las naciones no son especialmente grandes o numerosas, el 50% de todo el tráfico marítimo en el Báltico se concentra en buques Ro/Ro, lo cual, ante una movilización de recursos, facilita la logística del movimiento de fuerzas de combate en el Teatro de Operaciones báltico.
La naturaleza costera del escenario del que hablamos lleva implícito que el principal dominio del combate sería el aéreo. La superioridad aérea, puntual o continua en determinadas áreas del Báltico supondría una notable ventaja operacional que determinaría el resultado subsiguiente de las operaciones navales y terrestres. Dicha superioridad debería materializarse sobre el espacio aéreo de las Repúblicas Bálticas y en la comunicación marítima de Estonia y Letonia con Suecia y Finlandia, para permitir el flujo continuo de suministros. Algo para lo que hay que tener en cuenta las importantes (aunque menguantes, dada la necesidad de trasladar equipos a Ucrania y sus inmediaciones) capacidades A2/AD rusas, en forma de una poblada red IADS.
Si durante la Guerra Fría la OTAN asumía la superioridad naval y, en parte aérea, del Pacto de Varsovia en el Báltico, en la actualidad la situación es diametralmente opuesta, con la Federación Rusa encajonada en el área de San Petersburgo y un territorio enemigo que bloquea su libre proyección del poder aéreo sobre dicho mar, proveyendo de una vía de comunicación segura a la OTAN. El interés, el foco de la OTAN, se ha trasladado de los estrechos daneses hacia las Repúblicas Bálticas de una manera tan rápida que aún se trabaja en la forma de implementar una defensa coherente y robusta. La entrada de Suecia y Finlandia favorece dicha defensa, pero también requerirá de tiempo para desarrollar planes efectivos y la completa integración de estos países y su Fuerzas Armadas en la Alianza.
Las principales islas del Báltico representan una ventaja operacional para la OTAN al poder usarlas como bases adelantadas, tanto para sus fuerzas aéreas como para baterías SAM al objeto de desplegar una zona A2/AD. Las capacidades anfibias de la Federación Rusa, aunque disminuidas, podrían ejecutar una operación en algunas de las islas principales, siempre en los primeros compases de un ataque generalizado, ya que, como se ha indicado, posteriormente al inicio de las hostilidades será muy complejo para cualquier unidad naval rusa de cierto porte el tratar de operar de forma libre en el mar Báltico, sin ser detectada por las unidades Occidentales. Asimismo, sus bases navales se encuentran en una desventaja geográfica a la hora de un despliegue subrepticio.
El Golfo de Finlandia tiene un ancho, entre las costas de Finlandia y Estonia, del orden de 60 kilómetros, durante una longitud de unos 200 kilómetros, lo cual le supone a la Flota del Báltico con sede en San Petersburgo una dura navegación con escasas probabilidades de poder escapar de la atención de vigilancia de la OTAN. Las unidades en Kaliningrado se encuentran en una situación aún peor en este respecto, ya que se encuentran rodeadas por completo por territorio enemigo.
Consideramos, por lo tanto, que las acciones principales en el Báltico, suponiéndolo independiente de otros teatros como el Norte o el Central, serían:
- Consolidación de un control aéreo en toda la región, a excepción posible del Golfo de Finlandia;
- Anular las capacidades militares, especialmente SAM y ASuW, del enclave de Kaliningrado, manteniéndolo incomunicado del territorio ruso y bielorruso;
- Operar y mantener abiertas las líneas de comunicación marítimas en todo el Báltico, con especial hincapié en las que afectan a las tres Repúblicas Bálticas y Finlandia.
La relación de este Teatro con los inmediatamente limítrofes es obvia y forma parte de la defensa nacional de los Estados asociados, no pudiendo desvincularse, ya que es parte de su propio territorio. La incorporación de Finlandia aporta la ventaja de un control más firme sobre el Golfo de Finlandia y las bases rusas en San Petersburgo. Sin embargo, aporta también una frontera terrestre de más de 1.300 kilómetros con la Federación Rusa que habría que defender no solo de posibles acciones puramente militares, sino también de infiltraciones –incluso las destinadas a llevar a cabo acciones en la Zona Gris, por ejemplo-. Hablamos, no lo olvidemos, de región muy inhóspita con amplias zonas carentes de la logística necesaria para ejecutar las operaciones pertinentes.
Por otra parte, la península de Kola, otra de las mayores concentraciones de instalaciones militares de la Federación Rusa y la base principal de la Flota del Norte y sus submarinos estratégicos (SSBN) se encuentran ahora más cerca de las fuerzas aéreas de la OTAN, una vez que Finlandia ha decidido abandonar su neutralidad para inclinarse definitivamente del lado de la Alianza Atlántica. Rusia no puede ignorar dicho movimiento y, si ya mantenía allí unas fuertes instalaciones de defensa, se ve en la necesidad de incrementar las capacidades de esta y modernizarlas.
Sea como fuere, lo relevante aquí es que el sector Norte, como el Central en caso de conflicto, restarían una gran cantidad de recursos terrestres y aéreos de la región del Báltico, aunque este seguirá siendo clave dada la necesidad de transitar las aguas de este mar para llevar refuerzos a estos otros dos teatros.
Operaciones aéreas
Pasando al potencial aéreo de la OTAN en la región, éste es de primer orden incluso sin incluir los despliegues que naciones foráneas al Báltico puedan realizar y sin los detrimentos que las naciones con otros compromisos geográficos puedan hacer. Medio millar de cazas modernos (F-35, F/A-18, F-16, JAS 39 Gripen, Eurofighter) se encuentran disponibles en torno a la región del Báltico, a los que se sumarán (aunque en algunos casos hablamos de reemplazos) las 160 unidades del F-35A confirmadas, así como los nuevos JAS 39 y Eurofighters cuya adquisición ha sido también confirmada.
A esto hemos de añadirle la disponibilidad, por parte de las naciones ribereñas de hasta 26 aviones centrados en las misiones AEW y EW que permiten un control del dominio aeronaval de forma autónoma sin necesidad de contar con el apoyo de la propia OTAN o naciones foráneas a la región. En el mismo sentido hay disponibles en dichas fuerzas aéreas aviones de reabastecimiento en vuelo y aviones de patrulla marítima. Aunque estos recursos serían destinados a la vertiente atlántica de la OTAN, debido al escaso tamaño relativo del Báltico, tan solo unas pocas de estas plataformas serían más que suficientes para ejercer un control sobre el conjunto de este mar.
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