La fuerza de misiles de Irán y la estrategia que la inspira, ha ido evolucionando con el paso de las décadas. En un primer momento nace como una fuerza de misiles balísticos de escasa precisión, pensada para hacer simples ataques de represalia y disuasión contra ataque de intimidación y terror. En los últimos años se ha convertido en una muy sofisticada fuerza de misiles de gran precisión y alcance regional, mejorada con misiles de crucero y drones suicidas. Fuerza pensada para una estrategia también muy sofisticada de ataques muy calibrados y limitados que eviten la atribución y consigan hacer disuasión y coerción de manera activa (usado la fuerza) pero sin cruzar el umbral de una guerra abierta (estrategia de Zona Gris).
La guerra de la ciudades en la mentalidad estratégica iraní
Los acontecimientos que Irán sufrió durante la guerra de las ciudades (entre 1984 y 1988) han tenido un impacto crucial y trascendente en la cultura estratégica iraní y en la enorme importancia que desde entonces se da a los misiles en este país.
Durante esta fase del conflicto que le enfrentó con su vecino Irak, Irán lanzó 13 misiles balísticos Scud-B en marzo de 1985 y por lo menos seis más a lo largo de 1986 como represalias contra los ataques que Irak lanzaba contra las ciudades iraníes. Estos contraataques iraníes tuvieron un importante impacto en el liderazgo de Irak e indujo a que, de facto, se detuviera el lanzamiento de misiles balísticos hacia Irán.
Sin embargo, entre febrero y abril de 1988, Iraq reinició sus ataques con misiles balísticos, disparando unos 190 misiles contra ciudades iraníes en tan solo seis semanas. Aunque no es posible dar cifras concretas,o al menos no con la fiabilidad suficiente, en el conjunto del año 1988 se disparó una cantidad sensiblemente superior (cifrada en algunos cientos) de misiles balísticos por parte de Irak, sin que Irán apenas pudiera responder con una fracción de esas cantidades.
Tal cantidad de ataques tuvo un gran impacto en la moral iraní. Recordemos que la ojiva de un Scud transporta varios cientos de kilos explosivos, por lo que pueden destruir grandes edificios. En este sentido, no se trata de una lluvia de cohetes pequeños como los que Hamás o Hezbolá lanzan con regularidad contra Israel. Los graves daños que puede causar tal cantidad de explosivo en caso de caer en una ciudad, indujo a que casi un tercio de la población de Teherán abandonara la capital en esta fase de la guerra. La respuesta y represalia iraní consistió en el disparo de 77 misiles Scud-B, algo que se consideró de cuantía insuficiente.
Para comprender el impacto de los misiles balísticos en la mentalidad estratégica iraní, hay que tener en cuenta que guerra de las ciudades no fue un simple intercambio de represalias contra la población civil ejecutadas con misiles balísticos. Inicialmente fue llevada a cabo mediante bombardeos de aviación, los primeros de los cuales fueron realizados por Irak en febrero de 1984, atacando varias ciudades iraníes.
Desde ese momento, comenzó un proceso de ataques, represalias y operaciones defensivas ejecutadas por la aviación y la defensa aérea. Dada las capacidades de defensa e interceptación que tenían las fuerzas iraníes (gracias a excelentes cazas interceptores como el F-14) los grandes ataques contra objetivos civiles que estaba ejecutando Irak impicaban una fuerte atricción y erosión en su fuerza aérea. Para evitar ese estado de cosas, la opción de emplear misiles balísticos apareció como una elección natural por ser imposibles de derribar a menos que se cuente con defensas antibalísticas específicas.
Por su parte, para Irán, dadas la grandes dificultades logísticas (por el embargo internacional) de mantener una gran fuerza aérea operativa, la mejor opción que tenían para intentar contrarrestar y represaliar los ataques iraquíes pasaba también por el empleo de misiles balísticos.
Los grandes daños que estaba sufriendo Irán a causa de los ataques con misiles (que no podía igualar) y la posibilidad de que Irak emplease en algún momento ojivas químicas fueron algunos de los factores que llevaron a Jomeini a «beber el cáliz de veneno» y hacer la paz con Sadam Hussein. Desde ese momento, el desarrollo de fuerzas balísticas y de misiles para poder hacer coerción y represalia (haciendo sufrir a otros lo que ellos sufrieron durante la guerra de las ciudades) ha sido uno de los elementos centrales de la política militar y de defensa de Irán.
Ha de tenerse en cuenta que para comienzos 1988 la guerra Irán-Irak estaba en un punto muerto. La situación comenzó a desatascarse a favor de Irak, cuando en febrero de ese año pudo lanzar una gran cantidad de misiles balísticos Scud de alcance mejorado (los Al-Hussein). Con esos misiles, Irak podía alcanzar fácilmente ciudades como Teheran y Qom, incluso disparando desde áreas cercanas a Bagdad. Irak también inició ofensivas de gran éxito contra los kurdos opositores en el norte de Irak, éxito logrado en buena medida gracias al uso de armas químicas (un ejemplo de ello es la conocida masacre de Halabja); una ofensiva que logró la liberación de la península de Al-Faw en el sureste de Irak, que permite controlar la única salida al mar de este país y había sido tomada por Irán dos años antes durante la operación Amanecer 8.
Además, Irán también padecía la presión de los EE. UU. en el golfo Pérsico, mediante la operación Praying Mantis (que causó graves daños a la armada iraní), la eficacia demostrada en la protección de convoyes de petroleros y el derribo del vuelo 655 de Iran Air por parte del USS Vincennes (sin que implicara el aislamiento de EE. UU.).
Todo ello indujo al liderazgo iraní pensar que estaba solo y sin posibilidades de victoria en el campo de batalla. Para colmo, su población civil estaba sufriendo bombardeos con misiles que podían escalar a ataques químicos como ocurría en las ciudades kurdas. Dado el aislamiento internacional de Irán y las dificultades logísticas que implicaba adquirir material militar con el que mantener un ejército simétricamente convencional capaz de enfrentarse a sus vecinos y EE. UU., la elección balística, como se ha comentado, fue la opción natural.
En caso de que Irán hubiera tenido una gran cantidad de misiles con los que poder amenazar a la población e infraestructura enemigas, en 1988 podrían haber detenido las ofensivas y presiones que llevaron a Jomeini a aceptar el alto fuego. De esta forma habrían logrado paralizar la guerra manteniendo las ganancias que Irán acumulaba en territorio iraquí hasta comienzos de 1988.
Lanzamientos contra los Mujaidines del Pueblo (MEK o Mujahidin-e Khalq)
Aunque no hay demasiada información al respecto, hay que destacar que el empleo de misiles balísticos por parte de Irán no se detuvo con el alto el fuego en la guerra con Irak. Durante los años 90 y hasta 2001, Irán disparó misiles balísticos contra objetivos del entonces grupo terrorista MEK dentro de territorio iraquí.
Concretamente, Irán disparó entre tres y seis misiles Shahab-1 en noviembre de 1994, tres misiles en junio de 1999, cinco misiles en noviembre de 1999 y hasta una treintena de misiles balísticos Shahab-1 en abril de 2001 contra varios campamentos de la organización terrorista anti-régimen Mujahidin-e Khalq en Irak.
Es decir, siempre que ha podido y se ha dado la circunstancia propicia, Irán ha hecho uso de su arsenal de misiles balísticos. Y es que el recurso a los misiles balísticos no es algo reciente, propio de la guerra de Yemen o el conflicto que mantiene con los EE. UU., saudíes y emiratíes por el dominio del Oriente Medio y el golfo Pérsico, sino que viene de lejos.
El desarrollo de la fuerza de misiles iraní
Aunque a primera vista parece haber una gran confusión en cuanto a la gran variedad de misiles balísticos que desarrolla y despliega Irán, en realidad es sencillo seguir la evolución de los mismos y llegar a distinguirlos.
Todos los misiles balísticos que iraníes se retrotraen a solamente dos tipos de modelos distintos: los Scud y los Fateh (de desarrollo local). Los cambios en las denominaciones simplemente indican mejoras en el alcance de los misiles, materiales más ligeros (para mejorar alcance), cambios en la capacidad de carga (a menor peso de la ojiva mayor alcance), mejoras en la precisión, etc.
Derivados de los Scud
Por un lado, tenemos la familia de misiles que derivan de los Scud. Estos últimos (adquiridos en el extranjero o de producción local) fueron denominados como misiles Shahab y las mejoras en estos misiles a su vez dieron lugar a los misiles Qiam, luego dieron paso a los Ghadr y por último derivaron en el misil Emad.
Los desarrollos locales iraníes dieron lugar al misil Fateh-110. Modificaciones y mejoras posteriores dieron lugar al misil Fateh-313 y luego al misil Zolfaqar. Los misiles balísticos antibuque que despliegue Irán son derivaciones del Fateh-110, denominados Hormuz (por el estrecho) y Khalij Fars (que significa golfo Pérsico)
La familia de misiles Shahab proviene directamente de los Scud que Irán adquirió en el exterior en los años 80 y 90.
Los Shahab-1 iraníes derivan de las adquisiciones a Libia en 1985, en total 20 misiles Scud-B (unos 300 kilómetros de alcance) y dos lanzadores. De Siria por lo menos obtuvo 12 de esos misiles. En Corea del Norte se compraron al menos 120 Scud-B en 1987 (Hwasong-5), además de entre 150 y 200 misiles adicionales y cuatro lanzadores entre 1988 y 1994.
Los Shahab-1 probablemente sean reproducciones de los Hwasong-5 pero con piezas y materiales fabricados por Irán, adaptando el misil a sus propias capacidades industriales.
Los misiles Shahab-2 son la versión local iraní del misil Scud-C de unos 500 kilómetros de alcance. La mejora en alcance básicamente se debe a la reducción en la carga que transporta el misil, y exteriormente son casi idénticos a los Scud-B o Shahab-1. Se cree que Irán compró a Corea del Norte entre 100 y 170 Scud-C producidos en ese país (además de asesoramiento para hacer la producción local en Irán).
El Qiam-1 se distingue externamente del Shahab-2 en la casi ausencia de aletas estabilizadoras en la base del misil (dando un aspecto más estilizado) y en su cono, que es sustituido por una ojiva «tricónica». El uso de esta particular ojiva se debe a que esta se separa del resto del misil para poder maniobrar (algo que no hacen los Scud, cuyo misil debería volar completo hasta alcanzar su objetivo).
La familia de misiles Shahab-3 está compuesta por derivaciones del misil norcoreano No Dong 1 (Hwasong-6). Este es un Scud-C de mayor diámetro y longitud, para poder llevar más combustible (líquido), además de un motor casi idéntico al del Scud-B pero de mayor tamaño. De ese modo, el Shahab-3 consigue mejorar su alcance hasta los 1.300 kilómetros.
La familia de misiles Shahab-3 fue evolucionando en varias versiones que iban mejorando su alcance y precisión, hasta derivar el los misiles Ghadr, que tendrían un alcance cercano a los 2.000 kilómetros. El Ghadr es distinguible externamente por tener también una cabeza tricónica, lo que debería mejorar la precisión del misil.
La última evolución del Shahab-3 es el misil Emad, que externamente parece un Ghadr alargado y recurre a una gran ojiva con forma de biberón (baby bottle) y aletas estabilizadoras. Este vehículo de reentrada debería proporcionar una precisión muy superior a la de misiles anteriores. Debido al gran tamaño de esta ojiva, los informes sobre el alcance del Emad son contradictorios y habitualmente se estiman en unos 1.700 kilómetros.
Derivados de los Fateh
Los misiles de la familia Fateh-110, por su parte, comienzan con este misil capaz de lograr un alcance de solamente 225 kilómetros. El Fateh-313 incrementa su alcance hasta los 300 kilómetros, mientras que el Raad-500, que seria de dimensiones similares a los anteriores, eleva su alcance de hasta 500 kilómetros.
Una versión del Fateh de mayores dimensiones y mucho mayor alcance es el Zolfaqar, que permitiría atacar a distancias de hasta 700 kilómetros.
Por último, una versión mejorada del Zolfaqar sería el Dezful, que tendría un alcance de unos 1.000 kilómetros.
Otros misiles iraníes
Dos misiles balísticos que merece la pena destacar, aunque no han alcanzado el estado operacional y no están relacionados ni con los Scud ni los Fateh, son los misiles Sejjil (Ashura) y Khorramshar. Ambos cuentan con un alcance de unos 2.000 kilómetros o superior.
El misil balístico Sejjil tiene un encaje extraño en la fuerza de misiles iraní, probablemente sea una versión del misil norcoreano KN-11 (Pukguksong-1), un misil de dos fases. Al ser este un misil de combustible sólido implica una gran mejora técnica ya que flexibiliza mucho su uso como arma, pero que no haya noticias de este misil desde 2009, induce a pensar que posiblemente tengan algún tipo de problema logístico en suministrar partes o combustible en cantidades en cantidad suficiente como para desplegar unidades operativas completas con este misil.
El misil Khorramshar, por su parte, se basa en el misil norcoreano BM-25 (Musudan), que a su vez es una versión del misil balístico de alcance medio soviético de combustible líquido R-27.
Por último, cabe destacar que las mejoras en alcance se han multiplicado en los últimos tiempos, unos años que han sido testigos de una gran aceleración en el desarrollo de nuevos misiles. Por ejemplo, el Fateh-313 es del año 2015; el Zolfaqar del año 2017; el Dezful de 2019; el Raad-500 del año 2020; el Qiam-1 de 2010, el Qiam-2 aun posterior; de los Gahdr se tiene constancia desde 2015 y la primera prueba del Emad data también de ese año.
El programa espacial iraní como supuesto programa encubierto de ICBM
Es habitual escuchar la acusación de que Irán utiliza su programa de cohetes espaciales como una tapadera para probar misiles intercontinentales y así esquivar críticas y sanciones internacionales.
Sin embargo, los cohetes del programa espacial iraní no implican mejoras técnicas a la hora de desarrollar un ICBM. Los dos cohetes Safir (350 kilómetros de altitud) y Simorgh (500 kilómetros de altitud), en realidad usan los motores de los misiles Shahab-3 o Nodong de Corea del Norte. El Safir emplea un motor y el Smorgh cuatro (lo que permite mayor altitud y capacidad de carga). Emplear varios motores de combustible líquido como en el Nodong no es la manera más eficaz de emplear un ICBM para operaciones nucleares de disuasión o coerción.
La preparación de un lanzamiento requiere de varias horas y es una tarea compleja, lo que daría tiempo de sobra para ser detectados y provocar un ataque preventivo por parte de los EE. UU. (el objetivo evidente de un ICBM iraní). De hecho, tanto los Safir como los Simorgh tardan días o semanas en preparar un lanzamiento.
Sin embargo, el último cohete espacial iraní probado en abril de 2020 indica un cambio sustancial. El lanzamiento no lo hizo la agencia espacial iraní, sino que estuvo organizado por la Guardia Revolucionaria de Irán (IRGC por sus siglas en inglés), lo que da una idea de las intenciones iraníes.
El cohete recibió una nueva denominación (Qased) y no se parece a los modelos anteriores. Parece un cohete de dos fases, híbrido entre un Safir en su primera etapa (un motor de combustible líquido), con una segunda fase similar a la de un Salman, un nuevo misil presentado en febrero de 2020 con un motor de nuevo cuño denominado Hinz (combustible sólido) que tiene un mejor control de impulso.
Estas características hacen del Qased un cohete mucho más manejable y sencillo de operar que el Simorgh, especialmente si logran simplificar la fase de preparación de lanzamiento operándolo de manera cubierta en el interior del silo o dentro de algunas de las bases de misiles escarbadas en las montañas que posee Irán.
Cuando se habla de ICBM inevitablemente debe hablarse también de ojivas nucleares. Aunque por el momento Irán no tiene armamento nuclear y parece que practica la autocontención para no desencadenar un ataque preventivo procedente de Israel o de los EE. UU., lo cierto es que Irán es el único país que desarrolla misiles de alcance potencialmente intermedio (IRBM) y ojivas tricónicas sin desarrollar explosivos nucleares para tal clase de vector de ataque.
Los misiles de crucero de lanzamiento terrestre iraníes
El misil de crucero Soumar se comenzó a desplegar en 2015 y está basado en el misil soviético Kh-55, que los ucranianos vendieron a Irán en 2001. Tiene un alcance de entre 2.000 y 3.000 kilómetros. Aunque los iranies informan de un círculo de error probable de unos 30 metros, el ataque contra Kuaris (Arabia Saudí) en septiembre de 2019 hace sospechar que la precisión real pueda ser aún mejor.
El misil de crucero Hoveizeh, presentado en público en febrero de 2019 y con un alcance de unos 1.300 kilómetros es lanzado desde una plataforma móvil.
El Mobin, por su parte, es el más nuevo de los misiles de crucero que ha desplegado Irán hasta el momento, datando de agosto de 2019. Con un alcance limitado de solo 450 kilómetros, una carga de apenas 120 kilogramos, una pequeña sección de radar y un techo de servicio de 45.000 pies, es un misil difícil de detectar y derribar, maximizando su alcance al volar a gran altitud durante se fase de crucero, para luego descender en la fase terminal.
Irán está desarrollando su fuerza de misiles de crucero y de drones (UAV) como una forma de eludir las defensas antimisiles balísticas de EE. UU. y sus aliados regionales, tal y como se ha podido comprobar en la guerra de Yemen o en los ataques contra Arabia Saudí en septiembre de 2019.
En la guerra de Yemen, las defensas antimisiles balísticas saudíes han demostrado una alta eficacia a la hora de derribar misiles balísticos yemeníes atacando diferentes infraestructuras. Ha de tenerse en cuenta que muchos de los misiles no derribados no lo fueron por no ser considerados una amenaza, o porque atacaron objetivos que no estaban protegidos por esa clase de defensas. De los que sí fueron considerados como una amenaza y atacaron zonas con defensas se han derribado la mayoría.
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