El papel de la Flota del Mar Negro rusa en la guerra de Ucrania ha sido en el mejor de los casos discreto. La incapacidad para llevar a cabo operaciones anfibias y el hundimiento de su buque insignia, el crucero «Moskva», han dejado claras algunas de sus carencias. Una situación que tiene sus orígenes en los años previos a la invasión de Ucrania y que es consecuencia de problemas económicos, industriales y doctrinales, así como de las sanciones posteriores a la anexión de Crimea. En esta primera parte, nos centramos en los antecedentes, estudiando los planes rusos anteriores a 2022, los cambios estratégicos y el estado de la Flota, antes de proceder a hablar de las operaciones militares ejecutadas desde el 24 de febrero del pasado año.
- La Flota del Mar Negro en la guerra de Ucrania (I)
- La Flota del Mar Negro en la guerra de Ucrania (II)
- La Flota del Mar Negro en la guerra de Ucrania (III)
La lamentable guerra de Ucrania, comenzada hace un año por la agresión rusa contra el territorio ucraniano, está dejando una gran cantidad de material para el análisis militar, así como información de primera mano sobre las capacidades reales de combate de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa, un asunto ampliamente debatido en los foros y círculos militares desde hace décadas.
Desafortunadamente para Moscú sus acciones de combate, en el gran espectro, no dejan a sus Fuerzas Armadas a un buen nivel, o al menos, no al nivel de lo que se esperaba en el pasado de las tan cacareadas fuerzas del Ejército Rojo. Aunque en las décadas posteriores a 1991 el Kremlin se ha visto envuelto en diversos conflictos bélicos, este contra Ucrania es el primero donde una nación con una extensión y población considerable ha decidido enfrentarse en pleno a la agresión. Además, está contando en todo momento con un suministro constante de armas en muchos casos con un importante componente tecnológico por parte de las potencias occidentales -y otras no tan occidentales-.
Podemos decir también que es el primer conflicto retransmitido en directo a través de las redes sociales, u otros medios digitales, con una gran cantidad de información sin procesar disponible en la red. Llama mucho la atención como los combatientes de ambos bandos, y sus Estados Mayores, dedican grandes energías a la retransmisión de la información que consideran apropiada, a la par que sirve de información base para los analistas de las naciones ajenas al conflicto, de forma que estos puedan llevar a cabo la pertinente evaluación de daños y rendimientos.
Vamos a centrarnos en este articulo en las acciones, a nivel estratégico, de la Flota de la Federación Rusa del Mar Negro y su rendimiento, así como las posibles consecuencias futuras, según el devenir general del conflicto. Debemos tener en cuenta en todo momento que este es un conflicto todavía en marcha y que lo ocurrido en el frente y sus consecuencias varían a diario, pudiendo provocar un vuelco en cualquier sentido en un breve espacio de tiempo.
La flota soviética del Mar Negro
El Mar Negro siempre ha representado para Rusia una zona estratégica vital, ya que permite el acceso a las tan añoradas aguas cálidas. Esto, que en tiempos de la Unión Soviética no representaba un problema, aun a pesar del control turco sobre los estrechos del Bósforo y los Dardanelos, a partir de 1991 supuso un quebradero de cabeza para la Federación Rusa, dada la dependencia de los puertos ucranianos. No hay que olvidar que buena parte de los recursos energéticos rusos son exportados por este área, bien a través de la propia masa del Mar Negro, bien a través de aquellas naciones ribereñas que tienen una visión más benigna de los intereses rusos, que las naciones europeas, como ha sido caso de Turquía.
Desde el punto de vista militar, la región del Mar Negro ha sufrido grandes cambios estratégicos desde la época soviética hasta la actualidad, pasando por diferentes fases de comprensión y aplicación de recursos y esfuerzos. En la época soviética, el Teatro de Operaciones del Sur era considerado un lago soviético, y su principal misión era la de ser capaz de neutralizar a Grecia y Turquía, para poder permitir la proyección de fuerzas navales y aéreas en el Mediterráneo. La Flota del Mar Negro tenía una consideración estratégica muy importante dentro del conjunto naval soviético.
Curiosamente, la Flota del Mar Negro era la única de las Flotas soviéticas que carecía de una función estratégica nuclear, al carecer de las plataformas adecuadas para dicha misión, y por ser un Teatro donde dichas plataformas no podían ofrecer su mayor rendimiento. Al ser un entorno constreñido entre diferentes países ribereños, la posibilidad de llevar a cabo patrullas estratégicas, para lo que se necesitan amplias zonas marítimas, era prácticamente nula. Pese a ello, la Flota del Mar Negro Soviética sí tenía un papel estratégico, aunque no relacionado con las armas nucleares, cumpliendo precisamente con la principal función clásica de una armada: la derrota de las flotas enemigas y la proyección del poder militar más allá de sus fronteras. Objetivos estratégicos que debían conseguirse a través del despliegue y la maniobra.
La «Quinta Escuadra», esto es, el escuadrón soviético desplegado casi perennemente en el Mediterráneo, se nutría de las unidades de superficie de la Flota del Mar Negro, ya que las unidades submarinas eran aportadas por la Flota del Norte. Dicho despliegue hacía que la mencionada Flota tuviera una especial orientación hacia la guerra de superficie, contando con el 26% de todos los buques de superficie de gran porte (de fragatas hacia arriba) de la extinta Armada Roja y tan solo el 7% del total de los submarinos, ninguno de ellos de propulsión nuclear. Tampoco el Teatro de Operaciones era propicio para ellos al tratarse de aguas restringidas que hacen más lógico el empleo de submarinos de propulsión convencional. Pese a ello, una parte importante de las instalaciones relacionadas con el entrenamiento de las tripulaciones de submarinos nucleares estaba en Crimea. En el caso del componente aéreo, hasta el 28% de la Aviación Naval estaba encuadrada también en la Flota del Mar Negro, y el 11% del total del personal de la VMF.
Su función principal hubiera sido la de mantener a las unidades de la OTAN lejos de las costas del Pacto de Varsovia (recordemos en aquel entonces Rumanía y Bulgaria formaban parte de dicha alianza militar), neutralizar a la Flota Turca en el Mar Negro y tratar de ganar el control de los Dardanelos y el Bosforo para una posible entrada en el Mediterráneo Oriental. A la par, la Aviación Naval y las Fuerzas Aéreas debían defender el Flanco Sur de las Fuerzas de la OTAN y tratar de proyectar sus capacidades de ataque sobre los grupos de portaaviones de la 6ª Flota estadounidense, y las de otras naciones mediterráneas.
Aunque se trataba de una misión sin duda compleja, la Unión Soviética contaba con recursos y capacidades suficientes como para tratar de lograr alcanzar dicho objetivo, con bastantes probabilidades de éxito. Al menos, de causar un importante número de bajas a sus enemigos, especialmente en los primeros compases de un enfrentamiento (guerra de la «primera salva»). El balance de fuerzas y las posiciones geoestratégicas daban grandes bazas a la Unión Soviética como para amenazar a la OTAN en este Teatro, irrumpir en el Mediterráneo y retraer importantes recursos del Frente Alemán y del Atlántico.
Las operaciones anfibias jugarían un papel fundamental en este esquema, ya que debían asegurar el acceso soviético a los estrechos turcos, y por lo tanto ejecutar arriesgadas operaciones de desembarco en un ambiente extranjero y hostil hacia ellos. La Flota debía por lo tanto asegurar el control marítimo y aéreo para dichas operaciones, siendo de nuevo una estrategia agresiva desde la primera fase conceptual. Las unidades de superficie de gran porte en este escenario aportarían la cobertura para poder proyectar el poder naval soviético más allá de sus costas.
Mientras las Flotas del Norte y del Pacifico ejercían una capacidad de disuasión estratégica, a través de sus submarinos nucleares SSBN, la Flota del Mar Negro ejercía su propia disuasión estratégica convencional, a través de su capacidad de proyección y asalto sobre el flanco de la OTAN. En resumen, se trataba de una herramienta política y militar de primer orden, algo que se ve a las claras atendiendo a su orden de combate de 1991, que hemos resumido por razones de espacio:
- 2 x SSG clase Juliett
- 20 x SS clases Kilo, Foxtrot y Whiskey
- 2 CGH x clase Moskva
- 7 x CG clases Kara, Kresta, Kynda y Slava
- 17 x DDG/FFG clases Udaloy, Sovremennyy, Kashin, Krivak
- 12 x FF clases Krivak, Koni y Riga
- 31 x FFL y corbetas clases Grisha, Petya, Mirka y Parchim
Sin embargo, todo ello tenía un coste excesivo, tanto sobre las arcas soviéticas como sobre los recursos humanos y materiales de la propia Armada Roja. Además, tras 1991 el escenario geopolítico había cambiado de raíz, todo lo cual afectaría sobremanera a los planes del Kremlin para esta región y para la Flota del Mar Negro.
La Flota del Mar Negro de la Armada Rusa
La perdida de buena parte del poderío económico de la Unión Soviética, evaporado entre la disolución del antiguo imperio y la crisis económica rusa de 1996-1997 fue sufrida por todas las partes de la sociedad, y en especial por unas Fuerzas Armadas que además debían hacerse cargo de una serie de materiales heredados que no tenían fondos para mantener. La carencia de un presupuesto sólido, la corrupción desbocada y la falta de un objetivo estratégico claro, que perjudicaría a los planificadores a la hora de tratar de cubrir las necesidades reales de todas las armas, tendría un especial efecto sobre la Flota del Mar Negro.
Las prioridades de la renacida Armada Rusa se centrarían en mantener un núcleo de unidades operativas, pero especialmente aquellas que más dominaba su industria (submarinos de ataque tanto convencionales como nucleares) y plataformas con roles estratégicos (SSBN). La Flota del Mar Negro, tal y como hemos explicado, o bien carecía o bien reservaba un papel mínimo a ambos campos, con la salvedad de los submarinos convencionales. No es de extrañar que la asignación de fondos para nuevas unidades, mantenimiento o entrenamiento fuese disminuyendo de forma drástica, mientras que las Flotas del Norte y del Pacifico, completamente en línea con esas prioridades, mantenían en comparación, una asignación de fondos más boyante.
La Flota del Mar Negro, además, sufriría otro efecto no deseado: la aparición de una nueva nación en su área de influencia, que, en el reparto territorial posterior a 1991 se quedaría con las principales bases en las que se desplegaban las unidades navales rusas, así como con algunos de los principales astilleros y centros industriales. Todo ello hacía que la Flota del Mar Negro de la Armada Rusa fuera un foco de problemas diplomáticos y estatales para los sucesivos gobiernos. Pese a ello, Ucrania y Rusia, tras años de negociaciones y desencuentros, llegarían a un acuerdo en 2010 por el cual Ucrania arrendaría a Rusia las bases navales situadas en la península de Crimea, mientras que Kiev tendría capacidad de veto en el número de unidades que la Flota del Mar Negro podría tener allí desplegadas, afectando por tanto a la capacidad real de combate de dicha Flota.
Las fricciones entre Kiev y Moscú a cuenta de la Flota del Mar Negro, y de todas las unidades y bases militares en el área, tuvieron un recorrido largo. Dos acuerdos definen esta relación principal, que son los de 1997 y 2010 firmados en Járkov. En dichos acuerdos, Ucrania aceptó que la Base Naval de Sebastopol y las unidades navales rusas allí desplegadas, puedan continuar estándolo a cambio de unas compensaciones económicas para Ucrania. También se definen en los acuerdos un determinado número de unidades de combate que Rusia podría tener desplegados en dichos puertos, manteniendo por lo tanto Kiev una limitada capacidad de decisión sobre las capacidades de la Flota del Mar Negro.
A pesar de la firma de los pactos de Járkov, Kiev comenzó poco después una campaña diplomática con el objetivo de poder determinar el tipo y clase de las unidades de la Flota Rusa, así como sus modernizaciones. Esto era algo que nunca había sido anteriormente mencionado en los acuerdos y que podía suponer un gran problema para Rusia. Ucrania pedía que los buques de nueva construcción fuesen del mismo tipo y clase, en proporción de uno a uno, según la composición de la Flota en el momento de la firma. Todo esto crearía un problema diplomático ya que Moscú nunca tuvo en cuenta este punto.
Por lo que pudiese pasar, y tratando de evitar futuras restricciones en su Flota, en 2004 Moscú iniciaría la construcción de una nueva Base Naval en Novorossiysk, ante la eventualidad de que Ucrania fuera capaz de bloquear de facto la Base Naval de Sebastopol, creando un problema logístico y operativo a la Flota del Mar Negro. Dicha base sería diseñada con la capacidad teórica de albergar hasta 60 buques. Tras la anexión de Crimea y el aseguramiento del suministro logístico a Sebastopol, los trabajos en Novorossiysk no cesaron, sino que continuaron como parte de un ambicioso plan de ampliación.
Respecto a la composición de la flota, apenas una década después de 1991 se había convertido en una serie de viejos buques soviéticos, sin apenas mantenimiento, amarrados a puerto, con escasas salidas a la mar o despliegues, dándose de baja de forma continuada la mayoría de unidades alistadas con ella. El «efecto Kursk» del año 2000 sobre las Fuerzas Armadas Rusas comenzaría a racionalizar los recursos militares y daría al Ministerio de Defensa la oportunidad de comenzar a planificar el futuro en las costas del Mar Negro. Las principales unidades de combate de superficie, los destructores de las clases Kashin y Kresta, serían dadas de baja del Mar Negro en la década de 1990, mientras el componente submarino quedaba reducido al submarino convencional-experimental «Alrosa», al darse de baja todos los Whiskey y Foxtrot.
El Programa Estatal de Armamentos 2001–2010 de la Federación Rusa priorizaría el mantenimiento de las capacidades estratégicas nucleares de la nación, especialmente el componente naval de la triada nuclear. Por lo tanto, la Flota del Mar Negro se vería abocada a la continua merma de sus capacidades de combate, al carecer de dichas capacidades estratégicas nucleares.
La entrada de Rumanía y Bulgaria en la Unión Europea y en la OTAN incrementaría la importancia de este teatro de operaciones, mientras las desavenencias con Kiev hacían aún más tensa la situación. De las principales unidades de la Flota, tan solo el buque insignia, el crucero «Moskva» de la clase Slava, hacia salidas eventuales de entrenamiento o limitados cruceros por el Mediterráneo.
La baja de unidades obsoletas permitió racionalizar los recursos y como parte del plan ruso por dotarse de «flotas mosquito», la Flota del Mar Negro recibiría los recursos para comenzar a equiparse con unidades de escaso porte oceánico, pero con capacidades de ataque a tierra muy poderosas (Kalibr). De todas las flotas rusas, la del Mar Negro y la del Báltico eran las que mejor podían capitalizar dichas nuevas tendencias y diseños tecnológicos, dentro de sus respectivos teatros de operaciones, por sus características geográficas. Teatros de Operaciones Navales, con mares cerrados y escasas distancias a las bases o blancos de la OTAN.
También se decidió modernizar y equipar -tan solo después de la Flota del Pacifico que era la primera prioridad de la Armada Rusa- Flota del Mar Negro con la segunda hornada de los renacidos submarinos convencionales Kilo 636.3. De esta forma se entregarían en plazo seis nuevos submarinos de dicha clase reforzando a la 4ª Brigada Independiente de Submarinos. Dicha unidad tan solo seguiría operando de la época soviética el submarino experimental, también de la antigua clase Kilo, «Alrosa». Los nuevos buques, aunque perfectamente aptos para ejercer operaciones de combate en el muy particular entorno submarino del Mar Negro, no escondían su vocación de proyección mediterránea.
Las tensiones de la Federación Rusa con los diferentes países limítrofes fueron creciendo debido a la intervención armada en Georgia en 2008, siendo la Flota del Mar Negro protagonista de diversas acciones de combate. Fue sin embargo un conflicto lejano, el de Siria, el que comenzó a absorber recursos rusos, a la par que le proporcionaba un aliado fiel en el Mediterráneo Oriental y una base naval en dicho escenario. De esta forma, la Armada Rusa -en su mayor parte unidades de la Flota del Mar Negro- comenzó a utilizar la base de Tartus como punto de despliegue fijo para sus unidades navales, incluyendo un escalón de mantenimiento y avituallamiento.
Tras dicho conflicto, el Ministerio de Defensa aprobaría un nuevo programa de modernización con especial énfasis en la reconstitución de sus Fuerzas Navales, algo que causaría sorpresa incluso en la propia Rusia. El 25% del presupuesto sería asignado a la Armada Rusa con cerca de 78.000 millones de dólares comprometidos para nuevas construcciones. Debido al reciente conflicto sirio, y a otros factores externos como el rearme de Turquía –que afectaba especialmente al ámbito marítimo-, la Flota del Mar Negro ganó enteros en las futuras asignaciones de fondos.
Pero no sería hasta 2014 cuando toda la situación daría un vuelco estratégico, al intervenir directamente la Federación Rusa en territorio ucraniano y anexionarse, como un fait accompli, la península de Crimea con todas sus implicaciones internacionales y, en lo que nos ocupa, para la estrategia naval en el Mar Negro y su Flota.
Los efectos de la anexión de Crimea
Las operaciones de combate de combate durante 2014 fueron rápidas, concisas y carentes de una respuesta contundente por parte de la comunidad internacional hacia la Federación Rusa, permitiendo que esta fuera capaz de anexionarse un enclave de una importancia estratégica, como era la península de Crimea, y cambiando de golpe toda la estructura estratégica en el Flanco Sur, a la par que dañando en sobremanera a Ucrania.
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