La crisis de los misiles de Cuba de 1962 marcó el punto álgido en las tensiones entre Occidente y el Este durante la Guerra Fría. Al menos, supuso el momento de mayor tensión y posibilidad de escalada hasta la guerra nuclear entre las dos superpotencias. El análisis de lo ocurrido entonces dejó varias lecciones que ayudaron, en las décadas siguientes, a no repetir los errores que habían conducido a semejante situación. Una serie de lecciones que hoy, más que nunca, parecen olvidadas.
En 2022 se cumplieron 77 años del final de la Guerra más sangrienta de la historia, la más significativa en el empleo de armas de destrucción masiva y luego de su fin el comienzo del mayor ciclo en los tiempos modernos sin ninguna guerra abierta entre grandes potencias.
La Gran Guerra (Primera Guerra Mundial) fue seguida, apenas dos décadas después, por la Segunda Guerra Mundial. Un enfrentamiento en el que se emplearon por primera vez armas nucleares. Ingenios que, al menos teóricamente, permiten amenazar a toda la Humanidad.
Pese a su poder destructivo, tras Hiroshima y Nagasaki era poco concebible que durante siete décadas se viviera una moratoria “de facto” en el uso de armas nucleares. También que, durante ese mismo período, apenas nueve estados se dotaran de armas nucleares. Tal vez, la Historia lo reconozca como el mayor logro de un mundo bipolar, liderado en el lado occidental por los EE.UU. Un sistema hoy cuestionado por las teorías de la multipolaridad, con muy poco sustento y todavía menos análisis.
En 2022, además, se cumplieron también 60 años desde la mayor crisis de la Guerra Fría: la crisis de los misiles de Cuba, que llevó a la humanidad al borde de la catástrofe nuclear.
En la actualidad, en el delicado pandemónium geopolítico que se ha ido generando desde el comienzo de este siglo, cada vez parecen menores las opciones para evitar un gran conflicto. Y, aunque a menudo tenemos la impresión de que la historia se repite, si no igual de manera sí de forma muy parecida, tal vez sea bueno recordar las principales lecciones de la crisis de los misiles.
Todo ello sabiendo que, aunque se den las mismas o similares situaciones, la comunidad internacional reacciona de manera muy diferente, parcial o totalmente, a como lo ha hecho en el pasado. Un hecho que hace más recomendable si cabe el análisis de la evolución de la geopolítica y la economía en la última década y media. Todo con el objetivo de compararla con los acontecimientos que condujeron a los grandes conflictos.
No en vano, es muy probable que muchas de esas situaciones pasaran bastante desapercibidas e incomprendidas para el habitante medio de cada época. No obstante, sin duda cambiaron de forma notable el modo de vida de millones de personas. Es por ello por lo que pequeño artículo comienza por un análisis de la situación actual y la lenta pero inexorable regresión que venimos sufriendo.
Sin duda, el cambio de tono de esa música que parece sonar con el mismo ritmo viene marcado por la evolución tecnológica, pues pocas dudas se pueden albergar que las nociones de tiempo, espacio, cantidad y calidad no se entienden hoy de la misma manera que hace 10, 20 o 30 años. Y no es una sorpresa que ante la guerra (no declarada) entre Rusia y Ucrania y el surgir de China lanzando un claro desafío a la «Pax americana» imperante desde el final de la Segunda Guerra Mundial no dejen de aparecer nuevas interpretaciones y análisis.
A cualquier ciudadano, medianamente educado, la situación actual le debiera generar una acendrada inquietud, pues pareciera que nuestro mundo vuelve a entrar de forma inexorable en una época revisionista, es decir de oscurantismo y regresión, como la que siguió a la caída del Imperio Romano. Las nuevas tendencias, el discurso ensalzando la multipolaridad, sobre la que de sus inestabilidades y nefastas consecuencias mucho podríamos hablar, la sustitución de la meritocracia por la cuotas de diversidad… muchos son los indicios de cambio. Eso sí, no debemos olvidar que salir de aquel ciclo histórico costó a la Humanidad del orden de siete siglos, sin mayor progreso colectivo, hasta el surgir del Renacimiento, en que al menos Europa, retomó la senda de la evolución.
Se pueden analizar la multitud de teorías interpretando la Historia en base a los conflictos entre naciones y las relaciones internacionales que se han ido desgranando desde los años posteriores al fin de la Guerra Fría. En casi todas ellos, aunque las situaciones y actores cambian bastante, el drama de la geopolítica global se mantiene presente con la competencia entre realismo y liberalismo, y sus variantes, como base para explicar y predecir las conductas de los estados y/o asociaciones de ellos, con un recurrente debate sobre la proximidad del “fin de la historia” y/o el choque de civilizaciones o alguna aproximación por el estilo.
Por ello, no es imprudente volver a revisar la parte más profesional del triángulo indeleble entre relaciones internacionales, economía y operaciones militares de las últimas crisis en busca de referencias que ayuden a dilucidar como se resolvieron aquellas situaciones que, desde 1945, amenazaron con desembocar en grandes conflictos.
El ciclo de progreso e internacionalización, definitivamente roto en febrero de 2022 -y no sin sorpresa para algunos- presenta muchos paralelismos con los entornos que generaron los grandes conflictos.
Tal vez la crisis de los misiles de Cuba, seis décadas después, permanece no sólo como el momento álgido de la Guerra Fría, sino también como un ejemplo de cómo evitar que una situación se descontrole y vaya a mayores y de cómo gestionar las relaciones entre las grandes potencias tomando decisiones sensatas en materia de política exterior.
Aunque muchas lecciones se extrajeron en su día, o debieran haberse extraído de esa crisis en lo relativo a las hipótesis formuladas, la obtención y explotación de inteligencia, la planificación, la situación económica y la ejecución de las operaciones militares, lamentablemente la actualidad nos trae la triste sensación de que pareciera que se han olvidado.
En los siguientes párrafos se expone un análisis de este acaecimiento relevante a la luz de documentos recientemente desclasificados, con el lógico acento en la evolución reciente de los aspectos político-militares. Se hace con la pretensión de aportar un pequeño granito de arena para “rememorar” algunas lecciones, que se asumían aprendidas, pero no lo están en absoluto. Al fin y al cabo, como reza el refrán, «el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”.
Análisis de la situación general
Curiosamente, las condiciones actuales no son muy diferentes de aquellos entornos político-económicos que se ha repetido muchas veces a lo largo de la Historia y han dado lugar a los grandes conflictos:
- Una crisis económica que se prolonga desde 2008, aunque con ciertos altibajos y en diversas formas, agravada por la pandemia provocada por el coronavirus COVID19 y el debate e incertidumbre que genera el origen de esta.
- Un concierto de intereses políticos dedicados a propagar la idea de una especie de “fin de ciclo” con inducción al multilateralismo, como eje central. Ideario que en realidad está sustentado en teorías de dudoso rigor y análisis no demasiado elaborados, con origen en entornos de extracción Marxista-Leninista, que pregonan en nombre de la evolución tecnológica el fin de los estados-nación y cuyo objetivo es el de alterar o derribar el orden establecido tras la Segunda Guerra Mundial.
- Una guerra en Europa, aunque no declarada, pero en total efervescencia y camino de enquistarse, que ha dejado al descubierto las debilidades, carencias y limitaciones resultantes de las políticas del “dividendo de la paz”, muy alegremente abrazado por las clases políticas de las democracias occidentales al darse por concluida la Guerra Fría y que se han prolongado de manera imprudente por más de 30 años. Especialmente desde la conferencia de la OSCE de Múnich de 2007, donde no fueron pocos los indicadores de ese mentado cambio de ciclo.
- La gran inquietud que genera la deriva profundamente regresiva de China, emprendida desde el inicio del primer mandato de Xi Jinping a finales de 2012, y que rompe la línea iniciada a la muerte de Mao Zedong, período en que millones de chinos fueron asesinados y/o encarcelados por razones ideológicas y otros tantos simplemente murieron de hambre por motivos políticos. El cambio al pragmatismo y liberalismo económico iniciado por el sucesor de Mao, Deng-Xiaoping, que ha llevado a China a ser la segunda economía del planeta parece que desde el mismo PCC se ha olvidado.
El retroceso, como casi siempre en la Historia, viene de manos de un poder político autocrático, donde también se han suprimido el gobierno colegiado y la limitación de los dos mandatos. Súmese a ello el abandono de la tradicional retórica china, en favor del “prepararse para la guerra y atreverse al combate” formulado por Xi en el 20º Congreso del Partido Comunista chino. Palabras que deberían tomarse muy en serio y no ignorarse, como ocurriera con las de Putin en la Conferencia de la OSCE de 2007. Especialmente a la luz de su creciente agresividad frente a Taiwán y asertividad en las relaciones internacionales.
En ese entorno no sería difícil que se confundieran seriamente las posibilidades reales en un gobierno muy centralizado y autocrático, cuya disciplina interna se basa en el culto al líder y el total control de la población.
Complementan este panorama las respuestas explicitas de los EE. UU. y las medidas proteccionistas de respuesta que implementan las democracias occidentales. Agréguese además el recientemente desatado conflicto Israel-Hamás, sobre el que sin duda se harán muchas reflexiones, pero que no deja de ser una muestra más de la expansión de la crisis.
Una somera lectura de las posibles combinaciones de este coctel de alta volatilidad trae muchas reminiscencias de lo acaecido en los años 30 del pasado siglo.
En aquel entorno también se combinaban una profunda crisis económica y múltiples “ofensas”, que impulsaron políticas demagógicas de nacionalismo retrospectivo y auparon a poderes políticos unipersonales ilimitados que iniciaron sus políticas de choque en las crisis de mediados de los años 30, como la Guerra Civil Española y la Sino-Japonesa, y que hicieron inevitable, en último término, la Segunda Guerra Mundial.
Hay que recordar que la gestión de situaciones complejas se ve dificultada por lo que inglés se denomina “fog of war” y que como bien trata Carl von Clausewitz en su dialéctica sobre la interacción entre factores muy diversos, normalmente derivan en situaciones inesperadas. Situaciones que se generan por la combinación de información incompleta, sesgada o errónea junto con el temor, la duda y la presión social. Estas situaciones complejas requieren al mando político y militar de decisiones rápidas y acertadas, teniendo presente que la historia sea quizá el mejor referente para las abstracciones que no concuerdan con el impulso o la experiencia.
Por ello, ateniéndonos a su definición de “la guerra es la continuación de la política con otros medios” vamos a iniciar esta reseña con una resumida revisión al entorno macroeconómico y el político, para que el lector, con su bagaje de conocimientos, pueda compararlo con otras épocas y extrapolarlo a la situación actual.
Una situación preocupante
Evolución macroeconómica global
Un análisis económico básico, refleja una involución significativa de las políticas de apertura que se iniciaron a principios de los años 70, cuyo hito más notable tal vez sea el viaje del presidente Nixon a China en 1971. Políticas que se plasmaron de forma acelerada a partir de los 90, luego de la desintegración de la Unión Soviética.
Este entorno generó uno de los períodos de mayor expansión, riqueza y estabilidad a nivel mundial, siendo uno de los acaecimientos más importantes la consolidación de la Unión Europea como espacio económico abierto y la adhesión de los primeros nuevos miembros (Dinamarca, Irlanda y Reino Unido).
Los indicadores de la evolución (léase regresión) económica en base a los datos de la Organización Mundial del Comercio en el segundo trimestre de 2020, señalan una reducción del 18,5% del comercio global en los últimos 10 años, con su obvia secuela en el incremento del desempleo, la caída de ingresos y la reducción de la producción a nivel mundial.
La ciencia económica nos ha demostrado muchas veces que este tipo de regresión lleva muy a menudo aparejada la adopción de políticas proteccionistas, orientadas a atajar las crisis que se generan con miras cortoplacistas, que en realidad no hacen más que empeorar la situación a largo plazo.
Tanto hoy, como en la década de 1930, no fueron ni son pocas las economías que han recurrido a las medidas proteccionistas para combatir los efectos inmediatos de la crisis. Medidas que lamentablemente luego se mantienen por períodos más prolongados de lo aconsejable.
La figura 1 contiene los datos de la citada organización relativos al incremento de la imposición de barreras a raíz de la crisis del 2008, que se mantenían en el 2015 y que en buena medida se siguen manteniendo 15 años después.
La adopción de medidas proteccionistas y restricciones comerciales, ya sea por motivos económicos o de seguridad, sigue teniendo presencia en la actualidad, incluyendo a las mayores economías. También a gran mayoría de los principales mercados emergentes y las economías en desarrollo. Y desafortunadamente continúan aumentando.
Sin necesidad de entrar en el campo del armamento o de las tecnologías duales, un ejemplo muy ilustrativo es el caso de los suministros médicos, que a la luz de la pandemia pueden ser considerados en una zona gris en materia de seguridad. Pero también lo es de progreso, por su impacto en los ámbitos del bienestar de la población. Una población enferma, confinada o sin recursos de salud ni produce ni combate, ni puede atender a las consecuencias de una guerra. En la siguiente figura se muestra el incremento del proteccionismo y las barreras para este tipo suministros.
La política de barreras de protección encaminadas a apoyar la autosuficiencia hoy alcanza, sin duda, a todas las mayores economías del Mundo. Por ejemplo, la nación más poblada del planeta, India, se encuentra entre los principales adoptantes de medidas proteccionistas en el comercio internacional, con su política ‘atmanirbharta,’ que se puede traducir como autosuficiencia y que, desde 2019, se ha mantenido incluso al margen del RCEP (Regional Comprehensive Economic Partnership).
China, bajo el liderazgo de Xi, también ha iniciado este proceso con su política de autosuficiencia en materia tecnológica y alimentaria. El gigante asiático aún depende en un tercio de las importaciones de alimentos para asegurar la subsistencia de su población, mientras que tecnológicamente, al menos en muchos campos, es también dependiente de Rusia y occidente. Medidas que como es lógico han encontrado respuesta en EE. UU. y la UE, orientadas a reforzar su seguridad ante lo que consideran un amenazante cambio de escenario.
Cómo resaltó Mitt Romey en uno de sus discursos de campaña electoral en las presidenciales de 2012 en EE. UU.: “No se puede mantener indefinidamente una situación de intercambio comercial sana cuando la otra parte manipula el intercambio devaluando su moneda, subsidiando la producción propia, protegiendo sus mercados, alterando o escondiendo sus indicadores económicos y alentando la sustracción de propiedad intelectual por medio de espionaje y el ciber-robo”.
EE. UU, como consecuencia de esa persistente política China, adoptó en 2018 la Ley “Foreign Investment Risk Review Modernization Act” (FIRRMA) de la que se deriva el Comitee on Foreign Investment in the United States (CFIUS), que establece una autoridad nacional de control de inversiones extranjeras en la adquisición y explotación de infraestructuras críticas.
En la Unión Europea y en el Reino Unido se han adoptado políticas similares para aquellas inversiones que puedan afectar el orden público, la seguridad, las infraestructuras críticas, la tecnología y la protección de datos personales.
El resultado en términos macroeconómicos, es la restricción al flujo de capitales, deshaciéndose la senda recorrida durante los últimos 40 o 50 años con una clara desaceleración de la apertura del comercio mundial en la última década y media que se refleja en la siguiente imagen, extraída de la base de datos de la UNCTAD.
En otras palabras, el proteccionismo ha regresado y lo ha hecho para quedarse por un tiempo prolongado, de forma similar a lo que el Mundo pudo experimentar luego de la Gran Depresión de 1929 y de la crisis financiera global que le siguió.
La conclusión es evidente, si las mayores economías van deshaciendo el camino de progreso y expansión, como viene ocurriendo desde hace más de una década, la demanda global agregada tenderá a reducirse e incluso puede colapsar dramáticamente. Y ya sabemos a dónde conduce este escenario, pues el cierre de fronteras y el incremento de las restricciones del comercio termina matando a la “gallina de los huevos de oro” que es el crecimiento económico.
Eso finalmente conlleva grandes crisis, en especial en los regímenes autocráticos en los que la supervivencia del líder se asocia a la del mercado. Así luego de múltiples crisis menores hoy tenemos delante conflictos de mayor calado como los de Rusia-Ucrania o China-Taiwán, a la espera de los que puedan venir.
Entorno político: autocracias y pérdida de libertades
El análisis de la evolución macroeconómica, debe complementarse con el de la situación política, para poder comparar aquellos aspectos más relevantes de las repeticiones históricas.
En esta esfera, nos encontramos que al menos en China y en Rusia se han instalado autocracias que, para mantenerse en el poder, como antaño, recurren al revisionismo nacionalista, basado en ofensas o humillaciones preexistentes al tiempo que ejercen un estricto control de sus poblaciones y en especial de la disidencia. Ello hace que se afiancen las autocracias de su entorno de influencia cómo ocurre en Corea del Norte, Irán, Bielorrusia, etc. Países a los que parece haberse sumado recientemente Arabia Saudita.
Nada muy diferente de lo ocurrido en los años 30, con el agravante de que, en el caso de China, hablamos de la segunda economía del Mundo y de un país con una población de 1.400 millones de personas que llevan años de adoctrinamiento en la necesidad de resurgir de la “humillación” a la que les sometieron las potencias extranjeras en el siglo XIX. En Rusia esto se ha construido sobre la amenaza a su seguridad. Ambos casos nos traen claras reminiscencias de los declamados efectos del tratado de Versalles o el embargo a Japón de 1938-1940.
Los discursos del líder chino, Xi Jinping, lo reflejan con claridad. En los cuatro discursos que pronunció con motivo del 20º Congreso del Partido Comunista chino, desarrolló en forma coherente y sostenida la necesidad de la preparación para la guerra. En uno de ellos incluso incitaba a sus máximos responsables militares a “atreverse a combatir”.
En su discurso del 5 de marzo de 2023 Xi Jinping desarrolló su visión de la autosuficiencia China mucho más allá que de lo hecho anteriormente al hablar sobre este tópico. Durante el mismo resaltó que el camino de la modernización conlleva la ruptura de la dependencia tecnológica respecto de las economías extranjeras, señalando claramente a los EE. UU. y a las democracias industrializadas, así como llamando a terminar con la dependencia de las importaciones de granos y productos manufacturados. Li, el primer ministro saliente, resaltó lo mismo en su informe de acción de gobierno.
En su discurso ante el partido, Xi Jinping destacó, rompiendo la costumbre de no mencionar a los EE. UU. y la OTAN por su nombre que: “los países occidentales liderados por los EE. UU. han implementado una política de contención, bloqueo y supresión en contra de China en todas las direcciones que presenta unos enormes desafíos al desarrollo y al alcance de las metas geopolíticas de China”, demostrando que ante el severo deterioro de las relaciones con las democracias occidentales, y las barreras a las políticas chinas denunciadas entre otros como ya mencionamos por Mitt Romey desde 2012, Pekín se está preparando para una nueva era de mucha mayor confrontación.
Bajo el gobierno de Xi se han anunciado sucesivos incrementos en los presupuestos de Defensa. El último del 7,2%, lo que ha llevado a China a doblar el presupuesto de hace una década, aunque no son pocos los analistas que indican que la cifra real es mucho mayor y se halla camuflada en presupuestos de infraestructuras, construcción naval mercante y de flotas pesqueras, investigación ambiental, comunicaciones satelitales, etc. Este incremento presupuestario va acompañado de nuevas leyes de alistamiento militar y de la creación de oficinas de movilización para la Defensa Nacional a lo largo de todo el país. También de la construcción de refugios antiaéreos en las ciudades frente al estrecho de Formosa. Por supuesto, de un aumento sin parangón en sus arsenales nucleares.
Si a ello se suma que desde que Xi asumió el mando se han dejado de lado todas las políticas de apertura que se venían implementando desde la presidencia de los dos líderes anteriores, con sus prácticas liberales en la esfera económica. Así como: 1) la apuesta por el control hegemónico del partido, que ha dejado de lado las reglas tácitas de gobierno colegiado y; 2) las políticas draconianas de control de la población y supresión de la disidencia, con la ayuda de todos los medios tecnológicos modernos, el panorama parece dibujar un nuevo resurgir totalitario que no resulta muy diferente del de los años 30.
El escenario resultante
La probable evolución consecuencia del aislamiento, la fragmentación por bloques y la persistente crisis económica, será el establecimiento de mayores barreras y controles en el comercio mundial, con la consecuente disminución del PIB global, que no retomará su senda de crecimiento hasta que comience un nuevo ciclo de confianza mutua. Algo que no tendrá lugar hasta dentro de varios decenios o bien después de una gran guerra.
La situación política, con unos líderes en China y Rusia que ansían y tienen por objetivo perpetrarse en el poder y acotar sus ámbitos de influencia con tintes imperialistas, a los que se suman los países de su esfera de influencia y los simpatizantes debidamente financiados -como ocurre con gran parte de los países latinoamericanos, ideológicamente gestionados por el Grupo de San Pablo-, no auguran sino una situación global con fuertes tensiones y elevados riesgos de conflicto, que fácilmente puede devenir en una guerra nuclear.
La crisis de los misiles de Cuba de 1962
Hecha nuestra introducción comenzamos, ahora sí, con la revisión de un caso que posiblemente fue el de mayor peligro de un conflicto nuclear: la crisis de los misiles de 1962. Un momento durante el cual el presidente estadounidense, J. F. Kennedy, estimó que las posibilidades de una escalada nuclear eran de una entre tres. Momento, además, que podría volver a repetirse por diversas razones.
Como trataremos en la sección siguiente, hoy se sabe, por ejemplo, que además más de cuatro decenas de misiles nucleares, la URSS desplegó en Cuba del orden de un centenar de cabezas nucleares tácticas para la defensa de las anteriores en caso de invasión. También que el comandante local podría haberlas empleado, como exigió Fidel Castro, al ver el curso que tomaban los acontecimientos, sin necesidad de ningún código habilitante por parte de Moscú.
La guerra resultante podría haber llevado a la muerte del orden de 100 millones de estadounidenses y otros tantos en la URSS y a un desastre ambiental del que hoy aún no nos habríamos recuperado.
Gracias a la desclasificación de documentos secretos del Partido Comunista de la Unión Soviética y de los órganos de gobierno de la URSS sobre el proceso de toma de decisiones y la planificación militar, se ha podido completar un entendimiento de las motivaciones y del (mal) resultado para esta superpotencia, compendiando la visión desde ambos lados del Telón de Acero.
Algunos documentos fueron desclasificados por Rusia antes del comienzo de la guerra de Ucrania, en una de sus múltiples paradojas, pues dejan en evidencia al antiguo régimen y su propaganda. Otros han desclasificados discretamente por el Ministerio de Defensa de la Federación Rusa hace algo más de un año, en mayo 2022.
La operación «Anadyr»
Los documentos desclasificados proporcionan una mirada retrospectiva sobre la crisis de los misiles, junto a la de Berlín la más delicada de la Guerra Fría. Su análisis deshace muchas hipótesis sobre las motivaciones reales para emprender una operación de esa envergadura y su resultado. También nos proporcionan una visión de los terribles riesgos que acarrea una situación de este tipo de haber sido conducida por líderes imprudentes, reduciendo aún más el estrecho margen entre la catástrofe y la paz, a veces más separadas por el azar que por una concienzuda política y estrategia.
A mediados de abril de 1962 el ministro de Defensa de la URSS -mariscal Rodion Malinovski-, informó al premier soviético sobre el emplazamiento de los cohetes nucleares «Júpiter» de los Estados Unidos en territorio de Turquía. Estos podían alcanzar blancos en la URSS en solo 10 minutos, mientras que los cohetes intercontinentales soviéticos, lanzados desde su territorio, demorarían unos 25 minutos en alcanzar sus blancos en CONUS.Nikita Khrushchev respondió entonces que ellos también podían crear una situación similar a los norteamericanos, ubicando cohetes nucleares en Cuba. «Después de todo —añadió— los norteamericanos no nos pidieron permiso para situar esos armamentos junto a la frontera de la URSS».
El entonces viceprimer ministro de la URSS, Anastas Mikoyan, de quien se afirma que fue el primero a quien Khrushchev confió sus ideas, manifestó su oposición, pues consideró que ese paso conduciría a una nueva escalada de la tensión entre la URSS y los Estados Unido. Resaltó que los cohetes serían descubiertos antes de estar listos y que los norteamericanos no permitirían bajo ninguna circunstancia que fueran emplazados junto a su territorio. Además, pensó que Fidel Castro no los aceptaría por los riesgos militares y políticos que implicaría tener armas nucleares en su país.
Es altamente probablemente, aunque no hay mención en esos documentos, que, por algún medio de inteligencia, la URSS tuviera indicios sobre la puesta en marcha de la operación «Mangosta» en octubre de 1961. Esta incluía operaciones de sabotaje en Cuba con el objetivo de incitar una revolución contra el gobierno comunista, pues la KGB notificó a Cuba de un plan de invasión militar inminente.
Según reflejan los documentos desclasificados, en palabras de Khrushchev, “la operación tenía por objetivo disuadir a USA de un ataque a Cuba”, pues asumía que el fallido intento de invasión en Bahía Cochinos del año anterior había sido solo una práctica, y que los EE. UU. invadirían Cuba, “humillando” a los líderes del partido y, por ende, a la URSS. A ese entorno se sumaba el “resentimiento” por los resultados de la acertada política de los EE. UU. en Europa y la aprehensión que generaba una posible caída del régimen cubano, que incrementaría el liderazgo de China en la esfera de influencia comunista, en detrimento de la URSS.
Al concluirse la operación, la presentación de Khrushchev al Politburó sobre las conclusiones que constan en el acta del 22 de octubre, cuando ya sabía que en tres días Kennedy haría su declaración pública sobre la crisis, pone claramente de manifiesto el error que había supuesto desoír a A. Mikoyan y asumir que los EE. UU. aceptarían un nivel de disuasión equivalente al que la URSS aceptaba con los misiles de EE. UU. en Italia y Turquía. Además, denota un grado de simplismo y desconocimiento de la realpolitik difícilmente entendible por tratarse de una potencia nuclear.
Esta revelación, implicando a un líder del Kremlin, y más en un gambito internacional, demuestra una actitud más propia de un jugador de póquer bajo la protección del paraguas nuclear, que de una estrategia bien concebida y planificada. Además, evidencia un proceso de decisión marcado por la arrogancia y un acendrado sentido de la “humillación”, propio de este tipo de regímenes. Por encima de todo evidencia, como primera lección, la distancia entre una jerarquía militar sumisa y que permanece en silencio sobre la honda brecha existente entre la operación concebida por el líder político y la realidad de su implementación, dejando el resultado más en manos de la buena suerte que de una planificación apropiada. Además, revelan un profundo desconocimiento del teatro de operaciones y las condiciones en Cuba.
Otra característica de este tipo de “aventuras” es la circunscripción a número muy reducido de personas del objetivo y la planificación, en apariencia para mantener el secreto, pero en realidad, y sobre todo, para evitar la resistencia interna a esas decisiones. No son pocas las similitudes en la adopción de este tipo de hipótesis no contrastadas por casi ningún análisis serio, como recientemente se ha podido comprobar respecto de la invasión rusa de Ucrania.
Otro ejemplo puede ser la toma de las Islas Malvinas por parte de Argentina, 20 años después. En este caso, también, a pesar de la brillante planificación y ejecución de la fase inicial de la toma de Puerto Stanley/Argentino, aún con ROE (Reglas de Enfrentamiento) casi descabelladas, como la de no infligir bajas al enemigo a pesar de las propias, el aislamiento entre el nivel de decisión y el de ejecución, con la imposición de las hipótesis “asumidas” por los líderes, tampoco permitió la adecuada preparación de los medios para la acción posterior.
Entre las hipótesis profundamente erradas estaba la de que “UK nunca atacará”, cuando una simple revisión de antecedentes muestra que había transcurrido al menos una década de negociaciones frustradas y que de forma manifiesta desde finales de 1974, el Reino Unido había dado muestras claras de un resurgimiento de los intereses económicos en el área en torno a las islas, rompiendo el statu quo vigente con la navegación en esas aguas del HMS «Endurance» y que, en 1978, esos mismo “intereses” habían alentado un conflicto regional, en el que casi se llega a la guerra con Chile, con los mismos fines.
No ver las similitudes entre la situación actual y la de hace 60 años da por sentado que las autocracias hacen caso omiso de las lecciones de la Historia y llevan a sus naciones a una situación geopolítica límite.
Planificación
Khrushchev confió la implementación de su “idea” exclusivamente a tres de sus máximos y más próximos generales, el ministro de Defensa, mariscal R. Malinovsky, el jefe del Estado Mayor General, ariscal M. Zakharov y el comandante de la Fuerza de Misiles, General S. Biryuzov, todos ellos en la siguiente imagen.
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