Hace casi veinte años, a finales de 2001, la atención de los medios de comunicación mundiales se centraba en la que era la mayor operación de captura o eliminación de un único individuo. Osama Bin Laden, acompañado de centenares seguidores que formaban parte de la organización terrorista Al Qaeda, junto con miembros del gobierno afgano de los talibanes, huían del acoso de las fuerzas militares más capaces del planeta. Cercados en una esquina de Afganistán muy cercana a la frontera con Paquistán y conocida como Tora Bora, vigilados por una constelación de satélites y bombardeados por los medios aéreos más poderosos, a pesar de tener todo en contra consiguieron escapar y refugiarse en el país vecino, donde se le perdió la pista durante años.
Afganistán es un país pobre, lo fue y lo será. Quizás por ello, después del intento de ocupación británico en el siglo XIX, pocos países intentaron interferir en sus asuntos nacionales.
A comienzos de la segunda mitad del siglo XX, en plena Guerra Fría, con ayuda de planes de desarrollo internaciones, de manera paulatina se sacaron adelante programas de mejoras que incluían proyectos agrícolas, hidráulicos, de comunicaciones, mineros, etcétera. El reinado de cuarenta años de Mohammed Zahir dio gran estabilidad al país y permitió la elaboración en 1964 de la primera constitución, dando paso a una monarquía parlamentaria limitada. Esa pequeña prosperidad hizo que su sociedad urbana se modernizase culturalmente, siendo percibido en la entonces Unión Soviética como una amenaza potencial en su flanco sur, temiendo que fuese un reflejo (aunque a mucha menor escala) de la occidentalizada Irán, aliado en la región de Estados Unidos.
El derrocamiento del Shah (rey) mediante un golpe de estado palaciego de un familiar, acabo con dicho periodo de desarrollo. La instauración de una república autoritaria asentó las bases para la injerencia soviética a través del partido comunista y su posterior intervención militar en 1979 para mantenerlo en el poder.
Ocupado el país asiático por las fuerzas armadas soviéticas, que mantenían a un gobierno títere, en Estados Unidos vieron la ocasión perfecta para vengarse del apoyo que durante una década habían prestado en Moscú al Vietcong y al ejército de Vietnam del Norte. Aplicando los mismos principios de guerrilla que habían padecido en las junglas vietnamitas, ahora buscarían el desangrar económicamente y socialmente a la Unión Soviética.
Los millones de desplazados por la guerra con destino a Pakistán, los mitos históricos sobre guerreros invencibles contra los británicos y el apoyo financiero sin límite concedido por las monarquías árabes, dieron origen a un caldo de cultivo del que emergió la figura del muyahidín, guerrillero musulmán que luchaba en una guerra santa para liberar a Afganistán del ocupante ateo ruso.
Tal y como ocurrió en las cruzadas hacia Tierra Santa durante la Edad Media, aunque en sentido inverso, una corriente imparable de musulmanes, la mayoría sin nada que perder y mucho que ganar, dejaban sus países para ir a Afganistán y hacer la Yihad contra el invasor.
De entre todos los extranjeros que acudieron a la llamada destacaba una personalidad en particular. Osama Bin Laden, hijo de un multimillonario muy cercano a la familia real saudí, dejó su mundo de comodidades para, teóricamente, ir desinteresadamente a luchar a favor de los pobres afganos. Mediáticamente era una acción perfecta, llevándole a convertirse en el líder de un movimiento transnacional revolucionario que amenazaría a las propias monarquías árabes que lo habían promocionado.
Hay que entender que por muy rica que fuera la familia Bin Laden, eran más de cincuenta hermanos. Además, por mucho dinero del que se pueda disponer en un país de multimillonarios, la pertenencia o no a la familia real otorga una exclusividad única discriminatoria. En el fondo, más que a los ateos soviéticos o a los herejes occidentales, a quien más odiaba Osama era a los mismos jeques árabes que, según él, habían corrompido el islam.
Con toneladas de armas y equipos procedentes de medio mundo y con millares de voluntarios dispuestos a morir, el contraataque de los muyahidines contra el gobierno afgano y sus sostenedores soviéticos comenzó a fraguarse.
En la zona sur del país, la mas favorable al encontrarse próxima a la frontera con Pakistán, los guerrilleros construyeron una serie de inmensas bases logísticas que servirían de apoyo a los futuros ataques. Estaban situadas cerca del frente, pero no directamente en la zona de combate. Su misión era la de poder concentrar a las tropas necesarias, entrenarlas, suministrarles alimentos y munición, ser la base sobre la que replegarse si el enemigo pasaba a la ofensiva, así como poder servir de hospital de campaña para los heridos en el frente. Las más conocidas fueron las situadas en Zhawar, el valle de Shah i Kot (donde tuvo lugar en 2002 la denominada Operación Anaconda que hemos narrado en esta revista) y Tora Bora, objeto de análisis en este artículo.
Por parte de las tropas gubernamentales el objetivo estratégico principal en el sureste de Afganistán era mantener abiertas las dos líneas de comunicación principales. La primera va desde Kabul hasta Jalalabad, continuando la carretera hasta la frontera pakistaní y la importante ciudad de Peshawar. La segunda ruta parte de Kabul hasta Gardez prosiguiendo la carretera por una zona montañosa hasta Jost y la frontera.
Durante años, en sureste del país la principal acción estratégica de los muyahidines fue la de cortar las comunicaciones entre Gardez y Jost. Esta última, con más de 100.000 habitantes, situada en una planicie y rodeada de zonas montañosas, con carreteras ideales en las que realizar emboscadas a los convoyes de suministros, era imposible de abastecer salvo a través de costosísimos puentes aéreos.
La situación obligaba a los rusos y sus aliados a emprender cada cierto tiempo ofensivas que permitiesen abrir los caminos e introducir los suministros. Inteligentemente, los guerrilleros se replegaban a las zonas montañosas evitando ser destruidos por la superior potencia de fuego que acumulaban sus enemigos. Más adelante, de manera implacable y metódica, los muyahidines pasaban al ataque y volvían a cerrar las vías de comunicación de Jost con el exterior, quedando nuevamente cercada hasta que la situación se volviese desesperada y los soviéticos tuviesen que organizar nuevamente una operación a gran escala. La situación se mantuvo estancada durante ocho años. Uno de los últimos intentos de reabastecimiento fue la denominada Operación Magistral, lanzada a finales de 1987- principios de 1988.
La presencia de esas bases logísticas en la retaguardia eran claves para el mantenimiento de dicha estrategia, dedicando gran cantidad de recursos para ampliarlas, construir todo tipo de instalaciones y dotarlas con defensas contra posibles ataques enemigos. Precisamente en esa misión resultó providencial la experiencia que Osama Bin Laden había conseguido dentro de la empresa constructora de su padre. Maquinaria pesada de todo tipo fue enviada a aquellos lugares remotos y durante años el ruido de los equipos se podía escuchar mientras horadaban las montañas, ampliando los túneles naturales.
Conocedores de la importancia de dichas bases, los soviéticos lanzaron una serie de ataques con la intención de capturarlas. Por ejemplo, Tora Bora fue conquistada a finales de 1980 durante la Operation Shkval por tropas de la 66th Motorized Rifle Brigade con base en Jalalabad. Dicha unidad volvió a capturar la base a mediados de 1981 y en el verano de 1983.
El valle de Shah i Kot también fue atacado por los soviéticos en varias ocasiones, con breves pero intensos combates, pasando los afganos a dispersarse en las montañas cercanas cuando la presión de las fuerzas comunistas aumentaba demasiado.
Zhawar, base más importante en sus comienzos que las dos anteriores, fue reconocida por los soviéticos como una amenaza de primer orden, lanzando contra sus instalaciones dos ofensivas principales.
En septiembre de 1985 y febrero de 1986, las tropas del gobierno afgano, apoyadas por los soviéticos, intentaron destruir el objetivo. En el primer caso ni consiguieron alcanzarlo y en el segundo, tras acumular masivamente tropas, artillería y medios aéreos, consiguieron tomar la base, pero tal era la presión de los muyahidines que apenas pudieron retenerla cinco horas. En ese tiempo, a los ingenieros rusos les fue imposible destruir el arsenal descubierto, teniendo que conformarse con volar las entradas para buscar que se produjera un derrumbe.
Tras la retirada soviética de Afganistán, Tora Bora se convirtió en una especie de retiro para Osama y los demás miembros de la organización terrorista Al Qaeda. Hasta aquel lugar se dirigían voluntarios de medio mundo para perseguir su sueño de pertenecer a una Yihad mundial.
Derrumbe talibán. Caída de Kabul y Kandahar
Tras los atentados de las Torres Gemelas y del Pentágono en septiembre de 2001, seguramente Osama Bin Laden consideraría que el sitio más seguro para él en el que vivir era Afganistán. Que Estados Unidos intentaría vengarse se daba por descontado. En todo instante habría satélites en el espacio intentando averiguar su paradero con la finalidad de realizar un ataque aéreo, pero las enormes distancias entre su posición y las posibles bases desde las que partieran las aeronaves, hacían que el intervalo temporal fuera grande, ofreciéndole cierto margen de maniobra.
Lo más que probable era que procedieran a lanzar un ataque con misiles de crucero contra las instalaciones presumiblemente usadas por Al Qaeda, tal y como ocurrió en 1998 tras los sangrientos atentados con vehículos bomba perpetrados contra las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania. En aquella ocasión, desde buques situados en el Océano Indico y el Mar Rojo, se lanzaron un total de 70 misiles de crucero BGM-109 Tomahawk contra una fábrica en Sudán y un campamento de entrenamiento en Afganistán, obteniendo unos resultados irrisorios.
Con ayuda de sus contactos con la inteligencia pakistaní y siendo Afganistán un país sin costas en las que desembarcar y remoto, poco tendría que temer de un ataque terrestre. Los únicos con los que de alguna manera podían colaborar los estadounidenses eran los miembros de la Alianza de Norte, que desde hacía lustros luchaban contra la barbarie del régimen de los talibanes. Precisamente para dinamitar esa colaboración, justo un par de días antes de los ataques del 11S, los talibanes habían matado en un atentado al líder de la Alianza del Norte, el carismático Ahmad Shah Masud. Sin su caudillo y arrinconados en una esquina del país, para Osama esos combativos tayikos habían dejado de ser una potencial amenaza. Seguramente serian derrotados definitivamente antes de poder colaborar con los occidentales. Una invasión terrestre de Afganistán, dado el ejemplo de los rusos apenas una década antes, en la mente del saudí quedaba descartado.
Se equivocaba completamente. Mientras ocurrían los atentados del 11S y se desplomaban las Torres Gemelas, los más mortales enemigos de Osama no se hallaban en remotas bases a miles de kilómetros; los tenía relativamente cerca y listos para actuar. Durante todo el verano, miembros del 5th Special Forces Group (5th SFG) estuvieron en Kazajistán entrenando a una brigada del ejército de dicho país. No hubo que esperar muchos minutos desde que el primer avión se estrellase en Nueva York para que los teléfonos comenzasen a vibrar y los mandos impartieran las primeras órdenes. Tenían que empaquetar sus equipos y prepararse para intervenir en Afganistán. Su objetivo final sería la captura o eliminación de Osama Bin Laden.
Toda la presión diplomática de los Estados Unidos se volcó en conseguir acceso a Afganistán. Donde no llegaban la amistad, las amenazas o los acuerdos, llegaba el dinero, casi siempre la mejor forma de vencer las dificultades.
Poner en marcha la maquinaria bélica para un conflicto que no está previsto, conlleva mucho tiempo. Fue por ello que desde un inicio se comenzó a establecer un puente aéreo logístico a determinadas bases colindantes con Afganistán desde las que se tenía previsto actuar. Por pura necesidad, al no disponer tropas de combate convencional con todos los suministros que estas necesitan, se concedió a las fuerzas especiales la oportunidad de intervenir inicialmente.
Contrariamente a la imagen que normalmente tenemos gracias a películas y series, el principal papel de las fuerzas especiales no es el de entrar en combate directo. Fundamentalmente su labor se centra en el asesoramiento y entrenamiento de fuerzas amigas con las que colaborar. En el otoño de 2001 esa misión se demostró clave para crear una mecánica de actuación que se demostró abrumadoramente vencedora. La CIA se encargaba de contactar inicialmente con posibles adversarios del régimen talibán. A cambio de ingentes cantidades de dinero y suministros, distintos lideres locales aceptaron aportar hombres con los que derrotar a los talibanes.
Tras unos comienzos titubeantes, enseguida se puso en marcha un tipo de guerra nunca antes visto, denominado Guerra no Convencional (Unconventional Warfare). Lo que anteriormente era una fuerza temible de docenas de miles de talibanes y miembros de al Qaeda, dueños y señores del 90% del territorio afgano, se vio pulverizada por la acción combinada del bombardeo aéreo sobre blancos marcados por los designadores de objetivos pertenecientes a los distintos Operational Detachment Alpha (ODA) – a los que conocemos vulgarmente en España como Equipos A – y el posterior ataque de las milicias locales.
El movimiento de liberación tomó inercia conforme se incorporaban nuevos ODAs al combate. Lo que inicialmente se creía que tardarían semanas o meses en lograr, como alcanzar ciertos objetivos, fue posible en cosa de días. Quien más y quien menos tenía cuentas que saldar con los componentes del régimen talibán que durante lustros los había tratado como esclavos. Además, desde el punto de vista de los locales era una jugada redonda, pues además se enriquecían y obtenían poder en el nuevo Afganistán que estaba por surgir. Las principales ciudades del norte y centro del país cayeron una tras otra en una rápida sucesión, provocando la estampida de los talibanes y terroristas hacia las zonas del país donde pensaban que sería más fácil establecer una defensa sólida.
Con cada vez menos territorio en su poder y con la vista puesta en la frontera con Pakistán, los talibanes y miembros de Al Qaeda se iban quedando sin espacio en el que maniobrar. Un último intento de resistirse se realizaría en las regiones del sureñas y orientales, ganando tiempo para que sus lideres escapasen. Según su saber y entender, el martirio que tanto habían promulgado entre sus acólitos no era para ellos.
A principios del mes de octubre, el general Tommy Franks al mando del US Central Command (CENTCOM) -con sede en Florida- y el coronel Frank Kisner a cargo del Joint Special Operations Task Force-North (JSOTF-N) -situado en la base uzbeka de Karshi-Kanabad (K2)- acordaron la inserción del equipo del coronel Mullholland (5th SFG), en apoyo de las fuerzas de la Alianza del Norte emplazadas en bastión del mítico valle del Panjshir. El equipo de las fuerzas especiales seleccionado fue el ODA 555 (Triple Nickels). Tras ser transportados en helicópteros el 19 de octubre, se reunieron con los generales Bismullah Khan y con Mohammad Fahim Khan para establecer una estrategia que llevase a derrotar a los talibanes desplegados al norte de la capital afgana, en la llanura de Shomali.
Tras la primera reunión con los nuevos aliados, el Sergeant First Class encargado de los equipos de petición de apoyo aéreo fue conducido a la destruida torre de control del aeropuerto de Bagran, una antigua base aérea situada a unos 40 kilómetros al norte de Kabul, manejada por los rusos durante los años de su intervención en Afganistán. Desde la dañada estructura, que otorgaba una ventaja estratégica de primer nivel al tener visión directa en kilómetros a la redonda, y ocultos, dada la proximidad a la línea del frente con los talibanes, los hombres de Masud, con obvias dificultades para comunicarse, empezaron a señalar distintos puntos al suboficial. Ante él se descubría el mejor escenario imaginable para emplear los designadores laser sobre sus confiados enemigos, que no sospechaban el infierno que estaba próximo a desatarse.
Al día siguiente comenzó el espectáculo. El Tactical Air Control Party (TACP) de la USAF asignado al ODA 555 comenzó a dirigir su Viper Laser Target Designator según las indicaciones de sus dubitativos camaradas. Ante el asombro de los afganos, a los pocos minutos de dar las instrucciones y confirmar el objetivo, el blanco desaparecía pulverizado por una enorme explosión.
La línea del frente, que durante años había permanecido estática, fue machacada implacablemente durante tres semanas continuas. Para los talibanes debió ser una experiencia aterradora, sin lugar donde esconderse del invisible dedo que les perseguía y enviaba al paraíso.
Sin querer acabar con tan reconfortante visión, los miembros de la Alianza del Norte disfrutaron viendo como sus implacables enemigos, los mismos que habían asesinado a su antiguo líder, eran destruidos sin piedad, mostrando su más ferviente simpatía por los miembros del ODA 555, pero desde el CENTCOM presionaron a sus hombres para que se pasase a la ofensiva. De este modo el 13 de noviembre de 2001 comenzó un ataque a gran escala.
En escasos minutos el frente colapsó, ofreciendo los talibanes y los terroristas de Al Qaeda una mínima resistencia. Sin enemigos que les frenasen, los hombres a los que durante años había guiado Masud en innumerables combates, se dirigieron como una marea imparable a la toma de Kabul. Pese a los intentos de las altas instancias políticas estadounidenses de frenarles, deseosas de que la entrada en la ciudad fuese políticamente consensuada, aquel movimiento era imparable. El 14 de noviembre las tropas del general Fahim Khan entraron jubilosas en la ciudad, liberándola de la pesadilla que durante más de un lustro habían vivido sus ciudadanos.
Un mes antes de la conquista de Kabul, a mediados de octubre, las tropas estadounidenses hicieron su primera incursión en el sur del país. A media noche del 20 de octubre de 2001, unos 200 rangers -pertenecientes al 3rd Battalion, 75th Ranger Regiment- realizaron un asalto aerotransportado a una base aérea situada a 80 kilómetros de Kandahar denominada objetivo Rhino.
Antes del lanzamiento en paracaídas de los soldados, varios aviones se coordinaron para eliminar las ligeras defensas de los talibanes. El ataque finalizó con el lanzamiento por parte de un B2 de la US Air Force de varias bombas de precisión 900 kilogramos sobre puntos clave del despliegue enemigo. El resultado fue el esperado, acabando con una docena de talibanes, mientras que los restantes huyeron a toda velocidad de la posición.
A continuación, los soldados saltaron en paracaídas y pudieron tomar tierra sin ser molestados, mientras sobre sus cabezas volaban varios aviones cañoneros AC-130 para protegerles. Según el plan, la compañía A se quedó en Rhino para asegurar las pistas, establecer posiciones defensivas por si volvían los talibanes y preparándose para recibir a los aviones y helicópteros que estaban en camino.
Mientras, la compañía C se dirigió hasta una edificación cercana denominada Objetivo Cobalto que los satélites y los equipos de guerra electrónica habían identificado como centro de mando y control. Habiendo sufrido varias pasadas de los aviones cañoneros, un único enemigo se intentó oponer al asalto, pero fue rápidamente neutralizados. Tras obtener toda la inteligencia que pudieron encontrar y destruir los equipos y armas abandonados por los defensores, los Rangers se replegaron sobre el aeropuerto.
A los 20 minutos del ataque, los primeros aviones MC-130 de las fuerzas especiales aterrizaron en Rhino, facilitando el establecimiento de un punto avanzado de repostaje para reabastecer de combustible a los helicópteros MH-60 y MH-47 del 160th Special Operations Aviation Regiment (SOAR). Estos se aproximaban para acometer la siguiente tarea encomendada: capturar en su residencia al Mulá Mohammad Omar, fundador y líder del movimiento talibán, quien según la inteligencia estadounidense se hallaba en una serie de edificios al suroeste de Kandahar.
Además de 26 rangers de la compañía B en misión de apoyo, a bordo de los helicópteros que se dirigían al designado Objetive Gecko se encontraban operativos Delta de la Task Force 11, cuya misión principal era la captura de los cabecillas principales de Al Qaeda y del gobierno talibán.
Antes de que llegasen los soldados, el objetivo fue convenientemente arrasado por varias pasadas de los AC-130 y de los helicópteros artillados MH-60L DAP. A continuación, llegaron los MH-47 y los MH-60 transportando respectivamente a los Rangers y los Delta. Como en cierta manera era de prever, en el lugar no encontraron a nadie, procediéndose a recopilar toda la inteligencia posible.
Tras estar los soldados en tierra aproximadamente una hora, tanto despliegue de fuerzas y medios acabó atrayendo la atención de grupos dispersos de enemigos. Así, cuando los últimos helicópteros se disponían a despegar y volver a Rhino, les dispararon varias granadas lanzadas de RPG, siendo al menos un helicóptero alcanzado por la explosión de un artefacto cerca del tren de aterrizaje, aunque no consiguió derribarlo.
En total la misión duro poco más de 5 horas, tras lo cual los rangers y los miembros de las fuerzas especiales montaron en los aviones MH-130 y en la flotilla de helicópteros, despegaron y volaron a su base de partida en el portaaviones USS Kitty Hawk que navegaba por el Océano Indico y a la base pakistaní de Dalbandin. Allí uno de los helicópteros sufrió un accidente al perder el piloto la orientación debido al polvo levantado por las aspas (brownout) falleciendo dos de los pasajeros al estrellarse el aparato.
En resumen, la misión no obtuvo grandes resultados más allá de la inteligencia obtenida y de servir como propaganda para el público estadounidense, nervioso, pues veía pasar los días sin que aparentemente nada ocurriese. Sí que debió ser un duro golpe para sus enemigos, al demostrar públicamente que los norteamericanos eran capaces de alcanzar cualquier punto de Afganistán a voluntad, no pudiendo esperar los talibanes ni los miembros de Al Qaeda tener una retaguardia segura por la que poder moverse libremente. Seguramente a partir de entonces tendrían más presente que nunca la cercanía de la frontera.
El encontrar aliados entre las tribus pastunes no fue nada fácil para los estadounidenses. Los casi 17 millones de pastunes que vivían en los dos lados de la frontera -o patanes tal y como se les conocía en España– habían sido la base poblacional donde el mulá Mohammad Omar creó el movimiento talibán. Para fortuna de los norteamericanos surgió la figura de Hamid Karzai. Habiendo pertenecido su familia a la resistencia antisoviética, se habían opuesto a la toma del poder por parte de los talibanes, siendo asesinado su padre en 1999 en Quetta (Pakistán) mientras intentaba organizar la resistencia ante el cruel régimen. Como segundo candidato se seleccionó a Gul Agha Sherzai, un señor de la guerra con poder e influencia cerca de la ciudad de Kandahar.
Para pasar a la ofensiva en el sur, se introdujo mediante helicópteros al Special Operations Command and Control Element (SOCCE) 52, con mando táctico de los ODA 574 y ODA 583.
A comienzos de octubre Karzai decidió que era el momento idóneo para actuar y colaborar en la liberación de su país del yugo opresor del régimen talibán. Pese a tener orden de captura y ser advertido por sus familiares y amigos de que por toda la frontera había puestos de control vigilando posibles infiltraciones en Afganistán, no dudó un instante y partió a su país montado en una motocicleta.
La zona donde Karzai tenía amigos y seguidores estaba situada cerca del poblado de Shorandam, al norte de Kandahar. Durante los días posteriores mantuvo una serie de entrevistas con familiares y gente de la zona con vistas a reclutar un grupo de combatientes. No siendo el típico señor de la guerra afgano, contaba con el hándicap de no tener una fuerza propia leal, por lo que tuvo que poner en práctica sus mejores bazas: la negociación y la persuasión.
Para comienzos de noviembre pensó que había llegado la ocasión para salir de su escondite y pasar a la ofensiva. A través de teléfono satelite pudo organizar una primera entrega de suministros que no pudo ser más oportuna, ya que había sido localizado y al día siguiente tuvo que defenderse de centenares de talibanes. Aunque consiguieron repeler el ataque, obviamente necesitaban mayor ayuda, por lo que aseguraron una zona para permitir la introducción de la docena de hombres del ODA 574 al mando del capitán Jason Amerine.
Tras las primeras conversaciones, Karzai pudo demostrar a los norteamericanos cierta visión estratégica de la que carecían en la región. Según él, un punto clave para conseguir desestabilizar a los talibanes en la provincia de Kandahar y conseguir atraer a cada vez más posibles seguidores, era tomar el poblado de Tarin Kowt, de cuyas proximidades eran originarios gran número de líderes talibanes.
Con gran inteligencia, tomaron en consideración su sugerencia y comenzaron con la tarea de planificar la misión, que pasaba por dominar las zonas montañosas y establecer un cerco de la localidad hasta su rendición. Cada día llegaban más voluntarios según corría la noticia de la presencia de Karzai por los alrededores y se congregaban para negociar el precio de su ayuda. De manera sorpresiva llegó la noticia de que los ciudadanos de Tarin Kowt se habían sublevado espontáneamente y expulsado a los talibanes de la localidad.
Los escasos 150 hombres de Karzai y los 12 del ODA 574 no tenían ni un segundo que perder y se lanzaron a la carrera para llegar antes de que lo hiciesen los refuerzos enemigos. Montados en una colección de viejos camiones, vehículos todoterreno y furgonetas, entraron a la ciudad siendo recibidos por una jubilosa población.
No tardaron en aparecer ancianos y lideres tribales de la zona, con los que Karzai comenzó un trabajo exhaustivo de conversaciones. Con ellos llegó también la noticia que temían que se produjese, en un par de días un gran convoy de talibanes llegaría para asaltar Tarin Kowt y acabar con sus ciudadanos, los estadounidenses y Karzai.
Con apenas tiempo para organizar las escasas defensas, Amerine y sus hombres seleccionaron una altura en las afueras del poblado desde la que se dominaban los caminos de acceso. Allí se establecería el especialista TACP de la USAF con su designador para tratar de impedir la aproximación de sus enemigos. Dadas las enormes distancias, medidas en miles de kilómetros, desde las bases en las que despegaban los aviones hasta Tarin Kowt, desde el CENTCOM la planificación debía ser exhaustiva para que el apoyo aéreo estuviese garantizado.
A primeras horas del 17 de noviembre, un F-18 de la US Navy avisó al ODA 574 de la aproximación de docenas de vehículos repletos de talibanes. Después de una tensa espera, tuvieron en visión directa de la caravana de enemigos, por lo que el TACP señaló al primer camión para así detener el convoy. La primera bomba falló el objetivo, pero la segunda acertó de lleno, causando un efecto demoledor.
Mientras las siguientes bombas caían en implacable sucesión, demoliendo la columna, sorpresivamente ocurrió un fenómeno típico de Afganistán. Los mismos aliados afganos que festejaban los destrozos causados al enemigo, de alguna manera tuvieron la impresión de que algo funcionaba mal y comenzaron a entrar en pánico, con la clara intención de huir y dejar a los estadounidenses en solitario. Tuvieron que encaramarse a la carrera en los camiones y replegarse hacia el poblado para montar en las afueras una última línea de defensa.
A las 08:00 los atacantes estuvieron de nuevo al alcance del TACP, que reanudó su acción destructiva, asignado blancos a los aviones que sobrevolaban la escena. Varios de los vehículos talibanes se acercaron al poblado desde otra dirección, pero en esta ocasión fueron los hombres de Karzai los que rechazaron el intento enemigo de conquista, acabando con la amenaza. Mientras se replegaban, las bombas no cesaron de caer y causar estragos entre sus hombres, que no pararon en su fuga hasta volver a Kandahar.
La noticia de la rotunda victoria se extendió ampliamente por la región. Tal y como predijo Karzai, esto provocó la llegada de una avalancha de líderes tribales y hombres dispuestos a unirse al bando que se predecía ganador. Los talibanes habían perdido su aura de invencibilidad en su propio territorio fundacional. Aun así, haría falta un esfuerzo más para poder aspirar a capturar la ciudad de Kandahar.
Ese empujón extra vino por parte del ODA 583 y de la ayuda que prestaron a Gul Agha Sherzai. En su caso sí que se trataba de un clásico señor de la guerra afgano, capaz de aportar entre 650 y 800 combatientes, muchos más de los que hasta la fecha disponía Karzai. Desde la base de Shahbaz en Pakistán, el capitán Smith y sus hombres embarcaron el 18 de noviembre en un MH-53 Pave Low, tomando tierra minutos más tarde en el valle Shin Naray, al sur de Kandahar, donde les esperaba Sherzai.
Tras las inevitables peticiones de armamento, municiones y suministros, el capitán Smith comenzó a planificar con Sherzai las posibles acciones ofensivas a considerar que condujesen a la captura de Kandahar.
La ruta de acción mas evidente era seguir el eje de avance según la autopista nº4 que enlaza Kandahar con la frontera pakistaní. Una primera posición a capturar era el poblado de Tahk-te-pol. Una vez hecho debía ser asegurado y también se debía bloquear la carretera para a continuación hacer un movimiento envolvente hasta el aeropuerto de Kandahar.
El 22 de noviembre, una fuerza de cerca de 800 hombres formó un convoy con mas de un centenar de vehículos y avanzó hasta llegar a 10 kilómetros de distancia de su objetivo…
Como es costumbre en el lugar, se iniciaron las negociaciones con los talibanes para que se rindiesen y el poblado se tomase sin necesidad de destruirlo. Como medida de precaución, Sherzai desplazó a la mitad de sus hombres a una colina al este de la localidad. La medida no pudo mostrarse más acertada, ya que mientras intentaban distraer con la negociación, los talibanes mandaron una fuerza para rodearlos y atacarles por la espalda. Sin elemento sorpresa y fracasada la emboscada, esta fue seguida de un tiroteo que duró un par de horas, hasta que asesorados por el capitán Smith los hombres de Sherzai retrocedieron para permitir a un AC-130 Spectre interviniese. Los resultados fueron los previsibles y los talibanes tuvieron que huir hasta el poblado.
Transcurrió un día esperando un previsible contraataque talibán, pero ante su inactividad los aliados pudieron avanzar y en la mañana del 24 de noviembre descubrieron que sus enemigos se habían retirado hacia Kandahar. El siguiente objetivo para Sherzai era capturar un puente que atravesaba un lecho de río (wadi) difícil de atravesar cosa que consiguieron el día 25.
Para crear una base dentro de territorio afgano y comenzar un puente aéreo, ese mismo día cerca de un millar de marines montaron en sus helicópteros CH-53E Super Stallion y aviones C-130, capturando de nuevo el aeropuerto asaltado en octubre. Bautizado como Camp Rhino, los defensores tuvieron que neutralizar al día siguiente un ataque de una columna de vehículos con más de un centenar de talibanes. La toma de dicho aeropuerto sirvió para acelerar los acontecimientos en la región.
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