La estrategia nuclear de Corea del Norte es un enigma incluso para muchos expertos. Con el paso de los años ha ido evolucionando hasta cambiar de forma dramática tanto en sus medios, como en su utilidad. A lo largo de las siguientes líneas intentaremos arrojar algo de luz sobre esta cuestión, intentando ofrecer además una explicación comprensible. La estrategia nuclear de Corea del Norte ha ido evolucionando a lo largo de las siguiente cuatro fases 1) la búsqueda del prestigio diplomático y moneda de cambio para el reconocimiento internacional (hasta el año 2003), 2) como palanca negociadora para conseguir un régimen de limitación y control de armamentos favorable a los intereses de Corea del Norte (hasta el año 2011 aproximadamente); 3) represalia nuclear asegurada (hasta el año 2015); 4) warfighting/combate nuclear, por lo menos en algunos aspectos parciales pero relevantes (desde el año 2015 aproximadamente).
Por otro lado, la situación estratégica en la península de Corea se ha ido haciendo progresivamente muy inestable desde que: 1) Kim Jong-un adoptara una estrategia nuclear de represalia asegurada; 2) induciendo a surcoreanos y estadounidenses a adoptar contramedidas ofensivas para anular dicha estrategia («disuasión activa» y OPLAN-5015); 3) conduciendo a que los norcoreanos adoptaran medidas de warfighting nuclear. Es en ese contexto de estrategias competitivas donde hay que enmarcar la estrategia nuclear norcoreana y sus ensayos nucleares y balísticos, para así poder comprender realmente el sentido estratégico subyacente de la crisis actual.
La estrategia nuclear de Corea del Norte, dada la crisis actual en la península coreana, debería ser el centro de atención principal de análisis de artículos y comentarios. Sin embargo, aunque se está escribiendo mucho sobre la crisis norcoreana, poco se está diciendo sobre las cuestiones esenciales que subyacen a la insistencia de Kim Jung-un por tener armas nucleares y misiles balísticos, y qué tipo de armas nucleares y de misiles balísticos quiere desplegar, así cómo su modo de empleo hipotético. En el siguiente artículo tratará de exponerse brevemente las posibles interpretaciones que caben hacerse, ya que prácticamente no hay disponible documentación sobre doctrina y estrategia norcoreana, motivo por el que los especialistas no han tenido más remedio que hacer ejercicios deductivos a raíz del tipo de desarrollos misilísticos (balísticos y de crucero) y nucleares que realiza Corea del Norte.
Los modelos hipotéticos de estrategia y doctrina nuclear norcoreana
Lo primero que cabe decir es que la estrategia nuclear norcoreana no ha sido constante en el tiempo, sino que ha ido atravesando diferentes etapas hasta la actualidad, por lo que conviene contemplar en perspectiva temporal cómo ha ido evolucionando para comprender no solamente la estrategia y doctrina nuclear presente, sino sus motivaciones y los temores a los cuales responde. Pero vayamos primero a examinar los tres modelos interpretativos que he escogido para analizar la estrategia nuclear de Corea del Norte.
1) El modelo de Vipin Narang
El primer modelo que examinaremos será el que desarrolló Narang para su libro Nuclear Strategy in the Modern Era: Regional Powers and International Conflict. Este modelo se basa en tres opciones de despliegue del armamento nuclear que tienen las potencias nucleares regionales (caso de Corea del Norte): la catalítica, la de represalia asegurada y la de escalada asimétrica. Es importante tener en cuenta estos modelos y aplicarlos al tipo de armas nucleares, misiles y demás capacidades que desarrolla o despliega Corea del Norte, para de ese modo poder deducir el tipo de estrategia nuclear que tiene.
Estas tres opciones ayudan a interpretar el uso operacional de las armas nucleares que pueda hacer cada potencia nuclear, ya que el asunto es mucho más complicado que la simple tenencia de armas nucleares. También hay que tener en cuenta que cada uso específico, cada estructura de la fuerza nuclear, cada postura de la fuerza nuclear, cada doctrina nuclear y cada estrategia nuclear, tendrá unas repercusiones muy distintas en la situación y la estabilidad estratégica, tanto a nivel regional como mundial.
a) La opción catalítica. Esta opción consiste en que el armamento nuclear que desarrolle la potencia nuclear regional está pensada para provocar la intervención de una gran potencia regional de mayor rango, en el caso que la potencia regional se viera envuelta en un enfrentamiento o crisis con otra gran potencia. En la opción catalítica, la potencia regional contempla su armamento no tanto como una amenaza concreta, sino como una suerte de riesgo a la seguridad internacional. Por ejemplo, Pakistán hasta hace muy pocos años (su estrategia nuclear ha sido modificada parcial pero profundamente, aunque ese es un tema complejo que ya hemos explicado en otro artículo) era un caso de potencia regional de opción catalítica, ya que el miedo a una escalada nuclear entre dos potencias nucleares y los graves daños que a nivel mundial podrían provocar los incendios del intercambio nuclear entre India y Pakistán (además de los riesgos geopolíticos), inducían a que EEUU (y el resto de grandes potencia) tuviera que intervenir para evitar que India invadiese Pakistán.
Por lo tanto, vemos como las armas nucleares paquistaníes no estaban pensadas tanto para frenar directamente una invasión india, sino que lo que buscaban era generar un gran temor e inseguridad a nivel internacional que obligase a intervenir a las grandes potencias para parar la guerra, guerra que seguramente estaría perdiendo Pakistán a causa de su inferioridad en el equilibrio militar convencional. Dado que la desescalada la realizaría una tercera potencia (o varias más dependiendo del caso) en lugar de ser ejecutada por la potencia regional que quiere seguridad ante su adversario militarmente superior, la capacidades que el arsenal nuclear de una potencia nuclear regional catalítica debe tener no son demasiado desarrolladas.
Le bastaría tener una estructura de la fuerza consistente en un puñado de armas nucleares (unas docenas como mucho podrían bastar) y en unos vectores de lanzamiento no muy desarrollados. No haría falta un arsenal nuclear de cientos de ojivas y misiles balísticos, con que exista un riesgo relativamente remoto de destrucción nuclear masiva, ya sea por lanzamiento directo o por ulterior acto terrorista, sería suficiente para provocar la intervención de las grandes potencias.
La gestión de la respuesta nuclear, su cadena de mando, estructura de puestos de mando, etc, sería conveniente que fuera relativamente rudimentaria. Como la política de empleo nuclear no requiere del exigente mando y control de doctrinas como las del launch-on-warning, no solo es que sería suficiente una estructura poco desarrollada, sino que además eso hace menos vulnerable a un first strike decapitador que deje inutilizado el empleo del arsenal nuclear. La transparencia, que en la época de la Guerra Fría llegó a ser una cuestión fundamental para mantener la estabilidad estratégica entre las dos superpotencias (con el paradigma del tratado SALT), en el caso de una potencia nuclear regional que adopta una opción estratégica catalítica lo deseable para mantener la estabilidad estratégica sería lo contrario. Habría que mantener la ambigüedad y la opacidad tanto en el aspecto material (para así hacer lo menos vulnerable posible al arsenal y la cadena de mando y control), como en el político (no hacer políticas declarativas, directas y rotundas, tampoco doctrinas, que permitan al adversario hacer un cálculo racional de costos y beneficios de iniciar un first strike).
b) La opción de represalia asegurada. Esta opción de estrategia nuclear se basa en que la estructura de la fuerza nuclear debe garantizar que exista la posibilidad de hacer un ataque de represalia en caso de ser atacados por una potencia nuclear (o al menos por una potencia militarmente superior). La estructura de la fuerza debe garantizar la existencia de una fuerza mínima de segundo ataque nuclear. No tiene que ser una fuerza de segundo ataque que cause una destrucción cuasi total de los núcleos urbanos y económicos del adversario (como ocurría en la Guerra Fría con la Destrucción Mutua asegurada) sino que algunas ojivas sobrevivan para causar destrucción masiva en los núcleos de población enemiga (sin tener que destruirlos a todos o casi todos). En la opción de la represalia asegurada, la amenaza si es directa a la potencia que quiere disuadirse (no indirecta provocando la intervención de terceros). Dado que las características de la estructura de la fuerza de segundo ataque ha de asegurar su supervivencia, esta debe tener una cantidad de ojivas superior a unas pocas docenas (el número concreto es relativo, en función de las características del arsenal potencial que haga el first strike), estar lo suficientemente disperso, oculto y protegido. Es decir, los vectores deben estar repartidos lo más extensamente por todo la geografía nacional, a ser posible una fracción de las ojivas deben estar desplegadas en submarinos balísticos. Los misiles balísticos en tierra deben estar situados en silos lo suficientemente endurecidos que exijan un ataque de ojivas de gran potencia y precisión para dificultar el targeting y exigir un mayor número de ojivas atacantes para conseguir tener una mayor probabilidad de éxito en el first strike. Una opción alternativa a los silos es el desplegar misiles balísticos móviles que dificulten también el first strike, al tener que atacarse todos los puntos de disparo probable.
La sofisticación del arsenal en sus características ofensivas es mucho más exigente que las defensivas. No es estrictamente necesario tener ojivas y vectores que sean capaces de lograr una gran precisión, ya que los objetivos a atacar no son contra la fuerza nuclear enemiga o un despliegue militar muy concreto y localizado, sino que son objetivos que cubren kilómetros o muchos cientos de metros de áreas. Como el daño que trata de causarse al adversario es meramente «inaceptable» y no de destrucción total de todos los núcleos de población (como en la Destrucción Mutua Asegurada), no es tampoco necesario que el rendimiento de las ojivas sea de mucho megatones de potencia, sino que basta con decenas o pocos cientos de kilotones. Tampoco es estrictamente necesario que los misiles balísticos tengan un poder de impulso tal que pueda llevar varias ojivas pesadas de reentrada múltiple (lo que por definición es un arma ofensiva desestabilizadoras), sino que con tener misiles de cabeza única, a lo sumo dos o tres y reentrada no independiente, resulta adecuado.
El mando y control debe estar claramente establecido y sometido a la cúpula decisora (lejos de la ambigüedad de la estrategia catalítica), en una estructura centralizada. Las ojivas no tienen que estar instaladas en los vectores y puestas en alerta o listas para ser disparadas en cualquier momento, ya que las potencias nucleares regionales que adoptan la estrategia de represalia asegurada no tienen políticas del tipo launch-on-warning o launch-under-attack, que necesitan un arsenal en alerta y desplegado, ya que al ser arsenales nucleares pensados para la destrucción asegurada requieren que al first strike sobrevivan una gran cantidad de armas nucleares para la represalia masiva y destrución total asegurada. Por contra, en la represalia asegurada no es necesario que sobrevivan un gran número de ojivas, sino solamente cierta cantidad que sea capaz de causar una destrucción masiva pero en absoluto total. La doctrina nuclear y políticas declarativas, deben ser mucho más claras que en la estrategia catalítica, dejando claro los casos en los que se usará el arma nuclear, que habitualmente se basarán en «no primer uso» y solamente para funciones disuasivas, nunca coercitivas. Con ello se busca que las potencias superiores (nucleares y/o convencionales) no puedan hacer bullying nuclear o coercitivo. China es el mejor ejemplo histórico que se acerca esa opción estratégica.
c) Escalada asimétrica (denominada por otros autores como estrategia de warfighting o combate nuclear). Esta opción busca no solo disuadir sino también derrotar en el campo de batalla un amplio espectro de amenazas, no solamente las nucleares. Si la opción de la represalia asegurada buscaba solamente la represalia ante amenazas existenciales causando cierto daño inaceptable, la escalada asimétrica además de las represalias nucleares también hará uso de armas nucleares tácticas para frenar agresiones no nucleares. El tipo de arsenal y estructura de la fuerza requerido para implementar este tipo de opción necesita además de una fuerza de segundo ataque que garantice una represalia nuclear, de una fuerza de primer ataque. Por lo tanto, la política nuclear de estos Estados ha adoptar el «primer uso», lo que hace necesario una estructura de mando y control muy desarrollada y sofisticada, y que del férreo control centralizado del gobierno se pueda pasar en situaciones de crisis a una delegación en los escalones inferiores del uso de armas nucleares llegados a cierto punto en el desarrollo de los combates.
El tamaño del arsenal también debe ser superior a la de la opción de represalia asegurada, ya que junto al número de ojivas que aseguren una fuerza de segundo ataque, se requiere el despliegue de armamento táctico y con capacidad de atacar blancos precisos. El rendimiento de esas armas tácticas, en general, será de menor número de kilotones al de las armas de represalia, ya que no pretenden destruir grandes áreas sino objetivos concretos. También han de desplegar un tipo de vectores y ojivas que dotados de bastante precisión, que sean desplegables en áreas de operaciones en campaña (no en silos o lugares preparados), así como de vectores que vayan más allá de los misiles balísticos y bombarderos estratégicos, sino que podría aparecer torpedos y artillería nuclear, etc. El nivel de alerta de las ojivas nucleares, naturalmente, deberá ser elevado y siempre estar listas para ser empleadas al tener una política de «primer uso».
También se necesita de un amplio cuerpo de doctrina nuclear para dejar bien establecido a los comandantes de zona en qué momento deben usar dicho armamento sin necesidad de recibir una orden directa del alto mando (salvo el de la autorización de empleo en ciertas circunstancias). En añadidura, debe construirse una amplia red de puestos de mando fortificados y de líneas de telecomunicaciones que permitan la posibilidad de gestionar una guerra nuclear limitada, sin que la vulnerabilidad de la estructura de mando y control sea un blanco fácil que provoque un first strike decapitador. En consonancia con lo anterior, el nivel de transparencia y la política declarativa debe ser muy elevada y directa, no en los aspectos del despliegue operativo (que obviamente deben permanecer ocultos) sino que el adversario debe conocer muy bien el arsenal y capacidades de combate o warfighting nuclear que se posee, para evitar errores de cálculo.
La opción de escalada asimétrica o warfighting, es también una opción que requiere del empleo de una gran cantidad de recursos económicos y del desarrollo y ensayo de muchas capacidades diferentes. Se necesita una infraestructura del suficiente tamaño que genere plutonio y uranio como para tener algunos cientos de cabezas nucleares. También deberán probarse una amplia gama de misiles y armamento nuclear, no será suficiente con uno o dos modelos de misiles balísticos capaces de atacar ciudades, sino que serán necesarios misiles balísticos de corto alcance, gran precisión y alta movilidad, aumentar el número de modelos de misiles para cada misión para aumentar la fiabilidad de la respuesta (desplegar o al menos desarrollar más de un modelo de ICBM, IRBM, etc), desplegar misiles de crucero con capacidad nuclear, etc. Todo ello debería reflejarse en el tipo de ensayos y pruebas nucleares, de misiles y demás vectores que haga un Estado que intente desarrollar ese tipo de estrategia nuclear.
2) El modelo de prestigio diplomático/politico
Shane Smith, es su publicación North Korea’s Evolving Nuclear Strategy, añade una cuarta opción estratégica al modelo de Narang, que el del prestigio político y moneda de cambio. Durante muchos años se creyó que esa fue la opción de estrategia nuclear que había adoptado Corea del Norte, ya que se interpretaba que usaba su programa nuclear como forma de obtener reconocimiento político y obtener ayuda económica de diverso tipo, desde combustible, alimentos, etc.
Esta opción estratégica no requiere necesariamente del despliegue operativo de ningún arsenal nuclear, sino que basta con tener la capacidad de llegar a tener armas nucleares para usar esa posibilidad como moneda de cambio. Como no hay ni armas nucleares, ni vectores, ni doctrinas de empleo, etc, el único factor relevante a tener en cuenta en esta opción de estrategia nuclear (además del objetivo del prestigio) es el de la transparencia del programa nuclear. La transparencia será variable en función del estado de las negociaciones, cuando se trata de obtener concesiones la transparencia será nula y se expulsará o prohibirá la entrada a inspectores internacionales, para pasar luego a aceptar los regímenes de control de armamento internacional con sus salvaguardias, cuando se hayan conseguido las concesiones demandadas.
3) El modelo de Sung Chull Kim y Michael D. Cohen
Kim y Cohen en su libro North Korea and Nuclear Weapons: Entering the New Era of Deterrence, añaden un nuevo modelo interpretativo de las posibles estrategias nucleares que podría tener Corea del Norte, y que enriquecen la aportación de autores como Narang o Smith.
El modelo se basa en los cuatro objetivos básicos que podría tener la estrategia nuclear de Corea del Norte: disuadir o prevenir un ataque preemptivo por parte de EEUU y sus aliados; prevenir el estallido de una guerra en la península de Corea por el temor a una guerra nuclear; inclinar el equilibrio militar y estratégico a favor de Corea del Norte; garantizar la supervivencia de Corea del Norte firmando pactos de control de armamentos favorables a los intereses norcoreanos. Estos objetivos no dan detalles sobre la estructura y la postura de la fuerza nuclear de Corea del Norte, pero el análisis de la fuerza nuclear y balística de Corea del Norte debería darnos la pista de donde está situada su estrategia nuclear y a dónde se dirige.
La prevención de un ataque preemptivo (opción I) está marcado principalmente por la consecución de una segunda fuerza de represalia nuclear que garantice un castigo inaceptable. No obstante (como se explicará más adelante con algo de detalle), aunque esa parece que fue la estrategia que adoptó Corea del Norte (oficialmente desde 2013), la reacción norteamericana y surcoreana de tratar de desplegar capacidades que permitan destruir el arsenal norcoreano que se estaba desarrollando, Corea del Norte probablemente haya pasado de una estructura y postura de su fuerza nuclear de represalia asegurada al de desplegar capacidades de warfighting y combate nuclear, aunque con el hipotético objetivo de evitar y prevenir un ataque preemptivo. Los norcoreanos estarían desarrollando capacidades de warfighting porque ello aumenta la supervivencia de su arsenal nuclear una vez comiencen los intercambios de golpes estratégicos.
Prevención de una guerra mediante el temor nuclear (opción II). El tipo de fuerza militar que esta opción estratégica requiere se situaría entre el de la estrategia catalítica y el de la represalia asegurada, siendo el objetivo de mantener el status quo mediante el temor a una escalada de destrucción inaceptable.
La ruptura del equilibrio militar (opción III), implica el desarrollo de una estructura y postura de la fuerza nuclear entre la represalia asegurada y el warfighting, pero no con el objetivo de mantener el status quo, sino para que con la protección nuclear aumentar las agresiones contra Corea del Sur (manipulando lo que en estudios estratégicos se conoce como la «paradoja de la estabilidad/inestabilidad»). Con acciones norcoreanas como la del hundimiento del Cheonan, hay una corriente de opinión que afirma que esta es el objetivo final de la estrategia nuclear norcoreana, y estarían buscando acciones cada vez más agresivas contra Corea del Sur en consonancia con la Teoría de la Victoria norcoreana (aunque tal deducción no deja de ser un ejercicio especulativo y deductivo, no hay evidencias de ello aún).
El objetivo del control de armas favorable a los intereses de Corea del Norte (opción IV). Los norcoreanos siguiendo esta opción lo que pretenderían es usar su armamento nuclear y balístico como una moneda de cambio y palanca negociadora para conseguir la retirada de la disuasión extendida de EEUU de Corea del Sur y de su despliegue militar. En no pocas ocasiones, burócratas norcoreanos se han referido a esa posibilidad de diversas formas, como cuando después de la tercera prueba nuclear Corea del Norte formalizó el concepto usando el término «negociaciones de control de armas nucleares». Hay que recordar que desde 2003, en Corea del Norte comenzó a usarse el término «fenómeno de la Guerra de Irak«, por el que se hacía referencia a que Sadam Hussein pudo ser derrocado porque carecía de armas nucleares (y porque habían fuerzas armadas estadounidenses desplegadas junto a su frontera). Si los anteriores opciones estratégicas de este apartado pretendían evitar el «fenómeno Guerra de Irak» mediante la disuasión nuclear directa, esta cuarta opción lo que pretende es limitar o eliminar ese fenómeno mediante la eliminación o reducción de la presencia de fuerzas militares norteamericanas en la península de Corea, firmando pactos de limitación de armamentos y de desarme.
Evolución y estado actual de la estrategia nuclear de Corea del Norte
De forma sucinta, puede decirse que la estrategia nuclear de Corea del Norte ha ido evolucionando desde la 1) estrategia del prestigio diplomático; 2) luego pasar al control de armas favorable a Corea del Norte (opción IV de Kim y Coheh); 3) dar paso a la de la represalia asegurada y; 4) estar en la actualidad con una mezcla de elementos de represalia asegurada y warfighting o combate nuclear.
Durante la primera fase, de prestigio diplomático, Corea del Norte apenas tenía cierta capacidad de misiles balísticos y su programa nuclear consistía en programas de enriquecimiento de plutonio y uranio, que sirvieron de moneda de cambio para que el régimen de Kim Il-sung obtuviera reconocimiento internacional y ayudas económicas. El apogeo de dicha estrategia se logró con el acuerdo de 1994 entre EEUU y Corea del Norte, por el que los norcoreanos se comprometían a desmantelar la infraestructura de enriquecimiento de uranio y permitir la entrada a inspectores de la AIEA, aceptan el tratado de no proliferación nuclear (TNP), a cambio de la entrega de petróleo, mejora de las relaciones económicas, etc. La implementación del acuerdo por los norcoreanos siempre estuvo lejos de realizarse, pero tuvo la (única) virtud de paralizar el enriquecimiento de plutonio y uranio, mas la infraestructura permaneció instalada y los inspectores tuvieron dificultades en realizar sus labores en varias ocasiones.
La siguiente fase, la de usar los programas nuclear y balísticos como baza negociadora para conseguir un acuerdo de limitación de armas, comienza después del discurso de Bush sobre el «eje del mal» en enero de 2002 y la invasión de Irak en marzo de 2003. Corea del Norte se retira del TNP y comienza de nuevo las actividades en su programa nuclear. Al mismo tiempo, a partir de ese año comienza a incrementarse el número de pruebas balísticas y en 2006 realizan el primer ensayo nuclear. Durante ese periodo, la crisis norcoreana estuvo gestionada principalmente a través de las Conversaciones a Seis, y probablemente el objetivo de la estrategia nuclear norcoreana fuera el de inducir a EEUU a negociar un tipo de acuerdo que, aunque podría aplacar y apaciguar las ansiedades de seguridad norcoreanas (una retirada geopolítica de EEUU de la península de Corea), resulta inaceptable para los intereses y la seguridad de Corea del Sur, EEUU y Japón (estamos ante un clásico dilema de la seguridad).
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