La guerra en Ucrania es otro aviso del advenimiento de un nuevo tipo de guerra -la guerra mosaico- y de que llega a su fin la era del predominio de las grandes máquinas en favor de fuerzas armadas dotadas de plataformas de guerra más pequeñas. La teoría de la guerra mosaico ayuda a comprender esta nueva tendencia tecnológica, que se irá acentuando con el transcurso del tiempo, y con la maduración de varios aspectos clave que ya hemos podido constatar en la guerra en Ucrania.
Cuando Rusia comenzó la invasión de Ucrania en febrero de 2022, la opinión generalizada era que las fuerzas armadas rusas terminarían prevaleciendo en cuestión de semanas o bien en unos pocos meses. Las fuerzas rusas conformaban un ejército mecanizado teóricamente muy poderoso: estaba equipado con una gran cantidad de carros de combate, poseía una artillería mucho más numerosa que la ucraniana, desplegaba una aviación más capaz que la casi totalmente inoperativa fuerza aérea ucraniana, etc.
Al menos sobre el papel, la superioridad de Rusia en cuanto a máquinas, tanto en cantidad como en calidad, sin que Ucrania tuviera ventajas defensivas territoriales importantes (como es el caso de Israel en los Altos del Golán), ni un liderazgo militar operativo superior, implicaba que las fuerzas rusas se terminarían imponiendo.
Sin embargo, las grandes ventajas tradicionales que otorgan las grandes plataformas se ven anuladas por las nuevas tendencias tecnológicas, a saber:
- Municiones de precisión muy abundantes y baratas;
- La proliferación masiva de sensores (como drones con cámaras) y;
- La fusión de los datos en una red que coordine la masa dispersa de vehículos sensores y tiradores (municiones de precisión).
La guerra mosaico consiste en aprovechar la superioridad que otorga el operar un gran número de pequeñas plataformas mucho más sencillas y abundantes, con la función de ser sensores y tiradores, dejando desfasado el estilo de guerra mecanizada del siglo XX basado en grandes máquinas, complejas y monolíticas.
La guerra de la era industrial y la de la era de la precisión
Desde la Primera Guerra Mundial hasta hace pocos años, lo esencial de la guerra mecanizada no sufrió cambios de calado sino meras modificaciones incrementales. En el nivel táctico de la guerra, predominaba el bando que poseyera las plataformas que fueran capaces de desplazar una mejor protección, superior potencia de fuego y pudiera moverse de manera más rápida y ágilmente. También predominaba el bando que pudiera desplazar la mayor cantidad de estas plataformas a los lugares concretos en las que las fuerzas contendientes chocaran. En el nivel operacional y estratégico de la guerra, prevalecía el bando que pudiera tomar o destruir los puntos claves en el interior del territorio enemigo, tales como sus núcleos industriales, centros de gobierno o principales ciudades.
Llegar a esos puntos estratégicos clave, ya fuera mediante una gran fuerza de bombarderos que los destruyese o con un ejército terrestre mecanizado que lo tomase, era el modo canónico e industrializado de hacer la guerra durante el siglo XX. Bombarderos, aviones de caza, tanques, buques de desembarco, etc.; todo eran grandes máquinas y vencía el bando que tuviera más y mejores de ellas. Así como el que tuviera más capacidad de alimentar con grandes cantidades de combustible, municiones y hombres, a la logística devoradora de esa enorme maquinaria bélica.
En la segunda mitad del siglo XX, a la competición de grandes máquinas por lograr desplazar la mejor protección y potencia de fuego, se añadió la integración de la electrónica, por lo que la ventaja en el combate no solo se lograba por la plataforma que pudiera desplazar la protección más sólida, la mayor potencia de fuego y una superior capacidad de maniobra, sino también la que podía detectar a mayor distancia al adversario y dirigir proyectiles contra él.
Por ejemplo, en la guerra del golfo de 1991, el tanque Abrams fue superior a los carros de combate iraquíes no solo por su superior cañón, munición de uranio empobrecido y blindaje Chobham, sino a la electrónica que desplegaba el tanque americano, que permitía detectar a muy larga distancia con infrarrojos la presencia de los tanques iraquíes, batirlos a 3.000 metros con soluciones de tiro informatizadas y a tener la capacidad de disparar en movimiento al tener el cañón estabilizado. En la guerra aérea, a las ventajas que proporcionaban las prestaciones de las grandes máquinas como la superior velocidad, capacidad de giro, techo de servicio, etc, la electrónica hizo que se uniera al de la plataforma que poseía el mejor radar y misil. Esta tendencia llegó a su paroxismo con los cazas de quinta generación, en los que la furtividad al radar es un requisito esencial junto al de la supermaniobrabilidad.
En otro orden cosas, en la era industrial prevalecía el bando que pudiera fabricar o costear la mayor cantidad de grandes máquinas tiradoras o bocas de fuego. Imaginemos un modelo hipotético de dos bandos, el A con 1.000 tiradores y el bando B con 4.000 tiradores. En la era industrial, dado que la precisión es escasa (cada disparo tiene una probabilidad de destrucción del 1%) gana el bando que sea capaz de disponer de un mayor número de bocas de fuego. El bando B de 4.000 tiradores es capaz de destruir 40 tiradores enemigos en la salva inicial, mientras que el A de 1.000 tiradores solo es capaz de destruir 10 por salva.
Además del bando que tenía más bocas de fuego, dado el elevado consumo de municiones, vencía el bando que podía fabricar la mayor cantidad y producir elementos de transporte (camiones, ferrocarriles, barcos, etc) para llevarlos hasta el área de operaciones. Por lo tanto, en la era industrial, prevalecía el bando con una mayor capacidad económica e industrial, tanto para producir plataformas con bocas de fuego, como para generar un superior poder logístico destinado a fabricar más municiones, así como plataformas de transporte necesarias y además organizar su uso de forma óptima.
Por otra parte, gracias a las economías de escala, las grandes naciones industriales eran capaces de fabricar proporciones superiores de grandes máquinas y elementos logísticos para sostener el esfuerzo bélico. Las economías de escala permiten que una nación con un PIB de 1000 sea capaz de producir más del doble que otra con un PIB de 500. Es decir, la nación A con PIB de 500 podía fabricar 1.000 bocas de fuego, mientras que la B con PIB de 1.000 (el doble de grande) era capaz de producir 4.000 tiradores (más del doble).
Recordemos que el ejército A de 1000 tiradores puede destruir solo 10 objetivos por salva, mientras que el B de 4.000 tiradores podía destruir 40. Para colmo, a causa de sus menores economías de escala, por cada unidad de tiempo, el bando A de PIB de 500 y de 1.000 tiradores, podía producir menos municiones por tirador que B con un PIB de 1000 y con 4.000 tiradores, pudiendo ejecutar menos salvas en cada unidad de tiempo. Todo este conjunto de circunstancias provocaba que, en la era industrial, las grandes naciones industriales como la Unión Soviética y los Estados Unidos fueran superpotencias con un poder militar desproporcionadamente superior respecto al del resto de potencias, incluyendo países tan desarrollados como Francia, Reino Unido o Alemania Federal en su caso.
El poder igualador de la precisión
En la era de la precisión las relaciones de poder militar cambian radicalmente respecto a la era industrial anterior. La ventaja de la cantidad decrece considerablemente y la precisión iguala o invierte el poder militar de los bandos enfrentados. Si la probabilidad de destrucción del ejército A de 1.000 tiradores se incrementa solamente del 1% al 4%, en cada salva puede destruir los mismos 40 objetivos que el ejército B de 4.000 bocas de fuego pero con una probabilidad de destrucción de solo el 1%. Si el porcentaje de destrucción el ejército de 1.000 tiradores asciende al 10%, puede batir 100 objetivos por salva contra los 40 del ejército de 4.000 plataformas tiradoras.
Además, en la era de la precisión el consumo de municiones decrece considerablemente para lograr la destrucción de un conjunto de objetivos dado. También se reduce la cantidad de unidades de tiempo necearías para poder destruir ese mismo conjunto de objetivos. Cada unidad de tiempo funciona como un paquete en el que la economía de cada bando puede fabricar cierta cantidad de municiones, transportarlas al área de operaciones y finalmente, dispararlas. Por ejemplo, cada semana cada tirador puede disparar una cantidad limitada de salvas, que estará determinada por la capacidad de fabricación, de transporte y de número de bocas de fuego.
Otra forma de entender el poder igualador de la precisión es imaginar un intercambio de salvas para destruir objetivos estratégicos entre dos países. Supongamos que, en una guerra, dos países tienen cada uno 200 sitios de importancia estratégica, tales como fábricas, puentes, etc. Suponiendo que cada bombardero estratégico puede transportar 5 bombas y tiene cada una probabilidad de destruir el objetivo del 1%, se entiende que en la era industrial eran necesarias grandes flotas de bombarderos para destruir esos objetivos de importancia estratégica de los que emanaban las municiones y los vehículos tiradores. Lograba la victoria la nación que era capaz de fabricar una mayor cantidad de bombarderos y bombas, para así poder destruir más rápidamente la capacidad industrial y económica del adversario. El ejército que fuera capaz de construir 100 bombarderos (500 bombas al 1% serían 5 objetivos por salva) tenía una gran ventaja respecto al ejército del bando que pudiera fabricar, por ejemplo, solo 10 bombarderos.
Sin embargo, en la era de la información, las municiones de precisión tienen probabilidad de alcanzar el objetivo designado muy superior al 1%. Si la precisión de las armas de precisión de largo alcance fuera del 50%, un ejército que pudiera lanzar 400 municiones podría destruir los 200 objetivos industriales en una sola salva. Ese ejército que solo puede adquirir 400 municiones estaría igualado (para destruir 200 objetivos) que ejército que pudiera lanzar 20.000 municiones, fueran de precisión del 1% o del 50%. Ambos bandos podrían destruirse los sus 200 objetivos estratégicos. Tener más de 400 municiones de una probabilidad de destrucción del 50% sería lo que en estrategia nuclear se denomina «overkill».
En estrategia nuclear, el enorme poder de destrucción hace que una nación con una cantidad reducida de armas nucleares pueda destruir todas las ciudades importantes de una gran nación enemiga también dotada de armas nucleares. Ambas potencias pueden destruirse mutuamente y quedan igualadas y equilibradas. Las salvas de proyectiles guiados de precisión que puedan destruir los objetivos económicos e industriales de alto valor tienen también un efecto igualador.
La era de la precisión y la guerra de Ucrania
Teniendo en mente estos cálculos, se entiende mejor cómo los muchos cientos de tanques y algunos miles de blindados que Rusia lanzó a la invasión de Ucrania, en realidad estaban igualados contra los muchos miles de municiones antitanque que, como los Javelin y los NLAW, las naciones occidentales habían entregado a Ucrania. Si la invasión hubiera transcurrido en un entorno tecnológico en el que solo contaba el número de carros de combate y piezas de artillería, Rusia se hubiera terminado imponiendo.
Ha de tenerse en cuenta que por el precio de un tanque Abrams de última generación (10 millones de dólares o más), se pueden adquirir 110 misiles Javelin a un precio unitario de 78.000 dólares y una cantidad aproximada de 8 lanzadores (con un coste de unos 150.000 dólares). Para enfrentarse a un batallón de tanques rusos (unos 40 carros), elegir entre gastarse algo más de 10 millones de dólares en un carro de combate Abrams o 100 Javelin más 8 lanzadores, es mucho más económico desde un cálculo de coste beneficio. De ahí que, un país como Ucrania, suministrado con gran cantidad de municiones inteligentes por Occidente, pueda mantener el pulso militar a la potencia rusa que, en teoría, es muy superior desde el punto de vista del número de tanques, piezas de artillería, helicópteros y aviones, que puede poner en el campo de batalla.
El cambio de las reglas de juego que implica la introducción masiva de armas de precisión a precios cada vez más bajos, no solo ocurre en el armamento anticarro. La gran cantidad de misiles antiaéreos MANPAD desplegados por toda la geografía ucraniana ha negado la posibilidad de empleo de la aviación rusa en misiones de apoyo aéreo cercano, y sus helicópteros de ataque tienen que ejecutar las salvas de cohetes en tiro parabólico desde miles de metros de distancia y a muy baja altitud, para minimizar la probabilidad de ser atacados y derribados por esos misiles, lo que los hace mucho menos efectivos al perder precisión en sus ataques.
En los duelos de artillería entre las fuerzas ucranianas y rusas, se ha podido comprobar especialmente el poder igualador de la precisión. En los meses mayo y junio, Rusia abandonó el estilo de empleo de la fuerza con el que operó desde el inicio de la invasión en febrero, que se basaba en operaciones mecanizadas que intentaban aprovechar la superioridad en medios acorazados para imponerse en el choque (algo que no podía prosperar por la gran abundancia de sistemas de armas de precisión que poseía Ucrania). En lugar de eso, Rusia cambió a intentar prevalecer aprovechando su gran superioridad en piezas de artillería y en stocks de munición, librando una particular guerra de desgaste y de competición de salvas para aplastar a las fuerzas ucranianas y tomar las ciudades de Severodonetsk y Lysychansk.
Las fuerzas armadas de Ucrania tenían mucha menos cantidad de piezas de artillería y de inferior capacidad respecto al enorme poder artillero orgánico de las brigadas y divisiones mecanizadas y acorazadas rusas, además de las varias brigadas de artillería ‘reactiva’ (cohete) del tipo Smerch, Uragán y Tornado. Durante esos meses en Severodonetsk y Lysychansk, Rusia se fue imponiendo tal y como predecían los modelos y simulaciones de guerra industrial.
El ejército ruso fue capaz de disparar varias decenas de miles de municiones artilleras cada día. Los relatos del frente de batalla dieron cuenta de un modo de operar ruso: durante algunos pocos días ejecutaban bombardeos masivos contra la posición que pretendían tomar, luego, la infantería apoyada por algunos blindados y carros para el fuego directo, intentaban avanzar sobre la posición. Si se enfrentaban a demasiada resistencia, se detenía el choque y se volvía a la fase de ‘ablandamiento’ mediante continuas salvas de artillería.
Este modo de operar, aunque lento, garantizaba a Rusia una superioridad indiscutible contra las fuerzas ucranianes, mucho más escasas en artillería. Rusia tenía muchas más bocas de fuego o plataformas tiradoras, además de que tenía muchas más municiones y capacidad logística para fabricarlas.
Sin embargo, este modo de operar dejó de ser sostenible cuando una escasa cantidad lanzacohetes de artillería HIMARS de origen americano llegó al área de operaciones. Aunque cada HIMARS solo puede disparar seis cohetes por salva, y la presencia de dos baterías no puede competir cuantitativamente con los cientos o miles de tiradores que Rusia despliega en la guerra de Ucrania, la precisión de estos cohetes de artillería hace que la probabilidad de destrucción de cada cohete sea muy elevada.
A los pocos días de anunciarse la llegada de los HIMARS a Ucrania, polvorines y depósitos de municiones rusos, así como puestos de mando y otra clase de objetivos de algo valor, comenzaron a saltar por los aires. Aunque no se ha podido documentar, es posible que también se hayan empleado los HIMARS en fuego de contrabatería para eliminar las baterías de artillería rusas. Los efectos de la precisión se notaron a los pocos días de comenzar a explotar los polvorines y depósitos de municiones, ya que los informes que provenían del campo de batalla relataron una gran disminución en las salvas de artillería que las fuerzas rusas disparaban por día, lo que indicaba que logísticamente se había logrado estrangular ese cuello de botella ruso y no podían seguir alimentando la gran cantidad de disparos artilleros que pudieron hacer durante esos meses.
El poder igualador de la precisión en municiones de artillería obús, también se está empezando a utilizar por parte de las fuerzas armadas ucranianas. Los obuses de artillería transferidos por Occidente a las fuerzas ucranianas están usando, desde hace unos meses, municiones inteligentes equivalentes a los kits de precisión PGK en el caso de las bombas de aviación. Estos kits de precisión que se acoplan a proyectiles de artillería corrientes, hacen que esta munición «tonta» se transforme en un proyectil con una precisión de unos 5 metros de círculo de error probable, sin importar que el blanco esté a 30 kilómetros o solo a cinco.
El coste de cada espoleta PGK es inferior a los 10.000 dólares. Por lo tanto, es económicamente sostenible disparar cuatro obuses con espoletas PGK por cada tanque o blindado localizado por un dron y destruirlo o dejarlo inoperativo. Además, también se envían municiones de precisión más caras como los Excalibur americanos y los Vulcano alemanes, en añadidura a los Kvitnyk de fabricación ucraniana.
Un ejército como el ucraniano dotado de municiones inteligentes de todo tipo, aunque inferior en número en cuanto a tanques, blindados, piezas de artillería, helicópteros, etc, en realidad ha conseguido igualarse al muy superior ejército que Rusia podía desplegar en lo que a grandes máquinas se refiere.
Guerra mosaico
La guerra mosaico trata de aprovechar estas y otras tendencias de la tecnología militar, para diseñar un nuevo tipo de organización militar y una nueva forma de hacer la guerra, que supone un cambio revolucionario respecto al tipo de guerra que se hizo durante el siglo XX.
En resumen, la guerra mosaico consiste en operaciones militares que se basan en grandes cantidades de pequeñas plataformas y en formaciones en enjambre, para, de ese modo, abrumar a la fuerza adversaria. Estas formaciones en enjambre no siguen una organización militar tradicional, sino que, como las piezas de un mosaico, se conforman de manera oportunista como las piezas de un mosaico. Además, la información de todas las plataformas sensoras se intercambiarán con los proyectiles de todas las plataformas tiradoras para poder así ejecutar enfrentamientos cooperativos en una nube de combate o kill web.
Una kill web debe entenderse como una gran red de sensores y tiradores que son capaces de enredarse a los objetivos enemigos, con varios sensores detectando los blancos y varios tiradores lanzando sus proyectiles. Es una evolución del concepto de kill chain o cadena de muerte, que se visualiza como una cadena en la que una plataforma sensora transmite la información a un tirador que dispara el proyectil guiado. Las kill chain operan dentro de un organigrama de mando, control y comunicaciones preestablecido, como el de un batallón o una brigada. Las kill web operan todas las plataformas, sensoras y tiradoras, de las fuerzas armadas en un área de operaciones, por lo que para funcionar con eficacia no pueden ceñirse a las estructuras de mando y control jerárquicas orgánicas.
El espíritu fundamental de la guerra mosaico es que esos enjambres y combates cooperativos, se basan en una masa de pequeñas plataformas muy sencillas (generalmente robóticas) y en una kill web. Las grandes plataformas complejas tradicionales, como los carros de combate, cazabombarderos o cruceros navales tendrán una importancia secundaria.
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