La batalla de Musa Qala II

La retirada

Tirador británico observando el poblado de Musa Qala. Al fondo, el "Monte del Destino".

Aislados, rodeados, con provisiones limitadas y cercados por una cantidad muy superior de enemigos bien armados y determinados a tomar la pequeña base de Musa Qala a cualquier precio… La peor pesadilla de cualquier soldado desde que existen los ejércitos se repetía en cada una de las posiciones británicas que se habían establecido en la provincia afgana de Helmand durante el verano del año 2006…

La más expuesta de todas esas bases era la situada en el Distrito Central (DC) del poblado de Musa Qala, al norte de la provincia. Anteriormente una compañía danesa con medio centenar de blindados había estado a cargo de la defensa de la base, pero dado que los ataques talibanes eran cada vez más feroces y se temía sufrir bajas por la reacción de la opinión pública, el gobierno danés presionó al más alto nivel para sacar a sus compatriotas de ese infierno, dejando el problema en manos de la OTAN.

Para relevarlos, la TF Helmand “apuró el tarro” y formó una compañía de únicamente dos secciones (platoon) acompañadas de personal de diversas unidades bajo el mando del Major Jowett. Los 88 hombres pertenecientes a la Easy Company, sumados al medio centenar de policías afganos que había en la base, tenían que defender una pesadilla de enclave, rodeados de toda clase de edificaciones que ocultaban la aproximación del enemigo permitiéndole situarse a unas escasas decenas de metros del muro perimetral.

Desde la distancia los talibanes habían observado la gran columna de blindados occidentales marcharse y perderse en el desierto, por lo que comenzaron a festejar el fácil ataque con el que esperaban arrasar las defensas y plantar la bandera negra en la columna de ladrillos que presidía la calle principal del mercado.

Pero cuando llego el amanecer del día 24 de agosto e iniciaron el asalto se encontraron delante a una compañía de infantería perfectamente adiestrada y motivada, que haciendo gala de la tradición histórica de la que eran herederos (Puente Pegaso en Normandía, el Somme en Francia y Barossa en Portugal) pararon en seco a los talibanes gracias al apoyo aéreo y de la artillería. En un sólo día de repetidos combates causaron estragos entre sus enemigos, pero los talibanes son una fuerza dura que durante décadas ha demostrado que eran capaces de soportar grandes pérdidas si con ello conseguían su objetivo final. La batalla por hacerse con el control de Musa Qala no había hecho sino comenzar.

Mapa de la región en la que se encuentran tanto Musa Qala, como Camp Bastion y en la que se vivieron algunos de los combates más sangrientos de la Guerra de Afganistán.

La lucha continúa

El día 25, tras dormir apenas un par de horas, el Major Jowett se levantó a las 03:00 para preparar la defensa ante el presumible ataque talibán que podría tener lugar hora y media más tarde, al amanecer. La tranquilidad reinaba en la base y ya en el puesto de mando (Operations Room) recibió novedades por parte de su mano derecha, el Paratrooper Sergeant Major Scrivener. A continuación realizo una ronda rápida por las posiciones defensivas, comprobando que muchos de sus hombres, después de las intensas emociones vividas en la jornada anterior, conforme se habían despertado prefirieron salir al exterior y pasar en sus puestos los tensos minutos previos al enfrentamiento.

Por último, subió al tejado del puesto de mando ya que el día anterior pareció ser el mejor lugar desde donde dirigir la batalla. Allí se encontraban ya el Forward Air Controller (FAC) Abe Williams y el Joint Terminal Air Controller (JTAC) Ray Anderton. Tal y como sucediera el día anterior, tenían asignados dos aviones de ataque A-10 del 384th Fighter Expeditionary Squadron con base en Bagram. Se encontraban a la espera, invisibles a los talibanes y orbitando a gran altura atentos a la llamada de petición de apoyo aéreo.

En tensa espera aguardaron mientras la oscuridad daba paso a las primeras luces de la mañana y los primeros detalles de las edificaciones comenzaban a ser distinguibles. De la misma manera que en la jornada anterior, el combate comenzó sin previo aviso, con el lanzamiento de cinco RPGs contra el muro oeste, justo en donde las edificaciones del poblado estaban más próximas a la base. La detonación de las cinco granadas fue la señal de inicio de un violento tiroteo desde todas direcciones contra el DC. En los marcos de las ventanas se distinguían los fogonazos de las armas automáticas y contra esas luces dirigían sus disparos los defensores, mientras centenares de balas silbaban peligrosamente por encima de sus cabezas.

Tras varios minutos de intercambio de disparos y en vista de que el fuego enemigo no decaía, por fin el JATC fue autorizado a pedir ayuda a los aviones. Su ataque se realizaría siguiendo el sentido Norte-Sur, paralelo al muro oeste de la base. Se trataba de una petición de apoyo aéreo tipificada como extremadamente peligrosa para las fuerzas amigas (Danger Close) ya que únicamente 25 metros separaban el perímetro de las edificaciones desde las que les disparaban.

El profesionalismo de los pilotos, pertenecientes a la Guardia Aérea Nacional de Texas, fue ampliamente demostrado y los británicos miraban con asombro y júbilo como pasada tras pasada las posiciones de los talibanes eran machacadas sin piedad por la munición de 30mm de los cañones. Contra esa capacidad destructiva poco podían hacer sino buscar refugio donde pudieran. Tras la brutal demostración de fuerza, el ataque talibán fue cortado de raíz. Entre las sombras se podía adivinar el trabajo de los supervivientes retirando a sus muertos y heridos.

En el puesto de mando el Sergeant Christopher Kruyer dirigía la unidad de inteligencia Light Electronic War Troop (LEWT) que gracias a la interceptación de las comunicaciones de radio enemigas – Inteligencia de Comunicaciones (ICOM) – tenía información de primera mano sobre los comandantes talibanes. Según se podía deducir, nuevos efectivos talibanes estaban acudiendo a la llamada para combatir a los británicos y convergiendo en los alrededores de Musa Qala. Al traducir dichos mensajes, las indicaciones que les daban a los que venían de fuera para agruparse en cierto compound, permitió a los británicos hacerse una idea del lugar del encuentro y destacar a la zona a un Harrier GR7 de la RAF dotado de un Pod de reconocimiento. Gracias a las imágenes captadas por el avión pudieron distinguir, sin lugar a dudas, que se trataba de combatientes -y no de civiles reuniéndose para una celebración-.

Tras pedir las pertinentes autorizaciones a la TF Helmand para bombardear al enemigo identificado, el Major Jowett dio luz verde al piloto del Harrier para iniciar su ataque con cohetes y bombas de 500kg. A la fiesta se unieron un par de A-10 y las radios enemigas se llenaron de gritos mezclados con sonidos de explosiones, confirmando la devastación que les estaban ocasionando según las furgonetas cargadas de talibanes eran destruidas.

Una gran amenaza había sido conjurada de raíz y los hombres de la Easy Company felicitaron a los miembros del LEWT por su magnífica labor. Pero si pensaban que ese ataque frenaría a los talibanes, por lo menos durante unas horas, pronto se vieron decepcionados ya que por la tarde los asaltos continuaron sin interrupción. Los disparos de AKs, ametralladoras RP y lanzagranadas RPGs fueron respondidos por los fusiles de asalto y las ametralladoras GPMG. Si el contacto se prolongaba demasiado, el apoyo aéreo o los cañones del 7th Parachute Regiment Royal Horse Artillery (situados en el desierto fuera del alcance de los talibanes) inclinaban la balanza y detenían en seco la intentona enemiga.

Al llegar la oscuridad el silencio volvió a imperar en el poblado fantasma, sin habitantes, en que se había convertido Musa Qala. La ICOM reflejaba que pese a las apabullantes pérdidas sufridas los dos días anteriores, la llegada de más y más combatientes había animado a los comandantes talibanes para intentar un gran asalto al día siguiente. Tras realizar los preparativos pertinentes e informar a Camp Bastion de las intenciones enemigas, los defensores intentaron dormir unas pocas horas antes de que el amanecer trajese nuevas amenazas.

En apenas tres días se había establecido una especie de rutina y de manera automática los soldados ya estaban en sus sangar – posiciones defensivas improvisadas – media hora antes de que empezase a clarear. A las 04:50 los combates comenzaron de la manera habitual, con una barrera de RPGs lanzadas contra el muro oeste desde los edificios cercanos, seguido de un violento tiroteo con toda clase de armas automáticas. De nuevo los A-10 aplastaron a los atacantes que se retiraron para reorganizarse para el siguiente intento. En la radio del destacamento LEWT aparecieron nuevas voces de comandantes enemigos que los traductores identificaron como iraníes y paquistaníes. Al parecer Musa Qala había sido reconocida acertadamente como la posición más precaria de las fuerzas de la OTAN en la región y actuaba como una especie de imán de talibanes ansiosos por participar en la derrota de los occidentales.

Al comenzar el siguiente asalto los hombres de la Easy Company salieron de sus lugares de descanso a medio vestir -con el casco y el chaleco blindado encima de una camiseta- aprestándose por llegar a sus puestos. Las distintas subunidades eran asignadas a las diferentes posiciones defensivas y siempre rotaban de tal forma que una de ellas iba quedando como fuerza de reserva en el puesto de mando para actuar en el punto del perímetro que se encontrase más apurado. Sin aviación asignada en esos primeros instantes, el Major Jewitt se concentró en el combate y pudo percibir que el enemigo había cambiado sus tácticas.

En vez de intercambiar disparos con los defensores, en esta ocasión los talibanes movían pequeños grupos de hombres intentando maniobrar para aproximarse lo máximo posible al muro del perímetro. Si llegaban hasta allí, sería imposible que la aviación, la artillería o los morteros pudieran ayudarles. Los suboficiales también se dieron cuenta de la intentona y comenzaron a impartir órdenes a sus hombres para intensificar su fuego contra los enemigos que se les acercasen. Al salir de las casas y avanzar por terreno abierto fueron blanco perfecto para los militares británicos, que los abatían sin merced. Ya no eran sombras las que adivinaban desplomarse, eran individuos a los que veían morir acribillados a no mucha distancia.

En mitad de esos tensos instantes, cuando la lucha estaba por dilucidarse, desde los sangar del muro oeste, junto a la valla de entrada al DC, vieron que por el otro extremo de la calle aparecía una pickup que enfilaba hacia el portón con la parte de carga ocupada por talibanes armados. A la mente de los defensores vino el aviso del posible uso de suicidas en vehículos cargados de explosivos para abrir una brecha en el portón. Sin necesidad de impartir orden alguna a los soldados, un torrente de balas se dirigió contra el conductor del pickup. La luna delantera salto en pedazos y la furgoneta sin control se estrelló contra una de las casas de la calle. Los talibanes de la parte trasera saltaron e intentaron refugiarse pero fueron implacablemente perseguidos por las armas automáticas y abatidos.

Para frenar a los grupos que se acercaban maniobrando, la sección de morteros comenzó una barrera de granadas de alto explosivo con sus tubos de 51mm y 81mm. La situación era tan extrema que el ángulo con el que eran disparados era casi vertical, fuera de toda práctica normal usada anteriormente, con el obvio riesgo que ello implicaba. Sin posibilidad de avanzar, poco a poco fue descendiendo la intensidad de los combates y se dio por finalizado el contacto. Pero no todo había acabado. La policía afgana del ANSP llamó al Major Jowett y le hizo indicaciones de que algo ocurría con el pickup. Aun sin entender completamente lo que intentaban explicarle, varios de los policías salieron del recinto y se dirigieron al vehículo destrozado. De su interior sacaron a civiles acribillados por las balas.

Fuera del pueblo los talibanes habían detenido a una familia y les habían obligado a que sirvieran como ariete contra el portón amenazándoles con sus armas. De manera casi milagrosa el padre y uno de los hijos habían sobrevivido y fueron llevados inmediatamente al centro médico. Aunque la muerte de los civiles no se podía considerar como culpa suya, el hecho de haber disparado contra ellos no pudo sino horrorizar a los soldados.

Durante la tarde se produjeron dos ataques más. En ambos casos buscaron acercarse hasta el muro de la base y fueron castigados duramente por los defensores. El uso de los civiles como escudos humanos hizo que los militares británicos se emplearan a fondo para acabar con sus crueles enemigos. Ni siquiera hizo falta la petición de apoyo aéreo para aplastarlos. Quizás por las bajas sufridas anteriormente, los atacantes mostraban un nivel mínimo de preparación. En vez de hacer pequeños agujeros en las paredes de las casas y disparar a cubierto, insistían una y otra vez en subir hasta el tejado plano de los edificios e intentar emplazar ametralladoras PK para que sirvieran como fuego de cobertura a los grupos que maniobraban. Cada vez que los sirvientes de las armas eran abatidos, otros ascendían e intentaban emplear las armas, siendo inmediatamente acribillados. Incluso si no les importaba la vida de sus hombres o tuvieran prisa por ir al paraíso, no tenía ningún sentido el modo suicida en que actuaban.

El último ataque del día tuvo lugar a las 19:00. En esta ocasión la salva de RPGs inicial se produjo contra el puesto de observación (outpost) emplazado en el lado norte del perímetro. Desde varias posiciones había colocadas varias ametralladoras PK que descargaron largas ráfagas contra el muro. Incontable cantidad de armas se unieron al enfrentamiento. Se trataba del más duro combate hasta la fecha, hasta el punto de que era realmente peligroso asomarse para tratar de contrarrestar el fuego enemigo. Había que usar toda la ayuda que pudieran aportar el FAC y el JTAC de la Easy Company.

Mientras ambos hombres realizaban sus llamadas por radio los atacantes comenzaron a disparar con morteros. La primera salva fue bien dirigida y las granadas estallaron en el interior del recinto, haciendo agacharse y buscar refugio a los defensores. Si la acción era coordinada de esa manera, avanzando mientras los morteros mantenían con la cabeza bajada a los soldados, sin ninguna duda los asaltantes ganarían la batalla. Por ello los suboficiales británicos impulsaron a sus hombres a resistir la tentación natural y continuar disparando sin descanso a los enemigos que se acercaban.

Por fin la ayuda apareció en escena. La primera pareja de A-10 comenzó a realizar pasadas en dirección Este-Oeste actuando ambos en paralelo en esta ocasión al muro norte. Cogidos en las calles mientras avanzaban, los talibanes fueron aplastados. Pasada tras pasada, la munición del cañón GE GAU-8 Avenger disolvió la amenaza que se cernía sobre el outpost sin misericordia.

De repente, los soldados llamaron la atención del Major Jowett hacia la esquina suroeste del perímetro defensivo. Allí estaban las ruinas de la que había sido la mezquita de Musa Qala. En ese sector el muro apenas cubría la cabeza una persona puesta de pie y los talibanes habían aprovechado las ruinas para acercarse a distancia de granada de mano de los sangar. Por esos típicos complejos políticos contra las minas, los británicos en Afganistán tenían prohibido usar las minas claymore como una trampa explosiva. Podían emplearlas con un cable que las detonara a distancia, pero no con un cable dispuesto para que quien pasase activase el artefacto. Por eso los asaltantes habían podido llegar a las ruinas y no podían ser desalojados ni por la aviación ni por los morteros. El Sergeant Major Scrivener acudió con el pelotón de reserva sin demora para enfrentarse a la amenaza y usaron granadas de mano para acabar con sus enemigos.

Mientras más aviones iniciaban sus ataques, esta vez en dirección Norte-Sur, los helicópteros Apache y la artillería se unieron a la batalla y poco a poco fueron acallando los disparos. Milagrosamente ningún británico había sido herido, pese al intenso nivel de los combates con miles de balas impactando contra sus posiciones, pero los policías afganos, sin cascos ni chaleco blindado que les protegiese, habían tenido una baja al ser alcanzado uno de ellos mortalmente por un disparo. Fue respetuosamente retirado por sus compañeros y enterrado según el rito musulmán.

Conforme el día daba paso a la noche, los supervivientes y los fallecidos de la familia afgana fueron autorizados a salir de la base en su pickup acribillado y marcharse para permitirles enterrar al día siguiente a sus muertos en su localidad.

Todo quedó en silencio en Musa Qala, aunque al caer la noche volvieron a correr por sus calles grupos de perros salvajes que habían sido abandonados por sus dueños al huir de los combates. Los animales se dispusieron a darse un festín con la gran cantidad de cadáveres tirados por las calles, pero de manera inesperada grupos de talibanes comenzaron a aparecer a la vista de los defensores sin intentar ocultarse y mostrándose desarmados. Ni siquiera hubo que impartir orden alguna y se les permitió retirar a sus fallecidos.

A última hora de la noche, desde Camp Bastion, la Task Force Helmand solía difundir un parte de la actividad acontecida durante la jornada. Cada una de las unidades desplegadas en distintas localizaciones de la provincia de Helmand aprovechaba para hacerse una idea de la situación más allá de los muros de su base. Para los hombres de Musa Qala era una especie de orgullo el que el grueso del informe estuviese dedicado a la batalla librada por la Easy Company. En apenas tres días el JTAC y el FAC habían dirigido 32 ataques de A-10, AH-64 Apache y Harrier y 33 salvas de cohetes de Apache y Harrier. También se habían lanzado 14 bombas de 500lb, 4 de 1.000lb y 2 de 2.000lb, además de 8 misiles Hellfire e incontable munición de 105mm de los cañones del Para 7 Royal Horse Artillery (RHA).

El Major Jewiit con el jefe del poblado y el comandante talibán.

Al amanecer del 27 de agosto, cuarto día de la Easy Company en Musa Qala, el Major Jowett esperaba en el puesto de mando a que llegase el momento de dirigirse al tejado a coordinar la defensa. Mientras tanto mataba el tiempo como suelen hacer los soldados aislados en una posición, jugando largas partidas de cartas. Esa mañana su rival era el signalier perteneciente al LEWT, Lance Corporal Hetherington y el juego era el “shithead” en el que el vencedor puede llamar gilipollas en la cara de su oponente. Tras perder Jowett y ser insultado (con respeto) decidieron jugar al backgammon como revancha. Estaban en mitad de la partida conforme se aproximaba la hora de amanecer y el ataque talibán, por lo que decidieron acabarla más adelante.

A las 04:30 subieron al tejado a esperar la inevitable salva inicial de RPGs y el inicio de las hostilidades diarias. Cuando llegó dio paso una vez más a un violento tiroteo. En esta ocasión parecía que la presión se ejercía principalmente por el Norte. Tan duro era el combate que sin demora recurrieron al apoyo aéreo. Mientras realizaban la petición por radio, a un par de metros del Major Jowett un soldado comenzó a gritar pidiendo un médico. Al girarse vio con horror que se trataba del Lance Corporal Hetherington que yacía tirado en el suelo del tejado. Rápidamente avisaron a los sanitarios que se dirigieron con presteza en el quad desde el centro médico hasta el centro de mando para recoger al herido. Pero no estaba herido. En realidad había fallecido casi instantáneamente por un disparo que había penetrado por una de sus axilas. Aun así lo calificaron como T1 (herido grave) por si el cirujano podía hacer algo para revivirlo.

Mientras tanto la batalla se recrudecía, ejerciendo el enemigo la máxima presión por la esquina sureste. Los talibanes comenzaron a lanzar granadas de mano y el pelotón de reserva tuvo que acudir como refuerzo para acabar con la amenaza. Los gritos de “Allahu Akbar” eran claramente escuchados desde escasos metros de distancia, por lo que los soldados cogieron granadas de las dejadas por los daneses cuando se marcharon y las lanzaron contra los asaltantes. Dos segundos más tarde las explosiones de nueve granadas devastaron el lugar, seguidas por los gritos de los talibanes heridos.

Fue necesaria la intervención del apoyo aéreo con varias pasadas de cañón, cohetes y una bomba de 1.000lb para detener la ofensiva y romper contacto, pero apenas hubo tiempo de lamentar la pérdida que habían sufrido ya que hasta las 08:13 no se reanudaron las hostilidades. Cuando finalizó la intentona hubo un nuevo descanso hasta las 10:05 en que volvieron otra vez a la carga hasta ser detenidos. Y siguieron intentándolo a las 13:00 y después a las 15:30, esta vez con el apoyo de morteros. Una bomba de 2.000lb con su devastadora onda expansiva fue la señal de pausa hasta que a las 17:15 comenzó otra vez la lucha. Y no fue la última ya que a las 20:20 los talibanes fueron divisados tomando posiciones para atacar. Sólo la acción combinada de la aviación, helicópteros y artillería impidió que Musa Qala fuera invadida ese mismo día. La munición comenzaba a escasear y para ahorrar granadas de mortero decidieron que sólo se emplearían contra el lado Este del perímetro, dejando que la artillería se ocupase del resto de sectores (esta medida era para evitar que la propia artillería tuviera que disparar por encima de la cabeza de los defensores y alguna munición quedase corta).

La muerte de Hetherington fue un mazazo para los soldados. La única baja que hasta el momento habían sufrido era la del policía afgano y hasta el momento, aunque llevaban cuatro días soportando una lluvia de balas y granadas, ni uno sólo de los británicos había sido herido. Lamentablemente una bala perdida había acabado con esa sensación de invulnerabilidad que habían disfrutado. Incluso los soldados más jóvenes comenzaron a pensar que cualquiera de ellos podría ser el siguiente.

Los planes de los talibanes no habían cambiado y el amanecer del día 28 de agosto fue tan previsible como los días anteriores. Después del primer intento matutino la ICOM detectó la presencia de un equipo de morteros que los talibanes habían puesto en orden de combate para acabar con la resistencia en Musa Qala. Cada vez más las salvas de morteros acompañaban los asaltos enemigos. Al ataque de las 07:56 le siguió otro a las 16:08 acompañado con una descarga inicial de siete RPGs contra el sangar del portón, pero los soldados reaccionaron con rapidez y el fuego de las GPMG detuvo a sus enemigos. El último intento se produjo a las 21:47 con mayor énfasis por el lado Este del perímetro, pero una vez más el apoyo aéreo los detuvo en seco cuando arrojaron una bomba de 2.000 libras contra las edificaciones donde habían situado las ametralladoras que apoyaban el avance.

Cuando al caer la noche los dos contendientes se retiraron a prepararse para el día siguiente, los comandantes talibanes conferenciaron entre ellos de las enormes bajas producidas y el equipo LEWT pudo escuchar por primera vez un término que inicialmente no llegaban a entender: “lanzarles piedras”.

Equipo de francotiradores de la Easy Company buscando objetivos para sus fusiles de precisión.

Los talibanes cambian de táctica

Después de rechazar el rutinario ataque matutino de un enemigo determinado a llegar hasta los muros, las siguientes amenazas llegaron en forma de salvas de morteros, cohetes chinos de 107mm y disparos con cañones sin retroceso. Acostumbrados a los reiterados asaltos de los días anteriores, durante la tarde del 29 apenas si hubo actividad, quietud que únicamente se vio interrumpida cuando al anochecer emplearon un lanzagranadas automático para disparar contra la base.

El día 30 empezó igual que los anteriores, con un violento ataque dirigido principalmente contra el outpost situado en la esquina noroeste que tan buen resultado estaba dando a los defensores. Una de las ametralladoras de 12,7mm había quedado inutilizada al ser alcanzada y la habían emplazado como señuelo, por lo que la restante junto con las 8 GPMG disponibles eran las encargadas de impedir que los enemigos consiguieran maniobrar y acercarse a las paredes del DC. El segundo round del combate fue a las 08:06, esta vez contra el sector sur. Igual que en el caso anterior, las pasadas de los A-10 fueron suficientes para conseguir que se retiraran.

Mantener el asedio al DC de Musa Qala requería para los talibanes un incesante flujo de individuos, suministros y municiones para poder llevarse a cabo. Normalmente eran los pickup los encargados de traer al frente todo lo necesario, por lo que la Task Force Helmand dirigió contra esos convoyes la actividad de los FV107 Scimitar del D Squadron, Household Cavalry Mobile Operations Group. En la tarde del día 30, durante una de esas patrullas cuya función era realizar una interdicción de las líneas de aprovisionamiento enemigas en los alrededores de Musa Qala, uno de los blindados detonó un potente IED que destruyó el vehículo, detuvo a la columna y los hizo ser objeto de una emboscada. Los talibanes habían minado todos los accesos para impedir que los defensores pudieran recibir ayuda por vía terrestre. A media tarde la atención de los asediadores volvió a centrarse en la base británica contra la que lanzaron varias salvas de morteros.

El rutinario día 31 de agosto, con su ataque matutino y sus morterazos de rigor, dio paso al 1 de septiembre. La descarga inicial de RPGs y el intento de asalto fue contestado por las ametralladoras británicas para ser definitivamente disuelto con las pasadas de los aviones A-10. Mientras esperaban el siguiente contacto, a las 09:36 se pudo escuchar claramente el lanzamiento de 3 morteros contra la base. Dos de las tres granadas estallaron en el tejado de “el Álamo”, el mayor edificio de la base con varias plantas de altura y donde estaban emplazadas varias ametralladoras con un arco de tiro perfecto en todas las direcciones.

Perímetro de la Base de Musa Qala en 2006.

La precisión de los disparos de las armas de tiro indirecto era buena y demostraba que los sirvientes estaban bien adiestrados, usando como referencia la alta columna emplazada justo delante del portón de entrada en las instalaciones. Aunque la pareja de francotiradores y la artillería prestaban especial atención a eliminar a cualquier observador avanzado enemigo que diera información para corregir el punto de impacto de los proyectiles, nada pudo impedir que a las 15:46 otra descarga de morteros fuese dirigida contra el DC.

Dos dieron de lleno en el tejado de “el Álamo” y conforme empezaba a disiparse el humo y el polvo de la zona, comenzaron a escucharse por radio urgentes llamadas a los sanitarios. A pesar de su rápida intervención, el Ranger Anare Draivau había fallecido en el acto y el Lance Corporal Paul Muirhead se encontraba en situación crítica, aunque estable. Necesitaba ser evacuado.

La peor pesadilla del Major Jowett se había hecho realidad ya que traer un Chinook a una Helicopter Landing Site (HLS) tan expuesta y en medio de un asalto como el que se estaba produciendo en esos momentos, era casi suicida. Tanto el JTAC como el FAC comenzaron a organizar todo el apoyo aéreo y artillero con el que pudieran contar. Desde Camp Bastion el vuelo hasta Musa Qala apenas duraba 30 minutos, por lo que era necesario en primer lugar fulminar el ataque talibán. Dos cazabombarderos F-14 Tomcat armados con bombas de 1.000 libras comenzaron a machacar a los asaltantes iniciando un ataque que fue seguido a continuación por una impresionante cortina de apoyo artillero.

A pesar de las reticencias de la Task Force Helmand para arriesgar un Chinook, cuando el doctor dijo que Paul Muirhead no podía esperar más se puso en marcha una operación de rescate (CASEVAC). Debido a las reglas de enfrentamiento le negaron al Major Jowett la posibilidad de realizar fuego preparatorio sobre las posiciones favoritas de los talibanes, debiendo permanecer pasivos mientras escuchaban acercarse en la distancia al enorme helicóptero de carga acompañado de un par de AH-64 Apache de escolta.

Los talibanes eran conscientes de lo que estaba sucediendo ya sea por tener visión directa o por la información suministrada por la inteligencia paquistaní, por lo que mantuvieron en silencio sus armas hasta que el Chinook se dispuso a aterrizar. En ese instante toda arma enemiga disponible en los alrededores de Musa Qala abrió fuego contra el lento y pesado helicóptero. Las balas trazadoras seguían a su presa mientras granadas de RPG dejaban una estela en el aire antes de estallar.

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