La Turquía de Erdogan es muy diferente a la de hace solo dos décadas. En un breve espacio de tiempo se ha implicado en conflictos cercanos, como el de Siria. Cada vez más, sin embargo, su poder se ha dejado sentir en escenarios alejados de sus fronteras, como ocurre en Libia, pero también en Catar o en Somalia. Para mantener esta tendencia Ankara debe contar con una capacidad de proyección del poder militar muy superior a la actual, que ha demostrado serias limitaciones. En este artículo analizamos tanto los problemas que se han detectado, como las soluciones tomadas por Turquía de cara al futuro y sus posibles efectos.
Desde la Segunda Guerra Mundial, Turquía ha aumentado notablemente las bases de su poder, elevado su estatus internacional y ampliado los intereses de su política exterior hasta mucho más allá de sus países limítrofes. Como potencia emergente, es revisionista, pues reacciona ante la jerarquía internacional y cuestiona los modelos establecidos, es decir, está en contra del statu quo. Precisamente uno de los grandes problemas que afronta el sistema internacional pasa por encontrar la forma en que naciones emergentes como esta se integran en el orden internacional.
Como veremos a continuación, el aumento de capacidades, tanto tangibles como intangibles, algunas de ellas explotadas a través del soft power, han permitido a Ankara apoyar este revisionismo y competir con potencias regionales ya establecidas, lo que está causando una gran inestabilidad en la región. En este artículo nos vamos a centrar en el poder militar, y dentro de este, en la capacidad de proyección turca, fundamental a la hora de competir con sus rivales, imponer sus condiciones, e influir en varias regiones, desde el Cuerno de África hasta el mar Negro, siguiendo una agenda neo-otomana que persigue hacer de Turquía el hegemón del mundo islámico.
En esta competición, Turquía se ha implicado en varios conflictos regionales, a causa de dos factores principales; 1) el gas, y; 2) la rivalidad con otras potencias de la zona. Es además promotora del islamismo en la región del Medio Oriente y Norte de África (MENA), apoyando a la organización transnacional Hermanos Musulmanes, considerada como organización terrorista por varios estados, además de interviniendo con diversos grados de intensidad en muchos de ellos. En líneas generales podemos identificar dos conflictos principales, aunque interrelacionados:
- Siria: es posiblemente el escenario más complejo debido a la multitud de actores envueltos, su alto grado de implicación y por ser vital para la seguridad turca. En primer lugar tenemos a dos superpotencias, Rusia y EE. UU. que limitan bastante los movimientos turcos. Luego, hay una comunidad turcomana en suelo sirio a la que Turquía apoya. Por último, el pueblo kurdo, con fuertes vínculos con el PKK, considerado organización terrorista por Turquía, y que además tienen el problema de un movimiento independentista. Las reclamaciones o mayor autonomía kurda en suelo sirio o iraquí son consideradas amenazas para la seguridad turca, además del posible apoyo. Esto ha estado detrás de las operaciones militares turcas en suelo sirio, que ha llevado a cabo invadiendo dicho territorio y creando una “franja de seguridad”. También ha combatido contra al ISIS en Siria, pero a diferencia del resto de países de la OTAN, recurriendo al cada vez más inusual boots on the ground, es decir, desplegando numerosas tropas sobre el terreno.
- Libia: Turquía apoya a una de las dos facciones que luchan por el control del país, el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA). Obtener influencia en el gobierno de Trípoli le ha posibilitado la firma de un memorándum de entendimiento en el cual se reparten las aguas del Mediterráneo siguiendo los intereses turcos frente a los del bloque Egipto-Israel-Grecia-Chipre. Las reservas de gas descubiertas en las aguas orientales, y el posible paso de dicho recurso hacia Europa, pretende ser estorbado con este tratado, impidiendo su construcción con un acuerdo a todas luces ilegal, pero que le vale para presionar a dichas naciones, junto al gran poder de su armada. También está el control del flujo migratorio, y es que junto al de Siria, y de conseguir retomar al norte de Libia, conseguiría controlar los dos principales flujos hacia Europa, con los que poder presionar a Bruselas a propósito de otros asuntos como el gascon el asunto del gas, como ya ha hecho para conseguir su apoyo frente a Rusia durante la campaña por Idlib, a comienzos de este año. Libia supone no solo un suculento pastel económico que explotar si el GNA venciera en esta guerra, algo que parece poco probable por el momento, sino una oportunidad de acrecentar la influencia turca sobre el Mediterráneo y el Norte de África.
Por último, cabe indicar que a pesar de la política mucho más asertiva que lleva a cabo Erdogán no debemos de olvidar que Turquía siempre ha tenido su propia agenda política exterior, lo que ayuda a explicar algunos de los bandazos que esta ha dado en los últimos años. Al fin y al cabo no es la primera vez que tiene encontronazos con la OTAN o con miembros de esta, como Grecia. En este sentido, aunque muchas veces se personalicen todas las decisiones en la figura de Erdogan, hay cuestiones que no son tan sencillas y que tienen que ver, entre otros, con la posición de Turquía en el mapa.
Industria de armamento
La industria de defensa es clave de cara a ejercer el poder de manera más independiente, en especial para una potencia emergente como Turquía. Esto lo pudo comprobar el país tras la invasión de Chipre en 1974, ya que sufrió un embargo de armas por parte estadounidense entre 1975 y 1978, algo que acusaron sus Fuerzas Armadas, muy dependientes del material occidental.
Como cabía esperar, tras ese aviso comienzan a tomarse muy serio el desarrollo de una industria de defensa local, volcando sus esfuerzos en la creación de múltiples empresas organizadas, en 1985, por la Subsecretaría de Industrias de Defensa (SSM). Aun así no es hasta hace poco más de una década que la industria turca logra dar un gran salto para convertirse en el gigante que es hoy día, todo ello bajo los auspicios de Erdogán.
Como es sabido un embargo no solo afecta a la modernización, sino también a la operatividad del material en servicio, debido a la falta de repuestos. Esta situación es tanto más grave cuanto menor sea el stock de piezas y es todavía más crítico en el caso de los stocks de munición, que suelen gastarse rápidamente a los pocos días o semanas de iniciarse un conflicto. Para Turquía, que tiene dos frentes abiertos, esto puede ser fatal. Es por ello que uno de sus puntos fuertes es el desarrollo de municiones de todo tipo, con la empresa Roketsan a la cabeza, desde bombas guiadas, pasando por misiles de crucero, a sencillos cohetes y obuses.
A pesar de que en los últimos años han perseguido una relativa autarquía, la deriva aislacionista turca va a perjudicar a su industria de defensa, íntimamente relacionada con el gobierno encabezado por Erdogán. El factor político es vital de cara a las exportaciones, como vimos a propósito de la inversión multimillonaria de Qatar en la industria de defensa turca y la compra de numeroso material en busca de un aliado mayor que le ayudase a combatir el bloqueo que sufría. Vital para ganar contratos, pero también para perderlos, pues este acercamiento fue contestado por EAU y Arabia Saudí con la cancelación de diversos contratos.
Asegurar el futuro de su industria de defensa pasa por la exportación, única garantía de crecimiento. Se han hecho numerosos esfuerzos para promocionar su industria, situada en el puesto catorceavo entre los mayores exportadores de armas a nivel mundial en 2018. Por desgracia para Ankara el torpe doble juego seguido en sus relaciones con Rusia y Occidente, sumado al apoyo a Catar y a otros puntos de fricción puede hacer peligrar sus principales mercados. Estos, ese mismo año, estaban encabezados por los EE.UU. (726.7 millones de dólares), Alemania (226.1 millones), Omán (153.4 millones), Qatar (83 millones) y Holanda (75 millones) según el SIPRI. Así, aunque en 2019 las ventas han sufrido un incremento del 34% respecto al año anterior, habrá que ver cómo las operaciones contra el pueblo kurdo en Siria, en Idlib, Libia, así como los enfrentamientos con Europa, EE. UU., y otros países de Oriente Medio influyen en sus exportaciones durante este año y los venideros. Ni qué decir tiene que el coronavirus posiblemente influya en el mercado mundial de armamento.
Si las exportaciones de armamento son claves dentro de la política exterior de un país, la donación de armas no le va a la zaga. Ambas crean dependencia por parte del estado que recibe los equipos y genera lazos duraderos que se extienden a lo largo de todo el ciclo de vida del sistema. A más armamento, y de mayor impacto estratégico, ya sea por la cantidad, o por la naturaleza del sistema (no es lo mismo una venta de fusiles que el de un sistema de defensa antimisil THAAD), mayores lazos. Turquía ha vendido o donado bastante material militar a Somalia precisamente para esto, para poder influir en el Cuerno de África, por su importancia geoestratégica.
A pesar de los avances en la reducción de la dependencia exterior de la industria turca, pues redujo un 48% las importaciones entre 2015 y 2019, todavía, con un 65% de producción propia, carece de autonomía suficiente en segmentos cruciales, como la aeronáutica. Pero si cogemos los datos de hace 15 años, por entonces su industria sólo podía satisfacer un 20% de los requerimientos de sus fuerzas armadas, con lo que el logro es enorme.
La autonomía no se logra, por cierto, ensamblando equipos, sino que es más compleja. Basta recordar cómo en 2018 Turquía consiguió una jugosa venta de 30 helicópteros de combate T129 ATAK a Pakistán, por un monto de 1.500 millones de dólares. Esta finalmente se frustró debido a que equipaban los motores CTS800 de fabricación norteamericana, denegando Washington la necesaria licencia de exportación. De esta forma, la dependencia de su industria, en especial la norteamericana, condicionarán su política exterior a la hora de poder influir en ciertos países a través del mercado de armas. Además, la cada vez más agresiva política turca, ha provocado también presiones de países europeos (Alemania, Suecia, Reino Unido, Francia), relativas a la cancelación de la venta de armas al país por sus operaciones militares en Siria a finales del 2019.
Otro aspecto importante relacionado con la posesión de una industria militar adecuada pasa por la posibilidad de armar a proxies en el extranjero, algo que Turquía ha hecho en Libia y Siria y que constituye una manera de proyectar poder de manera indirecta, pero muy útil y que evita una implicación demasiado evidente y contraproducente.
Herramientas turcas de proyección del poder militar
Según la definición de proyección de la fuerza del Departamento de Defensa de EE. UU., esta es la capacidad de una nación para aplicar todos o algunos de sus elementos de poder nacional (político, económico, informativo o militar) desplegando y manteniendo fuerzas de manera rápida y efectiva en y desde múltiples ubicaciones dispersas para responder a las crisis, contribuir a la disuasión y mejorar la estabilidad regional. En este artículo nos centraremos tan solo en los aspectos militares de Turquía que le pueden ayudar a conseguir sus ambiciones regionales, tanto en Oriente Medio como en África. Los otros elementos, por supuesto, también son de gran importancia y Turquía hace uso de ellos utilizando la ayuda humanitaria, inversiones de carácter civil o propaganda en los países objetivo, por ejemplo, Somalia.
Como veremos a continuación, aunque las FFAA de Turquía son de las más poderosas de la OTAN, en la actualidad adolecen de carencias en lo relativo a la proyección de fuerzas. Están más bien enfocadas a su periferia, donde han demostrado su capacidad de actuar, a pesar de ciertas limitaciones como la carencia de un número adecuado de pilotos. También, gracias al territorio que ocupa en Chipre puede posicionarse mejor que sus rivales a la hora de defender sus intereses gasísticos en el Mediterráneo oriental.
El déficit en cuanto a capacidad de proyección ha ido cambiando en los últimos años, gracias a una serie de programas militares apoyados en su cada vez más madura industria militar. Se espera que en breve plazo estos permitan a Turquía proyectar la fuerza por toda la región con efectividad. Pero hay que tener en cuenta que estos planes pueden hacerse insostenibles, a pesar del apoyo financiero qatarí, si no reconduce su política exterior.
Fuerza Aérea
La Fuerza Aérea de Turquía (TuAF) es una de las más poderosas de la OTAN, tanto por el número como por la calidad de los sistemas. Sin embargo, tras el gintento de golpe de estado de 2016 la cantidad de los pilotos se redujo drásticamente por culpa de las purgas del gobierno. A esta bajada en la calidad de la TuAF hemos de unir que la mayoría de sus medios están enfocados a la defensa de sus fronteras, ya que hasta hace poco los escenarios más probables de conflicto eran siempre en sus inmediaciones, estando los más lejanos en el Egeo, frente a su rival griego.
Aviones de la Fuerza Aérea turca tomaron parte en el golpe, por lo que los pilotos de la Fuerza Aérea y de la Aviación del Ejército fueron depurados severamente, lo mismo que buena parte de los mandos de los tres ejércitos. Esto ha provocado, entre otras consecuencias, un ratio pilotos-cabina realmente alarmante, por lo que se optó por poner un parche; recurrir a la “reserva de pilotos”, que reclutaba pilotos de las líneas aéreas comerciales para su empleo militar. También se recurrió a la promoción del personal en tierra y se aceleró el programa de entrenamiento de pilotos. Estas medidas podían mitigar el problema, pero no constituían una solución que pudiese compensar la pérdida de cientos de pilotos y mandos experimentados. Una pérdida de calidad que repercute en las misiones más complejas -y donde más horas de vuelo hacen falta-, como el reabastecimiento en vuelo, en especial mediante los KC-135R con sistema de boom. También en las operaciones de ataque nocturnas. Como es evidente, ambas tienen mucho que ver con la capacidad de proyección.
En cuanto a los vectores aéreos, Turquía cuenta con siete cisternas KC-135, suficientes para apoyar operaciones en escenarios lejanos como Libia, aunque de manera limitada, debido a las restricciones de las plataformas de ataque. Los vectores de ataque -casi 250 F-16 Block 50/52-, son tácticos, y de escaso alcance, en especial si la carga de armamento es grande, lo cual permitiría una tasa de misiones limitada debido a los numerosos repostajes que tendrían que realizar. Por lo tanto, las misiones de apoyo aéreo quedan bastante restringidas, no así las de interdicción. Para subsanar estas carencias, Turquía ha de esperar la llegada de los nuevos UCAVs que van a entrar en servicio, pero lo cierto es que necesitaría dotarse de bombarderos pesados como los B-1 Lancer o los Tu-160, o un número mayor de cisternas, y aviones de ataque de mayor capacidad de carga y alcance como el F-15E o el Su-34 con depósitos externos, si de verdad quiere influir en escenarios lejanos. Mejor aun sería disponer de un ala fija embarcada para poder realizar operaciones de alta intensidad en lugares como Libia. Esta puerta se la ha cerrado, sin embargo, al ser expulsada del programa F-35 tras la adquisición del sistema antiaéreo S-400 Triumf ruso…
Con todo, Turquía ha hecho una interesante demostración de fuerzas recientemente en Libia. El 17 de abril una decena de F-16C/D reabastecidos por 3 KC-135R y un E-7T realizaron un ejercicio cerca de las costas de Libia del que deberíamos tomar nota.
Otra de las mayores carencias de Turquía se relaciona con la defensa del espacio aéreo, no solo a nivel nacional, sino a la hora de proyectar esa capacidad en el exterior, apoyando las operaciones de sus tropas, como las desplegadas en Siria. Antes del golpe de estado de 2016, doctrinalmente esta defensa era confiada a la poderosa fuerza aérea, que cuenta con 245 F-16, 49 F-4E Terminator, y 4 E-7T de AEW&C. Sin embargo, tras el golpe, tal y como hemos visto, la purga hizo que esta defensa aérea se resintiera gravemente.
Esto último dejó a Turquía con una capacidad muy limitada a la hora de garantizar la defensa de los cielos, en especial cuando sus tropas o proxies operan en el extranjero, ya sea porque Rusia lo prohíba, como en el caso de Siria, o como en Libia, por la incapacidad o posibles problemas a nivel internacional derivados de una implicación directa de la fuerza aérea.
Sistemas SAM
La defensa de los cielos de un país, en especial de uno como Turquía, es de gran importancia a la hora de proyectar su poder en intervenciones en su periferia, para evitar represalias en su propio territorio. Esa es una de las razones los expertos encuentran tras la polémica decisión de adquirir sendos batallones S-400 rusos. Las intervenciones de los últimos años han demostrado al país que es muy importante poder dar cobertura a los despliegues en la periferia con sistemas de largo y medio alcance que operen desde territorio turco y sin que sea necesario arriesgar aviones tripulados.
El choque entre Turquía y varios países de la región debido a su política exterior, podría ocasionar acciones de represalia en caso de escalada, incluyendo ataques en territorio turco. Al fin y al cabo en la región hay tres países con fuerzas aéreas a la par o superiores a la TuAF, con los cuales las relaciones son bastante tensas.
Es el caso de Israel, capaz de desplegar su fuerza aérea en gran número en toda la zona de Chipre, para defender si es necesario sus intereses gasísticos. Luego tenemos a Grecia, viejo rival, y por último a Rusia, con más poder en todos los sentidos, y con la que tiene una compleja relación. Egipto, a pesar de su poderosa fuerza aérea, no cuenta con cisternas, sólo con sistemas buddy-buddy de escasa utilidad.
En cuanto a las amenazas balísticas, al menos ocho países de la región cuentan con misiles con alcance suficiente para atacar Turquía, y de estos, seis disponen de misiles de crucero. Para más inri, con la mayoría de ellos mantiene malas relaciones. Ante estas amenazas, Turquía no puede realizar intervenciones lejos de su territorio, o incluso en sus mismas fronteras, pues podría ser atacada con sistemas ante los cuales no tiene capacidad de respuesta.
La Guerra de Siria puso todavía más de relieve la necesidad de unas buenas defensas aéreas y antimisiles, acentuándose esta percepción tras el derribo por parte siria de un RF-4E Phantom turco en misión de reconocimiento en junio de 2012. Con la escalada entre ambos países, Turquía solicitó a la OTAN medidas de protección en forma de batallones de Patriot situadas en la frontera con Siria, tratando así de paliar las carencias de su red de defensa aérea.
Respecto a esta última, Turquía dispone de una red de vigilancia compuesta de 30 radares fijos y móviles dispersos por su territorio, bajo el Mando del Grupo de Control Aéreo. Lo abrupto de su orografía, en especial en las zonas fronterizas con Armenia, Georgia, Irán, Irak, y en menor medida, Siria. También las numerosas islas del Egeo, donde tiene a uno de sus mayores rivales, Grecia, o la abrupta costa de Chipre hacen del control del espacio aéreo turco un verdadero reto. Aunque cuenta con los E-7T, excelentes para cubrir esos huecos que deja el terreno en la cobertura radar de los radares basados en tierra, y con una marina para la defensa de su litoral, son más que insuficientes, en especial tras el golpe de 2016.
En cuanto a sistemas de defensa aérea, hasta hace poco contaba tan solo con sistemas de corto alcance y medio. De los primeros, podemos citar cañones antiaéreos como el GDF-003 asociado al radar Skyguard o los archiconocidos MANPADS Stinger, que también tienen su versión basada en vehículos. Todos ellos son sistemas veteranos, superados por las amenazas actuales. Están entrando en servicio unos pocos Korkut y Hisar-A, pero todavía en números poco significativos.
En lo referente al medio alcance, solo disponen de unas pocas baterías de Hawk XXI para proteger puntos muy concretos de la geografía turca. A pesar de que esta versión dispone de un radar, el MPQ-64 Sentinel, diseñado en su momento contra blancos de baja firma radárica, también están superados y van a ser reemplazados. Mientras tanto seguirán siendo la espina dorsal de su defensa aérea, lo que ilustra sus deficiencias.
Respecto a los novísimos S-400, Turquía dispone por el momento de tan solo un batallón. Sus operadores estuvieron en Rusia desde septiembre de 2019 hasta enero de 2020 recibiendo entrenamiento, pero la complejidad de estos sistemas requerirá de mucho trabajo para poder utilizarlos con seguridad y efectividad.
Aunque el S-400 se adquirió en especial para protección contra misiles balísticos, dada la situación actual, también será útil frente al resto de amenazas aéreas. Por cierto, que no hay que descartar que tengan una misión secundaria contra golpes de estados. Aunque Erdogán ha sometido a una intensa purga a la fuerza aérea, en la actualidad sigue siendo esta rama de las FAS la que posíblemente constituya una mayor amenaza para él. Tras la llegada de los S-400 la situación del 2016 no se podría repetir, pues estos impedirían la libertad de movimiento de los F-16, implicados en aquel intento de golpe de estado.
La decisión de adquirir los S-400, en cualquier caso, ha sido ampliamente criticada en el país, pues no supone un gran salto para su defensa aérea al no estar integrados en la red de defensa aérea turca. Tampoco habrá interoperabilidad con sus otros sistemas en cuanto a identificación amigo-enemigo (IFF), lo que haría que no diferenciara entre sus propios F-16 y los F-16I israelíes, por ejemplo. La efectividad de un sistema de estas características actuando de manera aislada, por muy avanzado que sea, se reduce enormemente, pues necesita de sistemas de medio y corto alcance que cubran al S-400 en la baja y media cota, frente a municiones guiadas de precisión, misiles de crucero, drones o aviones volando al ras.
Patrulla aérea marítima
La patrulla aérea marítima es un asunto clave para Turquía, en especial por sus ambiciones en el Mediterráneo oriental. Proyectar el poder aéreo allá donde tiene conflictos con los países de la zona en cuanto a los asuntos del gas, vigilando las aguas para evitar que buques de prospección realicen su trabajo y avisando a los buques de la marina, serácada vez más frecuente.
También la protección de sus medios navales contra posibles submarinos o buques enemigos es una tarea en la que destacan los sistemas aéreos frente a los buques, pues permiten abarcar zonas enormes y posicionarse rápidamente a la caza de algún submarino.
Teniendo esto en cuenta, se comprende que las capacidades de patrulla marítima turcas vayan a ser muy mejoradas. Gracias a los programas Meltem II y III, muchas de las tareas, desde patrulla marítima a lucha contra el tráfico de drogas y personas y búsqueda y rescate podrán ser realizadas de una manera mucho más efectiva.
Con el Meltem II la marina turca recibió 6 aviones de patrulla marítima P235, basados en los CN-235, y 3 para los guardacostas. A pesar del tamaño contenido de estos aparatos llevan una suite electrónica muy completa, con el FLIR ASELFLIR-200, un detector de anomalías magnéticas AN/ASQ-508(V), radar Ocean Master 400 Mk2, medidas de apoyo electrónico DR 3000A y sonoboyas AN/SSQ-53E DIFAR y AN/SSQ-62D DICASS. Además disponen de un par de pilones para lanzar los torpedos Mk46 NEARTIP Mod 5. Todo ello administrado por el sistema de combate AMASCOS de la empresa francesa Thales. Por último, cabe destacar que los sistemas de protección son también notables, caso del alertador de misiles AN/AAR-60 y el dispensador de contramedidas AN/ALE-47. El problema para Turquía es que la inmensa mayoría de estos equipos se producen fuera de sus sistemas, lo que aumenta su dependencia.
Con el programa Meltem III, Turquía dará un nuevo salto cualitativo; TAI y Alenia Aermacchi firmaron un acuerdo en 2012 destinado a modificar 6 ATR 72 en ATR 72-600 ASW TMPA. Por supuesto, serán mejorados en Ankara por TAI, para incrementar su autonomía industrial. La equipación de estos será muy similar a la de los P235, incluido el sistema AMASCOS. Lo más importante es que Turquía consigue duplicar el número de plataformas y disponer de aparatos con un alcance y permanencia superiores.
Por último, los UAVs han sido incorporados también por su armada. Los Anka Block-B se recibieron en 2018, y gracias a su radar SAR, puede explorar las aguas a distancias de hasta 70 km, así como recurrir a su FLIR, aunque a distancias inferiores. Para zonas calientes donde no se quieren exponer aviones tripulados, son lo más adecuado, sin contar con el menor coste de operación, la mayor permanencia, su reducida firma radar o térmica, etc.
Drones
Hasta hace poco Turquía padecía el limitado alcance de sus UAVs, pues los Bayraktar TB2 y Anka Block-B debían trabajar con línea de visión con la estación de control, aunque a través de relés podía aumentarse. Esto implicaba que la mayor parte de sus aparatos sólo pudieran operar a nivel táctico, y con muchas restricciones en el operacional. Aún así han sido utilizados con éxito en ambos niveles y Turquía ha pasado a ser un referente en esta industria, superando a países como Rusia. En 2018 entró al fin en el club de los países con drones controlados más allá de la línea de visión al recibir el Anka-S.
Sin embargo, siguen adoleciendo de una muy limitada carga de combate, para lo cual han tenido que desarrollar municiones guiadas de muy pequeño tamaño como las MAM-C de 6,5 kg y MAM-L de 22 kg. Incluso reduciendo el tamaño el número de municiones que pueden transportar es pequeño, lo que reduce en mucho el número de objetivos a batir por salida, o la entidad de estos, pues su cabeza de guerra es demasiado pequeña como para destruir algo mayor que un carro de combate. También el alcance es pequeño, de entre 8 y 14 km, por lo que se expone al UCAV al enemigo.
Aun así los drones están siendo claves en la proyección de la fuerza turca, interviniendo profusamente en Siria, Libia, y en el Mediterráneo Oriental El 15 de diciembre de 2019 se notificó que Turquía había enviado tres contenedores cargados con drones TB2 Bayraktar a la Chipre ocupada para ser desplegados en el aeropuerto de Geçitkale. El mismo día, uno de sus buques de prospección fue acosado por aviones israelíes, posiblemente en represalia por la expulsión de otro buque de exploración por parte de la armada turca, el Bat Galim, dos semanas antes. Erdogan amenazó pocos días después con incrementar el número de drones si fuera necesario.
El despliegue de drones armados en Chipre supone una escalada en el litigio por el gas en la ZEE de Chipre. Poco importa, pues permite a Turquía tener un mejor conocimiento de lo que sucede en las aguas chipriotas y le da la posibilidad de atacar algún buque enemigo en caso de ser necesario sin arriesgar sus cazas. Es cierto que el armamento de los TB2 no causaría apenas daño estructural a un buque de guerra, pero sí que podría inutilizar sensores clave como los radares.
De todos modos, este movimiento es más bien disuasorio, con posibilidad de escalar si fuera necesario a un despliegue mayor en la Chipre ocupada por Turquía. La armada y la fuerza aérea turcas tienen en la isla un buen punto desde donde poder proyectar la fuerza con mucha más facilidad de lo que lo pueda hacer Israel, a pesar de las maniobras realizadas recientemente en suelo chipriota.
Uno de los mayores problemas que se están encontrando los drones turcos a la hora de operar en escenarios reales es el sistema Pantsir que utilizan, por ejemplo, las fuerzas del mariscal Haftar, líder del LNA. Sus misiles, con un techo máximo de 15.000 metros, superan ampliamente el de los Bayraktar TB2, de apenas 8.200 m. Esto quiere decir que cualquier país de la zona, en esta u otras guerras proxy en las que se vea envuelta Turquía, puede desequilibrar la balanza por el momento mediante envíos limitados de armamento antiaéreo. Una situación que no va a cambiar en el futuro próximo, pues los UAVs turcos que van a entrar en servicio en los próximos años siguen teniendo un techo de servicio que está lejos de los 15.000 m del MQ-9 Reaper.
En otro orden de cosas, y como sabemos, las grandes potencias suelen distribuir sistemas antiaéreos para disputar el dominio aéreo a las insurgencias, o al bando contrario en caso de una guerra civil. El manido asunto de los Stinger norteamericanos en Afganistán es todo un clásico, pero hay otros casos, como el envío de Buk por parte de Rusia a los rebeldes ucranianos. Gracias a ellos, pudieron anular por completo la fuerza aérea ucraniana en muy poco tiempo. Los sistemas antiaéreos rusos, debido a su calidad y bajo precio son utilizados por numerosos países, por lo que no es difícil prever futuros escenarios en los cuales sistemas Pantsir, Tor, Pechora, Kub, nieguen el espacio aéreo a los drones turcos.
Por todo ello se antoja muy necesario el desarrollo de un HALE propio, es decir, un UAV que no solo tenga una gran persistencia, sino que vuele a alturas del orden de los 18.000 metros, o bien de un MALE con mayores prestaciones, como el Reaper, y un techo de 15.000 metros.
Poder Naval
Este aspeto del poder de proyección turco lo vamos a tratar de forma tangencial, pues es un tema del que se ha hablado recientemente en esta revista. Lo importante, en relación al tema que tratamos, es cómo la armada turca se va transformando progresivamente en una armada de aguas azules, capaz de proyectar su poder en regiones como el Cuerno de África, en apoyo de sus aliados Qatar y Somalia.
Tras el fin de la Guerra Fría, Turquía se encontró con una marina en crecimiento. Esto, junto con la desarticulación de la armada soviética y la reducción drástica de la presencia norteamericana en el Mediterráneo oriental, dejaron a Turquía con una posición ventajosa en un tiempo en el que las relaciones con Israel eran otras. En esos momentos, podría decirse, la marina turca tenía vía libre para operar a sus anchas.
La situación no duró tanto como deseaban en Ankara. Factores como la recuperación de la armada rusa y su mayor presencia en Siria, la guerra contra el ISIS, que ha aumentado la presencia norteamericana y de aliados en aquella zona, pero también en el mar Negro como consecuencia de la Guerra de Ucrania y la anexión de Crimea por parte de Rusia o la carrera armamentística en el Mediterráneo Oriental han mermado su poder relativo. Del mismo modo las malas relaciones que en la actualidad mantienen con algunos países de la zona, en especial con Israel, han contribuido también a alterar la relación de fuerzas.
Dicho esto, la capacidad de proyección de la armada turca ha ido en aumento, con ejercicios militares que a su vez de presentan como demostraciones de fuerza contra sus rivales, o iniciativas como la misión Barbaros Turkish Maritime Task Group de 2014. Esta consistía en un convoy de 4 barcos que visitó 27 países de África, participando en un ejercicio de seguridad marítima en el Golfo de Guinea, y realizando el lanzamiento de misiles guiados en África por primera vez, además de apoyando en la lucha contra la piratería en el Océano Índico. Los objetivos de esta misión, según Turquía, fueron los siguientes:
- Apoyar la política exterior turca demostrando su presencia marítima en los mares del mundo.
- Contribuir a mejorar las relaciones multilaterales con los países africanos.
- Liderar operaciones navales.
En resumen, mejorar su imagen como potencia militar con capacidad de proyección regional y mejorar las relaciones con ciertos países, en búsqueda de aliados.
Las operaciones multinacionales también le han servido de experiencia, en especial en el Cuerno de África, donde tiene mucho interés por aumentar su influencia, y donde participa en la Combined Task Force 151 y en la Operation Ocean Shield.
Otra demostración más actual del poder actual de la marina turca fue el ejercicio “Mavi Vatan”. Tuvo lugar en los meses de febrero y marzo de 2019 y en él participaron 103 buques de guerra, incluyendo 13 fragatas, 6 corbetas, 16 patrulleras, 7 submarinos, 7 cazaminas, 22 de desembarco, y otros muchos de apoyo. Actuaron en todos los mares que rodean a Turquía, demostrando que es capaz de hacer frente a varios conflictos regionales a un tiempo. Posiblemente como respuesta a este ejercicio, Egipto y Grecia realizaron las maniobras “Medusa 8”, haciendo patente la oposición a las reclamaciones turcas en el Mediterráneo oriental del bloque multinacional.
A pesar del gran poder de la armada turca, dispone de grandes brechas, que serán cerradas en un futuro cercano. Una de ellas es la escasa capacidad antiaérea y nula capacidad antibalística de sus buques. En el primer caso, le impiden proteger con garantías a un grupo naval, o poder proyectar dicha capacidad para defender el litoral de un aliado, como es Trípoli, o simplemente realizar FONOPS (operaciones de libertad de navegación). En el segundo, como hemos visto en Yemen, incluso actores no estatales armados tienen acceso a misiles balísticos guiados capaces de representar un peligro para un buque. De hecho, los hutíesllegaron a atacar a un destructor norteamericano de la clase Arleigh Burke, el USS Mason, que recibió en 2016 tres ataques en días diferentes, con el lanzamiento de varios misiles balísticos en los dos primeros y de cinco misiles de crucero en el último. Se salvó gracias a la combinación de su sistema Aegis y los misiles SM-2 Block IV con los sistemas de guerra electrónica y señuelos.
Los buques de la armada turca mejor preparados para estas misiones son las fragatas clase Gabya (ex-Oliver Hazard Perry). A pesar de ello tienen una escasa capacidad de proporcionar defensa aérea, pues cuentan con misiles RIM-66-E5 de unos 50 Km de alcance y los ESSM para autoprotección. El resto de fragatas y corbetas solo cuentan con estos últimos, y es que ningún buque de la Armada turca fue diseñado para el mismo propósito que, por ejemplo, nuestras F-100.
Como consecuencia de todo esto, Turquía no puede ofrecer, en especial a un contingente desplegado en tierra, una defensa aérea en condiciones. Esta sólo sirve para proteger un bastión cercano a la costa, como ha hecho en Libia, aliviando la presión sobre las fuerzas del GNA, que reciben continuos ataques de los drones y aviación del LNA.
Por último, Turquía carece de un ala fija embarcada y de LHDs que le permitan realizar operaciones de asalto anfibio de entidad. Es cierto que dispone de LST, pero no son suficientes, aunque como veremos esta situación va a cambiar en breve.
Elementos no convencionales
Las capacidades de guerra no convencional están siendo muy importantes a la hora de proyectar fuerza en Siria y Libia. El motivo es evidente: evitar bajas turcas que repercutan en la popularidad de Erdogán en empresas difíciles de justificar ante su población. También, la negación implausible, o plausible, dependiendo del escenario y de los objetivos.
Por ejemplo, a la hora de apoyar a grupos yihadistas radicales en Siria o Libia, la negación plausible es la más conveniente. A la hora de apoyar al Gobierno de Acuerdo Nacional, a pesar de haber perdido legitimidad de cara a la comunidad internacional, sigue siendo el reconocido por la ONU, por lo que un apoyo poco disimulado a través de mercenarios y foreign fighters (personas que por diversas razones y con diferentes antecedentes ideológicos se unen a un conflicto armado en el extranjero, por ejemplo, yihadistas) es incluso productivo, a pesar del embargo de armas a Libia.
Uno de los problemas con los que ha encontrado Turquía, y en el cual se pueden ver los límites de sus capacidades, fue el desplazamiento de un importante contingente de mercenarios/foreign fighters a Libia, tras lo que se demostró su incapacidad para apoyarlos. Muy diferente al caso de Rusia, que gracias a empresas como Wagner, nutridas de veteranos de la Guerra de Ucrania, ex militares, chechenos, cosacos, o simples fanatizados de organizaciones ultranacionalistas, puede proyectar el poder en los mismos frentes que Turquía. Todo ello sin verse perjudicada directamente, aunque sí a costa de una bajada en cuanto a la calidad del personal. Se entiende así mejor la propuesta de crear un Wagner turco en la figura de SADAT Inc.
Esta es una PMC (Empresa Militar Privada por sus siglas en inglés) turca fundada en 2012, y cuyo presidente, Adnan Tanriverdi, es un antiguo general de Brigada del Ejército, tiene conexiones con el gobierno de Erdogán. Además, tanto él como parte importante importante de su personal clave fueron miembros de las fuerzas armadas, desde inteligencia a operaciones especiales forzados a retirarse en los 90 por sus inclinaciones religiosas extremistas.
En la actualidad la ley turca no prevé el uso de mercenarios, y a pesar de las amenazas de Erdogán, es posible que siga los pasos de Rusia con Wagner y no llegue a legalizar las compañías militares privadas. SADAT, recordemos, ha sido acusada de ser un mecanismo de represión interna, un actor paraestatal encubierto. Para ello la situación irregular de muchas de sus actividades puede ser muy conveniente. Además, así la empresa puede ser depurada por parte del Estado en caso de que intente asumir más poder.
A pesar de la gran cantera de militares retirados a disposición de SADAT, o incluso de otra compañía PMC tapadera, el estado turco no ha hecho uso de ellos de manera masiva en sus operaciones en Siria o Libia. Tengamos en cuenta que en 2016 se redujo de 510.600 a 355.800 el personal de las FAS turcas, lo que ha dejado a muchísimos militares con experiencia en lucha contrainsurgencia disponibles para emplearse como mercenarios. De esta forma, si no es ahora, es muy posible que en poco tiempo veamos una empresa turca realmente comparable a Wagner.
No es una posibilidad descabellada en tanto tienen necesidad de ello. De hecho el pacto en materia de defensa firmado entre el GNA y Turquía abría la puerta al uso de SADAT o empresas similares en suelo libio. Al final, parece que se ha preferido optar por utilizar la gran cantera de sirios aliados, como los de etnia turcomana, para sus operaciones militares en Siria y Libia, pero no tiene porqué ser así siempre.
Foreign fighters
Turquía ha hecho uso de los grupos rebeldes sirios para defender sus intereses en Siria y Libia. Estos rebeldes se pueden encuadrar en lo que se denomina Syrian National Army, en el cual el componente yihadista está muy presente. En las operaciones llevadas a cabo en Siria por Turquía, siempre ha habido un importante componente rebelde, que participa en lo que podemos denominar Guerra Compuesta, es decir, un uso combinado de fuerzas irregulares con regulares.
A pesar de que las bajas turcas han sido importantes, el uso de estas tropas irregulares ha permitido reducirlas de forma sustancial al asignarles las misiones y posiciones más peligrosas, reservando para las tropas nacionales las tareas que requieran una preparación mayor. Además, se aprovechan las cualidades en guerra irregular de estas milicias. Las tropas rebeldes, por otra parte, han combatido también en formaciones mixtas con el ejército turco, utilizando armamento reglamentario.
En el caso libio, estos foreign fighters han sido utilizados por Turquía como refuerzo ante la debilidad de las milicias del GNA. Según FAN, 1.200 de estos rebeldes pasaron por campos de entrenamiento cercanos de Izmir para luego ser llevados a Libia a través de medios encubiertos. Junto a ellos, 50 instructores de SADAT, y algunos del ejército turco, lo que resulta en una extraña combinación de actores estatales y no estatales armados trajando juntos en pos de los intereses geoestratégicos turcos.
La motivación ideológica yihadista presente en estos rebeldes sirios hace que nos sea difícil definir claramente a estos combatientes, ya que la motivación puede ser el dinero (alrededor de 2.000 dólares al mes, una auténtica fortuna dependiendo de su origen), pero también el componente ideológico. Lo que sí está claro es que el tipo de guerra que está llevando allí, por delegación, está dirigida a evitar los problemas de desplegar tropas turcas en gran número, tanto de cara a la opinión pública turca como para minimizar posibles reacciones locales ante ante la intervención de una potencia extranjera. Esto último es muy importante, ya que la fragmentación del GNA es una de sus señas y la llegada de estos milicianos sirios, provocó un escándalo en Libia, decayendo la legitimidad del GNA entre muchas de las milicias y tribus que antes lo apoyaban; han llegado incluso a respaldar la opción nuclear de cortar el flujo de petróleo como medida de presión extrema.
Experiencia turca en la proyección de fuerza
Turquía, y en concreto, sus fuerzas armadas, han acumulado una gran experiencia a la hora de proyectar la fuerza en su periferia, con numerosas operaciones en el norte de Irak contra el PKK y Siria. En este país, a pesar de haber comenzado con mal pie en Al Bab, las lecciones aprendidas han hecho de su maquinaria militar un elemento mucho más eficaz que antes. Por otra parte, gracias a que forma parte de la OTAN, Turquía acumula una gran experiencia participando en ejercicios militares fuera de sus bases, en especial en el caso de su Armada, que se ha desplegado de forma regular a miles de kilómetros de sus propias bases, y de su fuerza aérea, con experiencia en ejercicios de primer nivel como el Tiger Meet o el Red Flag. Estos no solo son ejercicios para los que es necesario contar con un alto nivel de adiestramiento, sino que la misma travesía atlántica ya supone un desafío. «Cruzar el charco» implica llevarlo más llenos que sea posible los tanques de combustible en todo momento, por si hubiese algún percance que impida repostar en vuelo con normalidad. Es por ello que cada 45 minutos aproximadamente repostan, aunque no hayan consumido la totalidad de su combustible. Estas rutinas tienen un gran valor a la hora de proyectar el poder aéreo en escenarios reales, lo mismo que para los buques repostar en alta mar o hacer trasvase de víveres o suministros de cualquier tipo.
Volviendo sobre la experiencia turca, nos vamos a centrar en Idlib, por ser la última campaña y puesto que permite observar todas las lecciones aprendidas. En la Operación Escudo del Éufrates de 2016, Turquía invadió territorio sirio para enfrentarse a las milicias kurdas y el ISIS, con el objetivo de crear un colchón de seguridad propio, a costa de territorio sirio.
En un primer momento cometieron una serie de errores, en especial en cuanto a la protección de los carros de combate, que sufrieron un duro castigo ante los misiles contracarro del ISIS, resultando destruidos varios Leopard 2A4 y M-60T. El país, sin embargo, reaccionó premura y en las operaciones siguientes los carros fueron equipados con alertadores de misiles e incluso sistemas de protección activa Akkor Pulat. También los MANPADS supusieron un problema para los helicópteros de la aviación del Ejército, así como los vehículos bomba (SVBIED).
Años después, en la Operación Rama de Olivo (2018), se aprecia cómo las lecciones han sido interiorizadas, se han tomado medidas para evitar repetir errores pasados y en conjunto la eficacia del despliegue turco es mayor. Como consecuencia logran tomar el cantón kurdo de Afrin sin demasiados problemas, lo que no deja de ser meritorio. La campaña se abre de forma espectacular, con un ataque aéreo masivo sobre un centenar de objetivos.
Algo similar a lo que veríamos un año después en la operación Paz de Primavera (2019), en el centro-norte de Siria y de nuevo contra las milicias kurdas. Allí se atacan alrededor de 200 objetivos en las primeras 12 horas de la intervención a través de vectores aéreos y terrestres, en especial artillería. Este modus operandi lo veremos también en Idlib, en respuesta a la muerte de varios de sus soldados.
Merece la pena recalcar la importancia de los UCAVs en las operaciones de Turquía. Ya en Rama de Olivo se estima que el 11% de los objetivos destruidos lo fueron por los Bayraktar TB2, aparatos que además participaron en el 17% de las adquisiciones de objetivos. En Libia o Idlib, el protagonismo de estos aparatos será también indudable y muy valioso.
La operación en Idlib
A pesar del memorándum de entendimiento firmado en 2018 entre Rusia y Turquía respecto a Idlib, el importante bastión rebelde situado al norte del país y con frontera con Turquía, esto no ha evitado que Rusia permitiera la ofensiva del ejército sirio. Las razones hay que buscarlas en la difícil implementación de dicho acuerdo, tanto por las acciones de los yihadistas en la provincia, como porque iba contra algunos de los intereses del propio gobierno sirio.
En mayo de 2019 las fuerzas armadas sirias, con el consentimiento y apoyo de Rusia, inician una campaña en torno a la estratégica autopista M5, que bordea el noreste de la provincia. El avance del SAA desencadenó la escalada turca en enero de 2020 ante una situación muy delicada para sus intereses. Es entonces cuando comienza a acumular hombres y equipos, pasando de 1.000 efectivos a 20.000 desde finales de enero al 5 de marzo. En un primer momento con intención disuasoria y lanzando amenazas al Kremlin acerca de una posible intervención contra su aliado Assad si este no cesaba en sus acciones. Finalmente dando comienzo a una serie de operaciones destinadas a hacer retroceder a los sirios.
Es así como a comienzos de febrero, Turquía empieza a apoyar con cierta resolución a los rebeldes en Idlib, atacando las posiciones sirias con artillería. Claro está, Siria respondió al ataque con su propia artillería, cayendo el 10 de febrero 5 soldados turcos y resultando heridos 5 más tras recibir fuego de respuesta en Taftanaz. Una acción que culminó además con la destrución de un convoy con M-113 en su versión portamorteros y un M-60TM, vehículos ambos que eran transportados en góndolas.
El apoyo turco a sus proxies locales se centraba en negar el uso del aire a la aviación del régimen sirio (SyAAF) a través de la transferencia de MANPADS Stinger entre los rebeldes. También en dar apoyo artillero en ofensivas como la fracasada toma de la estratégica Saraqib, situada en el cruce de las importantísimas carreteras M4 y M5. A pesar de que esta ciudad no se tomó, el éxito contra la aviación enemiga, incluyendo a la rusa, fue importante, obligando a los aviones a volar a mayor altura. También por tierra se consiguen algunos avances; a finales de febrero una ofensiva en el sur de Idlib consigue arrebatar ciertos territorios a los rebeldes, aunque eso le cuesta la vida a una decena de soldados turcos el día 24 por ataques aéreos de Rusia y la SyAAF.
El 27 de febrero la campaña entra en una nueva fase. Turquía ofrece un amplio apoyo aéreo a través de sus UAVs a los rebeldes para que capturen Saraqib, a lo que Rusia responde con un ataque aéreo contra posiciones turcas, matando a 33 soldados e hiriendo a otros 30. Turquía, para no profundizar en una escalada de consecuencias impredecibles, hubo de contenerse y no tomó represalias contra los efectivos rusos, pero sí que castigó durísimamente al SAA. Además, esta acción permitió apreciar la impotencia de las fuerzas terrestres turcas al no poder utilizar medios antiaéreos eficaces contra los cazas rusos. Incluso se hizo viral la imagen de un soldado turco atacando con un Stinger a un Su-34 que volaba a la suficiente altitud como para que un MANPAD no representase el más mínimo peligro.
Las limitaciones impuestas por Rusia a Turquía a la hora de acceder al espacio aéreo sirio llegaron a tal nivel que los controladores aéreos rusos le negaron el permiso necesario para evacuar en helicópteros a los soldados heridos durante el ataque ruso, obligando a Turquía a recurrir a medios terrestres, lo que aumentaría las bajas. Por fortuna para Ankara y gracias a la importante flota de drones en servicio -aparatos que se podía permitir perder si eran derribados por Rusia o Siria-, pudo realizar misiones de castigo incluso con cinco aparatos volando a un tiempo. Aquí radica la importancia de los drones; son prescindibles y permiten utilizarlos en escenarios vedados a las aeronaves tripuladas.
En esos días se hizo un uso intensivo de lanzacohetes múltiples T-300 Kasırga o T-122 Sakarya. Gracias al uso combinado de la artillería y los drones, la precisión lograda fue muy alta. Los UAVs actuaban designando objetivos para los cohetes guiados y corrigiendo el tiro en el caso de los no guiados. También se encargaban de buscar nuevos objetivos gracias a los sensores electro-ópticos y localizando señales electromagnéticas del enemigo. Los lanzacohetes T-300 cuentan con 4 tubos para cohetes de 302 mm con un alcance máximo de 120 km. No es el único sistema de largo alcance en servicio con el Ejército Turco, que también utiliza el Bora-1, un misil balístico con una cabeza de guerra de 470 kg, alcance de 280 km, y guía inercial/GPS. Se trata de un misil de combustible sólido, lo que reduce el tiempo de lanzamiento y del que se montan dos unidades sobre un mismo chasis de camión. Aunque no ha sido utilizado en Idlib, sí que fue estrenado en Irak contra las milicias kurdas durante la Operación Garra el pasado año. Una muestra más de que la artillerí -como hemos visto también en el Donbáss- es cada vez más importante gracias a su combinación con los UAV.
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