La crisis desatada por la invasión rusa de Ucrania ha supuesto un cambio en la actitud de occidente hacia su propia defensa. Después de décadas centrada en la lucha contra el terrorismo o las operaciones de estabilización, el retorno de la amenaza simétrica y las operaciones convencionales, ha obligado a replantear el uso de las grandes unidades terrestres, desde el Cuerpo de Ejército a la División y, por supuesto, la Brigada. Ésta, tras años en los que todo giraba en torno a los Grupos Tácticos (GT), ha recuperado buena parte de su protagonismo, hasta el punto de que incluso las Fuerzas de Reacción Rápida o la presencia avanzada de la OTAN han pasado a ser de entidad brigada; todo lo cual deja al Ejército de Tierra de España en una complicada situación y ante la necesidad de acometer nuevos cambios.
Índice
- Introducción
- El modelo del Ejército de Tierra español
- La brigada como entidad de combate
- Fuegos indirectos en la brigada
- La defensa antiaérea y la gestión de la tercera dimensión
- La logística en el escalón brigada
- El Cuartel General de la brigada y su Batallón
- Un modelo diferente de brigada
- Las unidades fundamentales dentro de la brigada
- Conclusiones
Introducción
La unidad básica en las operaciones terrestres siempre ha sido la división, al menos desde que esta se inventase como tal. Sólo ante los supuestos citados en la entradilla (lucha contra el terrorismo / operaciones de estabilización) y debido a que los campos de batalla tenían muy poca densidad y el enemigo resultaba inferior y escurridizo, se optó por aumentar la dispersión de las fuerzas combatientes en pequeños núcleos de interposición o pacificación, especialmente en pequeñas poblaciones y a lo largo de rutas de comunicación.
La consecuencia de esto es que se redujeron los contingentes a fuerzas entidad Brigada, es decir: unos 2.500-3.000 efectivos. Lejos de lo que pudiera parecer, pronto se demostró que las brigadas, diseñadas para actuar en el seno de una división, carecían de los medios orgánicos para generar los contingentes que se necesitaban, bastante heterogéneos y donde se daban cita fuerzas convencionales ligeras o pesadas, inteligencia, operaciones especiales, helicópteros o logística de teatro (fuerzas eminentemente expedicionarias); todo lo cual superaba claramente la capacidad de mando y control de un estado mayor (EM) de brigada.
Esta perspectiva (idea engañosa o falaz) inadecuada de lo que suponía una brigada propició la transformación de los escasos Cuarteles Generales (CGs) de división supervivientes en Occidente tras la Guerra Fría en precisamente esto, CGs conjuntos eminentemente terrestres dedicados a mandar sobre el terreno (por tanto desplegables) este tipo de contingentes. Hoy nos hallamos inmersos en un cambio estratégico profundo por el cual las grandes unidades (GUs) tipo división vuelven a cobrar protagonismo, y donde las fuerzas de reacción rápida o de presencia avanzada de la OTAN han pasado de entidad Grupo táctico (GT) a brigada o AGT; lo que ha puesto al Ejército de Tierra español ante el espejo de una realidad complicada, como veremos a continuación.
El modelo del Ejército de Tierra
Volviendo a los inicios de una era marcada por los ‘dividendos de la paz’, el Ejército de Tierra español adaptó su estructuras a un modelo donde la brigada se identificaba como la unidad fundamental de despliegue y combate, renunciando a las divisiones. No solo desmanteló los apoyos divisionarios de la división Brunete o la FAR (Fuerza de Acción Rápida), sino que también suprimió la capacidad desplegable de ambos CG, para convertirlos en unidades orgánicas o de preparación (la FUP y FUL respectivamente); si bien no tenían medios para generar contingentes por sí solas. A esta reforma le sucede la creación de un nuevo concepto de brigada, la BOP (Brigada Orgánica Polivalente), que suprime parcialmente la especialización en fuerza pesada y ligera anterior para que todas las brigadas puedan atender a cualquier crisis o escenario, combinando una serie de pequeñas unidades (PUs) heterogéneas tipo batallón (infantería) o incluso menor (caso de los apoyos al combate).
Con semejante concepción, no solo se pierde la cohesión necesaria para actuar como brigada, también la capacidad de persistir en el esfuerzo con cualquiera de sus unidades componente, al ser únicas y exclusivas de cada modalidad de acción. Esto es vital, al no encontrarse nunca las unidades con una cobertura total de personal, así como mantener parte de su material fundamental en diferentes fases de mantenimiento y por tanto, no operativo.
Como último dato que evidenciaba lo nefasto de este planteamiento podemos apuntar el desastre logístico que acarreaba tanto a la brigada, que llegó a tener cinco unidades de maniobra sin ver reforzado su grupo logístico orgánico, como a las PUs tipo grupo, obligadas a sostener compañías heterogéneas con diferentes vehículos tácticos y hasta distinto adiestramiento específico (compañías de montaña o asalto aéreo).
Los últimos acontecimientos han venido a corroborar estos problemas, cuando contingentes propios de GT han tenido que ser acometidos con la intervención de diferentes brigadas, situación que sólo se ha visto aliviada por el hecho de que el actual esquema ha renunciado a las dos divisiones, persistiendo una de la que dependen las seis brigadas principales [1]. Sobra decir que este planteamiento impide cumplir la premisa, demanda por el EMAD, de poder desplegar dos brigadas en dos escenarios distintos.
Parte de esta estructura heredada se está revirtiendo a raíz de los acontecimientos de Ucrania y los estudios realizados con la brigada experimental o BRIEX, estableciendo que la brigada solo tenga como máximo dos tipos de unidad fundamental, tanto en el escalón batallón como de compañía, volviendo en cierta medida al estado anterior a las BOP. Así, se dispone de cuatro Brigadas tipo A o pesadas, dos de tipo B (medias) y dos de tipo C (ligeras) si bien estas últimas, BRIPAC y BRILCAN, no pertenecen a la única división existente actualmente.
Esta estructura corresponde a lo que llamaríamos la «fuerza posible», el primer estadio de un plan a largo plazo, denominado Fuerza 35, que se está ejecutando desde hace tiempo y augura cambios profundos en la forma de trabajar del ejército. Dicho plan cuenta con dos pasos adicionales: la «fuerza avanzada», que debe estar culminada en 2030, y la llamada fuerza de ventaja, en el horizonte de 2035.
En un número anterior ya estudiamos el escalón división, recomendando un modelo similar al norteamericano, donde no solo es una potente unidad orgánica con todos sus apoyos, también un mando capaz de generar contingentes en base a una estructura muy flexible. En este esquema la brigada es un germen de maniobra que recibe todos los apoyos de la división, centralizadora de dichos medios y que los distribuye según la misión y disponibilidad. Como no tenemos, pese a los acontecimientos recientes, ninguna información que indique un cambio en la estructura del Ejército, especialmente a la hora de generar o reconstituir nuevas divisiones o disgregar los apoyos de nivel superior o Cuerpo de Ejército (CE) en el seno de las mismas (especialmente los apoyos a la maniobra), debemos asumir que la brigada seguirá siendo el elemento básico de planeamiento y acción del Ejército.
Esto no significa que el modelo sea acertado, principalmente porque se trabaja con la brigada orgánica como reflejo de la GU tipo que deberá actuar en operaciones, cuando no es necesariamente lo mismo. Una brigada orgánica puede ser un elemento de aglutinamiento de fuerzas de combate de similar capacidad, material y necesidades de adiestramiento, trabajando su mando en la preparación de dichas fuerzas; al mismo tiempo puede depender por entero de PUs de combate y apoyo al combate que le preste otra unidad, con las agregaciones y segregaciones necesarias para conformar una unidad de combate adaptada a la misión; siendo esta tarea responsabilidad del mando superior (generalmente división).
Eso no es impedimento para que el jefe de una de las brigadas implicadas y su Estado Mayor (EM) se pongan la frente de la unidad resultante para actuar como brigada de combate, confluyendo en el jefe el mando orgánico y el operativo; esta es la forma de trabajar del US Army, por ejemplo.
Nuestras brigadas tienden a fusionar ambas concepciones en la misma unidad, asimilando la orgánica al uso en operaciones, si bien están muy lejos de poder actuar en solitario con sus propios medios. Estas brigadas son, en esencia, las mismas que existían desde el plan META, y solo pueden actuar en el seno de una división, o en su defecto sustentadas por la estructura de primer nivel (BRILOG, MING o MACA) al haber desaparecido también los NTD (núcleo de tropas divisionarios) orgánicos.
Un factor vital, como es el de la logística, no solo es importante a la hora de desplegar en operaciones, también afecta al funcionamiento de la unidad en los acuartelamientos y la disponibilidad de los materiales, que durante décadas han recibido unas asignaciones presupuestarias mínimas, por lo que la Fuerza teórica necesita de muchas inversiones y tiempo para convertirse en una fuerza real en orden de combate, lo que se conoce por proceso de alistamiento.
A esto se suma que materiales críticos tienen una presencia mínima, adquiridos exclusivamente para misiones en el exterior como un reducto de operatividad (capacidades puntuales de alto nivel) y concentrados en unidades específicas para su gestión, pero muy lejos de ser, como debería, material de dotación generalizado para el grueso del ejército.
Aparte lógicamente de una inyección presupuestaria en este aspecto y otros, como el adiestramiento, existen mecanismos para mejorar los ratios de disponibilidad de material y personal especializado, que no es otro que mejorar la eficiencia de la organización (asunto que también tratamos en otro trabajo).
Si se recurre a esa concentración de medios es lógicamente para asegurar un mínimo de personal que los opere y un mantenimiento adecuado, lo que nos puede servir de ejemplo para muchos otros. Si bien es cierto que el Ejército debe asumir el modelo de alta dispersión para favorecer la captación de personal de tropa (a falta de otros incentivos, como las retribuciones), no significa que deban disgregarse en exceso los materiales fundamentales; pues una concentración de medios altamente sofisticados, como carros o helicópteros, favorece su sostenimiento y disponibilidad.
Esto que ya se lleva a cabo con las FAMET o los sistemas antiaéreos, que operan en GTs heterogéneos pero se organizan en batallones/grupos homogéneos (según modelo), no se aplica en cambio a otros sistemas de armas más comunes, pero que han dejado de ser los económicos y sencillos medios de antaño, como los citados carros.
La solución más evidente a todos estos problemas es reforzar las brigadas, sobredimensionando sus unidades orgánicas para poder acometer los nuevos (y los viejos) desafíos, que no son otros que poner sobre el terreno una GU tipo. Esto implica tener menos brigadas, lo que no es un verdadero problema, ya que a la postre, el elemento de mando de aquellas es insuficiente incluso para desplegar como Force-HQ en un escenario de tipo híbrido, por lo que debería priorizarse recuperar la capacidad operativa de la segunda división. Igualmente, si atendemos al grueso de nuestros despliegues, que es de GT, apreciaremos que los elementos críticos son los de combate/maniobra (las unidades de infantería y caballería), por lo que hay que preservar los batallones, aun a costa de las estructuras de apoyo de GU. Solo con este planteamiento podemos entender la existencia de algunas unidades, como la Jefatura de tropas de montaña, que carecen de todo apoyo cualificado para este entorno, operando exclusivamente con GTs de cazadores (infantería).
En cualquier caso, el reto no está en realizar cambios orgánicos, jugando constantemente con las mismas fichas dentro de un tablero mil veces manoseado; la orgánica, sea cual sea, no impedirá la agregación/segregación de PUs componente ni los desplazamientos a CENADs y campos de tiro, en la consabida fase de preparación para el despliegue que garantice el alistamiento de la Fuerza designada para una misión. Esto se debe a que faltan mecanismos (y presupuesto) para mantener constante un alto nivel de adiestramiento, por lo que se generan ciclos por el que pasan todas las unidades y que alternan fases de alta disponibilidad, preparación para el combate y descanso o asimilación de nuevos sistemas o personal novel; igualmente las vacantes sin cubrir afectan muy negativamente a la operatividad de la Fuerza, al no tener desdoblados adecuadamente los puestos militares, especialmente en puestos clave. Tampoco debemos olvidar que es cuando se somete a las unidades a un adiestramiento intenso cuando surgen los problemas, especialmente de falla del material, provocando caídas en la disponibilidad de medios de todo tipo, lo que obliga a recurrir al parque de otras unidades para completar plantillas.
Es por esta circunstancia que no podemos sostener un modelo orgánico basado en la estructura operativa, ya que obliga a las unidades a mantener una gran heterogeneidad, fruto de una doctrina basada en la operación interarmas. Es preferible aceptar la realidad de la formación de contingentes no orgánicos y concentrar los materiales y su personal en busca de sinergias en formación, adiestramiento o mantenimiento.
Si algo puede hacer cambiar la concepción actual de ‘Unidad’ es precisamente trabajar en este sentido, priorizando factores logísticos que poco o nada tienen que ver con la organización para el combate, pero que influyen decisivamente en la capacidad de la Fuerza designada para conformarlos. Este es un trabajo diario y hace referencia al sostenimiento y a la gestión de recursos que comentamos anteriormente, lo que conlleva un cambio radical en el organigrama de la Fuerza, priorizando las brigadas altamente homogéneas y especializadas.
El precio a pagar es obviamente el de la cohesión, pero si el Ejército sobrevivió a las BOP es por la confianza que se deposita en las citadas fases de preparación, donde los contingentes se reúnen y ejercitan intensamente en virtud de la misión que vayan a desarrollar.
No obstante, hay excepciones y ciertas decisiones orgánicas que hay que estudiar con detenimiento. El modelo francés es, por ejemplo, un caso extremo de homogeneización orgánica: las unidades de infantería carecen de cualquier tipo de apoyos, reuniendo exclusivamente compañías de fusileros, mientras que la generación de unidades interarmas y los apoyos al combate, como morteros o defensa contracarro, corresponden a la brigada.
Esto no es problema si la brigada tiene una única modalidad de empleo y está acuartelada en la misma base, en caso contrario las PUs no tienen los mínimos elementos para adiestrarse en niveles básicos, como las maniobras alfa (de S/GT o compañía) y los TTP (Tácticas, técnicas y procedimientos) que involucran elementos interarmas en estos escalones, como observadores de artillería, zapadores o transmisiones.
La brigada como entidad de combate
La única solución a todos los problemas expuestos se basa en la concentración de recursos, dotando a cada escalón de mando de unidades con la suficiente capacidad de cubrir las necesidades que se le demandan.
Para ello la brigada debe configurarse como GU operativa en solo una de las modalidades de acción básicas de toda unidad militar, a saber:
- Fuerzas acorazadas/mecanizadas
- Fuerzas aerotransportables y/o paracaidistas
- Fuerzas de montaña
- Fuerzas anfibias (no asignadas al ejército de Tierra)
Esto garantizará tanto un alto grado de homogeneidad (familias de sistemas) como la cohesión de una unidad interarmas (apoyos) necesitada de los mismos criterios de cualificación; si bien para dotarla de mayor flexibilidad, parte de la Fuerza suele configurarse para otros cometidos (teoría de las BOP). Esta capacidad secundaria deberá estar limitada a nivel GT, por lo que la GU no necesitará aportar apoyos asociados a los especiales requisitos de este GT, aunque si al contrario: este GT debe poder integrarse dentro de la GU sin menoscabo de su capacidad general. Esto solo puede conseguirse con características correlativas en la relación de capacidades militares, y que se suelen basar en los cuatro aspectos fundamentales de una fuerza militar:
- Potencia de fuego
- Protección
- Movilidad
- Huella logística
Las unidades más flexibles son las medias, ya que se sitúan entre los extremos representados por las pesadas, de alta capacidad de combate y movilidad táctica, pero muy pesadas y demandantes (huella logística); y las más livianas, con gran movilidad estratégica pero limitada potencia de choque y protección.
Así por ejemplo la Brigada tipo A, la más representativa e importante de todas -ahora en estudio-, constará de cuatro elementos de maniobra, a saber:
- Batallón de carros Leopardo 2E
- Batallón mecanizado cadenas (vehículo Pizarro)
- Batallón mecanizado ruedas (vehículo Dragón)
- Grupo caballería mixto cadena/rueda (Leopardo 2E y Dragón).
Si consideramos los carros de combate Leopardo 2E y los vehículos acorazados Pizarro como una sola modalidad de empleo, el criterio se cumple; si bien obliga a un considerable esfuerzo logístico fruto de combinar varios modelos de cadenas diferentes (fruto de una planificación muy dilatada en el tiempo) como los TOA, pizarro fase I/II y el posterior VAC (Vehículo de Apoyo a Cadenas).
Especial mención merece el grupo de caballería, recientemente ampliado a tres escuadrones de armas (anteriormente debió conformarse con dos, otra decisión más que discutible) y que sigue una doctrina peculiar de inspiración francesa, combinando ruedas y cadenas.
Del mismo modo las nuevas plantillas en estudio para los BZAP tipo A estipula compañías equipadas con hasta tres modelos distintos (Castor, VAC y Dragón); solo los GACA han recuperado la estructura homogénea en base a piezas ATP de 155 mm modelo M109A5E.
Respecto a las actuales brigadas (modelo BOP-C), se suprime la tercera modalidad de empleo, representada por un BILP (ya desaparecido en la BRI XII) y los apoyos para generar una AGT aerotransportable, como la batería artillera específica (de 105 mm) y la compañía de zapadores en VAMTAC. Esta disposición se adoptará a largo plazo pues depende del programa VCR 8×8 Dragón, con un calendario muy dilatado (hasta 2040); y es que este modelo equipará en primer lugar a las brigadas tipo B o medias, con la pretensión (emanada del programa BRIEX 35) de que sean homogéneas con este material, un hito sin precedentes en nuestro ejército.
Lo más lógico sería buscar esta homogeneidad en todas las unidades tipo brigada, estableciendo un modelo A exclusivamente de cadena, aunque se redujesen a tres e incluso dos brigadas (acorazadas), pasando las otras al modelo B, que pese a los retrasos del citado Dragón, pueden formarse de inmediato en base a material BMR, RG31 y VAMTAC ya en servicio.
Si bien se pretende reducir la heterogeneidad heredada de las BOP, aún persisten graves problemas en los equipamientos de batallón, debido a una obsesión innecesaria por limitar los MPLTO de este tipo de unidad. Debería concentrarse el material por modelos en el menor número de unidades posibles, aunque otorguen a estas características peculiares, siempre dentro de los límites de una modalidad de acción estándar. Baste citar como ejemplo a las unidades medias organizadas en base a RG31 y LMV, donde han llegado a mezclarse a nivel sección, con el agravante de carecer de versiones porta-armas, que tenían que ser suplidas por BMR o VAMTAC, consiguiendo un MPLTO de batallón de infantería protegida (BILP) con hasta cuatro modelos básicos de vehículo de combate ruedas (aparte de camiones IVECO o VLTT anibal).
Fuegos indirectos en la brigada
Un apoyo básico distribuido en los niveles más elementales, hasta el nivel S/GT, es el de enlace de artillería, los conocidos como observadores de fuegos (OAV), los controladores de fuegos conjuntos (JFO) y los Controladores terminales de ataque conjuntos (JTAC); desde que a los fuegos orgánicos del batallón de infantería (morteros) se les suprimió su propio OAV, la dependencia de estos enlaces es total.
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