Portaaviones «Fujian» (Tipo 003)

Portaaviones "Fujian" (Tipo 003)
Portaaviones "Fujian" (Tipo 003). Fuente: Marina de guerra del Ejército Popular de Liberación de China.

Botado hace poco más de un año, el 17 de junio de 2023, el portaaviones «Fujian» (Tipo 003) de la Marina de Guerra del Ejército Popular de Liberación (PLAN por su siglas en inglés) de la República Popular de China, supone un auténtico antes y después en términos de ingeniería y posibilidades militares para el gigante asiático. Dotado de catapultas electromagnéticas y de una isla con un tamaño muy contenido, permitirá a China continuar aumentando su dominio aeronaval sobre sus mares aledaños gracias a su capacidad no solo de operar cazabombarderos J-15 (y en el futuro, J-35) sino también aviones de alerta temprana embarcados Xian KJ-600. Así las cosas, y aunque todavía dista de sus rivales estadounidenses de la clase Gerald R. Ford, con sus cuatro catapultas y tres ascensores, marca la senda a seguir por el futuro Tipo 004, sobre el que ya comienza a especularse.

La Marina de guerra china, esto es, la Armada del Ejército Popular de Liberación, ha vivido una evolución meteórica en las dos últimas décadas. Un tiempo en el que ha pasado de ser apenas una marina costera, y fluvial, sin capacidad alguna de proyección, a ser en buena medida una fuerza de «aguas azules» si bien, todavía en 2024, el grueso de sus unidades continúan siendo lanchas rápidas lanzamisiles y corbetas; un recuerdo de lo que en su día fuera una «flota mosquito».

A la hora de entender el brusco cambio sufrido por esta marina, que ha pasado de alistar varios cientos de buques de porte menor a una amplia y equilibrada variedad de buques de superficie y submarinos modernos, hay que atender tanto a su evolución como potencia industrial, como a las particularidades de la geografía. Un elemento clave que ha venido -y seguirá- limitando las posibilidades chinas en el dominio marítimo, determinando la arquitectura de su Flota y, de paso, la forma de relacionarse con buena parte de sus vecinos, con los que mantiene abiertos conflictos que se libran en la Zona Gris, al menos por el momento.

También la excepcionalidad de Taiwán, estado que desde Beijing consideran una «provincia rebelde» y cuya anexión supone uno de los principales objetivos del régimen comunista, si bien por el momento no se ha atrevido a dar el paso de lanzar una acción militar, para la que se viene preparando con ahínco desde hace lustros. Preparación que incluye, además de un buen número de buques de desembarco, el despliegue de una impresionante fuerza de misiles o el fortalecimiento de su Fuerza Aérea, la construcción y operación de un número creciente de portaaviones, a cada cual más capaz, como forma de presentar nuevos dilemas a las defensas taiwanesas.

Portaaviones que, en cualquier caso, tienen un papel que va mucho más allá de esta isla, pues son un elemento de proyección del poder sin el cual un país que aspira a medirse de tú a tú con los Estados Unidos, disputándole su papel de hegemón naval -y no solo-, no tendría ninguna oportunidad de acercarse a sus metas.

Índice

  • El cambiante papel de la PLAN
  • La evolución de los portaaviones chinos
  • Portaaviones Tipo 003 (Clase Fujian)

    • Ala aérea embarcada
    • Propulsión, generación y catapultas
    • La isla mínima
    • Sensores y capacidades de autodefensa
    • Las dudas en torno al portaaviones «Fujian»

  • El futuro previsible

El cambiante papel de la PLAN

Como se decía en la breve introducción, el papel de la marina de guerra china ha cambiado notablemente con el paso del tiempo. Durante buena parte de la Guerra Fría, e incluso a pesar de convertirse en una potencia nuclear ya durante los años 60, China apenas pensaba en términos de autodefensa, lo que no evitó que tuviese un papel relevante en conflictos como el de Corea en los años 50 o que entrase en guerra con Vietnam, con un resultado bastante mediocre, en 1979.

Aplicado al plano naval, esto implicaba que la mayor parte de sus unidades estaban pensadas para negar a cualquier posible potencia hostil (incluyendo una Unión Soviética de la que desconfiaban), el dominio de sus aguas. Para ello, siguiendo la doctrina soviética, construyeron un número ingente de unidades de muy pequeño porte, generalmente lanchas rápidas lanzamisiles, submarinos diésel pensados para la navegación costera, embarcaciones fluviales y, en el mejor de los casos, corbetas. Todo ello sin perjuicio de que, durante este tiempo, dispusieran de algunas unidades de mayor porte, si bien constituían excepciones y así hay que entenderlas.

Las razones de este proceder hay que buscarlas, por una parte, en la escasa capacidad tecnológica y fabril de una China aislada y subdesarrollada. Por otra, en el contexto internacional, en el que todo venía marcado por una competición entre las dos únicas superpotencias que se extendía al plano naval, siendo la antigua Armada Roja y la US Navy las únicas con presencia global, lo que incluía tanto el Mar de la China Meridional, como el Mar de la China Oriental. Y, por supuesto, en la geografía. Esta última, en un momento en el que la PLAN no tenía oportunidad alguna de ejercer un dominio positivo del mar, marcaba severamente los límites de su influencia, dada la presencia de estrechos como el de Malaca, celosamente controlados por otras potencias, así como de la propia Taiwán, del archipiélago japonés o de Filipinas.

Las cosas comenzarían a cambiar a raíz de la distensión con los Estados Unidos, oficializada en 1972 con el «Comunicado de Shanghái» y, especialmente, a partir de 1979 cuando Washington reconoció a Beijing como capital de China en detrimento de Taiwán y el régimen comenzó a abrirse al capital extranjero, así como a adoptar medidas económicas que están detrás del «milagro chino», ahora un tanto de capa caída.

Desde entonces, con un poderío económico creciente, pero también pasando a ser en buena medida protagonistas de una globalización que les obligaba a defender sus intereses mucho más allá de sus propias fronteras, desde la República Popular de China han venido invirtiendo grandes sumas de dinero en su marina de guerra, haciéndolo además con una concepción holística del poder naval. Algo que les ha llevado, mucho antes de que aspiren a ser la primera potencia marítima del globo (con esto no queremos decir que vayan a llegar a serlo necesariamente), a ser el primer constructor naval del mundo, superando con creces en términos globales a europeos o estadounidenses.

Dicho esto, los planes chinos, ya en lo militar, no se ciñeron exclusivamente a dotarse de una potente flota. Los estrategas de la República Popular de China, ya a finales de los años 90 y tras un periodo de estudio en el que se evaluaron sucesos como la Operación Tormenta del Desierto (1991) o la Tercera Crisis del Estrecho de Taiwan (1995-1996), entendieron que en el caso de que hubiera una guerra con los EE. UU., la única forma racional de hacer frente a la superioridad convencional norteamericana pasaba por adoptar una estrategia asimétrica, estando por su puesto abiertos en el futuro a virar hacia otra más simétrica.

Una vez establecida la estrategia, pasaron a materializarla dando un gran impulso a sus capacidades balísticas y misilísticas de crucero, reforzando lo que era el Segundo Cuerpo de Artillería del Ejército de Popular de Liberación a la vez que mejoraban las capacidades de su Fuerza Aérea, que participa de dicha estrategia mediante sus bombarderos estratégicos, armados con misiles de crucero tanto antibuque como de ataque a tierra. Lo que China buscaba era establecer un mecanismo de disuasión sólido -basado en una densa defensa A2/AD- capaz de imponer un coste inaceptable a cualquier posible represalia por parte de EE. UU. y sus aliados.

Solo así, China se vería libre de avanzar en sus planes, que pasan por hacer de sus mares aledaños auténticos «lagos chinos» y por mejorar los mecanismos de coerción sobre sus vecinos, objetivos ambos para los que necesitaba alcanzar el dominio negativo del mar en una primera fase, sí, pero también militarizar tres puntos concretos: Las islas Spratly y las Paracelso en el Mar de la China Meridional y las Senkaku, en el Mar de China Oriental. Solo a partir de ahí sería posible lanzarse a por el dominio positivo del mar, algo en lo que está ahora concentrándose, de ahí la necesidad no solo de una gran cantidad de cruceros, destructores y fragatas, sino también de portaaviones, tanto superportaaviones como el Tipo 003 «Fujian», como portaaviones ligeros, tema que abordamos en su momento y buques de desembarco, así como logísticos de todo tipo.

La evolución de los portaaviones chinos

Si de algo están haciendo gala los planificadores chinos, es de paciencia, en todos los sentidos. El que quizá sea el plan de construcción naval más ambicioso del último medio siglo –superando en muchos sentidos al soviético de tiempos de Gorshkov– se ha caracterizado por tres elementos: 1) buscar una marina de guerra equilibrada; 2) una marina que sea parte de un todo mayor, para lo que han desarrollado el sector naval en el sentido más amplio y; 3) la gradualidad.

Esta última característica es sumamente interesante, pues lejos de buscar cambios revolucionarios o de dar «saltos» temporales intentando quemar etapas (dicho esto teniendo en cuenta el altísimo ritmo de construcción), cada nuevo modelo suele ser un desarrollo relativamente poco ambicioso de otro anterior. Es decir, que no se aprecian apenas disrupciones entre series de buques, hablemos de corbetas, fragatas, destructores o, como en este caso, portaaviones. Esto aun y cuando por razones obvias, las series en este caso son muchísimo más cortas.

Dicho esto, la República Popular de China dio sus primeros pasos de cara a dotarse de portaaviones hace ya varias décadas, adquiriendo en el extranjero la tecnología y conocimientos de los que carecía. En primer lugar, a mediados de los 80, con la compra del portaaviones ligero HMAS «Melbourne» (R21) de la Royal Australian Navy, que si bien fue privado de todos los sistemas electrónicos antes de ser entregado a la empresa china (CUSC) que debía desguazarlo, sí mantuvo a bordo tanto la catapulta de vapor como los equipos relacionados con el aterrizaje de las aeronaves, tanto cables como sistemas de ayuda a la orientación por espejos.

Posteriormente, se hicieron con el «Minsk», en realidad un crucero con capacidad de operar aeronaves tanto de ala fija (Yak-38 Forger) como rotatoria (Kamov Ka-25/27/29), que tras dormir el sueño de los justos durante años en Nicolaiev (Ucrania), terminó siendo vendido en 1995 a una empresa surcoreana y, de ahí, a otra china que lo convirtió en una atracción temática en Shenzhen: el «Minsk World», si bien su destino ha sido bastante triste desde entonces. Lo mismo hicieron con el primer buque de la serie de cuatro, el «Kiev», vendido un año después a otra empresa china y reconvertido también en parque temático, en esta ocasión en Tianjin.

Ahora bien, qué nadie se lleve a engaño. Una cosa es que ambos buques fueran en su momento reconvertidos en atracción o que el «Melbourne» fuese desguazado como se había acordado y otra muy diferente que los técnicos chinos no dedicasen tiempo suficiente a inspeccionar todos estos cascos a placer, analizando su diseño y arquitectura, su distribución y muchos otros elementos.

Es más, no pararon ahí, sino que llegaron a negociar con la antigua Empresa Nacional Bazán (antecesora de la actual Navantia), la compra de planos de dos diseños: SAC-200 y SAC-220, en ambos casos portaaviones de escolta de 23.000 y 25.000 toneladas, si bien la idea no fructificó por completo, aunque hay sospechas de que algunos documentos pudieron llegar finalmente al régimen comunista. Y del mismo modo, se llegó a decir que Francia había ofrecido a China el Clemenceau, a cambio de contratos para modernizar la red de radares del país asiático, aunque parece que la propuesta tampoco prosperó.

La adquisición más importante, en cualquier caso, fue la del «Varyag», la segunda unidad de la clase Kuznetsov, que también estaba atracado en el puerto fluvial de Nicolaiev, y que fue comprado a través de sociedades basadas en Hong Kong. Tras esto, fue llevado a China, llegando al país solo tras un largo y polémico viaje en el que se enfrentó al bloqueo del Gobierno turco durante meses, e incluso a un vendaval de fuerza 10 que terminó con el buque a la deriva en aguas griegas. El coste total, según algunas fuentes, había sido de 120 millones de dólares para las empresas chinas tras la operación (que difícilmente actuaron sin dirección política). Sin embargo, se habían hecho no solo con el casco de un verdadero portaaviones de flota, sino más importante, con los cuatro motores que le permitían tanto la propulsión como la generación eléctrica, lo que hizo posible avanzar una vez más en cuanto a ingeniería en uno de los aspectos quizá más complejos.

Además, la llegada del «Varyag» tenía otro valor añadido: a diferencia del «Minsk» y el «Kiev», que no eran verdaderos portaaviones, o del «Melbourne», que era un portaaviones ligero y muy antiguo, en este caso resultaría más sencillo estudiar aspectos que quizá el aficionado no tenga muy en cuenta, pero que son clave, como la disposición de las aeronaves en cubierta y en los hangares, la distribución de los espacios internos -incluyendo pañoles- o las «coreografías» que personal y aparatos han de realizar para que el ritmo de las operaciones sea el adecuado.

Tanta fue a la postre la ventaja de esta adquisición, que tras determinar que el casco estaba en condiciones de ser devuelto al servicio, comenzaron en 2005 en Dalian los trabajos de reforma y actualización, que incluían cambios en la distribución interna, la inclusión de nuevos equipos de autodefensa y sensores, incluyendo CIWA, misiles antiaéreos y un radar AESA. Poco más de un lustro más tarde, el actual «Liaoning» comenzaba sus pruebas de mar, en el verano de 2011, que se repetirían en otoño de ese año, así como durante el año siguiente hasta completar un total de ocho pruebas, no exentas de problemas, incluyendo pérdidas de potencia.

Huelga decir que, desde su entrada en servicio en septiembre de 2012, el «Liaoning» o Tipo 001 ha permitido a la PLAN acumular una experiencia operativa ingente, con miles de vuelos desde su cubierta que han servido para perfeccionar el desarrollo de futuras aeronaves, para pulir el diseño de los siguientes portaaviones, para desarrollar una doctrina de empleo y, en definitiva, para ganar un valioso «know how» sin necesidad de empezar desde cero. De hecho, si se piensa bien, China consiguió en el plazo de unos pocos años algo que a la Unión Soviética le llevó varias décadas, pasando de la clase Moskva a la Kiev y de ahí al Kuznetsov. Es decir, que China ha quemado las dos primeras etapas en un plazo récord e incluso ha superado este estadio con el Tipo 002, el «Shandong», portaaviones que incluye numerosas mejoras y modificaciones respecto al diseño base del que parte, que no es otro que el del Tipo 001 y, por extensión, el del «Kuznetsov» ruso.

Respecto al «Shandong», cabe decir que aunque a simple vista parezca muy similar al «Liaoning» y sea, como en ese caso, un portaaviones STOBAR (Short Take-Off But Arrested Recovery), se dan diferencias notables. A pesar de unas cotas exteriores muy similares, el desplazamiento es sustancialmente mayor, pasando a ser de unas 70.000 toneladas a plena carga en comparación con las 54.500 del Tipo 001. Además, hay otros cambios significativos, tanto en los equipos instalados como en la forma de la isla o en la disposición de los ascensores, lo que apuntaba a que, efectivamente, la experiencia adquirida con el «Liaoning» había sido aprovechada. De paso, China pasaba por la derecha y sin mirar por el retrovisor a la Federación Rusa, que ha sido incapaz de devolver al servicio a su único portaaviones, el «Kuznetsov», desde que fuera llevado a dique seco en 2018; tampoco de avanzar en los planes para construir un hipotético relevo, que nunca han ido más allá de las múltiples maquetas presentadas en diversas ferias.

Lo más curioso del caso es que China ha seguido en todo momento y en muchos sentidos, el tipo de aproximación previsto en su día por el almirante Gorshkov. De hecho, el «Shandong» podría considerarse en algunos aspectos un híbrido o un diseño a medio camino entre el «Kuznetsov» ruso y el nonato «Uliánovsk», un diseño cuya quilla se colocó en 1992, pero que terminó siendo cancelado con la caída de la Unión Soviética y finalmente desguazado. En aquel caso, se trataba de un superportaaviones con un desplazamiento a plena carga de 75.000 toneladas (dependiendo de la fuente, 80.000), una eslora de 321,5 metros y una manga máxima de 83,9 metros en el caso de la cubierta, lo que, si bien los situaba por detrás de los Nimitz estadounidenses, habría supuesto un enorme paso adelante para la Armada Roja. Especialmente porque para su propulsión y la alimentación de sus catapultas de vapor se habría confiado en cuatro reactores nucleares KN-3, dotando a la extinta URSS de su primer portaaviones CATOBAR (Catapult Assisted Take-Off Barrier Arrested Recovery).

Ese es, precisamente, el paso que la República Popular de China busca dar mediante el Tipo 003 o «Fujian», del que hablaremos con calma en el siguiente epígrafe: construir su primer portaaviones dotado de catapultas -además, electromagnéticas-, aunque con propulsión convencional, como paso previo a un Tipo 004 que se espera -éste ya sí- que sea comparable en todo a los superportaaviones estadounidenses, incluyendo la propulsión nuclear. Una plataforma que deberá equipar nuevos aviones de combate más allá de los sempiternos J-15, que lo hará en gran número y que permitirá perfeccionar el conocimiento relativo a la operación de un buque de estas características y de su ala aérea embarcada. Para lo cual, es previsible que continúen realizando el mismo tipo de maniobras que se han venido observando en los últimos años con el «Liaoning» y que han incluido en varias ocasiones despliegues al oeste tanto de Taiwán como de Okinawa, permitiendo a los marinos y aviadores chinos probar, entre otros, su capacidad de realizar despliegues y vuelos a más de 700 millas náuticas de la costa del país.

Dicho esto, ha de tenerse en cuenta que en paralelo a este esfuerzo, la República Popular de China ha venido ampliando y mejorando sus instalaciones tanto para seguir construyendo buques –militares y civiles– de gran porte, como para prestarles el preceptivo mantenimiento. Hay que tener en cuenta, en relación con esto, que tienen por el momento una cierta ventaja respecto a los Estados Unidos, al menos en el sentido de no tener que operar a enormes distancias de sus bases de partida. Es decir, que no prevén que en los próximos años, aunque cada vez más los portaaviones puedan jugar un papel en defensa de los intereses chinos -por ejemplo, mediante la diplomacia de defensa- en zonas como el Índico, que estos buques puedan realizar operaciones de proyección del tipo de las que realiza la US Navy. De esta forma, operando principalmente en los mares Amarillo, de China Oriental y de China Meridional, podrían ser mantenidos en cualquiera de los astilleros principales del país, todos ellos a distancias prudenciales, haciendo innecesarias soluciones complejas como las bases flotantes.

Los tres portaaviones chinos actualmente en servicio a vista de pájaro
Los tres portaaviones chinos actualmente en servicio a vista de pájaro, de forma que saltan a la luz las diferencias de disposición entre unos y otros. Fuente – Naval News.

El portaaviones «Fujian» (Tipo 003)

En el primer trimestre de 2015, posiblemente en marzo, comenzó la construcción del portaaviones «Fujian» (Tipo 003) para la marina de guerra china, en el astillero de Jiangnan (31.36373505614139, 121.72369813825624), en la isla de Chansxing (Dalian). Originalmente fue denominado por los medios como Tipo 002, ya que se pensaba que su antecesor, el «Shandong», al ser una evolución del «Liaoning», era el Tipo 001A. Sin embargo, pronto pasó a considerarse como una clase propia, con lo que se adoptó la clasificación que ahora conocemos.

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